Raúl Romero*
La edición americana del diario El País dedica nuevamente su primera plana a la
Crisis en Venezuela. La fotografía principal es muy llamativa: en lo que pareciera ser un salón de clases, cinco jóvenes –todos hombres–, permanecen sentados sobre sus pupitres. Sus rostros están cubiertos con máscaras antigás y otros objetos. Uno de ellos destaca sobre los demás. Lleva puestos unos tenis color azul de la marca Adidas y en su sudadera, también azul, sobresale en color naranja el símbolo de Nike. Su boca está protegida por un respirador antigás y el resto de su cabeza se encuentra cubierta con una máscara del personaje emblema de The Walt Disney Company, Mickey Mouse. Dos muletas y una pierna vendada terminan por destacar la heroicidad del personaje. La imagen bien podría inspirar a Naomi Klein para hacer un agregado a su célebre libro No logo: el poder de las marcas.
El pie de foto señala que los jóvenes son integrantes de La
Resistencia, un grupo de estudiantes universitarios que protesta contra
el gobierno de Nicolás Maduro. El reportaje que le acompaña,
La rebelión de los encapuchados, se esfuerza en presentarlos como héroes que enfrentan
sin armas letalesal gobierno. Lo que el reportaje no dice, es que son grupos como éste los responsables de prender fuego a 19 personas por considerarlas
chavistas. Nada nuevo en la línea editorial de dicho diario, referente y espacio de opinión predilecto de las derechas de Latinoamérica.
Tampoco es nuevo que se quiera presentar a jóvenes y estudiantes como
el rostro fresco de la oposición en Venezuela. El fenómeno responde a
una estrategia de largo plazo lanzada desde los primeros años de la
Revolución Bolivariana. Veamos.
Luego de que la resistencia popular de aquel país lograra echar atrás
el golpe de estado de 2002, restableciendo a su legítimo gobierno
encabezado por el comandante Hugo Chávez, los organismos estadunidenses
que impulsaron el golpe tuvieron que hacer ajustes en su estrategia. Fue
así como la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos, la
Fundación Nacional para la Democracia, el Instituto Republicano
Internacional, y la Agencia Central de Inteligencia se dieron a la tarea
de invertir millones de dólares para crear y financiar
organizaciones de la sociedad civilque reclutaran nuevos cuadros. El sector juvenil y estudiantil tuvo prioridad.
Eva Golinger, una de las especialistas más documentadas sobre las
políticas injerencistas de EU contra Venezuela, escribió que el
Instituto Albert Einstein había entrenado a estudiantes y jóvenes
venezolanos, así como a otros miembros de la oposición, para que, usando
el discurso de la no violencia, los derechos humanos y la libertad de
prensa; desarrollaran habilidades para
restaurarla democracia en Venezuela. Dicho instituto reconoció estos hechos en su reporte de actividades 2000-2004.
Tanto el instituto como su gurú Gene Sharp y uno de sus principales
operadores, el coronel retirado Robert Helvey, han estado varias veces
bajo el escrutinio de periodistas y analistas políticos. Se les acusa de
apoyar luchas que favorecen a los intereses de los gobiernos de EU.
También se les ubica como los principales referentes teóricos y
prácticos de las
revoluciones de coloreso
golpes suaves. Públicamente Sharp ha negado que él o su instituto reciban financiamiento de gobiernos, pero guardan silencio cuando se les asocia con financiadoras y organizaciones que median entre el gobierno de EU y el instituto. Además, Sharp y su instituto también ocupan a sus antiguos alumnos destacados para recibir financiamientos y entrenar nuevos cuadros. Así lo admitió Srda Popovic, alumno de Sharp y fundador del movimiento serbio Otpor, artífice del derrocamiento del presidente de la entonces República Federal Yugoslava. Popovic también ha aceptado más de una vez trabajar con la oposición en Venezuela.
Por su parte, Roberto Alonso, otro militante antichavista y
fundador –desde Miami– del Movimiento de Resistencia Nacional de
Venezuela, ha dicho que su corriente se inspira en las doctrinas de
Sharp, al tiempo que se adjudica la creación de las guarimbas,
expresiones organizativas que entre 2013 y 2014 provocaron la muerte de
cientos de personas, esto según denuncias del Comité de Víctimas de las
Guarimbas y el Golpe Continuado.
Algunos de los cuadros reclutados y entrenados por el instituto de
Sharp fueron, en 2007, los principales líderes del movimiento
estudiantil Manos Blancas, el cual fue ampliamente cubierto por medios
internacionales de comunicación abiertamente antichavistas. Tres de los
principales líderes de aquel movimiento hoy son activos militantes de la
oposición: Yon Goicoechea, ganador del premio Milton Friedman para el
Avance de la Libertad, Freddy Guevara y Stalin González, ambos diputados
en representación de la Mesa de Unidad Democrática.
Basta con echar un ojo a la historia de América Latina y a la
historia reciente de Venezuela para saber quién aviva el conflicto hoy y
está detrás de grupos como La Resistencia. Si quedaran dudas, siempre
será bueno releer los libros y cronologías del gran Gregorio Selser para
entender que las intervenciones de EU en América Latina son una
constante.
El gobierno de Nicolás Maduro enfrenta graves complicaciones, pero
hay que preguntarnos qué proceso que se proponga cambios radicales está
exento de contradicciones. Además, hay que aceptar que si el gobierno de
Maduro se sostiene es porque hay millones de personas organizadas en
colectivos, comunas, sindicatos, etcétera, que le mantienen ahí. Son
ellos y ellas las que desde el inicio han defendido su proceso en las
calles, los que están dispuestos a defender las escuelas, las
casas-habitación, los hospitales y muchos otros logros de su revolución.
Hay que mirar abajo, al pueblo combativo que apostó por la paz por
medio de la Constituyente, ese pueblo que reclama la profundización de
la revolución. Sin duda este es el mejor momento para seguir avanzando
hacia el gran sueño de Chávez: la construcción de un Estado Comunal.
*UNAM
Twitter: @cancerbero_mx
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