El Secretario de Estado
del gobierno Trump, Rex Tillerson inició su gira por la región con un
discurso en la Universidad de Texas, el primero de febrero, en el cual
se vuelven a traslucir los intereses de EU y su proyección imperialista
en América Latina, mas propiamente, se trata de la proyección de un
imperialismo en decadencia. La presión golpista sobre Venezuela y el
intervencionismo sobre Cuba y su proceso de “transición de poder” de
este año, vuelven a dar muestra de sus intereses imperiales, todo lo
contrario a las disparatadas y engañosas voces y medios que repiten sin
cesar sobre una supuesta “indiferencia” del gobierno Trump respecto de
América Latina (http://www.bbc.com/mundo/noti cias-america-latina-42770427).
En el discurso de Texas, se advierte sin ambages de una “dependencia
excesiva” de América Latina con China, así como también señala que la
economía asiática busca “llevar a la región bajo su órbita”. Sumido pues
en una malograda especie de “discurso imperialista de la dependencia”,
situado desde el punto de vista de la decadencia del imperio, embistió a
sus “rivales” China y Rusia y las relaciones construidas con
Latinoamérica. Tillerson también planteó la existencia de “prácticas
comerciales injustas” con efectos nocivos en las “manufacturas, empleos y
salarios” de los países de la región, ante lo cual, señaló que los
gobiernos deben asegurar su “soberanía” de “potenciales depredadores”,
toda vez que América Latina no necesita de “nuevos poderes imperiales”.
Al mismo tiempo, Rex Tillerson señaló a una Sudamérica “bendecida” por
sus riquísimos recursos energéticos, por lo que Estados Unidos está
“ansioso” por “ayudar a nuestros socios” en el desarrollo y explotación
del gas y del petróleo. Por lo que puso manos a la obra y voló para
México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica con una sola agenda: despojo
y transferencias de valor hacia su eje vía recursos naturales. Esto
implica al menos tres elementos:
1) Subordinar la economía latinoamericana a una estructura complementaria a fin a sus procesos de valorización (lo que lleva a perpetuar el subdesarrollo)2) Asfixiar al pueblo bolivariano (bloqueo petrolero)3) Repeler a toda potencia geopolítica presente en la región.
Las siguientes tesis buscan aportar elementos para despejar el lugar de
América Latina en la estrategia del imperialismo actual.
1
El siglo XXI irrumpió con el desafío al unipolarismo estadounidense.
China ha logrado convertirse en un rival altamente peligroso para esta
supremacía. El PIB de China medido a paridad del poder adquisitivo (PPA)
es mayor al de Estados Unidos desde 2014. El gigante asiático concentra
en sus reservas más de 3 billones de dólares y alberga el monumental
proyecto –de expansión imperialista– de la Franja Económica de la Ruta de la seda
y Ruta marítima de la seda del siglo XXI, con los que conectará a
Europa, Asia y África mediante colosales obras de infraestructura
–comercio, inversión y financiamiento–, y en las que América Latina está
llamada a participar (reafirmado en la reunión de la Celac con China en
enero 2018). China es el principal acreedor de la deuda extranjera de
Estados Unidos. Respecto al PIB total, China está por arriba de Estados
Unidos. Este último contribuye con un 15.8% del PIB mundial y China un
17.1% en 2015. El PIB nominal de China será mayor que el de EU en
2019-2020. En cuanto al PIB industrial, al igualar a 100 el PIB de EEUU
en 2014, el de China es igual a 125, ello a precios constantes del año
2000; mientras que a precios corrientes EEUU es igual a 100 mientras que
el PIB de China equivale a 130 en el año de 2014. Tomando la
participación de las exportaciones en el total mundial, en dólares
corrientes, puede verse que Estados Unidos participa con el 11.1% y
China 4.9% en el año de 2003, mientras que para 2015 Estados Unidos
desciende al 10.8% y las exportaciones de China se elevan a 11.6%.
Puede entenderse la creciente expansión de China en cuanto a su
capacidad tecnológico-científica y sus objetivos para el año de 2025 de
convertirse en hegemón global de la cuarta revolución industrial –esto
es, en los sectores de inteligencia artificial, robótica, aeroespacial,
semiconductores, impresión 3D, automóviles autónomos y eléctricos,
ciudades inteligentes, entre otros–. Y en lo que atañe a la inversión
militar, China tiene aún amplio margen para continuar con la dinámica de
su rotundo crecimiento, aunque se encuentra en este rubro por debajo
del gasto militar estadounidense, pues en 2014 representa un tercio del
gasto militar de Estados Unidos. (J. Valenzuela et all., 2017)
2
¿Cuáles son los fundamentos que explican la gran expansión de la
economía China? Al estudiar las relaciones transitorias de los imperios
hegemónicos, es decir, el declive hegemónico de Estados Unidos frente a
la nueva “amenaza” asiática, la mayoría de los estudios dejan de lado
esta inocente pregunta. Sin duda, la respuesta nos remite a la dimensión
contemporánea del sistema mundial capitalista entretejida a la
originalidad histórica de las últimas seis décadas -por lo menos- del
gigante asiático. Una interpretación adecuada de la paradigmática tesis
del marxista Ruy Mauro Marini, nos permite sostener el siguiente
argumento. El estadio de mundialización imperialista estuvo
asociado a los procesos de profundización plena de la ley del valor, los
cuales rigieron el establecimiento de los encadenamientos productivos
globales. La revolución tecnológica y la intensificación de la
competencia intercapitalista, sentaron las bases para la nivelación
de los procesos productivos (paquetes productivos, de inversión y
tecnología) y el establecimiento de una productividad e intensidad media del trabajo, con lo que dichos procesos efectivizaron a nivel global la homogeneización plena del tiempo de trabajo socialmente necesario (ley del valor). Con ello, la poderosa palanca de la plusvalía extraordinaria ( motor del sistema capitalista), pasó a sustentarse cada vez más en la “superexplotación generalizada del trabajo” (Marini), esto es, a escala global. Así, sostenemos la tesis según la cual, por contar con condiciones propicias para ello, China se articuló, de este modo, al mecanismo contemporáneo de “la ley del valor en una economía globalizada”.
Dejando de lado -por ahora- la originalidad histórica, económica y
política de China -que es fundamental para responder a nuestra pregunta
inicial-, señalamos que tanto el proceso de relocalización de los
capitales trasnacionales, junto con la captación de inversiones de
capital internacional y la centralidad de la superexplotación del
trabajo, experimentados en China, son elementos principales que ayudan a explicar la emergencia de esta nueva potencia, ello en función del proceso esencial que comanda el nuevo estadio de la ley del valor en el sistema mundial del capital. (R.M. Marini, 1996)
3
Derivado de la extraordinaria expansión de la tasa de acumulación de
China, la creciente demanda de este país provocó el auge de los precios
de materias primas y alimentos en la primera década del siglo XXI –boom de los commodities–,
convirtiéndose en el principal importador de estos productos de América
Latina. Al mismo tiempo, la economía asiática acrecentó sus inversiones
en recursos naturales y energéticos en la región, con lo que
Latinoamérica vendría a contribuir con enorme relevancia en la
definición de las nuevas tendencias económicas y geopolíticas del
sistema capitalista. Aunado a esto, en un esfuerzo por establecer un
mundo multipolar, China y Rusia principalmente disputan hoy el control
de la economía global a Estados Unidos.
4
Frente
al declive de su economía, Estados Unidos ha acentuado entonces su
poderío militar, esparciéndolo por el mundo. En la actualidad, Estados
Unidos concentra su estrategia en la fuerza y el militarismo para
imponer su dominio mundial. Su belicismo es consustancial a su
estructura imperialista y está soportado por el incremento de los gastos
militares y el financiamiento de múltiples guerras en sus últimos
gobiernos, más aun con el reciente discurso de Trump al Estado de la
Unión y sus planes de “modernizar y reconstruir” el arsenal nuclear.[i]
Lo significativo es que esta vía militar para salvaguardar su hegemonía
mundial es al mismo tiempo reflejo de su declive económico. Por ejemplo,
posterior a la debacle financiera de 2008 acaecida en el epicentro de
la economía mundial, el régimen de Obama profundizó las guerras en Irak,
Afganistán y Somalia e inauguró una escalada bélica en Siria, Yemen,
Libia y Ucrania.
5
En América Latina, el desafío
al unipolarismo estadounidense también se ha hecho latente. Se
experimentaron rebeliones populares que dieron paso a gobiernos
“progresistas” dispuestos a despojarse de las cadenas imperiales y
abiertos a la construcción de nuevas relaciones con otros países de cara
al multipolarismo. Particularmente, Latinoamérica ha establecido nuevos
vínculos con China, los cuales ha contribuido a la emergencia de esta
nueva potencia –por medio del aumento en la tasa de plusvalía,
contrapesos a la caída de tasa de ganancia–. Este vínculo se pone
claramente de relieve durante la primera década del nuevo siglo XXI con
la intensificación de la especialización productiva en la región
–marcada por la “reprimarización”– volcada a la exportación. Este vital
desempeño del área, principalmente sudamericano, es lo que permite
explicar el furioso contra-ataque del imperio en la región, puesto en
evidencia en el discurso del secretario de Estado Rex Tillerson en la
Universidad de Texas (1/02/2018), un día antes del inicio de su “visita”
a cinco países de la región (México, Argentina, Perú, Colombia,
Jamaica).
