La industria
de los medios de difusión de Estados Unidos se está moviendo entre
contradicciones de la política interior estadunidenses y de la política
internacional sin cumplir la función de informar con la verdad a su
público, evidenciando su descomposición e inoperancia. Un dato
verificable es que en menos de un año el esquema informativo de estos
medios ha acumulado dos derrotas. La primera se produjo con el triunfo
de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, y la segunda con la
votación masiva de los venezolanos que sufragaron en las urnas para
elegir a la Asamblea Nacional Constituyente el pasado 30 de julio.
En el primer caso los medios apostaron por la candidatura de Hillary
Clinton y fallaron estrepitosamente. Durante la campaña electoral, al
candidato republicano no le fue difícil exhibir ante los electores a la
gran prensa como fabricadores de mentiras y distorsiones contando con un
ambiente de recesión económica; es más, entró en una dura competencia
para definir quién podía fabricar intrigas y mentiras más creíbles y en
ese escenario mediático escaló hasta la Casa Blanca dejando atrás a la
gran industria de la información y el entretenimiento que se le oponían.
La contienda continúa y el affaire postelectoral ocupa más de la mitad de la vida pública de Estados Unidos, dejando jugosas ganancias a los medios.
Venezuela es el segundo caso de derrota. Antes del 30 de julio los
medios estadunidenses de alcance continental, esta vez aparejados con la
política exterior de Estados Unidos, utilizaron todo su poder de
difusión y distorsión de la realidad para oponerse a las elecciones para
elegir la Asamblea Nacional Constituyente y volvieron a fracasar. Los
venezolanos desoyeron las informaciones de veneno y odio y acudieron a
votar masivamente porque aspiran a la paz. Su rechazo a la intromisión
en su vida política de medios extranjeros, así sean respaldados por la
prensa de la derecha venezolana no se refiere únicamente a una reacción
nacionalista sino que fueron conociendo de primera mano los hechos de
los ataques de la oposición y pudieron ubicar de qué parte provenía la
violencia y los actos criminales ocultados por noticiarios como los del
consorcio CNN que lidera las intrigas y funciona como vocero de los
peores intereses de la oligarquía venezolana. Sobre todo, porque fueron
discerniendo y no encontraron en la derecha sino la idea de un golpe de
Estado, sin programa reivindicativo del interés real de las masas. Voces
y rostros de locutores y comentaristas desde Patricia Janiot incluyendo
a Juan del Rincón transmitiendo en español se han vuelto sinónimo de
desfachatez y de mentira.
Ahora mismo, si por un lado hay constantes ataques a Trump
encaminados a favorecer un juicio político por sus nexos con los rusos,
por otra parte estos mismos medios se regodean reproduciendo las
amenazas de intervención militar de Estados Unidos contra el gobierno de
Nicolás Maduro, afortunadamente rechazadas por los mismos gobiernos
plegados al interés estadunidense, arguyendo la probabilidad de mayor
desestabilización en esos países, entre los que se encuentra México.
Pero si bien en Venezuela la derrota de los medios de la derecha
resulta clara, en nuestro país la reacción de lo que todavía puede
llamarse nostálgicamente la izquierda, ha superado niveles de ignominia.
Su silencio respecto de los ataques contra la democracia en Venezuela,
¿significa que se han plegado a la política exterior de Peña Nieto?
¿Dónde está la toma de posición de partidos y organizaciones sociales
que todavía reivindican algún elemento de izquierda en sus declaraciones
de principios? Porque definirse ante los mexicanos y proporcionar
orientación a sus propias bases es exigible públicamente a Morena, PRD,
PT, Movimiento Ciudadano y el EZLN. ¿Qué opinan los militantes de tales
organizaciones? ¿Se quedarán de brazos cruzados? Bien que tengan
diferencias con la conducción chavista de la república bolivariana, pero
es necesario ponerlas en la mesa de la discusión y decir abiertamente
su opinión frente a la posibilidad de una intervención del bloque de
gobiernos de derecha que todavía podría inclinarse hacia lo militar.
E
l
silencio señala que estamos escalando en el abandono de la solidaridad
para los pueblos latinoamericanos, principio base de nuestra propia
existencia como nación independiente.
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