Desafíos del Foro Social Mundial (FSM)
Durante el último quinquenio ha proliferado el debate –entre movimientistas “puros” (en general aliados a las posiciones de la socialdemocracia europea y la Iglesia católica) y militantes sociales y políticos- sobre el futuro del Foro Social Mundial: ¿Qué relación debe haber entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos sociales? ¿Qué vínculos con gobiernos progresistas de la región, qué estrategia ante el llamado de Hugo Chávez a impulsar una Quinta Internacional? |
El Foro Social
Mundial (FSM) nació en 2001 –hace 17 años- con la voluntad de ser un
punto de encuentro de los movimientos sociales contrarios a la
globalización neoliberal y constituirse en voz alternativa a las
directrices del Foro Económico Mundial de Davos, que sigue reuniendo
anualmente a empresarios y líderes políticos del capitalismo actual.
Cuando se anuncia para marzo un nuevo Foro Social Mundial en Salvador
(Bahía), que corre el riesgo de pasar inadvertido por los ciudadanos a
quienes se quiere conmover y movilizar, pocos parecen asumir que el
mundo ha cambiado y el contexto en el que surgió es distinto al de hoy…
aunque la lucha sigue siendo la misma.
Lo cierto es que en más
de tres lustros, el FSM no estuvo exento de peligros como la
rutinización, la oenegización, la cooptación, la burocratización la
falta de participación de movimientos sociales reales, la dispersión, el
copamiento.
Y hoy estamos transitando la crisis sistémica del
capitalismo, con una crisis climática, política, social, alimentaria sin
precedentes y a la puerta de la cuarta revolución industrial, es decir
el efecto de las nuevas tecnologías en los trabajadores y la economía,
así como las noticias falsas (fake news), la posverdad y la inteligencia
artificial. De todo esto ni se hablaba en 2 001 en Porto Alegre…
Rita Freire, una de las animadoras del FSM de Salvador indica que esta
edición, organizada con poco tiempo, escasos recursos - el apoyo de la
Universidad Federal y del Estado de Bahía- y en una situación nacional e
internacional compleja, cuenta con la fuerza y entusiasmo de los
convocantes con la convicción que dejar de abrir el espacio del FSM a la
resistencia, sería abdicar de lo que afirmamos en el 2001 en Porto
Alegre. El problema es mayor cuando se cree que lo que faltan son
recursos, cuando la real escasez es de ideas.
Si al principio
del movimiento antiglobalización dominaban las tesis de “cambiar el
mundo sin tomar el poder” de Toni Negri y John Holloway, la acuciante
realidad hizo que el escenario del debate político y estratégico
cambiara sustancialmente. Recién en 2007, en Belem do Pará se escenificó
la primera muestra colectiva de rechazo a la crisis sistémica del
capitalismo, destacando la necesidad de una ruptura con el mismo.
Durante el último quinquenio ha proliferado el debate –entre
movimientistas “puros” (en general aliados a las posiciones de la
socialdemocracia europea y la Iglesia católica) y militantes sociales y
políticos- sobre el futuro del Foro Social Mundial: ¿Qué relación debe
haber entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos sociales?
¿Qué vínculos con gobiernos progresistas de la región, qué estrategia
ante el llamado de Hugo Chávez a impulsar una Quinta Internacional?
¿Ha ganado peso e influencia el FSM desde que sus inicios? Seguramente
es tiempo de discutir una actualización acorde a los tiempos, totalmente
diferentes de cuando dos brasileños pensaron en la necesidad de un foro
antiDavos. ¿Y Davos? Ah, al último Davos fueron más jefes de estado y
primeros ministros que a la asamblea general de Naciones Unidas…
Es más, aquellos movimientos sociales que llevaron a nuestros
presidentes reformistas (de izquierda, revolucionarios, como les quiera
llamar) al gobierno, ya no estaban en las calles para defenderlos cuando
hizo falta: sus dirigentes fueron cooptados (y burocratizados) para
tareas del gobierno y los movimientos desmovilizados.
Lo cierto
es que en el Foro Social Mundial ya no se debaten los temas cruciales,
quizá porque a nadie se le ha ocurrido ponerlos en una agenda con
demasiada inclinación onegeista y europeizante. Y si se discuten,
quedará lo tratado entre los presentes, ya que no hay sistema de
comunicación con los que no estaban en ese preciso foro.
Tampoco
hay forma (ni estructura) de hacer una síntesis entre los paneles que
tratan el mismo tema. O sea, los participantes solo acceden a saber que
pasó en el panel donde estuvieron: las experiencias, los debates, las
acciones no se socializan (o se hacen solo para ese pequeño sector). No
sirve a los que luchan en contra de la realidad actual.
Los
antes entusiastas y hoy críticos a la organización señalan que la tarea
del FSM no es construir alternativas: es un espacio interno de los que
participan, que se encuentran con otros igualmente motivados y
convencidos, y vuelven a la sociedad más convencidos y más informados
sobre lo mismo.
Frente a la crisis los retos se plantean como
más urgentes que nunca. La escritora india Arundhaty Roy, ya en la
cuarta edición del FSM en Mumbai (India), señaló la necesidad de
abandonar discursos pomposos, discusiones intelectuales de café y
debates baladíes, y ”centrarnos en blancos reales e infligir daño real”.
Los movimientos sociales internacionales son por ahora
incapaces de encontrar una forma de conexión reticular que les permita
actuar más conjuntamente y les cuesta mucho fijarse objetivos que vayan
en una misma línea.
En inicios del milenio, el primer paso de
muchos intelectuales y fuerzas políticas y sociales fue el de definir al
enemigo, la globalización, para desde allí posibilitar que todos los
que luchaban contra el mismo enemigo pudieran coordinar sus acciones.
