Photo by Scott Olson/Getty Images |
Al actual presidente de Estados Unidos, el septuagenario Donald
Trump, le quedan muy pocos países, instituciones norteamericanas,
organismos internacionales, medios de prensa y ciudadanos de este mundo,
incluidos sus más cercanos colaboradores, a los que todavía no haya
amenazado.
En menos de siete meses en el trono de Washington, Trump ya tiene
records de renuncias, destituciones y encontronazos en dondequiera,
porque su agresividad, o más preciso, su bravuconería, lo enfrenta
cotidianamente con los “suyos”, además de con los gobiernos y
dignatarios de la mayoría de las naciones, excepto casos bien conocidos
por su ilimitada sumisión al imperio del Norte, o por puros intereses
económicos.
Dialogo y paz son palabras totalmente inexistentes en el escaso
léxico del “emperador”, quien por el contrario reitera con enfermiza
frecuencia ofensas, injerencias o amenazas de uso de la fuerza contra
casi todos.
El multimillonario mandatario la ha emprendido con potencias como
Rusia, China e Irán, ha vapuleado hasta a sus “fieles” aliados europeos,
y mantiene fuertes tensiones con Corea del Norte, así como con otras
naciones del Medio Oriente.
Anunció asimismo que hará retroceder la política de Estados Unidos
con respecto a Cuba y le mantendrá el bloqueo a la Isla, y por si fuera
poco en las últimas horas enseñó nuevamente sus pesuñas a Venezuela.
El mandamás de Washington dijo el pasado viernes que no descartaba la
opción militar contra la Revolución Bolivariana, después del claro
triunfo del Chavismo en las elecciones democráticas venezolanas por la
Asamblea Nacional Constituyente.
Tal afirmación de Trump hizo saltar las alarmas y generó el rechazo
en la mayoría de los países de la Patria Grande, declarada Zona de Paz
por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en su
II Cumbre celebrada en La Habana, Cuba, en 2014.
Similares reacciones de preocupación y repudio se han extendido al
mismo tiempo por la comunidad internacional ante los rugidos de guerra
del ahora inquilino de la Casa Blanca que retumban hoy en todos los
rincones del planeta tierra.
Es real que la irritación permanente del “ emperador” representa un
grave peligro para la humanidad, pero igual es cierto que su imperio
puede desmoronarse definitivamente si su ofuscación lo conduce a la
locura de terminar en una conflagración de grandes proporciones.
Los “tanques pensantes” norteamericanos, y también su propio
presidente, saben muy bien que el mundo actual es diferente, que el
dominio unipolar es ya cosa del pasado, y que una “aventura loca” puede
llevar a Washington a la ruina.
Con problemas mentales o no, ello por supuesto corresponde
diagnosticarlo a un psiquiatra, Trump tiene muchas posibilidades de ser
destronado por los “suyos”, porque lo que si no duda nadie es que
mantiene a Estados Unidos en total incertidumbre.
Un refrán popular reza que “perro que ladra no muerde”, aunque ello
no quiera decir que se subestime a determinados canes y no haya que
vacunarlos contra la rabia.
Trump es cada vez más su principal adversario.
Periodista español residente en La Paz, Bolivia. Es corresponsal de Cubadebate.
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