A 500 años de la Revolución de Lutero
En 2014 fui invitado a
la Universidad de Heidelberg a una reunión del grupo inicial de
profesores universitarios luteranos que preparaban los festejos del 500
aniversario de la presentación de las 95 tesis de Lutero en Wittenberg.
Había unos 40 profesores alemanes, algunos norteamericanos y brasileños
(ya que en Brasil hay una comunidad importante de la Iglesia luterana).
El argumento que expuse en ese encuentro deseo resumirlo en esta corta
contribución.
Europa, en la así llamada Edad Media, era una cultura aislada,
periférica y subdesarrollada sitiada por el Imperio otomano, por la
civilización islámica que no siendo feudal sino urbana y mercantil se
extendía desde el Atlántico con Marruecos, atravesando los reinos de
Túnez, el sultanato fatimita de El Cairo (y al sur conectando con los
reinos sud-saharianos en Áfri
ca), el
Kalifato de Bagdad (en manos del Imperio otomano), hacia Irán,
Afganistán, los mongoles en el norte de la India, los sultanatos del
sudeste asiático en torno a Malaka, y llegando al Pacífico por la isla
de Mindanao en Filipinas. Además, por sus caravanas, unían Bagdad con
Constantinopla en el occidente, al norte con la Kiev eslava, con El
Cairo al sur, con Kabul y la India hacia el oriente, y por los desiertos
al norte del Himalaya llegan hasta la China. Es decir, el mundo
arabo-musulmán tenía un horizonte continental universal desde el
Atlántico al Pacífico, y Europa era una pequeña península provinciana
occidental secundaria (desde el siglo VII hasta fines del siglo XV) con
unos 70 millones de habitantes (la mitad de sólo China).
El norte de Europa (germánica, tierra de Lutero) debía conectarse a
las altas civilizaciones del continente Euroasiático a través del sur,
es decir gracias a Italia (con sus grandes puertos tales como Venecia,
Génova, Nápoles, Amalfi, etcétera), cuyas naves llegaban a las costas
occidentales del Mediterráneo y de allí el Medio Oriente, accediendo a
la civilización mercantil por excelencia: el mundo musulmán ya descrito.
Es decir, el norte de Europa feudal debía inevitablemente estar unida a
la Roma italiana para no quedarse aislada del sistema económico,
político y cultural euroasiático. El Mediterráneo (pequeño mar
periférico en comparación con el Índico y el Pacífico, que eran llamados
el ‘‘Mar de los árabes’’ y el ‘‘Mar de China’’) era el camino obligado
hacia el centro de todo el sistema: que estaba situado entre la China y
la India (la región más desarrollada en grandes descubrimientos
matemáticos, astronómicos, tecnológicos, económicos, políticos,
etcétera). ¡Europa dormía la siesta feudal!
Por el ‘‘descubrimiento del Atlántico’’ y la ‘‘invasión de América’’
en 1492, efectuada por Europa (por España al occidente, y Portugal al
sur y hacia el oriente), hubo una revolución geopolítica, y el centro
del nuevo sistema-mundo será ahora el Atlántico norte (sólo en este
siglo XXI el Pacífico comienza a recuperar su antigua centralidad). El
origen simultáneo de la Modernidad, del capitalismo, del colonialismo,
del eurocentrismo y de muchos otros fenómenos debe ver con los nuevos
ojos de la ‘‘descolonización epistemológica’’; es decir, desde una total
nueva visión del mundo y de la historia que supere la fetichización de
lo explicado desde el eurocentrismo desapercibido de las ciencias, en
especial de las ciencias sociales hoy vigentes aun en América Latina.
Y bien, la hipótesis que deseamos proponer consiste en lo siguiente:
Martín Lutero (1483-1546) hubiera sido un heresiarca intra-europeo
medieval sin significación mundial, como lo fueron por ejemplo Jan Hus o
Juan Wycliffe, de no haberse situado el nuevo centro geopolítico en el
Atlántico norte. Nunca ningún autor ha propuesto esta hipótesis debido
al unánime y fetichizado eurocentrismo en la interpretación de la
historia mundial (visión que hoy repetimos en América Latina y en todas
nuestras universidades coloniales ‘‘sucursaleramente’’; historia mundial
construida sólo hace dos siglos por los románticos alemanes, y en
especial por Hegel, que pensaba equivocadamente que Europa era el ‘‘fin y
el centro de la historia mundial’’).
