La Corte
Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, en Holanda, no hizo lugar
(por 12 votos a 3) al pedido de Bolivia para obligar a Chile a que
negocie un acceso soberano de ese país al Océano Pacífico. El gobierno
chileno, que trató el tema con un bajo perfil público y una fuerte
campaña diplomática, lo festejó con moderación. En Bolivia, que le había
dado a esta cuestión el carácter de una “causa nacional”, el dolor fue
mayúsculo. La influyente diplomacia inglesa, tradicional amiga de Chile
–tal como se comprobó en la Guerra de nuestras Islas Malvinas-, también
ganó con el triunfo de su mayor aliado en nuestra región.
Origen del problema
Es sabido que hoy Bolivia es un país enclaustrado, sin salida al mar.
Pero en el momento de su nacimiento como nación (1825) su territorio
llegaba hasta el Pacífico, con unos 400 kilómetros de costa entre Chile y
Perú.
Esa era una zona rica en guano y salitre, ambos muy
utilizados como fertilizantes y el último también usado como insumo para
la fabricación de pólvora. Era un negocio al que estaban vinculados
capitales nativos y extranjeros, particularmente ingleses.
Un
intento boliviano por incrementar el impuesto a esas exportaciones fue
entendido por Chile como una violación de un Tratado firmado en 1874. En
defensa de los intereses de empresarios chilenos y extranjeros trató de
frenar ese impuesto, fracasadas sus gestiones diplomático-comerciales,
invadió el área perteneciente a Bolivia. Eso, que fue conocido como la
“Guerra del Pacífico” (1879/1884), en la que también estuvo involucrado
Perú -como aliado de Bolivia-, terminó con una victoria de Chile y la
pérdida de territorios para Perú y Bolivia, la que resignó su acceso al
mar.
En un Tratado celebrado en 1904 fueron ratificadas las
nuevas fronteras y se le reconoció a Bolivia el derecho a un tránsito
comercial por territorio chileno y por los puertos del Pacífico.
Los reclamos de Bolivia
Para Bolivia ese Tratado es profundamente injusto e insolidario porque
está fundado en la “posición ventajosa” de un país respecto de otro
derrotado en una acción bélica. Fue por ello que inició reclamos y
gestiones para volver a tener su salida al mar y demandaba el inicio de
negociaciones para alcanzar ese objetivo. Los sucesivos gobiernos
chilenos, si bien no atendieron los reclamos bolivianos, respondieron a
los mismos dejando puertas abiertas a diálogos sobre el tema.
El
gobierno de Evo Morales incrementó esos reclamos y, fundado en varias
gestiones y las respuestas chilenas, consideró que Chile les había
reconocido el derecho a discutir las condiciones para una salida al mar
de Bolivia. En procura del reconocimiento a esas pretensiones acudió, en
el 2013, a la Corte Internacional de Justicia de La Haya para el
reconocimiento de esos invocados derechos. Chile respondió que las
notas, gestiones y acuerdos invocados no implicaban ningún compromiso o
responsabilidad, para ese país, de renegociar las condiciones del
Tratado de 1904.
Varias veces las negociaciones o conversaciones
estuvieron cerca de llegar a acuerdos. Hubo dos momentos cercano a un
acuerdo: Una oportunidad fue en 1975 cuando Bolivia era gobernada por el
General Hugo Banzer y Chile por Augusto Pinochet. Otra posibilidad se
dio en el 2006, con Bolivia presidida por Evo Morales y Chile por
Michelle Bachelet. En ambos casos las afinidades ideológicas facilitaron
el diálogo pero nunca alcanzaron para cerrar un acuerdo definitivo.
El fallo de La Haya y el futuro del conflicto
El fallo, más que buscar la paz y una armonía entre los pueblos y sus
estados, lo que hizo fue legitimar el uso del derecho internacional para
consagrar el derecho del vencedor, un derecho que nace de la fuerza.
La aplicación de ese principio, respecto a nuestros pueblos, es de
vieja data. Ya tuvo vigencia desde los tiempos del Conquista del Nuevo
Mundo. En la Conferencia de Valladolid (1550) se planteó el principio
del “derecho natural” para declarar que el indio no es víctima sino
“inferior”; un argumento que naturalizaba la conquista y ponía el
derecho a su servicio para legalizar el exterminio de los indios.
Pero este fallo también da cuenta del peso de la geopolítica mundial en
su contenido. En el actual enfrentamiento entre Occidente –encabezado
por los EEUU- y Oriente –con China al frente- esa resolución defiende
que no se modifique este decadente orden mundial, en el que Chile –con
sus largas costas de cara al Pacífico- y sus cercanías con los intereses
anglosajones, debe ser privilegiado.
Como consecuencia de este
fallo adverso Bolivia se está planteando las alternativas para revertir
la situación y dejar de depender de puertos chilenos.
Ante esa
situación Evo Morales anunció que se avanzará en el proyecto del
corredor Biocéanico, con una línea férrea de 3700 kilómetros, que vaya
del Puerto de Ilo (1000 km. al sur de Lima), sobre el Pacífico, hasta el
puerto de Santos (a 60 Km. de San Pablo –Brasil-) sobre el Atlántico.
Además informó sobre la aceleración de las obras en Puerto Busch, sobre
el Río Paraguay, donde tras cruzar un río paraguayo y aguas argentinas,
Bolivia tiene acceso soberano a un río que lo conecta con el Atlántico.
Al tiempo que aseguró que Bolivia cumplirá con el fallo de La Haya,
hizo saber que dio instrucciones para que se evalúen los daños
producidos a su país por la invasión chilena.
Como se ve. Este
fallo deja a Chile y Bolivia, más separados que antes. De lo cual queda
en claro que solo una diplomacia de los pueblos, que apunte a una nueva
institucionalidad global, es capaz de evitar estos juegos de las grandes
potencias, que terminan inclinando a su favor nuestras diferencias.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,www.estrategia.la)
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