Desde
la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el Comando Sur de Estados
Unidos consideró como una 'nueva amenaza' para la seguridad nacional
estadounidense la aparición del 'populismo radical', al que se sumaron
posteriormente Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
"Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos" (Eduardo Galeano, 1940-2015)
Casi dos décadas después, Washington y sus 'guerreros mediáticos de la pluma' han puesto en serios aprietos a Venezuela y después, paulatinamente, a Bolivia y Ecuador. Sin embargo, este modelo sigue vivito y coleando en Nicaragua, donde se ha logrado un consenso de convivencia entre el Gobierno y los empresarios.
El secretario de la Confederación de Sindicatos de zona franca, Pedro Ortega, afirmó que "hay retroceso en la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores en este Gobierno, por lo que se han quedado sin fuerza muchos convenios colectivos". Y no podría ser de otra forma, pues la historia demuestra que cada consenso entre el Gobierno y el sector empresarial trae directa o indirectamente la reducción de los derechos de los trabajadores y de su capacidad adquisitiva. Daniel Ortega lo sabe perfectamente, pero estos arreglos unilaterales le dan al Gobierno un cierto y limitado espacio de tiempo y tranquilidad social hasta que los trabajadores se den cuenta de la injusticia y la lucha comience de nuevo.
Lo irónico es que, cuando Nicaragua recibe ayuda de EEUU o la Unión Europea, la prensa globalizada lo considera como algo positivo, pero cualquier ayuda de Rusia significa un peligro para la seguridad nacional norteamericana o europea.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
Casi dos décadas después, Washington y sus 'guerreros mediáticos de la pluma' han puesto en serios aprietos a Venezuela y después, paulatinamente, a Bolivia y Ecuador. Sin embargo, este modelo sigue vivito y coleando en Nicaragua, donde se ha logrado un consenso de convivencia entre el Gobierno y los empresarios.
De
acuerdo a la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez, en Nicaragua se ha
establecido "un absoluto compadrazgo entre el sector empresarial y el
Gobierno de Daniel Ortega. A diferencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador,
donde los empresarios no están dispuestos a someterse al Socialismo del
Siglo XXI, en Nicaragua no hay empresarios disidentes y todo el sector
empresarial
está contento
con Ortega… y todo el mundo está interesado en que las cosas sigan
igual y los pocos que quieren un cambio no reciben el apoyo". La
popularidad del actual presidente de Nicaragua del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN), siete veces candidato presidencial y cuatro
veces presidente y aliado incondicional de la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América (ALBA), se le atribuye a los efectivos
programas sociales gestionados por su Gobierno.
Actualmente,
Nicaragua está viviendo una sólida estabilidad económica y, según la
Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Banco Mundial (BM) y
el Fondo Monetario Internacional (FMI), este año Nicaragua
mantendrá su crecimiento
económico hasta el 4,6%, superando a los demás países centroamericanos a
excepción de Panamá. Una de las más prestigiosas e influyentes
calificadoras, Moody's Investors Service, decidió mantener a Nicaragua
en la categoría B2 con perspectiva estable, lo que da una señal clara a
los inversionistas de que pueden confiar en este país debido a su
sostenido crecimiento económico, altos niveles de inversión extranjera
directa, bajos déficits fiscales y un diálogo estable entre el Gobierno y
el sector privado.
Debido
a las ayudas sociales del Gobierno y la colaboración empresarial, la
pobreza en Nicaragua registró una disminución en los últimos 10 años del
42,5% al 29,6%, y la pobreza extrema bajó del 14,6 al 7,6% según los
datos oficiales. Sin embargo, en el campo, aproximadamente el 60% de la
población continúa siendo pobre, lo que obligó al Gobierno a actualizar
el Plan Nacional para el Desarrollo Humano hacia 2020. Para ponerlo en
marcha, Daniel Ortega aprendió a utilizar todas las posibilidades que se
le presentan. Dicen sus detractores que Ortega tiene ya 'maestría y
doctorado' en el arte de sobrevivir, superando a Hugo Chávez, Rafael
Correa y Evo Morales.
Durante los 10 años en el poder, aprendió
que no valía la pena pelear con Estados Unidos, la iglesia y los
empresarios en esta época moderna. Entonces, como lo explica la
politóloga Gloria Álvarez, "en vez de pelear con EEUU, Ortega les abre
las puertas para que puedan hacer la inversión que quieran y en lugar de
pelearse con la Iglesia católica, cada vez que regala una bolsa de
frijoles o de arroz, mete una estampita de la virgen", lo que les agrada
a los sacerdotes. También Ortega supo hacer las paces con los
empresarios, convirtiéndolos en socios del Estado.
Lo
que no dice Gloria Álvarez es que Daniel Ortega supo delimitar por el
momento el grado de influencia de Washington en las decisiones del
Gobierno nicaragüense y no le permitió inmiscuirse en las estrechas
relaciones de Nicaragua con los países integrantes del ALBA. También el
presidente Ortega ha logrado restringir la influencia de la iglesia en
el quehacer del Gobierno y en su ideología del socialismo del siglo XXI.
Hizo participar a los empresarios en los programas sociales formando
'alianzas y consensos' con el sector privado nicaragüense. Durante una
reciente conferencia anual de la Asociación de Cámaras de Comercio
Americanas de América Latina y el Caribe (AACCLA), la aparición de
Daniel Ortega fue recibida con un estallido de aplausos.
