Un asesor financiero de uno de los bancos más grandes del mundo en Wall Street comenta a La Jornada que el momento político estadunidense se puede resumir en una sola frase:
Estamos viviendo en una república bananera.
Varios de los elementos clásicos de un régimen autoritario y corrupto
están presentes: la instalación de miembros de la familia del
presidente Donald Trump en puestos clave –sobre todo su hija Ivanka y su
yerno Jared Kushner– a pesar de su nula experiencia en gobierno, los
ataques y humillaciones públicas contra su equipo si percibe que éste no
cumple con su labor básica de proteger a esa familia e impulsar sus
deseos personales. A esto se suma el desconocimiento y hasta burla de
normas y prácticas de ejercicio democrático de su poder, el uso de la
mentira y de tácticas orwelianas para proclamar qué es verdad y qué no, y usar el gobierno para promover sus negocios, entre tanto más.
Una de las muestras más extraordinarias de esto fue la reunión de su
gabinete hace poco más de un mes, donde permitió que las cámaras de
prensa grabaran un ejercicio casi obsceno en el cual uno por uno sus
secretarios fueron obligados a elogiarlo y expresar que trabajar con
Trump es
un gran privilegioy un
honor, y hasta una
bendiciónpor la que sienten
profunda gratitud. Nunca nadie había sido testigo de algo tan vergonzoso en una cita del gabinete.
La otra muestra de esto es algo casi cotidiano, un narcisismo
ilimitado: “Ningún otro presidente ha logrado lo que yo…”, cosa en la
que ha insistido más de una vez, así como en su afirmación de que él
tubo más apoyo popular que nadie.
La semana pasada estuvo repleta de ejemplos de ese ejercicio
platanero (disculpas a los plátanos inocentes). En una entrevista con The New York Times
hace unos días, el presidente humilló a su procurador general Jeff
Sessions, no sólo al reprobar su testimonio ante el Congreso, sino hasta
decir que no lo hubiera nombrado a su puesto si hubiese sabido que se
apartaría de la investigación sobre la mano rusa en la elección. Pero
tal vez lo más notable fue su amenaza insinuada de que preveía correr al
fiscal especial Robert Mueller, ahora encargado de la investigación
sobre la interferencia rusa y posible colusión con los Trump en la
elección presidencial. A la vez, advirtió abiertamente que si Mueller se
atreve a incorporar los negocios de la familia Trump en su
investigación, eso sería inaceptable.
En medio de este drama, su vocero Sean Spicer sorpresivamente
renunció el pasado viernes, supuestamente en protesta contra el
nombramiento del nuevo director de comunicaciones de la Casa Blanca,
Anthony Scaramucci –un financiero sin experiencia, quien antes se oponía
a Trump, apoyaba a Jeb Bush y hasta a Hillary Clinton (esos mensajes
los ha borrado). Spicer será recordado no sólo por su inmensa ineptitud,
su agresividad contra la fuente que cubre la Casa Blanca y su papel
como el portavoz leal del gobierno más mentiroso en tiempos modernos (Washington Post
calcula que Trump ha mentido o declarado algo engañoso 4.6 veces al día
en promedio desde que llegó al cargo), sino por el resto de su vida
debido a la devastadora parodia de él que encarnó la comediante Melissa
McCarthy (aquí un ejemplo).
El nuevo director de comunicaciones de la Casa Blanca este fin
de semana afirmó –como la ha hecho Trump repetidamente– que el gran
problema no es el posible escándalo de conspiración entre el equipo
electoral de Trump y los rusos, sino las filtraciones sobre todo esto, y
advirtió que cesará a cualquiera de su equipo que sea sospechoso de
enviar datos a los medios.
Ahora, Washington Post se había enterado de que el equipo de Trump está
investigando a los investigadorespara armar una contra ofensiva para descalificar a los que encabezan la indagatoria, empezando con Mueller.
Mientras tanto, el hijo del presidente, Donald junior, su yerno y el
ex jefe de campaña, Paul Manafort, entre otros, están citados para
comparecer o ser entrevistados con diferentes comités del Congreso que
también continúa con sus investigaciones.
En medio de todo eso, el Post reveló que las agencias de
inteligencia intervinieron comunicaciones entre Sessions y el embajador
ruso en Washington, en las cuales abordaron temas electorales, una vez
más comprobando que el procurador general mintió ya varias veces,
primero sobre si tuvo o no reuniones con oficiales de Rusia (por
encubrir eso fue obligados a apartarse de la investigación) y ahora de
que no habló sobre esos asuntos. Trump pareció confirmar la veracidad de
esta noticia al acusar que fue basada en
filtraciones ilegales, algo que
se tiene que acabar.
Este fin de semana, por tuit, Trump continuó asombrando a Washington y
a sus guardianes del orden, al afirmar que él tiene, como presidente,
poder pleno de indultar a toda su familia y colaboradores, incluso a sí
mismo, pero que eso es irrelevante, argumentó, porque nadie ha hecho
nada malo.
Con ello, detonó todo un debate legal si un presidente puede ser
penalmente acusado mientras esté en funciones y si puede indultarse a sí
mismo. No hay precedente de ninguna de las dos cosas. Un trío de
experto legales comentaron que
ni el Papa se perdona a sí mismo.
Pero el hecho de que ésta sea la pregunta –junto con el juego
constante de apostar sobre cuánto durará este presidente– a sólo seis
meses de que Trump y su familia ocuparan la Casa Blanca– ya lo dice
todo.
Aquí se tiene que enfatizar que mientras casi toda la atención se
enfoca en eso, la Casa Blanca y los republicanos impulsan el
desmantelamiento de programas de asistencia social, normas ambientales y
laborales, incrementos al presupuesto militar, promoción de medidas
para reducir de manera masiva los impuestos sobre los más ricos y un
incremento de 40 por ciento en deportaciones de inmigrantes comparado
con el periodo anterior –es decir, la agenda política real avanza a
pesar de todo este circo.
Mientras tanto, aquí dentro del autoproclamado
faro de la democraciaen el mundo surge tal vez la república bananera más grande y poderosa de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario