21F
Oveja Negra
“pintan mal, las cosas para el, mi viejo, pintan mal...
maldición, va a ser un día hermoso, maldición”
El
concepto de modernidad líquida acuñado por el sociólogo polaco Zygmunt
Bauman constituye una crítica certera al sistema de valores forjado en
estos acelerados tiempos modernos. Sin pretender incursionar en la
temática, nos quedamos con la ineludible conclusión de que la ansiedad
-aún sin llegar a los márgenes de un trastorno- caracterizan las
expectativas que atraviesan nuestra existencia.
Dos años de
restauración neoliberal llevados adelante por el Gobierno de Mauricio
Macri aparecen como intolerables para la minoría intensa que constituye
su núcleo opositor.
El riesgo que corremos con la intensidad
ansiosa de ponerle un punto final a un ciclo que lo único que tiene para
ofrecerle a la Argentina es un destino de miseria planificada, es
distanciar nuestras expectativas de la mayoría que ha decidido oponerse a
seguir solventando el enriquecimiento escandaloso de los grupos
económicos.
Hace pocos días Macri volvió a mentir descaradamente
al señalar que “el país ha vuelto a crecer dos años consecutivos”. Lo
cierto es que junto al endeudamiento externo, la desocupación, los
índices de pobreza, el cierre de fábricas y los balances de los grupos
económicos, lo único que crece en la Argentina es la imagen negativa del
Gobierno y la ausencia de expectativas favorables sobre le futuro
cercano.
Para los que no abrazamos las encuestas como oráculo
moderno a la hora de tomar decisiones políticas, es apenas un índice
estadístico. Aún así, desnuda un proceso natural de descrédito
progresivo de un Gobierno que ha llegado para representar los intereses
del 10% mas rico del país y abrazado al sentido común de una minoría
conservadora, antidemocrática y profundamente antiperonista, que sublima
sus ambiciones con los intereses de las clases dominantes.
Ningún
insulto virtual al votante de la Alianza gobernante Cambiemos, ningún
agravio (por mas me gusta que pueda registrar en una red social) sobre
la capacidad intelectual de aquél que no piensa exactamente como
nosotros, ninguna cacería de traidores, ha permitido perforar el
blindaje mediático que esconde la ferocidad de las consecuencias de éste
modelo económico, tampoco ha logrado hacer crecer la vocación opositora
de nuestro pueblo. Pues, no.
Esas son conquistas que
construidas por la organización popular. La que surcó durante dos años
las calles y rutas de nuestra Patria para visibilizar cada una de las
decisiones que implicaban transferir recursos desde los sectores
populares a los balances del puñado de empresas que se creen dueñas de
la Argentina, como de aquella que logró construir una propuesta
electoral, vehementemente opositora, para ratificar en votos el
liderazgo popular de Cristina Fernandez de Kirchner.
Pero
fundamentalmente, de aquella que pudo comprender con la derrota de
Octubre, que la tarea para la etapa no estaba en acompañar con
mansedumbre bovina la ofensiva del ajuste lanzada con la reforma
laboral, previsional y fiscal del Gobierno, si no, en construir las
instancias de unidad necesaria para enfrentarlas en la calle. Así se
forjó Diciembre, un punto de inflexión para la impunidad del ajuste.
Los
fundamentalistas del diálogo y la oposición responsable que autorizaron
con firma y voto el ajuste sobre los presupuestos provinciales, a
partir del pacto fiscal, y sobre el bolsillo de las jubiladas, jubilados
y los mas humildes que intentan parar la olla con la Asignación
Universal, quedaron al descubierto frente a la dimensión y la vocación
de lucha demostrada en las enormes movilizaciones que lograron perforar
el blindaje que los grupos económicos de la comunicación construyen
sobre el modelo de concentración de riqueza vigente, y hacer retroceder
al gobierno en su soberbia intención de aprobar legislativamente el
ajuste laboral.
