Emir Sader
La derecha brasileña ha
engendrado el golpe en contra de los gobiernos del Partido de los
Trabajadores (PT), pero ahora no sabe qué hacer con su gobierno. La
izquierda ha producido a Lula y la derecha no sabe qué hacer con Lula.
La derecha no sabe si intenta seguir con Temer como presidente o si
encara la delicada operación de sustituirlo. Muchos sectores de la
derecha brasileña ya consideran a Temer un cadáver político, pero su mal
olor no ha sido hasta ahora suficiente para que se genere una nueva
unidad entre los golpistas para sustituirlo.
Con Lula la derecha tampoco sabe qué hacer. Puede intentar
condenarlo, con el riesgo de hacerlo todavía más popular y objeto de
apoyo aun más generalizado en el país, como víctima de un proceso sin
fundamento ni pruebas. Y con el riesgo de no lograr mantener la condena y
que el tiro le salga por la culata, de la peor manera para la derecha
brasileña. O tener que enfrentar a Lula como candidato, con todas las
posibilidades de perder de nuevo.
Porque una figura como la de Lula no se elimina así, como le gustaría
a la derecha, mágicamente, mediante una sentencia de un juez de quinta
categoría. Lula ya está inscrito definitivamente en la historia de
Brasil, como su presidente más popular, más importante, de más
trascendencia en la vida de todos los brasileños. Asimismo, Lula es el
más importante líder político de la izquierda contemporánea a escala
mundial.
Cualquiera que sea el desenlace jurídico de los procesos en contra de
Lula, él seguirá siendo el personaje decisivo para el futuro de Brasil.
Sea como candidato favorito y como presidente de Brasil una vez más,
sea como dirigente fundamental para las futuras generaciones en Brasil.
Nada de importante sucederá en Brasil sin la presencia y la posición
determinante de Lula, de tal forma su imagen es omnipresente en el país.
La derecha, muy incomodada, siempre se tendrá que referir a Lula como
su mayor enemigo. La izquierda, como su líder fundamental. Los medios,
como la figura más conocida y reconocida en Brasil. El pueblo brasileño,
porque deposita en él su esperanza y la confianza de volver a
conquistar sus derechos y su autoestima.
La historia brasileña sigue y Lula tendrá en ella siempre un rol
fundamental. Como candidato, tiene todas las posibilidades de ganar de
nuevo y, como él dice, hacer más y mejor en el gobierno. Si le impiden
ser aspirante, su papel será dirigir las fuerzas de la izquierda en sus
combates futuros.
No se puede aprisionar a la esperanza, no se puede condenar la
voluntad del pueblo de retomar el camino de las trasformaciones
democráticas en Brasil. La historia no cabe en una sentencia arbitraria
de un juez fantoche de la derecha y del imperio. El destino de Brasil no
cabe en las campañas de los medios oligárquicos.
Lula y la izquierda brasileña son resultado de las luchas del pueblo
por sus derechos. La miseria, la pobreza, el hambre, la desigualdad, la
exclusión social, producidos por la derecha brasileña a lo largo de los
siglos, que habían hecho de Brasil el país más desigual del continente,
más desigual del mundo, han generado también las luchas por la justicia
social y por los derechos de todos, el liderazgo de lucha y las fuerzas
de la izquierda brasileña.
Por más que intenten descalificar la figura de Lula, por más que
intenten condenarlo, aun sin pruebas, la influencia, la capacidad de
convencimiento de Lula hacia los brasileños sólo aumenta, conforme el
gobierno surgido del golpe intenta deshacer todo lo bueno que hicieron
los gobiernos del PT. Hoy la gran mayoría ya considera, de nuevo, la
cuestión social como la más importante del país. El rechazo al paquete
cruel de proyectos del gobierno Temer es aplastante y, con él, el
incremento del apoyo a Lula, como contraposición a todos los derechos
que se está quitando del pueblo.
La ilusión de que jurídicamente la derecha puede abolir la imagen de
Lula de la cabeza de las personas y el propio Lula como líder político y
de masas de la historia de Brasil es eso: una ilusión. Él soporta
cualquier sentencia, cualquier acusación sin pruebas, pero la vida real
es distinta. El país real se hace con conciencia política, con lucha por
los derechos sociales y por la democracia. En el país real, Lula tiene
un lugar fundamental en la historia pasada, presente y futura de Brasil.
(Para comprobar, la derechista revista Veja hizo una encuesta entre sus
lectores sobre el futuro de Lula y aun en ella el resultado es
elocuente: –Será preso 14 por ciento. –Será presidente de
Brasil 86 por ciento.)
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