Informe preelectoral de Costa Rica
El próximo 4 de febrero Costa Rica inaugura el calendario electoral de 2018 con las decimoséptimas elecciones realizadas en el país desde 1949, año en que entró en vigencia la Constitución concebida pos guerra civil. En las mismas, los 3.322.329 costarricenses habilitados para votar podrán elegir presidente para el cuatrienio 2018-2022, así como los cincuenta y siete diputados que conformarán la Asamblea Legislativa en dicho período.
Si bien se trata de una de las democracias más estables de toda América Latina, comparte una dificultad común con sus pares de la región: la crisis de los partidos políticos tradicionales -en los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, Perú, Venezuela y también Costa Rica, los actuales partidos de gobierno no son los ¨históricos¨ sino que fueron fundados en los últimos treinta años-. Por lo tanto, la elección en 2014 de Luis Guillermo Solís del Partido Acción Ciudadana (PAC), candidato que no se presentaba por ninguna de las dos expresiones del bipartidismo –Partido Liberación Nacional (PLN) y Partido Unidad Social Cristiana (PUSC)- fue la cabal confirmación de esta emergencia de nuevas identidades políticas.
Uno de los efectos más palpables del fin del bipartidismo en Costa Rica es el alto nivel de abstencionismo electoral que, en las últimas tres elecciones, se ha mantenido por encima del 30 %. Si a la incertidumbre sobre qué porcentaje de la población concurrirá finalmente a votar le sumamos que casi un 30 % de quienes están decididos a sufragar aún no decidieron su voto [i], y que según todas las encuestas ningún candidato consigue siquiera un 20 % de apoyo –muy lejos del 40 % necesario para alzarse con la presidencia-, se puede afirmar que la elección es una gran incógnita. Intentaremos develar un poco el misterio.
Principales candidatos
El sistema político de Costa Rica se ha distanciado del fuerte bipartidismo que supo imperar a finales del siglo pasado. Es así que, con el nacimiento de muchos partidos en los últimos veinticinco años, llegamos a las elecciones de 2018 con un total de trece candidatos presidenciales. Sin embargo, los candidatos de mayor relevancia -por el partido al que pertenecen, la trayectoria personal o la intención de voto- pueden acotarse a cinco:
· Antonio Álvarez Desanti, por el Partido Liberación Nacional (PLN), representante del liberacionismo. Es el candidato del partido de mayor importancia, vencedor en nueve de las dieciséis elecciones acaecidas desde el nacimiento de la Segunda República y primera fuerza opositora en la actualidad –poseen mayoría en la Asamblea Legislativa-. Tras haber vencido en la interna al expresidente José María Figueres Olsen –hijo del máximo caudillo liberacionista José Figueres Ferrer- renunció a su curul en la Asamblea Legislativa, de la cual además era presidente por segunda ocasión, para dedicarse de lleno a la campaña.
· Fabricio Alvarado Muñoz, por Restauración Nacional (RN), representante de la derecha cristiana. Candidato de uno de los partidos más jóvenes –fundado en 2005- será el máximo exponente de la comunidad evangélica en las próximas elecciones. Siendo la única voz de su partido en el Parlamento, Alvarado se ha destacado por sostener posturas conservadores al pronunciarse en contra del aborto, el matrimonio igualitario, la fertilización in vitro, entre otras. En los últimos días cosechó muchas adhesiones por su efusivo repudio a la reciente resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) respecto al matrimonio igualitario [ii].
· Juan Diego Castro. Partido Integración Nacional (PIN), de ideología conservadora. El abogado penalista ganó gran notoriedad gracias a la difusión de sus videos, su presencia mediática, su discurso antipolítico y de mano dura, siendo por su verborragia comparado con Donald Trump y catalogado como populista de derecha. Habiendo pertenecido durante veinte años al PLN, por el cual inclusive fue ministro de Seguridad y ministro de Justicia en los años ´90, se ha sumado recientemente al PIN para luchar por la presidencia desde un partido menor -el PIN sólo consiguió una banca en la Asamblea por parte de su fundador, Walter Muñoz Céspedes, en 1998-.