Es dentro de este cuadro que en América Latina han
ocurrido procesos de contrarrevolución auspiciados por Estados Unidos a
través de golpes de Estado “institucionales” y, en otros casos, bajo la
intervención militar directa –Haití en 2004 y Honduras en 2009–. La
actual estrategia del imperio no es nueva. Con los resultados conocidos
hasta ahora del intervencionismo estadunidense, asociado a clases
dominantes locales, esta política de “restauración conservadora”
atraviesa su escalada en Venezuela (2002/2010/2017/2018), Haití (2004),
Bolivia (2008), Honduras (2009/2017), Ecuador (2010/2018), Paraguay
(2012), Brasil (2016/2018). Como señaló James Petras: “Cuando la nueva
ola de guerras y golpes de Estado (de “cambio de régimen”) para volver a
imponer la unipolaridad fracasó, se pusieron en marcha políticas
belicistas aún mayores que desplazaron a las estrategias económicas para
conseguir la dominación mundial” (Petras, 2017a).
6
En la actualidad, el globalismo
estadounidense está inmerso en una crisis profunda, evidenciada en el
año de 2008 y ratificada con la elección del gobierno Trump en 2016.
Este globalismo ha venido absorbiendo las contradicciones, sin poner fin
a su fractura interna que encontraba en el régimen de Trump y su
discurso de “nacionalismo económico” y “pacificación en el exterior”.
Así, militaristas, globalistas, demócratas y republicanos, integrados al
establishment, han venido cercando al régimen trumpista. Hasta
ahora –aunque no sin contradicciones subyacentes– ha triunfado en el
interior de Estados Unidos el paradigma imperialista-globalista, suste ntado en la expansión militar y la salvaguarda de la hegemonía mundial mediante la fuerza (Petras, 2017b). Esto
permite explicar las nuevas escaladas militares en Siria y Afganistán,
las amenazas y brutales agresiones a Corea del Norte, Venezuela y Cuba,
las sanciones y declaraciones belicistas contra Rusia e Irán, la
crecientemente rivalidad antagónica con China, y el agravamiento del
intervencionismo imperialista en América Latina, proceso en el que se
inscribe la “gira” del vicepresidente Mike Pence por cuatro países
latinoamericanos (Argentina, Chile, Colombia, Panamá en agosto de 2017, y
la reciente “gira” del secretario de Estado Rex Tillerson por cinco
países de la región.
En este sentido, la estructura imperialista
actualmente amplifica sus tensiones, acentuándose sobre una base de
crecientes rivalidades entre potencias, el cuestionamiento al poder
hegemónico mundial y la política militarista de mantenimiento de la
hegemonía estadunidense. Hechos que agravan el entrelazamiento de
contradicciones y conflictos en nuestra región, así como a nivel
mundial.
7
Como bien señala Atilio Boron, hasta
aquí “conviene preguntarse por el lugar que Nuestra América ocupa en el
dispositivo económico, político, cultural y militar del imperio en esta
etapa de transición geopolítica global” (2014: p. 23). A
nuestro juicio, la región está inscrita dentro de las coordenadas
explosivas de la estructura imperialista global y de su actual ofensiva
militarista.[ii]
Específicamente, a razón de una crisis aún más
profunda en Venezuela, puede presentarse un nudo potencial que coloque a
Sudamérica en un escenario de guerra, ello mediante el entrelazamiento
de poderosos intereses asentados en la región entre las tres mayores
potencias mundiales –Rusia, China y Estados Unidos– (Ugarteche y
Negrete, 2017). De ser así, la devastación sufrida en Siria
–intervención de distintos ejércitos nacionales, guerra civil,
destrucción de infraestructura y caos económico– se vuelve una lección
importante para no soslayar en la región. (Claudio Katz, 2017; Atilio
Boron, 2017; Thierry Meyssan, 2017)
Así también, en el marco de
los antagonismos por el dominio hegemónico global, los impactos de la
actual escalada imperialista sobre América Latina alcanzan una dimensión
estructural (económico-político-social)[iii]. Para el imperialismo
estadounidense la región se encuentra inscrita dentro de sus intereses
económicos y geopolíticos de conservación de la hegemonía y control
global, por ende, Latinoamérica constituye una de las principales
regiones en que debe profundizar sus relaciones de explotación y
dominio. Como señala Atilio Boron:
Más allá de la retórica y de
las argucias diplomáticas, América Latina es, para los Estados Unidos,
la región más importante del planeta. Lo es por su valor estratégico,
por su impacto regional y por su extraordinaria dotación de recursos
naturales. [El imperio busca, jlr] “retrotraer la situación del
hemisferio al status quo imperante antes de la revolución cubana”. (Boron, 2014: p. 25-27)
Al salir a la superficie las enormes contradicciones de intereses con
China y Rusia –que acrecientan su presencia en la región–, el poder
estadounidense asienta su estrategia socavando los intereses
geopolítico-estratégicos de estas potencias en la zona, así como sus
esferas de poder conquistadas. Es esta estrategia la que se pone en
evidencia con el discurso imperialista de Tillerson contra los
“potenciales depredadores” de la región. De este modo, Latinoamérica se
encuentra entrelazada al juego de poder y de relaciones de fuerza entre
las mayores esferas de influencia económica y política del planeta.
Veamos más de cerca esto.
