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domingo, 20 de agosto de 2017

Economía en Estados Unidos: sexta desde acá


José Antonio Rojas Nieto
La Jornada 
Boston, Massachusetts. Profunda tristeza por lo de Barcelona. También por lo de Charlottesville, Virginia, a raíz del enfrentamiento con supremacistas. Y de ahí –sin duda– las titubeantes y regresivas declaraciones del presidente Trump. A decir de varios bostonianos, no sorprenden. Así es él (He is that he is) dicen. Y en ese contexto se registra la renuncia de Kennet Frazier –director ejecutivo de la farmacéutica Merck– a ser asesor presidencial en el Consejo de Manufacturas. A su decir, el presidente no reconoce que la fuerza del país se deriva de su diversidad y de las contribuciones de hombres y mujeres de diferentes credos, razas, orientaciones sexuales y convicciones políticas. También sorprende en este contexto la tácita afirmación de las autoridades de Harvard respecto de no aceptar entre sus miembros ninguna manifestación de racismo. Un Harvard en el que –por primera vez en su vida– la mayoría de aceptados este año son no blancos. Es una expresión de su compromiso con la diversidad, aseguran sus autoridades.
Por otra parte y en este contexto, ayer sábado se realizó la manifestación del grupo derechista Free Speech. Asimismo de quienes los repudian. El alcalde de Boston afirma que se garantizó la libre expresión de ambos, en un ambiente de protección policiaca especial, justamente por los antecedentes de Virginia. A decir de observadores, los participantes que repudiaban las expresiones supremacistas superaron (10 a uno) a los derechistas. Semana difícil en Estados Unidos. A pesar de la levemente menor tasa de desempleo y un poco superior tasa de producción industrial. Sin duda. Ahora bien, antes de continuar con el prometido análisis de la relación economía-energía, para replantear la discusión sobre la industria eléctrica y el cambio climático, comentemos algo sobre el aniversario 80 de la Comisión Federal de Electricidad (CFE, creada por Lázaro Cárdenas el 14 de agosto de 1937)).
La editorial de La Jornada señala que la CFE debe convertirse en palanca de un nuevo modelo de electrificación distribuida, con sentido social, basada en fuentes renovables (solar, mini y micro eólica e hidráulica, geotérmica y de procesamiento de biomasa) de generación local (comunitaria, barrial, municipal e incluso fórmulas de autoconsumo, tanto individual como corporativo) y respeto del medio ambiente. Se trata –sin duda– de uno de los lineamientos estratégicos de la hoy empresa productiva del Estado. De gran complejidad técnica y social, por cierto. Recordemos el nuevo marco constitucional y la nueva legislación, para complementar los lineamientos. Y ver el nuevo papel de las empresas privadas, como quedó manifiesto en la ceremonia oficial de aniversario en Empalme, Sonora, el pasado día 16. Ahí, Carlos Ruiz Sacristán (ex secretario de Comunicaciones y hoy presidente de IEnova, es decir, Sempra México, de gran penetración en el sector) fue protagonista especial.
El nuevo marco sólo reserva para la CFE las fases de transmisión y distribución de electricidad. Constitucionalmente las únicas de la industria eléctrica que son servicio público. Según el nuevo 27 constitucional, las demás ya no lo son. Planeación y control, por cierto, son exclusiva de la nación. Pero no servicio público. Hoy la CFE puede –dice su nueva la ley– participar en las oficialmente señaladas como esferas competitivas. Además de otras. En la generación ofreciendo su producción en el mercado eléctrico mayorista o por medio de contratos de cobertura. Y en la comercialización, una de cuyas posibilidades es el suministro, pero no sólo. Recordemos. Habrá comercializadoras que no suministren.
¿Qué significa? En buen romance posibilidad de especulación. Además –y por razones obvias– el suministro se dividió en dos categorías. Y digo obvias porque el subsidio eléctrico está ahí, en el suministro. Y sigue siendo muy importante económica y socialmente. Y fiscalmente muy significativo. Veremos los datos oficiales del quinto Informe presidencial. Los del cuarto Informe (p. 539) indicaban un monto de 116 mil 500 millones de pesos en 2015. ¿Los montos más significativos? Sectores doméstico (poco más de 101 mil 565 millones) y agrícola (13 mil 427). Pues bien, este subsidio está implicado en la comercialización del llamado suministro básico que hoy sólo proporciona CFE-Suministro Básico.
Si simplificamos un poco, el básico se proporciona a usuarios medianos y pequeños, entre ellos cerca de 37 millones domésticos y más de 130 mil agrícolas. Principales beneficiarios del subsidio. Complementa el suministro calificado. Hoy por medio de 14 empresas oficialmente registradas por la Comisión Reguladora de Energía (CFE Suministro Calificado sólo una de ellas). Compran su electricidad –directamente o por medio de un comercializador– y sirven a grandes consumidores que optan por no ir al mercado mayorista. Por cierto, estos grandes pueden ser resultado de la agregación de usuarios con los mismos intereses económicos, dice la ley. Ya profundizaremos en la evolución de esta nueva arquitectura institucional de la industria eléctrica. Y de los retos que afrontará un nuevo gobierno a partir de diciembre de 2018. Sea de la orientación que sea.
Concluyo aludiendo a otro punto pendiente. Se discute ampliamente en Boston. Me refiero a la presión que afrontan las empresas eléctricas estadunidenses para atender con mayor severidad y urgencia los compromisos de abatimiento de gases de efecto invernadero. La administración Trump trata de neutralizarlos. En Massachusetts hay una presión social cada vez mayor para que las empresas –del transporte y eléctricas primordialmente– cumplan los compromisos establecidos. Para el año 2020 cerca de 25 por ciento menos de emisiones respecto de la línea base. ¿Cuál? El volumen de emisiones del año 1990. Esto también lo veremos en otro momento. En vinculación con los compromisos de abatimiento en México y sus posibilidades reales de cumplimiento. Sin duda.

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