Entrevista a Yayo Herrero
Yayo Herrero
Hace
tiempo que su nombre suena con fuerza en los espacios de debate social y
político sobre la actual crisis climática. Yayo Herrero, una de las
principales activistas del ecologismo español y europeo, recibe a Público
en su despacho de la sede de Fuhem en Madrid, una fundación
independiente dedicada, entre otras cosas, al fomento de la educación
ecosocial. “Se ha estropeado la calefacción, espero que no pasemos
frío”, advierte mientras toma asiento junto a una mesa redonda de
madera. Después de un preámbulo breve, la grabadora se enciende y su voz
deja de ser una anécdota.
Tras un verano donde los incendios y
los huracanes han sido noticia, estamos viviendo uno de los inviernos
más secos de los últimos años ¿Que lectura hace de ello, tanto desde un
punto de vista ambiental como político?
Los
eventos climáticos extremos son evidencias de que se está haciendo cada
vez más patente la dinámica del cambio climático. La comunidad
científica llevaba advirtiendo desde hacía décadas que, de no revertir
la situación y frenar la quema acelerada de combustibles fósiles, estos
sucesos iban a ser cada vez más frecuentes. La lectura ecológica es que
la humanidad se encuentra en una situación de tremenda incertidumbre y peligrosa para su propia supervivencia.
La lectura política es que quienes gobiernan están anteponiendo el
mantenimiento del orden de cosas tal cual estaba, por encima de la
protección a las mayorías sociales. Quiero decir, que este cambio
climático tiene un sesgo de clase brutal. Son, precisamente, las clases
trabajadoras, las más vulnerables ante los efectos de todo el proceso
del cambio climático.
Estamos inmersos en una crisis climática, pero también en una crisis económica que parece no tener fin ¿Cúal es más grave?
Desde
mi punto de vista ambas están completamente relacionadas. No es posible
hacer una buena lectura de lo que está pasando en el mundo si no nos
damos cuenta de que la crisis económica está en el corazón de la crisis
ecológica. No es que una sea más importante que la otra, sino que una
tiene muchos elementos que son consecuencia de la otra. Dentro de la
crisis ecológica, a parte de la dinámica del calentamiento global,
encontramos el agotamiento de recursos naturales básicos. Ese
agotamiento se explica por un modelo económico depredador que pretende
crecer de forma expansiva, sobre un planeta con limites físicos. A su
vez la crisis ecológica termina condicionando el hecho de que ese
sistema no pueda seguir creciendo. Nos encontramos ante una economía que
es tan disparatada y tan loca que genera en la sociedad una sensación
de progreso, cuando en realidad se está destruyendo a sí misma. Una
economía que cuando crece devora y destruye las condiciones que le van a
poder permitir crecer en el futuro. Es una especie de espiral viciosa.
Sin embargo, la destrucción que genera el cambio climático y el
agotamiento de recursos, puede ser un buen objeto de negocio ¿No cree?
Ahora
mismo está sucediendo. El modelo capitalista ha fracasado
estrepitosamente en casi todas sus promesas. En un principio este modelo
prometía generar bienes y servicios y prosperidad para las mayorías
sociales. Al topar con los límites del planeta, el capitalismo busca
otros espacios donde crecer y algunos de esos espacios los encuentra en
la monetización del propio desastre climático. Se crean nuevos negocios
ambientales como por ejemplo el comercio de emisiones o las
investigaciones y proyectos tecnológicos centrados en reparar los
desastres que el propio capitalismo crea. De alguna manera estos
terminan generando un crecimiento económico. Es lo que Naomi Klein
denomina como “capitalismo del desastre”, que busca el crecimiento de
la economía convirtiendo en un negocio la escasez, la destrucción y el
deterioro. No es otra cosa que terminar convirtiendo la propia destrucción en una forma de riqueza.
Se habla mucho de la cerrazón de la derecha a la hora de reconocer la
crisis climática, pero ¿Cree que la izquierda está siendo capaz de
ofrecer alternativas capaces de revertir esta situación?