El caso de Brasil es uno de los más
relevantes. En desmedro de China, Estados Unidos concentra su interés en
abrir espacios para sus gigantes corporativos en sectores estratégicos
–petróleo, electricidad, minerales– y en participar en las nuevas
concesiones del brutal periodo privatizador que encabeza el gobierno
golpista de Michel Temer.[iv] Ello sin hablar de la nueva etapa de
cooperación entre las fuerzas armadas brasileñas y estadounidenses
respecto a la base militar en el estado de Amazonas.[v] El caso de
Argentina, con el gobierno de Mauricio Macri y su aproximación a Estados
Unidos, es otro ejemplo relevante de contraposición de intereses frente
a China; incluso el presidente argentino ha ido más allá ofreciendo al
gobierno estadounidense territorio para una base militar. Estos dos
casos contrastan con Chile y Ecuador (al menos antes de la traición de
Lenin Moreno), que hasta ahora han mantenido relaciones económicas con
el gigante asiático sin mayor deterioro.
De igual modo, debemos
señalar las reuniones secretas para establecer un acuerdo de libre
comercio entre Argentina, Brasil y Alemania –economía exportadora y
rival actual del gobierno estadounidense–; también, cabe destacar las
reuniones secretas de los países del Mercosur con la Unión Europea
encaminadas a la realización de un tratado de libre comercio entre
ellos, lo que puede contravenir a los intereses estadounidenses.
En el caso de México, con el fin de revertir los problemas crónicos del
déficit comercial estadounidense, el gobierno Trump[vi] prosigue con su
estrategia de desconocer acuerdos comerciales “injustos” –TLCAN y
normas de la OMC– y de presionar para la creación de nuevas y
asimétricas relaciones bilaterales. Así, con lo poco que se ha dado a
conocer de las “rondas de negociaciones” sobre el TLCAN, éstas llevan la
marca de esta estrategia, lo que pone de rodillas a la oligarquía local
favorecida con el tratado, al tiempo que redobla su condición dependiente y, por ende, –nunca se insistirá demasiado en esto– refuerza su lugar de socio subordinado a cualquier costo.[vii]
8
De este modo, la nueva estrategia estadounidense, el avance de las
relaciones sino-latinoamericanas y el conjunto complejo de las
rivalidades interimperialistas –EU/China/Rusia/UE/y sus efectos en Medio
oriente y África– condenan a la región a experimentar una ofensiva
mayúscula que la puede conducir a un agravamiento de sus contradicciones en tanto economía dependiente. Bajo esta línea, Latinoamérica vería reforzar su papel histórico de estructura complementaria
al proceso de valorización de las economías centrales, esto acorde a la
liberación de obstáculos que éstas requieren. Sabido es que América
Latina históricamente ha desempeñado su papel económico-social en
función de su contribución a resolver los problemas de los países
hegemónicos en la estructura heterogénea del capitalismo mundial y de su
división internacional del trabajo. Del mismo modo, en nuestros días,
la región es de importancia vital en la batalla estadounidense por la
conquista de nuevos mercados y la profundización de los antiguos.[viii]
Los mecanismos de transferencias de valor al
exterior –sea por servicios de deuda, repatriación de ganancias,
relaciones de intercambio desigual, concentración del monopolio
tecnológico–, la superespecialización técnica con mayor capacidad de
creación de valor, los enormes procesos de des-acumulación – privatización,
cesión de infraestructura como puertos, aeropuertos, oleoductos,
gasoductos–, y la desposesión del patrimonio territorial y de recursos
naturales –petróleo, gas, minerales, agua, etc.,– adquieren en la región
su mayor relevancia en una época de crisis estructural del
capital, así como en un cuadro de declive económico estadounidense, de
extraordinaria expansión de la economía china y acentuación de la
rivalidad imperialista por la hegemonía global. Es dentro de este cuadro
que América Latina adquiere centralidad dentro de la actual ofensiva
imperialista, lo que vuelve más actual y relevante la época de
revolución.
9
La nueva estrategia imperial
convoca a la región latinoamericana a desempeñar un papel relevante en
la redefinición y apuntalamiento económico y geoestratégico del
imperialismo estadounidense. Al decir del editorial del Global Times (3/02/2018), el imperio entiende a la región como “un seguro para su prosperidad”.
En consecuencia, esto impacta de modo cuantitativo y cualitativo en las
estructuras económico-político-sociales de la región, así como también,
en los lazos hasta ahora construidos en las condiciones vigentes del
sistema mundial –en los BRICS, por ejemplo–.
La política America First
de Trump implica toda una serie de acuerdos comerciales con mayor grado
de subordinación a los intereses de Estados Unidos, una mayor
retención-recuperación de la inversión extranjera, una
“reindustrialización”, una serie de políticas proteccionistas, un
recorte de impuestos al gran capital y una desregulación financierista.
Así, esta política está sustentada en un ejercicio de control,
explotación y subordinación sobre los países de la periferia, así como
en la más elevada inestabilidad y volatilidad de la economía mundial.