En 1517, tres años después que Bartolomé de las Casas comienza la
crítica de la Modernidad al mostrar la injusticia del sistema económico
de la encomienda instaurado por Europa (España) en el Caribe, y más
concretamente en Cuba, es decir, en el naciente colonialismo del Sur
global, Lutero critica a la Iglesia cuya consecuencia fue la separación
del norte de Europa del sur de Europa situada en el Mediterráneo. ¿Cómo
hubiera sido posible una tal separación en la Edad Media de una Europa
sitiada por los Turco otomanos? Y es que separarse de una Roma
localizada geográficamente junto al Mediterráneo era quedar totalmente
aislados del mundo civilizado. Pero gracias a la apertura al Atlántico,
al comienzo del siglo XVI, ese norte de Europa se conectaba por el
Báltico (que antes era el fin del mundo) al nuevo centro del sistema
geopolítico: el Atlántico. Ahora el norte de Europa podía conectarse al
nuevo sistema mundo y separarse del Mediterráneo, del sur de Europa, de
Roma, y esa separación no sólo era posible sino conveniente. La gran
Confederación comercial de la Hansa del Báltico podía ahora conectarse
por el Atlántico con todo el mundo, sitiando al mundo arabo-musulmán
continental desde los Océanos siguiendo la senda de Portugal y España.
La iglesia cristiana germánica del norte de Europa podía
declarar su autonomía, gracias al Báltico abierto al Atlántico, de la
iglesia cristiana latina del Mediterráneo, que dejaba de ser el centro
de la Europa feudal medieval. Nacía también en el sur mediterráneo una
nueva iglesia (obsérvese lo que digo: nueva) moderna, que tenía como
respaldo la primera cristiandad colonial: la Cristiandad de las Indias
occidentales (Latinoamérica), que con el sur latino mediterráneo de
Europa y Francia constituirán en torno al Concilio de Trento (1545-1563)
a la Iglesia católica, que será también nueva (o al menos no será
meramente medieval) como la Iglesia luterana, y después calvinista,
anglicana, evangélica, presbiteriana, etcétera. Todas serán iglesias
modernas, son Cristiandades (es decir, iglesias articuladas a los
estados modernos, y jugando la función al mismo tiempo de religión y
fundamento cultural o ideológico del Estado). El Kierkegaard (luterano
dinamarqués) y Marx (judío bautizado en su niñez como luterano alemán)
se levantaron contra estas Cristiandades protestantes (que para
Kierkegaard invertían, es decir, negaban el cristianismo primitivo, y
que para Marx, en el caso especial del calvinismo principalmente inglés
de A. Smith, fundaban, como lo pensaba Hegel, al Estado con la religión y
al capitalismo con una inversión del Evangelio cristiano primitivo).
Lutero, como puede verse, fue un reformador del cristianismo medieval
y abrió la puerta a un cristianismo moderno. La llamada Contra Reforma
(en especial los jesuitas) fue la otra cara del mismo fenómeno, que
estaba igualmente muy lejos del cristianismo primitivo. La llamada
Teología de la Liberación contemporánea y latinoamericana (siendo
América Latina la única cristiandad colonial) significa un nuevo
movimiento de profunda transformación en la historia del cristianismo,
ya que vuelve al cristianismo primitivo para, en primer lugar, invertir
la inversión de la Cristiandad (que se inicia con Constantino en el
siglo IV, cuando de perseguido y crítico el cristianismo es transformado
en el fundamento de la dominación de los esclavos del Imperio romano o
de los siervos del feudalismo en el Sacro Imperio germánico). Y para, en
segundo lugar, invertir la segunda inversión del cristianismo en el
caso de las Cristiandades europeas que se tornan metropolitanas,
modernas, colonialistas (desde finales del siglo XV; es decir, las
cristiandades española, francesa, inglesa, dinamarquesa, etcétera, y hoy
norteamericana; de las iglesias católica, luterana, calvinista,
evangélica, etcétera). Esta crítica surge desde sus colonias,
neocolonias o naciones explotadas del Sur global.
Lutero cobró entonces significación mundial, y no meramente
provinciana como otros críticos cristianos medievales, por la función
que cumplirá el norte de Europa al conectarse al Atlántico, pudiendo
separarse de Roma, y después producir la Revolución industrial y la
Ilustración en el siglo XVIII. ¿Quién hubiera pensado que el
descubrimiento del Atlántico por parte de Europa (en primer lugar
España), y la mera irrupción de Nuestra América en la historia mundial,
fue la condición de posibilidad geopolítica de la importancia global de
Lutero del que en este año 2017 recordamos sus 500 años?
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