Desde
finales de los ’60 la economía mundial comenzó a organizarse, cada vez
más, en torno a Cadenas Globales de Valor (CGV). Esto significa que una
parte creciente de la producción, del empleo y del comercio se
estructura en torno a cadenas de empresas que se ubican en diferentes
países. Bajo esta lógica, la producción es organizada por una firma
líder que ejerce una gobernanza al coordinar a las distintas empresas
para llevar adelante el proceso productivo (Gereffi et al., 2001).
Los beneficios no se reparten por igual
al interior de la cadena. Este tipo de organización productiva conllevó
una nueva división del trabajo donde las tareas más valiosas son
aquellas basadas en innovación, diseño y comercialización, mientras que
las de menor valor agregado se encuentran en la fase de la manufactura
(especialmente el ensamble). La firma líder tiende a acaparar para sí
las primeras, y delegar en otras firmas las segundas. A su vez, existe
una división geográfica, ya que las tareas de mayor valor agregado
tienden a realizarse en los países centrales, mientras que las restantes
de llevan adelante en la periferia (Kaplinsky, 2000).
“La gobernanza es la pieza central del análisis de CGV, muestra cómo el poder corporativo puede configurar activamente la distribución de beneficios y riesgos en una industria, y qué actores ejercen ese poder a través de sus actividades” (Gereffi y Lee, 2012: 25; trad. prop.)
Existen quienes afirman que las Cadenas
Globales de Valor, en realidad, son regionales. Stephenson (2013), en un
estudio avalado por el World Economic Forum, afirma que las Cadenas
Globales de Valor se estructuran por regiones. Existirían tres ejes:
América del Norte, Europa y Asia. La causa de la organización regional
se basa en la reducción de costos de transporte y comunicación, y las
ventajas ofrecidas por acuerdos de integración comercial. Si bien esta
idea es discutible -ya que el argumento es válido para determinadas
industrias, como la automotriz, pero no para otras donde la lógica sí es
global, como la electrónica o la textil- el punto a destacar es que
América Latina no figura como un eje[1].
¿Cuál es el estado de las Cadenas Regionales de Valor en América Latina? ¿Hubo cambios en los últimos años?
Las firmas líderes se concentran en los países centrales
A escala global, las empresas líderes se
encuentran concentradas en los países centrales y China. Según
Financial Times, de las 500 firmas más grandes del mundo 209 se
encuentran en Estados Unidos[2]. Este país es seguido por China (37), Reino Unido (32), Japón (35) y Francia (24)[3] .
En este selecto grupo sólo se encuentran
9 empresas de América Latina, lo que representa apenas el 1,8% del
total. De las mismas, 6 se encuentran en Brasil y 3 en México. Veinte
años atrás la participación ascendía sólo a 3, siendo una empresa
brasileña, una mexicana y una venezolana las únicas representantes. Una
conclusión preliminar que se desprende de estos datos es que las
empresas de América Latina se encuentran subordinadas en la producción
internacional, lo cual les dificulta ser coordinadoras de cadenas a
escala global e incluso regional ya que, dentro de la región, el poder
también está detentado por las grandes transnacionales[4].

La organización de la producción a
escala global por firmas líderes ubicadas por fuera de la región ha
dejado a América Latina en un rol precario dentro de las Cadenas
Globales de Valor. La inserción de nuestros países se ubica en los
eslabones de menor valor agregado, fundamentalmente en maquilas y zonas
de procesamiento. Es decir, eslabones con trabajos intensivos que
aprovechan bajos costos (por mano de obra o acceso a materias primas) y
de bajo contenido tecnológico. Además de esta especialización en
eslabones, la región aún mantiene una marcada especialización sectorial
caracterizada por la producción de materias primas para la exportación
(Kosacoff y López, 2008).
La integración en cadenas en la región
Hay poca evidencia en materia comercial y
de producción de las Cadenas Regionales de Valor en América Latina.
Esto se debe a que el nivel de integración de nuestra región está muy
lejos de las grandes regiones que se crearon en el marco de las CGV
(‘Fábrica América del Norte’, ‘Fábrica Europa’ y ‘Fábrica Asia’) (Durán
Lima, 2018).
