Este domingo los
argentinos votarán en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y
Obligatorias) donde los partidos escogerán los candidatos que
presentarán en las elecciones legislativas de octubre en las que se
renovará un tercio del Senado (para el periodo 2017-2023) y casi la
mitad de la Cámara de Diputados (2017-2021).
En las PASO se verá, en primer lugar, cuál es la magnitud de la
abstención y, segundo, cuál es el peso relativo de las distintas
corrientes que forman los dos conglomerados (por un lado
Cambiemos, la alianza de todos los neoliberales de derecha y, por el otro, el peronismo, también neoliberal pero subdividido entre diversas tendencias, desde los fascistas hasta los kirchneristas).
También se medirá la influencia real del kirchnerismo después de su
derrota ingloriosa que hizo posible el gobierno de Mauricio Macri. El
Frente de Izquierda y de los Trabajadores, por su parte, va a la PASO
unido y podrá comprobar en qué medida y dónde aumenta su caudal
electoral con la actual división del peronismo entre quienes están con
Macri, los supuestos opositores que forman parte del Frente para la
Victoria (FPV) peronista pero le han votado todas las peores leyes a
Macri y quienes como el ex primer ministro kirchnerista Sergio Massa se
presentan contra Macri y contra el Frente para la Victoria y la Unidad
Ciudadana kirchnerista.
Ésta es una agrupación electoralista creada por Cristina Fernández de
Kirchner después de su largo ostracismo y tiene en su seno no solamente
a gente de la izquierda peronista sino también a algunos viejos
dirigentes de la Unión Cívica Radical (UCR) de la provincia de Buenos
Aires, como Leopoldo Moreau (que no acató la alianza entre la UCR y
Macri, favorable a este último) y a algunos sectores de los partidos de
izquierda tradicionales absorbidos por el kirchnerismo.
Cristina Fernández tiene como fundamental objetivo ser elegida y
obtener inmunidad parlamentaria y romper la imagen de corrupción que
dejó su gobierno y por eso formó su lista (en la que se presenta como
candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires) escogiendo como
segundo al ex canciller Jorge Taiana, un hombre antimperialista y
honesto, se apoya en la honestidad de sus seguidores socialistas y
comunistas, y trata de asegurar esa honestidad presentando para otros
puestos militantes nuevos de la segunda y tercera fila del peronismo
pero busca no asustar a nadie y ni menciona Venezuela.
La lista de la ex presidente espera ganar la primera minoría en la
provincia de Buenos Aires, la más poblada e industrial del país para
influencia al resto el país en las elecciones legislativas de octubre y,
con ese fin, Cristina Fernández trata de diferenciar sus discursos y
actos públicos de los del peronismo clásico y de los del FPV, eliminando
los símbolos peronistas y cualquier referencia a los trabajadores (que
cree ella, la van a votar de todos modos) y hablando de la ciudadanía
–su partido se llama Unidad Ciudadana– como si éste fuese homogéneo y
fuese posible unir al ciudadano oligárquico terrateniente y al ciudadano
banquero-usurero con el ciudadano obrero desocupado o la ciudadana
trabajadora industrial o doméstica.
Además de esa noche en que todos gatos son pardos, condena las
políticas del macrismo pero sin hacer la menor autocrítica por el hecho
de que esas políticas tienen sus antecedentes en las que ella misma
aplicó durante su presidencia (como la ley antiterrorista aplicable a
las movilizaciones obreras o el pago sin chistar de 200 mil millones de
dólares de deuda que dice ahora que va a auditar).
Es probable que la ex presidente logre ser elegida senadora por un
partido que no tiene una sola idea y que es sólo un instrumento
electoral y, según las encuestas de opinión, es posible que consiga más
de 30 por ciento de los votos en el conurbano de Buenos Aires, donde más
golpea la desocupación y el aumento de la pobreza (su adversario
principal, un ministro macrista, obtendría cerca de 23 por ciento, más
que los candidatos de Massa y del FPV), pero la provincia de Buenos
Aires es un caso particular y grandes provincias, como la de Córdoba y
la de Santa Fe y otras menores no repetirían esa relación de fuerzas.
Cristina Fernández sigue los consejos de profesionales mercenarios en
la dirección de su campaña y, además, malinterpretó el triunfo del
presidente francés Emmanuel Macron y cree que éste ganó la mayoría
absoluta porque –aunque es un hombre del gran capital– se diferenció de
la izquierda y de la derecha. Cristina Fernández, como Macron, no tiene
en cuenta el significado de las abstenciones (en Francia votó menos de
la mitad del electorado que, en cambio, en la próxima ola de movimientos
sociales seguramente va a
votarluchando contra las leyes antiobreras como del trabajo). Cristina Fernández se tomó en serio las tonterías de Laclau y no hace análisis de clase, tal como no lo hacen sus seguidores y aduladores de izquierda, pero si es elegida senadora –y probablemente lo será– la oligarquía, su prensa y el imperialismo se van a encargar de recordarle que las clases aún existen porque los ataques oligárquicos e intentos de meterla presa que hasta ahora ha sufrido van a parecer cosa de niños.
Fernández de Kichner habla de
volver, como Perón en su momento. Ya se sabe qué pasó con la vuelta de Perón al que llamaron los militares para frenar a los trabajadores y que en el día mismo de su llegada al aeropuerto de Ezeiza hizo una matanza de peronistas de izquierda y después trabajó con los asesinos de las tres A (Alianza Anticomunista Argentina) paramilitares organizados por el gobierno para destruir la izquierda peronista que le apoyaba. Cristina Fernández, en cambio, tiene desde ya vetado por la derecha y el imperialismo el camino del retorno porque para volver tendría que producirse una movilización como la de diciembre de 2001, pero en todo el país
que no sería para repetir un gobierno neoliberal. “Volver, con la
frente marchita…” quedará por eso en el tango y en la voz de Gardel.
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