David Brooks
La Jornada
“Trump está atrapado en una caricatura de masculinidad que corroe su juicio…”, escribió la columnista Maureen Dowd en el New York Times. Esto,
debido a que después de presentarse como un gran negociante que firma
acuerdos, es él quien no logra la contrarreforma de salud ni mejora la
relación con Rusia, entre otros asuntos. La imagen del jefe de la Casa Blanca, en un aeropuerto de Nueva York, hace unos díasFoto Afp
El dicho de que “Washington es show business para
la gente fea” (la otra versión es que Washington es el Hollywood para
gente fea) se comprobó esta semana, cuando lo feo imperó sobre todo lo
demás.
Los insultos, las ofensas y majaderías que brotaron en público desde
la Casa Blanca no se limitaron sólo al vocabulario, sino a acciones y
hechos. Nunca se ha visto algo parecido, en público, en el ágora
político.
Para intentar hacer un breve resumen, la semana empezó con la
humillación pública del presidente al procurador general Jeff Sessions y
al director de la FBI y continuó con un discurso crudo ante decenas de
miles de boy scouts y sus familias que fue tan extremo que, ante la ola
de ira y crítica de líderes y padres de familia, el director ejecutivo
de esa sagrada organización se vio obligado a emitir una carta de
disculpa por lo dicho por el presidente. Concluyó con jefes de policía
de todo el país condenando su invitación a la brutalidad policiaca y
culminó con un insulto colectivo a toda la bancada republicana del
Congreso.
Se ven como tontos, escribió Trump en Twitter el sábado, al referirse a los senadores republicanos después de que fracasaron en aprobar una contrarreforma de salud, y hasta dijo que si no lo intentan de nuevo, ahora mismo, serían unos cobardes.
En medio de todo eso, Trump expulsó al jefe del gabinete después de
una agresión verbal del recién llegado director de comunicaciones
Anthony Scaramucci –quien ha sido bautizado como el mini-me del presidente–, quien declaró que estaba por
chingarsea su rival, y al mismo tiempo arremetió contra el estratega político de la Casa Blanca, Steve Bannon, con una alusión al acto sexual de un contorsionista. Ah, sí, y habló de
matara personas dentro del gobierno que se atrevieran a filtrar información a los medios. Con ello quedó de manifiesto el verdadero vocabulario pornográfico del poder en este momento.
Las acciones impulsadas no eran menos feas que las palabras: el
objetivo principal de la semana –el cual fracasó por ahora– era anular
la reforma de salud implementada por Barack Obama con el deseo explícito
del presidente y del liderazgo republicano de dejar a hasta 32 millones
sin seguro mientras se realizaba un traslado fabuloso de riqueza de los
pobres a los ricos por medio de un mecanismo para reducir
dramáticamente los impuestos y transferir fondos públicos a los mercados
privados de salud. Claro, afirmaban apasionadamente que era para el
bien del pueblo.
Por otro lado, mientras casi todos se enfocaban en el horror y la
comedia del circo en la cúpula, la Cámara de Representantes promovió
medias para elevar el gasto militar y continuar con las guerras eternas
de este país alrededor del mundo. Algunas de éstas en Irak y Siria,
ahora, desde la llegada de Trump, están cobrando más vidas civiles que
nunca. Desde 2014 han perecido por lo menos 4 mil 700 civiles, incluidos
casi mil niños, en ataques aéreos según el grupo de vigilancia Airwars
(https://airwars.org). Más aún, Trump, junto con la cúpula política de
ambos partidos, continuaron con su deporte bélico repleto de amenazas y
medidas intervencionistas contra Irán, Rusia, China, Corea del Norte y
Venezuela.
Ese mismo paquete presupuestal incluye el primer enganche para
el muro fronterizo con México –1.6 mil millones de dólares– que es
parte de la política antimigrantes que todos los días rompe familias,
deja abandonados a menores de edad, aumenta el clima de terror e invita a
un incremento dramático de crímenes de odio contra inmigrantes y
minorías por todo el país. Las lágrimas están inundando calles,
innumerables comunidades inmigrantes, escuelas, hogares, sitios de
trabajo, iglesias y más.
Todo esto mientras se reporta el caos dentro de la Casa Blanca
(asombra cuántos funcionarios han sido despedidos o expulsados en sus
primeros seis meses) encabezada por un malcriado vanidoso que
aparentemente no aguanta que le digan que es débil o que no puede hacer
lo que se le antoje. O sea, un bully clásico.
“Trump está atrapado en una caricatura de masculinidad que corroe su
juicio… Pero después de toda su fanfarronería de ser un gran negociante
que sella el acuerdo, es el presidente Trump quien no la puede hacer”,
sobre la contrarreforma de salud, o la relación con Rusia, y más,
comenta la columnista Maureen Dowd, en el New York Times, quien concluye que el verdadero débil en Washington es Trump.
Hace unos días, Trump declaró en un discurso:
A excepción del gran Abraham Lincoln, yo puedo ser más presidencial que cualquier presidente que haya ocupado este puesto. Sólo él lo cree, ya que en los sondeos, mayorías opinan justo lo opuesto, y al parecer, también los boy scouts, jefes de policía, legisladores, ni hablar de la gran mayoría que voto en su contra, y los millones que lo han expresado, incluso a veces en las calles de este país, a lo largo de su primer semestre.
El legendario periodista Carl Bernstein –quien junto con Bob Woodward
fueron los que destaparon el escándalo de Watergate que llevó a la
renuncia de Nixon– comentó en un tuit después del despido más reciente
de la Casa Blanca que “el problema no es el jefe del gabinete. El
problema –peligroso más allá que de cualquier presidencia moderna– es el
presidente”.
Por otro lado, los cosas son tan extraordinarias que no pareció
exagerado que un periódico nacional publicara un artículo de opinión con
el título
¿Que hacemos si Trump verdaderamente está loco?, firmado por el destacado periodista Dana Milbank en el Washington Post. El mismo señala que hace unos días, dos senadores, sin darse cuenta que su micrófono estaba prendido, comentaron:
yo creo que está loco, dijo el senador demócrata Jack Reed, a lo que su colega republicana Susan Collins respondió:
estoy preocupada.
Pero vale subrayar que no es sólo Trump, sino sus cómplices en las cúpulas políticas y económicas del país, que también son
responsables de este momento.
La coyuntura es peligrosa, preocupante y fea. Por eso, tal vez para
resumirla se tiene que recurrir a esos garabatos que usan en las
historietas para las expresiones indecentes.
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