Una Cadena de Valor se puede definir ‘hacia atrás’ (backward) o ‘hacia adelante’ (forward).
La primera clasificación se define por la compra de insumos de una
empresa que luego vende a una tercera. La segunda, en producir insumos
para otra firma que luego lo utilice para vender a una tercera.
Cualquiera de las dos situaciones constituye una producción en cadena.
Cuando este proceso se da de manera
transfronteriza, la OCDE habla de comercio en Cadenas Globales de Valor.
Cuando este tipo de comercio se da entre empresas de la región podemos
hablar de Cadenas Regionales de Valor[5].
Al analizar la participación de nuestras exportaciones en exportaciones de terceros (forward)
podemos ver el escaso protagonismo de América Latina en el comercio
mundial. La región representó apenas el 3% de este tipo de comercio en
el año 2011[6],
apenas por encima de los guarismos de 1995 (2%). La representación de
América Latina en el comercio en cadenas es aún menor que en el comercio
medido en términos brutos[7], donde osciló en torno al 5% y 6% en los últimos años (Herreros, 2017).
La menor participación en el comercio,
cuando se mide en cadenas en lugar de en términos brutos, se debe a que
la región se especializa en producciones primarias, las cuales no se
organizan en cadenas de valor de la misma manera en que lo hace la
producción industrial. En 2015, más del 50% de las exportaciones de la
región fueron productos primarios o derivados. Esto supera a los valores
del 2000 (45%). Entre 2003 y 2014 esta cifra superó el 60%.
Cabe destacar que las exportaciones de
la región se encuentran muy concentradas en pocas empresas. Por ejemplo,
la participación del 1% de las principales empresas exportadoras
representaron el 98% de las exportaciones de Venezuela, el 90% de
Paraguay, el 84% de Colombia, el 77% de Chile, el 76% de Brasil y el 72%
de Argentina, entre otros países con las mismas realidades (Urmeneta,
2016).
La región no sólo participa poco en la
generación de valor agregado en el comercio internacional, sino también
al interior de la región. El valor agregado de América Latina en las
exportaciones de los países de la propia región asciende al 18% (apenas
por encima del 15% de 1995). Esta cifra se encuentra muy por debajo de
la registrada en Europa (49%), Asia (42%) y América del Norte (32%)
(Herreros, 2017).

CEPAL ha elaborado una Matriz de Insumo
Producto (MIP) para América del Sur que permite ver las relaciones
económicas entre los distintos sectores de la economía, tanto de bienes
intermedios como finales. La MIP sudamericana permite ver esas
relaciones entre todos los países de esta región. Presenta 40 sectores
agrupados en 11 grandes grupos (productos primarios; agroindustria;
textiles, confecciones y calzado; madera y papel; química y
petroquímica; minerales no metálicos; minerales metálicos y productos
derivados; maquinaria y equipo; vehículos y equipos de transporte; otras
manufacturas y; servicios).
Entre las conclusiones más importantes
alcanzadas a partir de la MIP se observa que son pocos los sectores
vinculados, y la relación es más hacia adelante que hacia atrás. El 28%
de los sectores posee encadenamientos regionales hacia atrás y el 48%
hacia adelante (Durán Lima, 2018).
Otro aspecto interesante es que la
producción destinada al mercado exterior genera 25.600.000 empleos. Sin
embargo, únicamente 3.890.000 de ellos se deben a exportaciones
intrasudamericanas. Es decir, sólo 15% del empleo directo e indirecto
asociado a ventas al exterior se debe al comercio intrarregional. De
ellos, 1.790.000 son directos y 2.100.000 son indirectos.

Siguiendo a Duran Lima (2018), en
América del Sur la integración en Cadenas Regionales de Valor es escasa y
se da fundamentalmente en las relaciones entre pocos países:
Argentina-Brasil, Ecuador-Colombia-Perú, Brasil-Uruguay. Las principales
cadenas son la automotriz y autopartes, electrónica, aeronáutica y
vestuario. Brasil, como principal país de la región, está lejos de
cumplir el rol de motor económico que cumple Estados Unidos en América
del Norte o Alemania en Europa.