Creo
que la izquierda no está a la altura política de la crisis ecológica
que estamos viviendo. Es obvio que la derecha ha sido negacionista y ha
seguido apostando por el crecimiento económico, aunque este alcance cada
vez a menos personas. Sin embargo, el problema es que la izquierda, a
pesar de que puede tener unos discursos radicalmente distintos en cuanto
a la justicia o a la privatización de los recursos, no ha interiorizado
aquello de que la economía sólo se puede sostener en un planeta que
proporciona recursos naturales capaces de regenerarse. Esto hace que a
veces aparezcan propuestas, dentro de la izquierda, que, salvo que
postulan una mejor redistribución de los recursos, se basan en los
mismos planteamientos económicos que tiene la derecha. En general, casi
todas las propuestas políticas de izquierdas hablan de un modelo
neokeynesiano o de un capitalismo que corrija las desviaciones del
sistema. El problema es que eso ya no es viable. A la izquierda, desde
mi punto de vista, le falta hacer una análisis material más completo y
pisar tierra, mirando la realidad material para poder establecer
propuestas y desarrollar políticas que realmente solucionen los
problemas que tenemos.
En su discurso, suele hablar de clasismo
ambiental ¿Considera que las clases populares son más vulnerables a los
efectos del cambio climático?
En primer lugar,
cuando hablamos de eventos climáticos extremos y vemos como se producen
en países de corte capitalista, quienes pierden las casas, quienes se
quedan fuera del sistema y quienes pierden la vida, son las personas que
tienen peores condiciones de vida. Es curioso el contraste con otros
países que se encuentran fuera de los marcos del capitalismo. Podemos
señalar el caso de Cuba, pobre en un montón de cosas, y como suelen
pasar por allí los huracanes sin apenas dejar víctimas mortales gracias a
mecanismos de solidaridad y a la autoorganización de la gente. Si
comparamos con lo que ocurre, por ejemplo en EEUU, las diferencias son
abismales.
Además, en aquellos lugares donde se
está viviendo la sequía o donde se alteran los ritmos de la
fotosíntesis y la capacidad de la tierra para producir alimentos, son
las clases populares las que sufren en mayor medida los efectos del
cambio climático. Porque son personas que dependen de la tierra y de lo
que ellos mismos cultivan. Obviamente, el cambio climático no tiene
perspectiva de clase, pero las políticas que afrontan el cambio
climático si. Es decir, lo que tiene un sesgo de clase es como los
poderes económicos y los gobiernos afrontan los problemas que derivan
del agotamiento de los recursos naturales y del cambio climático.
Sin embargo, estas clases populares que sufren en mayor medida los
efectos de la crisis climática suelen tener otras preocupaciones
cotidianas... ¿Cómo se puede crear una conciencia ecológica en ellas?
Las
clases obreras y trabajadoras que vivimos en las sociedades
occidentales estamos inmersos en una especie de ficción que nos hace
creer que podemos vivir al margen de la naturaleza. Se ha alimentado la
idea de que la posibilidad de desarrollar vidas decentes pasa por el
sacrificio de la naturaleza. El tema a trabajar es que es bastante
absurdo pelearte contra lo que te sostiene, es decir, el enemigo no es la naturaleza, el enemigo es el modelo capitalista,
que solamente considera que tienes derecho a vivir una vida decente en
la medida en que quién te emplea haya ganado lo que considera que tiene
que ganar. Se tendría que articular una alianza entre miradas
ecologistas y miradas sindicalistas para ver como hacer las transiciones
energéticas justas y necesarias que garanticen el bienestar de las
mayorías sociales.
Habla de transición energética ¿No cree que
para que esta se produzca de manera eficaz es necesario un cambio previo
en los modelos sociales y económicos que rigen el planeta?
Estoy
de acuerdo. De hecho ya se está produciendo una transición energética.
