La Jornada
Anteayer Gideon Rachman publicó un artículo en el Financial Times en
el que alerta, correctamente, que en estos momentos Estados Unidos es
un peligro para la estabilidad mundial. ¿Por qué? Dicho mal y pronto, el
asedio en que se encuentra la presidencia de Donald Trump puede
llevarlo a provocar algún incidente internacional, para con él obligar a
su clase política a cerrar filas y hacer de lado las querellas
internas. Se trata de una circunstancia que se debe tomar en serio en
preparación a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN).
Las presiones internas que enfrenta Trump le vienen de varias partes:
primero, está el precio político del descalabro del Congreso
republicano en su intentona de tumbar el sistema de salud de Obama. Ya
varios congresistas republicanos están de puntas. Temen perder escaños y
quizá hasta la mayoría en las elecciones de 2018, lo que está llevando a
algunos a deslindarse de Trump, y también, del mismo modo, lleva a que
Trump inculpe a los congresistas republicanos del fracaso. Así,
previsiblemente, el presidente tuiteó críticas dirigidas a su aliado,
Mitch McConnel, líder de la facción republicana en el Senado. De modo
que hay una fisura en el Partido Republicano.
Esta fisura probablemente se ensanchará tras los hechos del pasado
sábado en Charlottesville, Virginia, que exhibieron a Trump como
protector de los grupúsculos de
supremacía blanca, ya que en su discurso posdisturbio igualó a los neonazis que marcharon, y que asesinaron a una manifestante, con quienes protestaban en su contra. Según Trump, ambas partes tenían el mismo grado de culpa.
Sólo que, además del escándalo en los medios, después de
Charlottesville, el pasado lunes, Kenneth Frazier, director general del
gigante farmacéutico Merck, y afroestadunidense, renunció al consejo
empresarial de asesores de la Casa Blanca en protesta. Merck fue ya la
tercera gran corporación en darse de baja del consejo empresarial de
Trump, pues antes habían renunciado los directivos de Tesla y de Disney,
en protesta por la salida de Estados Unidos del acuerdo climático de
París.
Trump respondió a la renuncia de Frazier con un tuitazo, sugiriendo
que aprovecharía el gesto para bajar los precios de los productos
farmacéuticos, sólo que la táctica intimidatoria no le funcionó en esta
ocasión, y el mismo lunes por la tarde renunciaron, además, los
directivos de Dell y de Under Armour. Ayer, martes, por la mañana, Trump
volvió a la carga en Twitter, retando a que se fueran otros directivos:
Por cada director general (CEO) que salga de mi consejo empresarial, tengo a muchos que tomen su lugar. Esto provocó que algunos más le cobraran la palabra: ayer, martes, por la tarde salió del consejo el presidente del Alliance for American Manufacturing, de la industria siderúrgica, mientras Richard Trumka, jefe de la liga sindical AFL-CIO, que agrupa a varios sindicatos que apoyaron a Trump, también amenazó con salirse, como amenazó también el director de Walmart; en tanto, Larry Summers, ex presidente de Harvard y del Banco Mundial, publicó una opinión llamando todos los directivos del consejo empresarial de la Casa Blanca a renunciar. De modo que Trump está perdiendo apoyo de algunos sectores del empresariado, y quizá también de algunos sindicatos.
Por último, está la investigación sobre el financiamiento ruso
de la campaña de Trump, y los lazos sospechosos que existen entre
varios miembros de su equipo y Putin. La semana pasada, el fiscal Robert
Mueller ordenó un allanamiento de documentos de la casa de Paul
Manafort, el antiguo jefe de campaña de Trump, para confiscar documentos
y computadoras. Fue un hecho público que dejó en claro que la
investigación está cerrando el cerco, cosa que podría terminar en un
juicio de impeachment contra Trump, o con cargos criminales contra sus socios y parientes.
Todo esto hace que Trump sea en este momento altamente imprevisible.
La semana pasada vimos cómo, en cuestión de días, el presidente pasó de
amenazar con desatar una guerra nuclear contra Corea del Norte a
juguetear con una
opción militaren Venezuela, y a un endurecimiento en sus negociaciones comerciales con China...
Con tal de salvar su propio pellejo, Trump pareciera ser capaz de
cualquier cosa, y el entramado institucional estadunidense posiblemente
no pueda hacerle contrapeso. Se trata de una situación que debe poner en
alerta roja al gobierno mexicano. Finalmente, ya sabemos que cuando
todo lo demás le falla, a Trump le resulta fácil voltear hacia México y
hacer o decir cualquier cosa. Su lógica es igual a la de cualquier bully –es
más fácil intimidar al más chico–. Un conflicto con China le puede
resultar demasiado caro, incluso personalmente, dados los intereses del
propio Donald y su familia en China. Y, aunque hacer ademanes contra
México es costoso para la econo
mía estadunidense también, México ofrece una oportunidad política que Trump aparentemente pueda
ganar, y tener con ella algo que presumir a su base.
El gobierno de México debe irse con pies de plomo y examinar con cuidado cada una de sus opciones, por flacas que parezcan.
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