En Centroamérica, las cadenas se
encuentran más articuladas entre todos los países, con excepción de
Nicaragua. Siendo los principales sectores química y petroquímica,
siderurgia y metalmecánica, industria farmacéutica, agroindustrias,
textiles y, papel y cartón. En el caso de México, sus principales
vínculos se dan con sus socios del TLCAN.
Participación del comercio intrarregional
Algunos datos de comercio, en términos
brutos, también ayudan a entender el bajo grado de complementación
económica. En 2017, sólo el 16% de las exportaciones de nuestros países
de dirigieron a la región, lejos del récord de 22% alcanzado en 1994[8].
Son números muy bajos, especialmente si comparamos con regiones como
Asia y Europa, donde los guarismos alcanzan el 50% y el 60%,
respectivamente (CEPAL, 2017).
Esta mala dinámica regional se puede
apreciar al analizar las participaciones del comercio en los cinco
países más grandes de la región. Entre ellos, el de mayor peso de la
región en las exportaciones es Colombia con el 16,6%, seguido de
Argentina (16,0%), Brasil (9,9%), Chile (8,3%) y bien lejos México
(2,5%). En lo que respecta a la participación de la región en las
importaciones de estos países los números se ubican en torno a valores
similares.
Cabe destacar que, en cuanto a
exportaciones, tres de los cinco países redujeron la participación
regional entre el 2000 y el 2017 (Argentina, Brasil y Chile) y tres lo
hicieron en las importaciones (Brasil, Chile y Colombia). En ambos
casos, México fue la excepción pero manteniéndose en niveles muy por
debajo de los demás.

Potencialidades para el desarrollo
La conformación de CRV debería ser un
pilar en la integración regional. Permitiría a nuestros países aumentar
la diversificación exportadora, alcanzar economías de escala en
producciones donde la escala del mercado local es reducida, incrementar
el valor agregado, aumentar las capacidades tecnológicas y expandir el
acceso de las pequeñas y medianas empresas a mercados externos (Dalle et al., 2013).
Para alcanzar este objetivo es
imprescindible la intervención del Estado y el desarrollo de una
política industrial. Tal como se puede apreciar en los datos, las
grandes compañías multinacionales dejaron a América Latina en un rol
secundario dentro de las Cadenas Globales de Valor. Asimismo, las
multilatinas estuvieron lejos de conformar redes de producción
regionales. Por otro lado, no toda cadena regional es valiosa, es decir,
si se basan en el aprovechamiento de mano de obra barata y explotación
de recursos naturales de poco serviría una mayor integración para
mejorar las condiciones de vida de la población.
Cabe remarcar que fortalecer la
integración regional no implica abandonar la perspectiva de crear
alianzas estratégicas con países ubicados por fuera de la región, con
los cuales la complementariedades productivas puedan contribuir a
realizar acuerdos mutuamente beneficiosos, pero queda mucho por avanzar
en este sentido.
Entre los factores que traban la
conformación de cadenas regionales y deben ser superados se destaca que:
(1) el mercado regional está fragmentado en diversos acuerdos con
distintas reglas de comercio e inversión; (2) el comercio mundial y
regional está regido por firmas líderes que establecen, según su propia
conveniencia, la radicación de la producción, acaparando las tareas de
mayor valor agregado en sus países de origen y articulando buena parte
de la producción en sus regiones; (3) la abundancia de materias primas
en América del Sur favorece la exportación hacia mercados
extrarregionales; (4) México y el Caribe están integrados a la región
América del Norte, liderada por Estados Unidos, en lugar de vincularse
con el resto de la región al Sur; (5) si bien los aranceles son, en
promedio, reducidos (2,9%), existen diversas medidas no arancelarias que
equivaldrían a un arancel promedio del 20% (Grübler, Ghodsi y Stehrer,
2016).
Los desafíos para torcer este rumbo son
varios. En primer lugar, se pueden definir algunas medidas de carácter
técnico que facilitarían esta integración:
- Desarrollo de infraestructura.
