América XXI
Confusión. Ése es el
factor dominante en la América Latina ahora en ciernes, tras la etapa de
convergencia liderada por Hugo Chávez, reemplazada por un inestable
juego de fuerzas centrífugas sin control.
Hay confusión en las
clases dirigentes, en las élites gobernantes, en las otrora llamadas
vanguardias y, sobre todo, en la masa explotada y oprimida desde el Río
Bravo a la Patagonia. Confusión ideológica, ausencia o vertiginosa
disolución de puntos de referencia históricos, de liderazgos
reconocidos, de conceptos elementales para la vida social.
Aunque de manera relativa, desigual, esta descripción es válida incluso
para los países del Alba. Hay objetivos, planes y conceptos sólidos en
Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia. Por ejemplo, en la Revolución
Bolivariana y los cuadros principales del Psuv. Pero la confusión hace
mella en franjas dirigentes y sectores significativos de la sociedad,
que en buena lógica deberían estar abroquelados en torno al gobierno
empeñado en la transición al socialismo.
Esto redunda en otro
rasgo contradictorio y paradojal: la debilidad de los fuertes. Una clase
poderosa y con enorme acervo histórico como el proletariado argentino
se muestra paralizada y lábil, a merced de gobiernos demagógicos y
aparatos mafiosos que controlan la mayoría de sus organizaciones
sindicales, tradicionalmente poderosas y hoy prácticamente vaciadas. A
su vez, el gran capital dominante en Argentina –local e internacional–
se revela endeble, vacilante, incapaz de acometer el rumbo de franca
contrarrevolución social que proclama y necesita pero no logra
emprender.
Brasil es el caso sobresaliente: las propias élites
conservadoras, al gobierno de la economía más poderosa de la región,
esperaron el 24 de enero con impotente perplejidad: según la decisión de
tres jueces que debían declarar a Lula culpable o inocente, y en
función de la proporción en que se expidieran, comprobar que el ex
presidente quedara inhabilitado para impedirle volver al poder. Tras el
dictamen, siguen sin certezas para el futuro inmediato. El PT, no hace
tanto el partido más poderoso e ideológicamente definido de Occidente,
se mostró incapaz de movilizarse por millones para salvar a su candidato
presidencial y esperó el fallo de tres individuos inmersos en la
corrupción política y judicial para definir cómo reaccionar. Esta
edición deja a las claras la situación insostenible de México, Colombia,
Perú, Chile y Paraguay.
De esto deviene otro factor
predominante: inmovilidad, pese a movimientos por momentos convulsivos.
Como un colibrí, que agita sus alas a velocidad invisible para
mantenerse fijo en un punto, clases y sectores sociales aliados o
contrapuestos permanecen paralizados, incapaces de afirmar un proyecto y
enrumbarse tras él. Aquí sí cabe hacer una excepción para los miembros
del Alba, quienes tienen sin duda estrategia, plan de acción y respaldo
social. No obstante, muestran debilidades –ideológicas, programáticas,
organizativas– que por momentos los hacen trastabillar.
Dicho de
otro modo: Revolución y contrarrevolución, burguesías y proletariados,
parecieran haber ingresado en un paréntesis de la historia; una fase de
expectación y duda que carga de electricidad la atmósfera política
regional.
La causa
Este cuadro deriva de una
dualidad de la realidad mundial, potencialmente devastadora: crisis
sistémica en magnitudes jamás sufridas por el sistema e inexistencia de
un programa de acción anticapitalista capaz de encarnar en las masas.
Parte de la imposibilidad para dar esa respuesta reside en la
ensoñación de resolver la crisis mundial con medidas reformistas
apoyadas en el quimérico “capital nacional”, o en respaldar desde
posiciones revolucionarias a quienes esgrimen tales nociones. A su vez
esto deriva de la licuefacción ideológica que siguió al derrumbe de la
Unión Soviética y dio sobrevida artificial a diferentes formas de la
llamada “tercera posición”.
Historia y buena teoría indican que
situaciones incomparablemente menos graves plantearon de manera
excluyente la alternativa “socialismo o barbarie”. Escalada de gastos
militares y multiplicación de guerras con alta probabilidad de
derivación en confrontación nuclear indican de qué se trata la barbarie
en nuestro tiempo.
Aunque con diferentes formas y ritmos en toda
América Latina se muestran fuerzas apuntadas hacia la afirmación de
formas clásicas del fascismo. Es la única estrategia consistente de
Washington.
A su vez, es esta región la que continúa atesorando
la posibilidad de enfrentar y vencer la deriva con que el capital
amenaza a la vida humana. El punto de partida está en el bloque del Alba
y la posibilidad de abroquelar millones de víctimas de todo el
hemisferio.
Es la hora obligada para que el concepto “vanguardia
revolucionaria” recupere toda su significación y lo proyecte al mundo.
Bajo la superficie hay yacimientos inconmensurables de rebeldía y coraje
para hacerlo realidad.
Publicado en la edición de Febrero de América XXI
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