· Rodolfo Piza Rocafort, por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), heredero del calderonismo. Es el otro gran representante del ya obsoleto bipartidismo, su agrupación aportó cuatro pre
sidentes entre 1978 y 2006 –el primero como parte de la ya disuelta Coalición Unidad-. Piza tiene la difícil tarea de llevar nuevamente a los primeros lugares a su partido, el cual vio deteriorada su imagen tras las denuncias por corrupción y enriquecimiento ilícito de dos de sus expresidentes –Rafael Ángel Calderón Fournier y Miguel Ángel Rodríguez-, no consiguiendo superar el cuarto lugar en los tres últimos comicios.
· Carlos Alvarado, por el Partido Acción Ciudadana (PAC), de tendencia socialdemócrata. Será el representante del oficialismo, el cual no lleva como candidato al actual presidente Luis Guillermo Solís ya que la reelección presidencial no es permitida de forma inmediata. El joven de tan sólo treinta y siete años, Máster en Ciencias Políticas, no la tiene nada fácil. Está sufriendo la decepción experimentada por quienes apoyaron al PAC las elecciones pasadas y se desilusionaron con un partido que se autoproclamaba progresista y no supo romper la inercia neoliberal imperante.
Proyecciones electorales
Antonio Álvarez Desanti (PLN) se ubicó, desde comienzos de 2017, primero en todas las encuestas. Con una intención de voto superior al 20 % se encontraba muy por encima de los demás aspirantes, sin embargo, poco a poco su capital político fue disminuyendo, a tal punto que se encuentra con dificultades para entrar en el balotaje. Actualmente ocupa la tercera posición entre los candidatos, con un escaso 11 %, según la última encuesta [iii] del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica.
Juan Diego Castro (PIN), quien venía disputando mano a mano con Álvarez el primer lugar, se mantiene firme en la pelea, con un 16 % de preferencia. Por su parte, el gran salto lo ha dado Fabricio Alvarado, candidato que durante toda la contienda se había mantenido en 2/3 puntos y que supo capitalizar el descontento que provocó en un gran sector conservador de la sociedad la resolución de la CIDH. Según la encuesta citada, publicada el 24 de enero, Alvarado creció 14 puntos porcentuales con respecto a diciembre, para ubicarse primero entre los candidatos con un 17 % de apoyo, en un empate técnico con Castro. Sin embargo, es importante señalar que con el 27 % el primer lugar lo siguen ocupando los indecisos.
Fuente: Encuesta de Opinión Pública CIEP-ECP enero de 2018.
Luego se ubica Rodolfo Piza (PUSC), con un 9 %, a poca distancia de Álvarez. Por su parte, el candidato oficialista Carlos Alvarado (PAC) no consigue despegar y recoge un magro 6 %. Sin embargo, resulta difícil aventurar quién tiene posibilidades serias de ganar, considerando que:
· Los indecisos continúan siendo el grupo mayoritario -situación que se agrava aún más en la elección para diputados en donde el porcentaje ascendería hasta el 52 %-.
· Hay una gran volatilidad de los votantes, evidenciada, por ejemplo, en el caso de Fabricio Alvarado.
· Ningún candidato está cerca de alcanzar el 40 % necesario para alzarse con la presidencia en primera vuelta.
· Existe un el alto nivel de ausentismo electoral -39 % de los encuestados manifestaron su posible abstención-.
Por todo esto, el resultado de los comicios es más que incierto.
Problemáticas de campaña
Según el informe del CIEP de enero de 2018 [iv], el desempleo, la inseguridad y la corrupción ocupan los primeros lugares entre las preocupaciones de los costarricenses.
Respecto del desempleo, cabe señalar que ha sido la principal preocupación de la población durante el Gobierno del PAC, manteniéndose siempre a tope de las encuestas. La razón es que no ha podido ser reducido en los casi cuatro años de gestión, registrando, según el último dato de la Encuesta Continua de Empleo, un índice de 9,4 % para el tercer trimestre de 2017 [v], muy cercano al 9,1 % del segundo trimestre de 2014 cuando comenzó el mandato de Solís [vi] y muy lejano del 4,8 % que llevó al país a ser el de más baja tasa de desempleo de toda América Latina en 2007 [vii].
