Solos o en grupo, se internan en el peligroso y desconocido territorio de las fronteras
Los habitantes más abandonados son quienes tomarán las riendas del país, es preciso rescatarlos |
¿Qué los impulsa a
emprender una aventura semejante? Estudios sobre el tema abundan en
proporción inversa a las so luciones, dejando la puerta abierta para que
miles de niñas, niños y adolescentes intenten o, peor aún, logren
traspasar los límites de su aldea, caserío, ciudad y país en búsqueda de
algo mejor, de un futuro más promisorio que el ofrecido en su propia
tierra. Son los niños emigrantes, aquellos privados de toda posibilidad
de desarrollo en uno de los países más ricos del continente.
Sacrificar a la niñez en aras de la corrupción ha sido una de las
políticas recurrentes durante todos los gobiernos de la era democrática
de Guatemala. Es importante mencionar esto último porque durante las
dictaduras los dados estaban echados, pero las promesas a partir del
renacer democrático se centraron de tal modo en los derechos de la
niñez, como para haber construido una de las plataformas nutricionales,
educativas, recreacionales y sociales perfectas para el desarrollo
integral y óptimo de las nuevas generaciones. Por supuesto, nada de eso
ha sucedido. Desde el minuto siguiente a la toma de posesión de un nuevo
gobierno, el olvido de la niñez ha sido el tono oscuro de todas las
administraciones.
Institutos clausurados, escuelas abandonadas,
maestros mal pagados y peor capacitados ha sido la marca país durante
generaciones. Una universidad estatal que un día fue símbolo de alta
calidad académica cayó bajo el mismo círculo de corrupción, con obvias
consecuencias. La desnutrición crónica infantil se disparó hasta cubrir
con su sombra a enormes sectores de la población menor de 12 años y la
carencia de políticas públicas destinadas a reparar esos agujeros negros
brillan por su ausencia. El sistema de salud pública, también cautivo
de grupos criminales, sobrevive en condiciones paupérrimas por falta de
un presupuesto que se deslizó hacia los bolsillos de unos pocos.
Entonces, ¿cómo es posible criminalizar a la niñez emigrante como si
para ellos emigrar fuera una travesura llevada al extremo? Porque esas
niñas, niños y adolescentes, quienes cruzan las fronteras en condiciones
horrendas de riesgo e indefensión son tratados como delincuentes en
todos los puntos del trayecto. Explotados, violados, hambrientos y
desprotegidos por las autoridades –las mismas que los agreden- carecen
de toda garantía de supervivencia cuando por el contrario, deberían ser
objeto de la mayor protección.
La prioridad ahora es evitar esa
emigración de niñez abandonada. Para lograrlo, la sociedad y el
gobierno en pleno tienen la obligación absoluta de corregir los errores
que han llevado a Guatemala a convertirse en uno de los países con menor
calidad de vida del mundo por causa de la violencia, la corrupción y la
desidia de quienes detentan el poder en los sectores de decisión
política y económica. La vergüenza de ser una de las naciones
“productoras” de emigración infantil ya debería haber hecho reaccionar a
la ciudadanía. Pero esta se ampara en la ignorancia de la verdadera
dimensión de la tragedia para no actuar, dejando el destino de sus
descendientes en manos de los menos calificados.
La niñez y la
juventud son los únicos recursos posibles de reciclaje de un país, son
el nuevo inventario de talentos, constituyen un tesoro potencial de
productividad y desarrollo cuyo desperdicio demuestra cuán poco interesa
a las generaciones actuales el futuro de su patria. El tiempo de
rescatarlos ya ha vencido y ahora es una tarea de la mayor urgencia
actuar con conciencia, empatía y responsabilidad. No es un asunto de
caridad, es un tema de derechos humanos.
@carvasar
Blog de la autora: http:// www. carolinavasquezaraya.com
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