CLAE / Rebelión
La pertinaz
insistencia del presidente estadounidense Domald Trump en la Asamblea
General de la ONU de que “todas las opciones están sobre la mesa” para
resolver la crisis en Venezuela ha despertado la alarma en los círculos
políticos de Washington y en toda América Latina sobre una potencial
acción militar estadounidense o, más probablemente, a través de tropas
colombianas y brasileñas.
Las luces de alarma titilaron luego que
el senador Iván Cepeda Castro, advirtió sobre el aumento de la tensión
militar entre Colombia y Venezuela. “Peligro de guerra con Venezuela
crece: presupuesto para armas antiaéreas, acuartelamiento en primer
grado de Fuerzas militares, arrogantes declaraciones de funcionarios de
EEUU de “defender a Colombia” acatadas dócilmente por nuestro gobierno. Deberemos movilizarnos contra lunáticos de la guerra” , dijo.
Mientras, tropas brasileñas muy bien pertrechadas se estacionan en
Roraima, el estado fronterizo con Venezuela, a la espera de una orden de
ataque. Las elecciones presidenciales y el involucramiento castrense en
las mismas, demoran hoy cualquier decisión al respecto, señaló el
analista Joaquim Fernandes. Las bases estadounidenses esparcidas en
Colombia, Centroamérica y El Caribe, siguen en estado de alerta.
Una
pregunta carcome a los analistas: ¿qué pasaría el día después de una
hipotética invasión? ¿Quién gobernará el país? ¿Cuál será el costo
político que deban pagar EEUU y sus cómplices? La oposición no ha
logrado, en 20 años, presentarse como opción de poder ni tiene proyecto
más allá de sacar a Nicolás Maduro del gobierno, como antes intentaron
hacerlo con Hugo Chávez.
Pese al bombardeo permanente del terrorismo mediático, el
frente internacional que se forjó contra Venezuela parece estancado,
quizá porque su propósito fundamental, el derrocamiento de Maduro, no se
logró. La desestabilización y el terrorismo no debilitaron tampoco el
apoyo castrense a los procesos electorales. La única opción que le queda
a la alianza guerrerista pareciera ser la intervención armada, que
generaría un repudio generalizado en toda la región. ¿Tiene Washington
una carta bajo la manga?
La ofensiva contra Venezuela es de todo
orden. Por la vía diplomática lograron una mayoría en el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, y cinco países (Colombia, Perú,
Paraguay, Argentina y Chile), a los que se sumó Canadá, demandaron de la
Corte Penal Internacional que “investigue la posible comisión de
crímenes de lesa humanidad en Venezuela”. No miran lo que ocurre
permanentemente en México y en Colombia, por ejemplo.
Y quizá por
ello nombran como Alta Comisionada de Derechos Humanos en la ONU a una
señora que no cree en ellos y que no tiene idea de la materia como la
expresidenta chilena Michelle Bachelet, quien tras violar los derechos
humanos en su país, con la represión a cualquier protesta y en especial
al pueblo mapuche; con militares inmersos en escándalos financieros y
una corrupción generalizada, comenzó su labor sumándose al ataque contra
Venezuela.
Los comentarios de Trump surgieron luego de los
informes de reuniones de altos funcionarios y militares estadounidense y
oficiales del ejército venezolano para aunar planes para derrocar al
presidente Nicolás Maduro, así como las sugerencias de algún presidente y
diplomáticos regionales de que se considere la alternativa de una
invasión.
Trump sigue amenazando con una intervención militar,
porque, a diferencia de sus otros enemigos, como Corea del Norte, Irán,
Siria o Cuba, Venezuela luce debilitada y vulnerable por una errática e
incoherente conducción del país, señala el exembajador ante la ONU,
Rafael Ramírez, hoy crítico del gobierno, quien añade que “la
irresponsabilidad e incapacidad del gobierno puede estimular una
agresión”.
Las palabras de Nicolás Maduro, el presidente
venezolano, en el mismo recinto de la ONU, no tuvieron la misma
difusión, el interés ni la masiva concurrencia, aunque contó cómo
Venezuela ha sido acosada, agredida y bloqueada por el gobierno de EEUU,
y que “hoy la agresión está dirigida en lo político, económico,
mediático y diplomático”. Y sorprendió que pidiera que el FBI
estadounidense fuera a Venezuela a investigar el atentado en su contra,
olvidándose del tema de la soberanía.