Por ejemplo, el endurecimiento de la política monetaria y fiscal del
gobierno de Trump, arrastran a la huida de los capitales y profundizan
los desequilibrios estructurales del sector externo en la región
–déficit comercial o de cuenta corriente–. Este problema de
insuficiencia de divisas, que se agrava con la reorientación de la
inversión extranjera dirigida al redespliegue industrial trumpista,
exige a los gobiernos latinoamericanos acentuar la subordinación al
capital extranjero y otorgarle aún mayores facilidades de acumulación y
ganancias. Al no captar la proporción necesaria de capital-dinero, se
acentúa el deterioro de la inversión (en el marco de la austeridad
presupuestal). Esto impacta con fuerza en la monstruosa pendiente del
nivel de empleo y repercute en la intensificación de las condiciones de
superexplotación y precarización del trabajo.
De este modo, al
influir las condiciones de superexplotación laboral en la debilidad del
mercado interno –deteriorado con más fuerza por la devaluación y la
inflación–, el aparato productivo profundiza su fractura con la
reducida estructura del consumo popular –ruptura del ciclo del capital–.
En términos de la realización del capital, esto empuja al tejido
productivo a una mayor dependencia con el exterior, con lo que se recrea
la espiral del capitalismo dependiente latinoamericano en el marco del
presente continuum depresivo global.
Por tales razones,
observamos en la dinámica económica de América Latina la tendencia hacia
el reforzamiento de las condiciones de dependencia, de los problemas de
soberanía y la asociación subordinada (crisis de las democracias) de
los gobiernos en turno con el imperio –negociaciones entreguistas–,
hechos que reflejan el signo de los tiempos actuales bajo la ofensiva
imperialista. El reciente papel de los gobiernos de México, Colombia,
Argentina y Perú en la reciente visita de Rex Tillerson destaca –entre
otras cosas– por su colaboración con el imperio en los planes de bloquear el petróleo de Venezuela.
Toda una serie de fenómenos se convierten en los síntomas de la actual
condición dependiente de las economías de la región: el espejismo del
alza en los precios de las materias primas, la primarización de la
economía, el deterioro del aparato productivo, el incremento de la deuda
y la hemorragia monetaria a razón de sus servicios, la contracción del
gasto, la dependencia de las inversiones, el descenso de las mismas, el
desempleo crónico, el desmantelamiento de las relaciones contractuales
capital/trabajo, el deterioro de los términos de intercambio, entre
otros.
En los últimos años, la economía brasileña adquiere la
mayor relevancia dentro de este cuadro señalado, mismo que la empantana
tanto en la recesión como en la desigualdad social. Asaltando la corona
para salvar su bolsa, los grandes capitales predominantes bajo la égida
de la fracción financiera local e internacional, lanzaron una ofensiva
que instauró el estado de excepción –un golpe de estado “institucional”–
con el fin de recargar el enorme peso de la crisis económica y de la
deuda pública en las clases trabajadoras y populares, ofensiva que el
partido golpista (PMDB) y aliados denominaron “Puente para el futuro”.
Así también, dado el ímpetu actual de la política imperialista y de las
relaciones de dependencia, se han puesto en cuestión las deterioradas
relaciones de soberanía de los países latinoamericanos, lo que ha
afectado su peso relativo en los asuntos internacionales y ha debilitado
las relaciones de integración económica y política –a las que apelara
con la debida fuerza el comandante Hugo Chávez y la revolución
bolivariana–. Organizaciones como la Celac o la Unasur no logran superar
la pérdida de su influencia. Sumado a ello, no se puede soslayar el
invariante papel de los gobiernos subordinados al poder estadounidense
–México, Colombia, Perú, Honduras– ya que, doblegándose a las
estrategias imperiales y trabajando en contra de la integración, sirven a
la protección y mantenimiento del imperio, pasando con ello de una
relación infra-soberana al agravamiento autoritario de un Estado
vasallo.
10
La actual estrategia imperialista
hace evidente el agotamiento de la estructura productiva y mercantil de
la economía latinoamericana. El patrón de reproducción del capital
imperante en la región, constituido como patrón dependiente de especialización productiva,
se encuentra en el anacronismo de una estructura exportadora sustentada
en bienes primarios tradicionales –salvo excepciones como la de México,
anclado en la manufactura automotriz y electrónica de propiedad
trasnacional–. Con la crisis de la economía mundial, dicho patrón
ha llegado a su etapa de agotamiento. Esta dinámica de reproducción del
capital, a pesar de las relaciones que han construido con China, no
escapa a su tendencia general de reproducción dependiente y
superexplotativa –de recursos naturales y fuerza de trabajo–, esto es,
no elude su estructura monopolista de alta concentración del capital,
desindustrialización y exclusión social.