- Evaluaciones de impacto sobre PIB, exportaciones e importaciones, empleo, pobreza, distribución del ingreso.
- Agilizar el comercio reduciendo trámites administrativos u otro tipo de trabas que permitan acelerar los procesos y reducir costos.
- Armonizar normas técnicas, sanitarias y fitosanitarias.
- Realizar estudios que permitan identificar sectores con mayor capacidad de vinculación entre países.
Sin embargo, avanzar en esta dirección
requiere de un esfuerzo integral de la política económica. Se deben
crear los instrumentos para favorecer la integración regional y para
redireccionar la producción y el comercio hacia los sectores que
permitan avanzar en el desarrollo económico y el bienestar social.
- Selección de sectores estratégicos por sus encadenamientos, capacidad de generación de empleo, complementariedad regional y potencialidad de satisfacer necesidades o desarrollar nuevo valor agregado.
- Selección de los actores que deben liderar este proceso a partir de mesas de discusión intersectoriales.
- Fortalecer instancias supranacionales de cooperación política y económica.
- Utilización de la banca regional de desarrollo como motor económico de la integración.
Bibliografía
Dalle, D., Fossati, V., & Lavopa, F.
(2013). Política industrial:¿ el eslabón perdido en el debate de las
Cadenas Globales de Valor?. Revista Argentina de Economía Internacional, 2, 3-16.
Duran Lima, J. (2018). Cadenas de Valor e
Integración Regional: El aporte de las MIP. CEPAL. Conferencia dictada
el 5 de marzo de 2018, Ciudad de México.
Gereffi, G., Humphrey, J., Kaplinsky,
R., & Sturgeon*, T. J. (2001). Introduction: Globalisation, value
chains and development. IDS bulletin, 32(3), 1-8.
Gereffi, G., & Lee, J. (2012). Why the world suddenly cares about global supply chains. Journal of supply chain management, 48(3), 24-32.
Herreros, S. (2017). América Latina y el
Caribe en las cadenas globales de valor. CEPAL. Seminario “Cadenas
globales de valor: desafíos y oportunidades para la Alianza del Pacífico
y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático” Santiago, 18-19 de
enero de 2017
Kaplinsky, R. (2000). Globalisation and unequalisation: What can be learned from value chain analysis?. Journal of development studies, 37(2), 117-146.
Kosakoff, B., & López, A. (2008). América Latina y las Cadenas Globales de Valor: debilidades y potencialidades. Globalización, Competitividad y Gobernabilidad de Georgetown/Universia, 2(1).
Urmeneta, R. (2016). Dinámica de las empresas exportadoras en América Latina: el aporte de las Pymes.
[1] La
excepción la constituyen México y algunos países de Centromérica que,
por su cercanía geográfica y económica con Estados Unidos, son parte del
eje América del Norte.
[2] Se usa como proxy
a empresa líder el tamaño de empresa, pero esto no significa que,
linealmente, una empresa por su gran tamaño sea líder y viceversa.
[3] Datos extraídos de la base FT 500 del año 2015.
[4] Esto
no significa que en la región no existen empresas que realicen y
coordinen operaciones en distintos países. América Economía elabora el
ranking de las 100 principales empresas “multilatinas”. Este término
refiere a grandes firmas de la región que realizan inversiones
transfronterizas. De ellas un 30% son de Brasil, 26% de México, 19% de
Chile, 10% de Colombia, 7% de Argentina, 5% de Perú y 1% de Guatemala y
Venezuela.
[5] La
OCDE mide este comercio en términos de valor agregado. Al calcular las
exportaciones de un país a otro sólo tiene en cuenta el valor que agregó
este. A diferencia de las exportaciones medidas en términos brutos
excluye insumos y bienes intermedios de otro origen.
[6] Último dato disponible en la base TIVA de la OCDE que mide el comercio en valor agregado.
[7] Incluye insumos y bienes intermedios provenientes de otros países.
[8] El dato de 2017 asciende a 21,7% si se excluye a México del cálculo, cuyo principal destino comercial es Estados Unidos.
Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires.
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