Lo sostuvimos e insistimos en este punto: la
fortaleza del gobierno de Mauricio Macri se asienta sobre dos aspectos
principales. En primer lugar, la capacidad de expresar la unidad de las
clases dominantes, y contar con el consenso de las grandes potencias
extranjeras, que alimentan por el ciclo del endeudamiento externo la
dinámica de la multiplicación financiera del capital, a expensas de la
riqueza real de nuestro pueblo. Por otro lado, la atomización del campo
popular y la incapacidad de verteberar una sólida propuesta opositora
que comience a delinear un proyecto que antagonice con la ofensiva
neoliberal desatada.
Pues bien, esa fortaleza ha ingresado en
una lenta, pero inexorable, espiral hacia su debilitamiento. Por un
lado, el modelo económico hace agua por donde se lo mire. La fantasía
financiera de multiplicar la riqueza con intereses abultados en Lebac,
Letes y comisión de deuda, necesita del endeudamiento externo como
método para pagar la timba. Cuando el endeudamiento se contrae o se
encarece, sólo queda echar mano a la riqueza real de nuestro suelo y
subsuelo, de nuestros mares y espacio aéreo, haciendo desaparecer al
Estado de los ámbitos de regulación, inspección, control y,
fundamentalmente, apropiación de la renta, para garantizar la capacidad
extractiva de los principales grupos económicos.
Al mismo
tiempo, garantizar los márgenes de rentabilidad de las clases
dominantes, implica meter mano en el bolsillo de las trabajadoras y
trabajadores, para acercarlos lentamente hacia el margen de esclavitud
necesaria con el que sueña una multinacional a la hora de trazar una
inversión en una nación periférica.
En otras palabras, Macri
necesita profundizar salvajemente el ajuste sobre la enorme mayoría de
la población para poder garantizar los niveles de consenso en la clase
dominante que le otorga su fortaleza. Y lo va a hacer, porque está en su
genética, pero también porque está apretado en el cuello de botella del
fatídico modelo económico que implementa.
El problema es que lo
tiene que llevar adelante cuando empezamos a encontrar en las lecciones
de un Diciembre caliente, las respuestas necesarias para ésta etapa.
El
21 de Febrero una porción enorme de nuestro pueblo habrá de
protagonizar un nuevo testimonio de unidad para enfrentar el ajuste. Ni
la unidad perfecta, ni la unidad necesaria aún, pero un importante paso
hacia el objetivo de resolver nuestra principal debilidad. Si el 21 de
Febrero no fuera importante, o fuera un capricho de los dirigentes que
lo convocan, no estaría siendo el centro de operaciones económicas,
políticas, judiciales y mediáticas montadas desde los sectores
gobernantes.
Para un patrón, no existe peor pesadilla que la
organización de los trabajadores. Para el gobierno de los patrones, no
habrá pesadilla semejante, que la de un peronismo capaz de interpretar
ese movimiento obrero, con la potencia para vertebrar los intereses de
aquellos que, sin coincidir ideológicamente, también precisan dar vuelta
la página de la historia; un peronismo capaz de traducir en vocación de
poder, la agenda nacida al calor de la movilización popular de los
humildes.
El 21 de Febrero se habrá de construir un episodio mas
en la tarea de consolidar la unidad necesaria. Que precisa de toda foto,
de todo escenario, en el que los dirigentes exhiban su vocación de
unidad. Pero que mas aún precisa de una agenda del pueblo, lo
suficientemente fuerte, para que ni el Gobierno, ni los dirigentes de la
foto, se la pasen por el orto.
Nunca ni nadie, jamás, nos dio
garantías de construir una victoria. No existen atajos en el largo
camino de la organización popular. Que la ansiedad se transforme en
militancia, y salgamos a la calle, que hay mucha mas información del
futuro en el que habremos de concretar nuestros sueños.
Fernando Gómez es Secretario Político de Descamisados y Director del Colectivo de Medios Oveja Negra.
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