William I. Robinson*
La Jornada
La decisión del gobierno de Estados Unidos de renegociar con México el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido interpretada por la mayoría de los comentaristas como la salva de arranque de una nueva oleada de proteccionismo estadunidense. Pero el discurso público de Donald Trump no debe confundirse con la esencia del programa económico de su gobierno y las probables políticas comerciales. Una explicación mejor para la renegociación reside en la transformación de la economía estadunidense y global en los años posteriores a la puesta en vigencia en 1994 del TLCAN.
La región económica de EU forma parte de un sistema globalizado de producción y finanzas. Las élites políticas y económicas estadunidenses no podrían desenmarañar a Estados Unidos de la vasta red de cadenas de subcontratación y outsourcing que caracteriza la economía global. Trump y los multimillonarios que conforman su gabinete son parte de la clase capitalista trasnacional. El imperio empresarial de Trump se extiende sobre el mundo, incluyendo fábricas en México que se aprovechan de la mano de obra barata para exportar a EU gracias a las disposiciones del TLCAN.
Trump atacó al TLCAN durante su campaña electoral como parte de su estrategia de obtener una base social entre sectores de la clase obrera estadunidense, desproporcionadamente blanca, quienes enfrentan los estragos de la globalización capitalista. Pero más allá del discurso público, no hay nada populista en las políticas que hasta la fecha el gobierno de Trump ha planteado. El Trumponomicos abarca la desregulación total, recortes del gasto social, el desmantelamiento de lo que aún queda del estado de bienestar social, las privatizaciones, la reducción de los impuestos a las corporaciones y los pudientes, y una expansión de los subsidios estatales al capital, en fin, el neoliberalismo en esteroides.
Cuando fue negociado el TLCAN a principios de los noventa, las compañías más grandes en EU eran la automotriz, la de electrodomésticos y la de máquinas-herramientas, mientras la manufacturera aún impulsaba la economía. Al momento que el TLCAN entró en vigencia, la Organización Mundial de Comercio (OMC) aun no existía, pocas personas utilizaban Internet, las computadoras apenas entraban en uso generalizado y no existía la economía digital.
Las negociaciones del libre comercio tuvieron en aquel entonces como objetivo principal el establecimiento de un sistema globalizado de producción por medio del levantamiento de las barreras nacionales al movimiento transfronterizo de los bienes. Esto fue logrado gracias al TLCAN, junto con la creación de la OMC en 1995, y la subsiguiente aprobación, entre 1995 y 2016, de 400 convenios comerciales internacionales, de acuerdo con los datos del OMC.
Pero desde que el TLCAN y la OMC entraron en vigencia la economía global ha seguido su proceso de desarrollo y transformación. En particular, la trasnacionalización de los servicios y la emergencia de la llamada economía digital y de datos –incluyendo las comunicaciones, la informática, la tecnología de plataforma y digital, el comercio electrónico, los servicios financieros, y un sinfín de otros productos no tangibles que requieren protecciones de propiedad intelectual– se ha colocado al centro de la agenda global. El crecimiento mundial del comercio en servicios ha superado por mucho el de los bienes en el último cuarto de siglo. Ya para 2017, los servicios representaban aproximadamente 70 por ciento del producto mundial bruto.
Estados Unidos lidera el camino en el desarrollo de la economía digital y los servicios representan el reglón de exportaciones que mas rápidamente crece. EU registró en 2016 un déficit comercial de 750 mil millones de dólares con el resto del mundo en cuanto a exportaciones de bienes. Sin embargo registró ese año un superávit de 250 mil millones de dólares en la venta de servicios. En 2016, EU tuvo un déficit comercial con México de 64 mi millones de dólares en concepto de bienes, pero registró un superávit de casi 7 mil millones de dólares en el comercio de servicios con ese país, de acuerdo con los datos de la oficina del representante de comercio de Estados Unidos.
Por su parte, México rápidamente realiza una transición hacia la economía digital. El valor de los servicios de la informática en 2016 ascendió a 20 mil millones de dólares y se espera que éste se vaya incrementando año por año en 15 por ciento. Los empresarios mexicanos de la alta tecnología se vanaglorian del surgimiento de los valles de silicio en la Ciudad de México y en Guadalajara, las dos metrópolis más grandes del país.
El TLCAN no incluía disposiciones relacionadas con el comercio digital. Además, no incluía estipulaciones en cuanto a las empresas estatales y el sector energético mexicano, ni tampoco obligó a México a reformar su código laboral. Aunque el gobierno de Enrique Peña Nieto ha permitido la participación de las compañías energéticas extranjeras en la exploración y la producción por primera vez desde que el país nacionalizó el petróleo en 1938, el sector energético en su mayor parte aún sigue siendo nacional y público. Y los sucesivos gobiernos neoliberales no han podido avanzar mucho en sus esfuerzos por reformar el código laboral y levantar las regulaciones en cuanto a la contratación de los trabajadores con el fin de flexibilizar a la mano de obra.
El representante estadunidense de comercio Robert Lighthizer fue explícito en declarar que el objetivo de la renegociación es
modernizary
actualizarel acuerdo. En los últimos 25 años
han cambiado considerablemente nuestra economía y nuestros negocios, dijo,
pero el TLCAN no ha cambiado. Son necesarias –dijo– nuevas disposiciones relacionadas con el comercio digital y la propiedad intelectual. Lejos del proteccionismo, al insistir en renegociar el TLCAN y otros aspectos del régimen comercial global, EU funge para bajar las barreras nacionales al comercio digital y de servicios que constituyen ahora la vanguardia de la economía global, y por tanto Estados Unidos promueve la nueva generación de la globalización.
* Profesor de sociología, Universidad de California-Santa Bárbara
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