En cuanto a la inseguridad, no es casual que este tópico haya escalado hasta el segundo lugar entre las prioridades de los consultados, dado que el país acaba de registrar la cifra más alta de homicidios de su historia, con una tasa de 12.1 homicidios por cada 100 mil habitantes [viii]. Al respecto, Álvarez ha prometido combatirla mediante la incorporación de tecnología y el añadido de 1000 nuevos policías, Castro habló de unificar a todas las policías y de nuevas cárceles construidas por los mismos delincuentes, Piza enfocó su propuesta en la mano dura y en ser más estricto con los reincidentes, Carlos Alvarado en ir a fondo contra el narcotráfico y recuperar los espacios públicos, mientras que Fabricio Alvarado coincidió con Castro en la unificación de policías y propuso además que la Fuerza Pública investigue los crímenes comunes para que el Organismo de Investigación Judicial se concentre únicamente en el crimen organizado.
La corrupción es, sin duda, uno de los ejes centrales de los procesos electorales en el siglo XXI. Se cuela, sin distinción de fronteras, en los debate políticos para fomentar la apatía y alimentar la despolitización. En el caso de Costa Rica, alcanzó gran repercusión mediante el escándalo del ¨cementazo¨ [ix], el cual tuvo gran cobertura mediática y melló la imagen de los políticos en general, pero especialmente la de Carlos Alvarado por pertenecer al actual partido de Gobierno. Su opuesto ha sido Juan Diego Castro, quien mediante sus estridentes declaraciones consiguió salir favorecido en esta coyuntura con sus críticas a los partidos implicados y a la ¨política tradicional¨.
Otro de los temas eje de campaña es el matrimonio entre personas del mismo sexo, el cual es una divisoria de aguas en la sociedad. Con el reciente fallo de la CIDH, legalizando de facto al mismo, los posicionamientos de los candidatos al respecto no se hicieron esperar. Carlos Alvarado celebró el veredicto, Álvarez y Piza manifestaron no compartirlo pero respetarlo en caso de resultar vencedores, Castro viró en su postura ya que declaró en un principio que respetaría el dictamen cualquiera fuese el resultado, pero una vez cristalizado se mostró contrario a este, y por último, Fabricio Alvarado se opuso terminantemente a la resolución, llegando incluso a declarar que para evitar acatarlo sacará al país de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en caso de resultar electo presidente.
A modo de cierre, sumado al desprestigio que vienen sufriendo las instituciones por los casos de corrupción, se observa el poco interés de la población por la contienda electoral, potenciado también por el desapego partidario –el cual se traduce en una alta volatilidad- y un sentimiento generalizado de apatía. Todo ello redunda en el alto porcentaje de indecisos reflejado en las encuestas y, finalmente, en la gran cantidad de ciudadanos que optan por no sufragar –43,5 % [x] en la segunda vuelta de 2014, récord histórico desde 1953-. Tal como señaló Felipe Alpízar, ¨la volatilidad es la principal característica de esta campaña, y el salto de Fabricio Alvarado solo nos refuerza esa característica. Alguien que tenía tres puntos en diciembre ahora tiene diecisiete. Por lo tanto, alguien que tenga seis, nueve, once o dieciséis puntos podría pegar un salto¨ [xi]. En síntesis, aquel que logre interpretar el humor social de los ¨desencantados¨ e indecisos estará más cerca de consagrarse como el próximo presidente de Costa Rica o, al menos, asegurarse un lugar en el balotaje de abril.
Notas
[ix] Presunto tráfico de influencias vinculado al empresario de la construcción Juan Carlos Bolaños, en el que están involucrados miembros de los tres poderes así como de varios partidos políticos.
Guillermo Javier González es investigador de CELAG.
Fuente original: http://www.celag.org/informe-pre-electoral-costa-rica/a
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