Editorial Virginia Bolten
El genocidio
indígena empezó en el año 1492. A pesar que el término genocidio aparece
mucho después de esta fecha, en 1944, después de la Segunda Guerra
Mundial, el exterminio de la población indígena con la invasión de los
europeos es un hecho histórico incontestable. Más allá del exterminio en
masa, las muertes por enfermedades, fatiga debido al uso de mano de
obra indígena esclava y la destrucción de la cultura originaria de estas
comunidades, también son considerados genocidio y siguen su curso en el
siglo XXI.
Con el 90% de su población desaparecida,
imposibilitando la reproducción de su cultura y de su reconstrucción,
los pueblos originarios que resisten en los territorios llevan en su
recorrido una historia de resistencia que atraviesa siglos y se
contrapone al modelo de “civilización” vigente. Son muchos los desafíos
contemporáneos que se profundizan aún más con el surgimiento del
neoliberalismo.
El modelo neoliberal es el opuesto a la concepción
de organización de los pueblos originarios. La destrucción de las
formas comunitarias de organización combinadas con la amplia
liberalización de la economía y la idea del Estado en favor de las
corporaciones en detrimento de los sectores públicos, causan
contradicciones que develan una fragilidad en su propia estructura.
El
libre comercio y la transformación de todo lo que pueda ser explotado
como mercancía, es la causa más importante del proceso de genocidio
indígena contemporáneo. Las pocas –o casi nulas– políticas públicas que
garanticen la demarcación de las tierras indígenas y consecuente
manutención de su existencia, entran en conflicto con la expansión del
agronegocio, sobre todo en Latinoamérica.
El ideario desarrollista
no logra mirar a las comunidades, sus tradiciones, saberes y filosofía
como algo que debe ser preservado siquiera por una cuestión de
reparación histórica. No hay apelo moral ni ético. La máquina
desarrollista destruye todo lo que pueda ser un obstáculo a su
reproducción.
La colonización mercantil que hace con que la única
forma posible de existencia sea la mercantilizada, empuja a los pueblos
originarios para un proceso de internalización de la “cultura blanca”
que no termina de ser asimilada. Por ello, los casos de suicidios en los
pueblos indígenas es un hecho que de preocupación en las comunidades.
El
proceso de aculturación impuesto a los pueblos originarios y los
conflictos entre terratenientes e indígenas es el principal motivo del
fenómeno de suicidio indígena. En Brasil, fueron registrados 782 casos
de suicidios indígenas en los últimos 16 años, según el Consejo
Indigenista Misionario (Cimi –en su sigla en portugués). La falta de
tierra para trabajar es el factor de más relevancia en este escenario.
Los pueblos indígenas tienen una relación simbólica con el territorio.
Las tierras ancestrales son la única forma posible de reproducción de la
vida, de su cultura y es la única razón por la cual existir. La
imposibilidad de acceso a los territorios y trabajo en ellos debido a la
contaminación del suelo combinado con el sistemático envenenamiento del
agua y consecuente muerte de la fauna, hace con que las comunidades no
tengan razón por la cual vivir. Son imposibilitados de dedicarse a la
pesca, caza y agricultura, con lo cual se los obliga a buscar otras
formas de sobrevivencia que les quita la posibilidad de mantener su
identidad indígena.
En Colombia, según informe de Medicina Legal,
fueron registrados 61 casos de suicidio indígena entre enero de 2010 y
junio de 2014, la mayoría de ellos niños y jóvenes entre 10 y 24 años.
Perú también registra un aumento significativo del número de suicidios
indígenas en los últimos años, con un importante incremento del suicidio
femenino que se caracteriza por la minusvaloración de rol de la mujer
en las comunidades debido a los cambios en las estructuras por la
injerencia de la cultura patriarcal occidental.
En todos los
casos, el contexto económico, social y político es de extrema violencia.
El racismo y la discriminación –tanto institucional como por parte de
la sociedad civil– validan el exterminio físico y cultural de estas
comunidades. Lo que nos preguntamos desde Virginia Bolten es: ¿Qué
podemos hacer para frenar el genocidio a los pueblos originarios?
Referencias:
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