Pero se está produciendo por la peor vía... Mediante monopolios
empresariales que acumulan el poder sobre la energía y deciden como se
usa y quién la usa. Esa transición se va a producir si o si. La clave es
cómo se va a producir: por una vía absolutamente fascista, liderada por
los sectores que tienen el poder político, económico y militar, que
busquen mantener su estatus y sus formas de vida a costa de que cada vez
más gente muera. O por una segunda vía en la que se revierta todo el
modelo productivo. Es decir, la transición energética de la que hablo debe cubrir las necesidades de la mayoría social y debe repensar el modelo productivo
y cuales son los trabajos realmente necesarios, porque no todos los
trabajos son socialmente necesarios. La transición adecuada tendrá que
evolucionar desde el modelo despilfarrador que tenemos ahora a un modelo
mucho más sencillo en lo material, pero justo socialmente y que se
ajuste a los limites naturales de la tierra.
Además de aplicar la
perspectiva de clase a sus planteamientos, también defiende que la
revolución ecológica debe ser, ante todo, feminista ¿Por qué?
Para
sostener la vida no solo nos hacen falta recursos naturales.
Necesitamos que otras personas cuiden de nosotros. Ese trabajo,
históricamente ha sido realizado por mujeres en espacios invisibles a la
política y la economía como son los hogares. Ese trabajo de cuidados
ahora mismo, también está en crisis. Vivimos en sociedades que puede
que, en no mucho tiempo, dejen de ser capaces de cuidar de aquellas
personas que se encuentran en un estado de vulnerabilidad. Esto se
explica por los cambios en las pirámides demográficas, por los nuevos
modelos laborales y urbanísticos y por la propia política económica
heteropatriarcal que convierte los recortes sociales en su eje
recuperador.
Por otro lado, el calentamiento
global está repercutiendo de forma más negativa en las mujeres que en
los hombres. Los datos nos muestran que cuando se producen desastres
naturales, mueren más mujeres que hombres. Además, en muchos lugares del
mundo, las mujeres son responsables del cuidado del huerto doméstico o
de ir a buscar el agua. Es decir, son responsables del abastecimiento
familiar y les está tocando hacer mayores esfuerzos debido a la falta de
recursos para el trabajo de la tierra. Desde el punto de vista de la
resistencia, es importante señalar que los movimientos contra proyectos
extractivistas o la construcción de presas, suelen estar liderados por
mujeres.
El otro día estuvo presentando un libro sobre Murray
Bookchin, padre del municipalismo ¿Cree que el camino para impulsar
medidas alternativas por la sostenibilidad del planeta pasan por crear
estructuras de democracia directa?
Si. El
movimiento municipalista es un eje central para poder dar la vuelta a
muchos de los desastres que estamos viviendo. En buena medida el
progreso en las sociedades occidentales ha ido pasando porque cada vez
estén más lejos los puntos donde se toman las decisiones de los lugares
donde se afrontan dichas decisiones. Por ejemplo, la política agraria
común se decide en Bruselas y son los campesinos rurales quienes tienen
que acatarlas. Acercar los lugares de decisión al territorio concreto y a
las personas que deben afrontar esas decisiones me parece algo
realmente importante.
Pese a la crisis climática y económica,
pese los desastres naturales que azotan el planeta, pese a que los
científicos aseguran que el cambio climático es irreversible, usted
siempre se muestra optimista ¿Por qué?
Cuando
hablamos del calentamiento global y los problemas que genera, no se me
olvida que todo ello se viven en la cotidianidad de la gente. Se vive en
cada territorio, en cada ciudad, en cada barrio... y ahí creo que las personas podemos hacer muchas cosas.
No es lo mismo afrontar el proceso del declive de la energía por la vía
del “todos contra todos”, que afrontarlo con una dinámica de apoyo
mutuo y colaboración. A lo largo de la historia ha habido pueblos que
han tenido que enfrentarse a crisis muy complejas y las personas han
sabido organizarse y vivir de forma más colectiva. La gente, al final,
se seguía enamorando, seguía escribiendo poesía y seguía cuidando de la
vida... Donde se viven los malestares y los bienestares es en la vida
cotidiana y creo que esta crisis, a nivel cotidiano, puede sorprendernos
más por la aparición de valores que nos lleven al apoyo mutuo que por
la aparición de otros valores que nos lleven a matar a nuestros propios
vecinos. No sé si es optimismo o no, pero la tarea de crear esos valores
y nuevas conciencias es tan hermosa que a mí, realmente, me pone mucho.
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