Pero si bien se logró conformar el movimiento, éste no coordinó luchas a
escala mundial, como era de esperar. Se conformó con ser un movimiento
de resistencia, no de acción, sin muchas otras formas de lucha más allá
de los foros.
Mal nos pese, hoy el FSM es una fierecilla domada
(la prensa hegemónica ni siquiera lo menciona), dispersa. La ofensiva
ideológica de la globalización sigue, mientras el llamado reformismo
latinoamericano continúa discutiendo el tema de la toma de poder.
En buena parte de los movimientos que integran el FSM se ha formado la
idea básica de que no puede tratarse de tomar el poder, aun cuando en
América Latina quedó demostrado que, con el poder en la mano, mucho se
puede lograr para los pueblos. Sin el poder, seguiremos hablando,
denunciando, lamentando... en una buena oportunidad para reunirse con
los amigos, a veces a expensas de los trabajadores, campesinos, que son
quienes aportan para el viaje de los delegados.
Muchas veces se
confunde autogestión con desorden, con la falta más elemental de
organización. Y con mesas autogestionadas donde solo se exponen las
experiencias de cada uno, no se puede hablar de nivel intelectual, de
debate, de coordinación para la acción, ni de la línea trazada (o
sugerida) por un comité organizador, dotado de los elementos políticos,
intelectuales, de primer nivel, como aquellos de los primeros años del
FSM.
La fórmula del espacio que crea el debate más adecuado y
eficiente en contra de la globalización neoliberal (hoy superada por la
cuarta revolución industrial y en medio de la caída del
multilateralismo) significa que es posible que a través de la
acumulación de todos los sectores de la sociedad civil y de los
movimientos sociales, se llegue a crear activistas con una visión
holística.
Pero hasta ahora, esto no pasa. Cada organización
tiene su tema, y ni siquiera aceptan sumarse en paneles. Esto crea una
fragmentación, una pulverización y una falta de acción global, que son
negativos, señala uno de los fundadores del FSM.
Hoy las viejas
formas democráticas y republicanas son asediadas por populismos
derechistas ultranacionalistas, se acentúa el autoritarismo y el proceso
destituyente en la medida que los derechos sociales conquistados son
conculcados, los dirigentes progresistas y sociales perseguidos,
encarcelados y asesinados, crece la migración (incluso entre nuestros
países), peligra el agua y la alimentación, crecen la desigualdad y el
desempleo, junto a la crisis ecológica.
La agenda del foro de
Salvador pareciera diseñada por ONGs europeas (al igual que la que se
impuso durante la reunión de la OMC en Buenos Aires, dejando fuera de la
discusión, por ejemplo, el acuciante tema del TLC Unión
Europea-Mercosur). Ellos, siempre vendiendo espejitos.
La acción
de muchas de estas organizaciones de la llamada sociedad civil han
servido para imponer, en nombre de la democracia, gobiernos títeres que
faciliten el saqueo de sus riquezas nacionales por parte de las empresas
trasnacionales del norte, han servido para azuzar conflictos étnicos
para garantizar políticas neoneocoloniales en África, y en los últimos
años ayudaron a desestabilizar las naciones latinoamericanos que buscan
un futuro para sus ciudadanos.
Los reveses del progresismo no
suponen la extinción del proceso: sus causas no han cesado y tampoco las
indignaciones y expectativas sociales que generan, y mucho menos la
urgencia de encontrar soluciones alternativas a la problemática real de
nuestra región.
La secretaría del FSM, que antes facilitaba el
funcionamiento del Consejo Internacional, fue trasladada de Brasil a
Marruecos y, obviamente la relación del Foro con el Estado brasilero se
congeló con la entrada del gobierno de facto encabezado por Michel
Temer. Para las organizaciones de Bahía, tiene un valor particular el
deseo de protagonizar un Foro dedicado a la resistencia, señala Rita
Freire, una de las animadoras del FSM de Salvador.
Hay temas de
enorme actualidad que deben ser discutidos juntos con los movimientos y
organizaciones sociales, como la lucha contra la domesticación mediática
corporativa; las estrategias para incidir y cambiar sistemas y
políticas de comunicación; la creación y promoción de recursos
alternativos, agrega Freire.
Eso obliga a entender los
mecanismos de filtro de Internet, ya que la protección de datos
personales es absolutamente vulnerable. Se trata de defender principios
para garantizar la neutralidad de la red y la privacidad, lo que está
siendo demolido desde Estados Unidos en los últimos meses. La cuarta
revolución industrial es un debate que va desde los medios populares a
los movimientos sindicales en el FSM, dice desde Suiza.
Es
necesario dejar de ver al Sur con ojos del Norte. La actividad de las
organizaciones sociales no es para mostrar miseria sino para destacar la
cooperación, la complementación, la solidaridad, valores difíciles de
hallar en la información del Norte. Y ese es un problema ético.
Pero el tema del cambio climático parece no estar entre las prioridades
de los organizadores. Como dijo el sociólogo portugués Boaventura de
Sousa Santos, el capitalismo jamás va a ser de color verde, con
excepción de los billetes de un dólar estadounidenses. ¿Y el
altermundismo?
Estamos en una profunda crisis de gobernabilidad,
de derrota cultural y seguimos reeditando un nuevo capítulo de la
resistencia que ya lleva más de 525 años. Ya sería hora de pasar de la
denunciología a la etapa de construcción de las alternativas unitarias
de lucha. Si no, aquello de que otro mundo es posible (y necesario)
quedará apenas como un pegadizo slogan más de tiempos mejores.
La idea que el FSM no pueda ganar espacio internacionalmente,
seguramente le encantará a los dueños del mundo, los de la cofradía de
Davos, a Trump, Orban, los fanáticos del Brexit, Temer, Macri… y siga
contando.
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