De este modo, al
colocar -dentro de la teoría marxista de la dependencia- una
problemática crucial para América Latina referente a sus relaciones con
China en el siglo XXI, Jaime Osorio nos señala:
América Latina
ha desempeñado un papel de primera importancia en los movimientos en el
sistema mundial que implican el desplazamiento de Estados Unidos como la
principal economía del mundo… […] ha favorecido el paulatino incremento
del paso de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa en las zonas
urbanas chinas, con las exportaciones de alimentos, el incremento del
mercado interno por la vía de los aumentos salariales, y la expansión de
la estructura industrial, con las masivas exportaciones de materias
primas. […] Todos estos importantes movimientos en los cuales ha
incidido la economía latinoamericana en el sistema mundial, lo vuelven
hacer redoblando los procesos que marcan su condición de dependencia y
subordinación, y acrecentando a su vez el fundamento de la dependencia:
la superexplotación de los trabajadores, lo que permite incrementar la
masa de valor apropiado por el capital local y trasnacional, por la vía
de elevar el traspaso del fondo de consumo o de vida de los trabajadores
al fondo de acumulación del capital . (Osorio, 2016)
11
La factura endosada a las masas trabajadoras y populares,
correspondiente a la crisis actual del capitalismo mundial, se conforma
de distintos procesos, entre los cuales señalamos los siguientes: una
nueva fase de intensificación de la superexplotación del trabajo; la
destrucción y estancamiento de la pequeña y mediana empresa; el
incremento de las tasas de desocupación y de la economía informal; la
mayor precarización de las relaciones laborales (tercerización y
subcontratación); la vinculación de los empleos con la reproducción de
las condiciones de pobreza; el usufructo privado de gran parte de la
riqueza social; la mayor concentración de riqueza y su contrapartida en
la profundización de las desigualdades sociales; la acentuación de los
conflictos territoriales y su agravamiento en la disputa por los
recursos naturales, todo lo cual pone a la orden del día el papel de la
violencia estatal sobre los pueblos; el aumento de la erosión de los
derechos sociales. En conjunto, se trata de procesos que excluyen
económica y socialmente al grueso de la población latinoamericana, a la
vez que atentan contra su nivel de vida.
12
En el marco del agotamiento histórico
del sistema del capital, se advierte el desafío a las fuerzas
populares. La evidencia de la desaprobación popular de la organización
económico-política del patrón de reproducción del capital y de los
efectos de su agotamiento se refleja en la nueva etapa de polarización
política, masificación de la participación política, y en el periodo
actual de inestabilidad política que la región alberga.
La fase
actual imperialista se enfrenta a un movimiento de masas y confrontación
popular que ponen en entredicho sus proyectos y estrategias. El
neoliberalismo pregonado por el imperio encuentra en América Latina su
más firme oposición popular. En contra de los proyectos del capital, la
conciencia de las masas y su innegable voluntad de participación y de
transformación crecen y se intensifican con la ofensiva imperialista.
Esto se hace evidente en Venezuela, con la victoria de la Asamblea
Nacional Constituyente en julio de 2017, y tres meses más tarde con los
resultados electorales de los gobiernos estatales así como de las
recientes elecciones municipales; asimismo se constata con la
intensificación de la lucha popular en Brasil articulada al “Frente
Brasil Popular”, así como en las luchas experimentadas en Argentina,
Chile, Colombia y México, entre otros pueblos.
En este cuadro de
crisis estructural del capital, las disputas entre las rivalidades
hegemónicas e imperialistas y el lugar que ocupa América Latina dentro
de las contradicciones y antagonismos en curso llevan a la región a
intensificar sus conflictos, enfrentar sus desafíos y a radicalizar sus
soluciones. Se impone de nueva cuenta la inquietud histórica del péndulo
latinoamericano: los procesos de profundización de la revolución y su
contrapartida de contrarrevolución.
13
Las distintas operaciones de cambio de régimen
desplegadas en los últimos ocho años, bajo el gobierno de Barak Obama y
el primer año de Trump, bien pueden sintetizar las últimas cinco
décadas de asedio y dominación imperialista sobre América Latina. Ante
las dificultades de promover sus intereses en la región, la
superpotencia imperialista ha recurrido a prescindir de su estrategia
basada en las “democracias gobernables” –restringidas–, reactivando los
regímenes de excepción, pero esta vez, bajo las condiciones
institucionalizadas del “Estado de derecho”, la democracia electoral y
los derechos humanos –instituciones establecidas en la última etapa del
siglo XX en el marco de dicha estrategia–. A este procedimiento de
reactivación del régimen de excepción, por vías jurídico-formales o
“democráticas”, se le ha denominado “golpe blando”.
Asimismo, la
ofensiva del imperio viene conjugando en la región una intervención
abierta –golpista– con el creciente despliegue de acciones agresivas
expresadas en un lenguaje cada vez más violento –condenas, bloqueos, sanciones, imposiciones, obstáculos, vetos, amenazas, agresiones, etc.–.
Con ello, el imperio busca responder al declive de sus relaciones con
la región, pues durante mucho tiempo la ha considerado estratégicamente
como uno de sus territorios de exclusividad.