Diálogo y petróleo
El
dicho popular reza que la esperanza es lo último que se pierde, y el
diálogo aparece como una última esperanza, aunque sectores de la
oposición señalen que es un sórdida maniobra para impedir la caída del
gobierno. El exvicepresidente José Vicente Rangel señala que a cada
rechazo por la oposición, se produjo una derrota de ese sector, desde el
golpe de 2002, la huelga petrolera, los sucesivos conatos subversivos,
guarimbas, guerra económica…
El desgaste y el descrédito
de la oposición quedaron vinculados al rechazo del diálogo, ya que esta
actitud la condujo, fatalmente, a una arrogante radicalización sin
salida, sin política en el campo legal, añade. Las encuestas confirman
que, internamente, el gobierno tiene aire, así como confirman la
debilidad de la oposición, el agotamiento de su liderazgo, la falta de
proyecto político y económico.
Otros analistas apuntan a
la omisión de Maduro sobre las operaciones ilegales de la trasnacional
Exxon Mobil en aguas territoriales del Esequibo, zona en reclamación con
Guyana, y sobre el bloqueo económico y financiero aplicado no solo por
EEUU, sino también por la Unión Europea. La Asamblea de la ONU parecía
ser el escenario ideal para ello.
Maduro denunció la agresión,
al agresor y sus razones, entre ellas porque es el país con mayores
reservas petroleras certificadas y “se está certificando la más grande
reserva de oro en el mundo y la cuarta reserva de gas en el planeta”,
dijo. Para los críticos del mandatario, Maduro intentaba distraer la
entrega de los recursos naturales (oro, petróleo y gas), la
privatización y venta por partes de la estatal petrolera PDVSA, dejando
en manos de empresas amigas las actividades primarias reservadas,
constitucionalmente, al Estado.
Ramírez, exministro de Petróleo,
expresidente de la estatal Pdvsa y expresidente del Consejo de Seguridad
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy reclamado por la
justicia de su país, aseveró que el gobierno de Maduro es incapaz de
velar por los negocios del país en el exterior y dijo que está
“vendiendo las joyas de la corona por un valor que solo ellos y los
chinos saben” (a propósito de la venta del 9,9% de participación de Pdvsa en la empresa mixta PetroSinovensa a la China CNPC).
Aseguró
que el actual presidente de Pdvsa, el militar Manuel Quevedo, “se
descuidó y nos confiscaron todos los terminales de agua profunda que se
utilizaban para vender petróleo a India y China” y resaltó que “siempre”
propuso a Maduro vender la filial estadounidense de Pdvsa, Citgo, por
ser un activo sensible a decisiones políticas. “Nos estaban ofreciendo
15 mil millones de dólares (…). No tenemos ni los 15 mil millones, ni
las refinerías”, señaló.
También aseveró que Maduro cedió la
refinería Cienfuegos a Cuba y que Venezuela, además, va a perder los
activos de cinco refinerías. “El país pierde 43.000 millones de dólares
por la incapacidad de Maduro”, lamentó.
Frustración guerrerista
Entre
los guerreristas estadounidenses existe una frustración ante la
postergación de una rápida acción militar -dicen- que ponga término a la
Revolución Bolivariana, como lo vienen intentando infructuosamente
desde hace casi dos décadas.
Luis Almagro, secretario general de
la OEA, sigue recitando que no se debe descartar ninguna opción “para
reducir el sufrimiento de Venezuela”, con lo que colincidieron varios
funcionarios del nuevo gobierno colombiano del ultraconservador Iván
Duque. Esta vez, rápidamente, en vista del espiral intervencionista
lanzado desde Washington, 12 países emitieron una declaración rechazando
el uso de la fuerza
Para algunos analistas la exploración de
medios no pacíficos refleja más la frustración sobre las perspectivas de
una transición democrática pacífica en Venezuela, ante la realidad de
una oposición política desmembrada, que se ha mostrado incapaz, ineficaz
y sin propuestas, pese al enorme financiamiento recibido desde
Washington, Bogotá y Madrid.
Los funcionarios del Departamento de
Estado estadounidenses han llegado a la conclusión de que aplicar más
sanciones o aislar aún más a Venezuela diplomáticamente no significará
una transición política, por la ausencia de reales presiones internas
sobre el régimen. Las protestas por la escasez de alimentos, medicinas,
agua y electricidad se han limitado a brotes diarios, a pequeña escala,
dispersos regionalmente, que la oposición no ha logrado siquiera
explotar mediáticamente,.