En su
intervención, Ortega explicó que en el actual "modelo de desarrollo de
Nicaragua, las leyes se negocian con los empresarios y los banqueros,
que antes eran tomados por sorpresa". Lo que no mencionó Ortega fue el
rol de los trabajadores en la definición de las leyes nacionales, lo
único que recalcó fue que en el país se logró una "unidad de
empresarios, trabajadores y el Gobierno". Como retórica, esta frase
suena bien, pero, en la práctica, la realidad es algo diferente y lo
confirma el procurador laboral José Antonio López, al declarar que "hay
contubernio entre el poder judicial y el Estado para favorecer al
empleador en detrimento de los derechos adquiridos por los trabajadores
y, en especial, perjudicando a los operadores de la maquila.El secretario de la Confederación de Sindicatos de zona franca, Pedro Ortega, afirmó que "hay retroceso en la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores en este Gobierno, por lo que se han quedado sin fuerza muchos convenios colectivos". Y no podría ser de otra forma, pues la historia demuestra que cada consenso entre el Gobierno y el sector empresarial trae directa o indirectamente la reducción de los derechos de los trabajadores y de su capacidad adquisitiva. Daniel Ortega lo sabe perfectamente, pero estos arreglos unilaterales le dan al Gobierno un cierto y limitado espacio de tiempo y tranquilidad social hasta que los trabajadores se den cuenta de la injusticia y la lucha comience de nuevo.
Mientras
tanto, no hay escasez de productos en Nicaragua, no hay colas ni caos, y
la violencia está bien controlada por el Gobierno, fortaleciendo la
seguridad ciudadana. El pueblo en general está satisfecho y
prácticamente nadie quiere cambios. Lo que más preocupa a la gente es la
posibilidad de que Donald Trump recorte fondos para Nicaragua. Ya es de
conocimiento público que el presidente de EEUU, para subir los gastos
militares en 54.000 millones de dólares, ha mandado al Congreso el
presupuesto recortando unos 38.000 millones de dólares del Departamento
de Estado y de la USAid. El presupuesto de ayuda a Latinoamérica sufrió
el recorte más drástico en comparación con Asia, África y Oriente Medio,
y fue reducido a 1.100 millones de dólares, lo que implica el poco
interés que tiene la actual administración en Latinoamérica y, por
supuesto, en Nicaragua.
La ayuda a Nicaragua se reducirá a 200.000
dólares en vez de 9,8 millones de dólares. En realidad, lo que el país
dejará de percibir representa una cantidad insignificante tomando en
cuenta que el Producto Bruto Interno (PBI) del país es de 13.200
millones de dólares. Lo que se teme es la aprobación por el congreso
estadounidense de la Ley Nicaraguan Investment Conditionality Act,
llamada popularmente Nica Act. La iniciativa establece que la política
de EEUU en relación a Nicaragua debe estar sustentada en apoyo al Estado
de Derecho y un poder judicial y electoral independientes. Todo este
contexto, en realidad, es una retórica que podría convertirse en
sanciones si es que Trump presta atención al acercamiento de Nicaragua a
China, Irán y, en especial, a Rusia.
©
Sputnik/ Mikhail Voskresensky
El Gobierno de Vladímir Putin
intensificó las relaciones
con Nicaragua después de su visita al país en julio de 2014. Durante
los siete años anteriores, Rusia brindó un fuerte apoyo financiero al
sector público, envió ayuda humanitaria a Nicaragua de 200.000 toneladas
de trigo, 550 taxis Lada y 520 buses para el sector público. También
entregó al país equipos para el Sistema Nacional de Prevención de
Desastres. En 2016 entró en funcionamiento la primera y única Planta de
Producción de Vacunas Mechnikov en América Central, cuya construcción
fue financiada por Rusia y Nicaragua.
Desde el 2015, el Gobierno
de Nicaragua comenzó la adquisición de armamento ruso, interesado
especialmente en dos barcos de misiles Molina y cuatro lanchas rápidas
Mirash para reforzar su territorio marítimo en el mar Caribe. Y esto
después de que la Corte Internacional de Justicia se pronunció a favor
de Nicaragua en su juicio contra Colombia, otorgándole 90.000 kilómetros
cuadrados del mar Caribe. También el país recibió de Rusia 50 tanques T-72 y varios aviones de combate y entrenamiento Yak-130.Lo irónico es que, cuando Nicaragua recibe ayuda de EEUU o la Unión Europea, la prensa globalizada lo considera como algo positivo, pero cualquier ayuda de Rusia significa un peligro para la seguridad nacional norteamericana o europea.
Si agregamos a esto la construcción por Rusia del centro para operar 24 satélites rusos del
Sistema Glonass
(alternativa rusa al GPS), ya podemos imaginar todas las acusaciones de
espionaje involucrando a Rusia por los paranoicos políticos y hombres
de medios globalizados de comunicación occidentales, que nunca acusan a
los Centros GPS norteamericanos de espionaje. Pero la vida sigue
adelante y los cuatro Centros Glonass ya están funcionando en Brasil,
tres en Antártida y uno en Sudáfrica. Simplemente Rusia tiene el mismo
derecho de instalar su sistema en cualquier país del mundo con la
autorización de los Gobiernos correspondientes.
Nicaragua es uno
de estos países que buscan diversificar sus relaciones incluyendo a
Rusia, a pesar del descontento de Washington, cuyos intereses en este
momento están lejos de Managua y más concentrados en México, Venezuela y
Cuba. Pasará mucho tiempo para que sus 'especialistas' en caos y
violencia presten atención a Daniel Ortega y a su 'populismo', que ya no
es tan 'radical' como lo era hace una década, pues nada es estático
excepto los intereses nacionales de cada país.LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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