Si algo unifica a las actuales posturas contrapuestas al interior del imperio (trumpismo vs
globalismo) es el interés económico y geopolítico por hacer prevalecer
las décadas de hegemonía sobre Latinoamérica. Dicha convergencia entre
estos dos principales polos del poder imperialista hace más intensa la
contraofensiva imperialista en la región.
Hoy en día, el imperio
busca incidir mediante modificaciones sustantivas en las relaciones
económicas de América Latina con la economía mundial y las economías
“competidoras”. Su objetivo es imponer una mayor subordinación a América
Latina, así como degradar su lugar en la integración global y la
división internacional del trabajo por medio de: la intensificación de
las transferencias de valor hacia su “orbita” de acumulación, la
reorganización de los aparatos productivos regionales, la reformulación a
su favor de los encadenamientos productivos, la apropiación y
profundización de mercados y el fortalecimiento de mecanismos
financieros.
De igual modo, Estados Unidos está “ansioso” (Tillerson dixit)
de acceder y controlar un gigantesco reservorio de recursos naturales,
materias primas, bienes agroalimentarios, infraestructura y fuerza de
trabajo de la región, pues esto representa una condición de posibilidad
para el control y dominio de la economía mundial frente a los retadores
hegemónicos.
La crisis del sistema capitalista ha llevado al
agotamiento histórico de la reproducción del capitalismo latinoamericano
por la vía del patrón exportador de especialización productiva. En
este sentido, el progresismo sudamericano, volcado a la exportación de
bienes tradicionales a Asia, y la experiencia mexicana de una
cuasi-anexión productivo-territorial con Estados Unidos llevaron a la
profundización del subdesarrollo y lo que conlleva: una mayor
intensificación en la explotación de las clases trabajadoras, la
depredación de los recursos naturales y la acentuación de las
desigualdades.
En el marco de la crisis estructural del capital y
la crisis de la hegemonía imperialista, las contradicciones
económico-político-sociales acumuladas en América Latina exigen la
ruptura con un orden social basado en la superexplotación del trabajo,
la desigualdad y la exclusión social, la devastación del medio ambiente,
el dominio oligárquico postrado a los intereses del imperio y el
impedimento a la libre determinación de los pueblos. En nuestros días,
la región se encuentra en la lucha por establecer una democracia
sustantiva y emancipatoria que les permita a los pueblos
latinoamericanos orientarse hacia el diseño colectivo de su propio
destino y poner en sus manos un campo abierto a su autodeterminación.
Notas:
[i]
Como señala José Luis Rodríguez: “los gastos militares en EEUU –que
alcanzaron un pico máximo de 758,0 miles de millones de dólares en el
2010 y representaban el 4,7% del PIB– en el 2015 descendieron un 21,4%
computando 595,5 mil millones, con un valor equivalente al 3,3% del PIB.
En ese sentido vale la pena recordar que existe un programa de rebaja
de los gastos del presupuesto federal, que incluye una reducción en diez
años de unos 487 mil millones de dólares de los gastos militares y de
ellos ya entre el 2013 y el 2015 se redujeron en 54 609 millones. No
obstante, la administración de Donald Trump ha expresado que pretende
incrementar nuevamente el gasto militar en unos 54 000 millones en el
presupuesto 2017/2018”. (Rodríguez, 2017, p. 129.)
[ii] Así también
señalan Alfredo Serrano y Silvina Romano: “Trump está mirando hacia
América Latina en un contexto en el que parece haber otorgado vía libre
al Pentágono como rector de la política exterior. La región
latinoamericana es parte de los objetivos estratégicos de larga data
para el gobierno del Norte” (Serrano Mancilla y silvina Romano, 2017).
[iii]
Alfredo Serrano se refiere por ejemplo a las distintas ofensivas de
Estados Unidos sobre América Latina en el plano de la política
cambiaria, monetaria, de asfixia y presión mediática (v.gr propagando el default
de Venezuela), política energética (precipitando hacia abajo el precio
del petróleo) al tiempo de la búsqueda por activar el interés
estadounidense en una especie de alianza atlántica trilateral,
Estados Unidos-Unión Europea-América Latina y contrarrestar así el
ascenso de China y Rusia en la región (BRICS). (Serrano Mancilla, 2015).
[iv] Por ejemplo, hay que entender aquí el involucramiento del
gobierno de Estados Unidos en el golpe de Estado en Brasil (2016),
ligado a su interesada proyección tanto hacia los campos petroleros del
“Pre-sal”, como a la riqueza de la Amazonía, así como su interés en
socavar las relaciones de ese país con el gigante asiático.
[v]
Sobre esta operación denominada “Amazonlog 17”, una actividad militar
conjunta (Brasil, Colombia, Perú, EU) en la ciudad de Tabatinga, Brasil,
véase: Silvina Romano, et all. 2017. Así también, hay que señalar que de acuerdo a Telma Luzzani (Territorios vigilados),
América Latina cuenta ya con 76 bases militares, en las que destacan 9
bases en Colombia, 9 en Perú, 2 en Paraguay, 3 en México, 1 en
Argentina, 1 en Chile, y definiendo a Brasil como el país más rodeado
por 25 bases estadounidenses ( Atilio Boron, 2014: p. 267-276) .