De todas formas, EEUU, Canadá, la Unión
Europea y los países sudamericanos alineados a Washington en el Grupo de
Lima , han intensificado la presión diplomática, mediática y económica
(limitando el crédito, impidiendo las transferencias financieras) sobre
Maduro y Venezuela, pero muchos de ellos aún esperan el renacimiento de
la diplomacia de las cañoneras o los golpes militares respaldados por
Estados Unidos.
Incluso, EEUU, Canadá y países europeos congelaron
los activos de docenas de altos funcionarios militares y civiles
venezolanos, mientras algunos gobiernos latinoamericanos han denunciado
al régimen por sus “prácticas autoritarias” y por la “crisis
humanitaria”, y han pedido que Venezuela sea suspendida de la
Organización de Estados Americanos.
En los últimos días, Canadá y
cinco países latinoamericanos instaron a la Corte Penal Internacional a
investigar presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos por las
autoridades venezolanas, y los intervencionistas senadores
estadounidenses Bob Menéndez y Marco Rubio presentaron un proyecto de
ley para incentivar la presión estadounidense y regional sobre el
gobierno venezolano, lo que no logró siquiera crear fisuras dentro del
gobierno.
En el tintero de Trump quedó el embargo petrolero. Este
producto representa el 90% de las escasas exportaciones de Venezuela,
que viene reduciendo dramáticamente la producción. Y la pregunta no
pierde vigencia: ¿qué pasaría el día después de una invasión? ¿Quién
gobernará el país? ¿Quizá Luis Almagro se proponga como virrey?
La interna y la opción militar
Una encuesta de Hinterlaces , reveló que más del 64% de los venezolanos mantiene una opinión desfavorable acerca del accionar de dirigentes de la derech a: el 83% percibe de manera desfavorable a Julio Borges, líder de Primero Justicia (PJ), Henry Ramos Allup, secretario general de Acción Democrática (AD) acumula 77% de opiniones en contra, mientras que Henrique Capriles Radonski es percibido de forma negativa por 76% de los consultados.
Por
su parte, Henri Falcón, excandidato presidencial y fundador de la
plataforma unitaria La Concertación por el Cambio, cuenta con 73% de
opiniones negativas, Leopoldo López tiene un 75% de percepción negativa y María Corina Machado , fundadora del partido Vente Venezuela, goza del 64% del repudio colectivo.
Hay
otras cifras que destacan en el sondeo: El 62% de los venezolanos
prefiere que el presidente Maduro, resuelva los problemas económicos del
país, mientras que un 34% apuesta por un gobierno de oposición. El
61% atribuye los problemas económicos a agentes externos al gobierno
como la guerra económica, caída del precio del petróleo, especulación y
sanciones financieras de EEUU, e n tanto, el 37% se lo atribuye a las políticas económicas implementadas por el gobierno.
Los
posibles conspiradores dentro de las fuerzas armadas, mientras tanto,
han sido detectados y encarcelados, mientras los medios extranjeros
hablan de otros militares descontentos que han desertado.
Desde
los medios cartelizados del exterior se insiste en imponer en el país la
discusión pública sobre opciones militares (incluso publicando
encuestas bizarras), pero la dirigencia política opositora considera que
este debate podría generar expectativas por un salvador externo, lo que
atentaría contra los esfuerzos de reorganizarse que hacen algunos
políticos.
Ante esta preocupación, funcionarios de la
administración Trump le comunicaron a los líderes de la oposición que, a
pesar de los comentarios del mandatario, EEUU no tiene planes de
invadir Venezuela. ¿O sí? Claro que puede empujar la intervención y
tratar de materializarla. No basta con el respaldo de sus “halcones” y
de sus cipayos latinoamericanos, pero la pueden hacer. No hay que
confiarse.
Y entonces, entramos en el escenario de las
especulaciones. Brasil, Chile, Argentina, Perú, Panamá, incluso
Colombia, con los problemas internos que sobreviven y la fuerza de los
sectores opositores y las debilidades de los gobiernos, ¿se mantendrán
cohesionados frente a la agresión o temerán que la estabilidad de sus
propios gobiernos se vea amenazada?
No creo que el nuevo
gobierno de México respalde una intervención, y tampoco que lo haga la
OEA, pese a la desesperación histérica de Almagro.
Claro que los
halcones de EEUU pueden empujar la intervención: no hay que confiarse.
Pero por ahora, sigamos jugando en el bosque, mientras el lobo no está.
Aram Aharonian:
Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador
de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana
(FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,
www.estrategia.la )
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