[vi]
La economía estadounidense encierra desde 1975 cuatro décadas con
déficit comercial. En 2016, su déficit en la balanza de bienes supera
los 500 mil millones de dólares, lo que aunado al elevadísimo nivel de
endeudamiento público (más del 100% del PIB), el trumpismo busca por
todos los medios endosarlos al mundo, más aun, al mundo subdesarrollado.
El déficit con México (mejor sería decir, con las trasnacionales
asentadas en México), es de alrededor del 9%, equivalentes a 63 mil
millones de dólares en 2016; con China asciende a 343 mil millones de
dólares para el mismo año, lo que da la pauta para una intensificación
de la hostilidad estadounidense (guerra comercial) hacia la economía
asiática.
[vii] El bloque en el poder en México cuyo
resumen se expresa cabalmente en la posición del Estado mexicano frente a
la renegociación del TLCAN, se rige en la actualidad por una
paradigmática condición de dependencia comercial, financiera,
tecnológica y militar. Ello se vuelve a corroborar con el discurso de
los altos mandos del Estado, en el que, ante los temores de ver en la
tumba al TLCAN, vienen señalando la existencia de un “Plan A” y un “Plan
B” del Estado mexicano. Luis Videgaray, canciller mexicano plantea:
“Más de la mitad del intercambio actual entre ambos países, dijo, ocurre
fuera del TLCAN, se hace con las reglas de la Organización Mundial de
Comercio y los aranceles que podrían imponerse de uno y otro lados, aun
sin tratado, son francamente bajos; difícilmente impedirían que siguiera
existiendo el comercio […] eso es algo muy importante [de] transmitir a
todos nuestros socios”. Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 9 de
noviembre de 2017. El ex secretario de Hacienda y actual candidato
presidencial del gobierno en turno, José Antonio Meade Kuribreña, reafirma el camino de la dependencia absoluta:
“la integración de Norteamérica va más allá del acuerdo comercial…
estamos optimistas, porque la distancia entre la Organización Mundial de
Comercio y el Tratado de Libre Comercio se ha venido acortando. Si
queremos darle a Norteamérica una ventaja con respecto a otras regiones
del mundo necesitamos profundizar en la integración.” Israel Rodríguez, et al., La Jornada,
10 de noviembre de 2017. Como se observa, la síntesis de los “dos”
planes (con y sin TLCAN) tiene una misma invariante: postración ante EU.
[viii] Por ejemplo, entiéndase el agravante caso de la comercialización de armas de Estados Unidos a la región ‑para no hablar de su espiral de venta de armas al mundo- inscrita en su estrategia guerrerista central
para contrarrestar su declive económico: “En un informe reciente del
Security Assistance Monitor se afirma que las notificaciones de ventas
comerciales de armas de EEUU a América Latina y el Caribe suman más de
la mitad del total a nivel mundial (351 millones de 662 millones de
dólares), siendo potencialmente la mayor región receptora a nivel
mundial. Esto demuestra que persiste un gran interés en recolonizar el
Patio Trasero, profundizando la dependencia armamentística y militar”.
(Alfredo Serrano y Silvina Romano. Ibid.)
Fuentes:
Boron, Atilio. “Venezuela sumida en la guerra civil”, en revista electrónica Cubadebate, disponible en: http://www.cubadebate.cu/o pinion/2017/05/23/venezuela-su mida-en-la-guerra-civil/#.Wfkw VVuCyM8 ;
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Katz, Claudio. “Discusiones sobre la tragedia siria”, en revista electrónica La haine, 18-01-2017, disponible en: https://katz.lahaine.org/d iscusiones-sobre-la-tragedia-s iria/ .
Marini, Ruy Mauro. “Procesos y tendencias de la globalización capitalista” en Marini R. M. y Margara Millán (Coords.), La teoría social latinoamericana. Cuestiones contemporáneas, t. IV, México, UNAM-El Caballito, 1996. pp. 49-68. Disponible también en: http://www.marini- escritos.unam.mx/089_ globalizacion_capitalista.html .
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Petras, James, 2017a, “La provocación de EEUU en Corea del Norte: un pretexto para la guerra con China”, en revista electrónica La Haine, 05-05-2017, disponible en: https://www.lahaine.org/ mundo.php/la-provocacion-de- eeuu-en .
_____________2017b, “¿Quién gobierna EEUU? La élite del poder en tiempos de Trump”, en revista electrónica La haine, 10-09-2017, disponible en: https://www.lahaine.org/ mundo.php/quien-gobierna-eeuu- la-elite .
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Vargas, Rosa Elvira, “Estar preparados para cualquier escenario, incluido el fin del TLCAN, pide Videgaray”, en La Jornada, 9 de noviembre de 2017, disponible en: http://www.jornada.unam. mx/2017/11/09/politica/ 009n1pol
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