Sobre
el tema de la falsa pesificación de la deuda pública uruguaya hemos
escrito ya en varias ocasiones [1]. Periódicamente el economista y ex
funcionario público (subsecretario del Ministerio de Economía y
Finanzas, Director del Banco Central del Uruguay, etc.) Javier de Haedo
se refiere al tema y ensalza esta política, la de “pesificar” la deuda
pública, como la adquisición de un “seguro” ante eventuales
devaluaciones bruscas y el riesgo que la deuda pública nominada en
moneda extranjera supone ante tales eventualidades. “Se
habla mal, en ocasiones por desconocimiento, y a veces por política
partidaria menor. El súmmum del maltrato se da cuando el cóctel combina
desconocimiento e intereses subalternos.
Así,
por ejemplo, se dice que "la deuda pública subió mucho desde 2004" pero
no se analizan los factores que la hicieron crecer. Se dice que "al
desdolarizarse la deuda se contrató un seguro caro", pero se olvida que
todo seguro parece caro hasta que se lo utiliza y que nadie choca su
auto a propósito para cobrarlo. Se dice que "justo se les ocurrió pasar
la deuda a pesos cuando el dólar bajaba" como si fuera posible hacerlo
en otro contexto”
No
sabemos a quien o quienes se refiere el Ec. De Haedo cuando tal dice.
Lo que está claro es que, una vez más, sale en defensa de la actual
política económica en relación a la deuda pública. No analizaremos en
este trabajo la parte referida a la evolución cuantitativa de la deuda
pública y los diversos factores que es necesario considerar para
evaluarla. Diremos simplemente que no alcanza relacionar la misma con el
producto bruto interno (pbi) para obtener un panorama que se acerque a
la realidad. Nos concentraremos en considerar el tema de la supuesta
“pesificación” y sus consecuencias.
Llama
mucho la atención, a estas alturas, que De Haedo se siga refiriendo al
cambio de monedas en la denominación de la deuda pública como
“pesificación”. En efecto: lo que se ha llevado a cabo en estos años ha
sido, en realidad, un cambio de deuda nominada en moneda extranjera,
casi exclusivamente dólares de los EEUU, por deuda en unidades indexadas
(ui). Ésta es una unidad de cuenta creada en 2003, a la salida de la
crisis financiera y de la deuda pública que asoló nuestro país en
aquella época. La ui reajusta diariamente de acuerdo a las variaciones
del índice de precios al consumo que elabora el instituto nacional de
estadística (ine).
NO ES CIERTO, POR LO TANTO QUE LA DEUDA SE PESIFIQUE.
Del
análisis de la deuda pública al 31 de marzo surge que el 59% de la
misma estaba “pesificada”. De ella la mayor parte estaba, directamente,
emitida en ui. Tal es el caso de la emitida por la tesorería en títulos.
De los algo más de 8.000 millones de U$S emitidos en moneda nacional
por el bcu una parte está también denominada directamente en ui. El
resto está emitido en pesos no reajustables. Pero el efecto sobre los
niveles de endeudamiento y las variaciones de la inflación que refleja
el ipc no cambia. Y esto es así porque prácticamente la totalidad de
esta deuda emitida en pesos no reajustables lo ha sido a plazos menores a
dos años. La tasa de interés de estas emisiones (que ha oscilado desde
el entorno del 13% al 15% los primeros 6 meses de este año) capta las
expectativas de inflación que los agentes prevén para esos plazos y le
agrega el interés que pagan los títulos en dólares y ui. Podemos
considerar, por tanto, que toda o casi toda la deuda nominada en pesos
(tal cual lo reflejan las planillas del bcu) es en realidad deuda en
unidades indexadas.
Una aproximación teórica
al estudio de los beneficios-perjuicios relativos de cada variante, o
sea, emitir deuda en moneda extranjera (en la práctica dólares de EEUU)
versus hacerlo en moneda constante (que es el equivalente de deuda
nominada en pesos que reajusta por inflación) indicaría que, desde el
punto de vista del deudor, es mejor la variante en moneda extranjera. Y
esto es así porque el dólar está sometido a un continuo proceso de
depreciación. Esta depreciación está cuantificada, en principio, por la
inflación en EEUU. No existen, prácticamente, períodos de inflación nula
o de deflación en la historia de aquel país. A simple modo de ejemplo
podemos considerar la evolución de los precios de algunos bienes
esenciales para evidenciar el fenómeno. El petróleo crudo que hasta hace
10 años cotizaba por debajo de los 20 dólares el barril ha estabilizado
su precio los últimos 3 años por encima de los 100. El oro que lo hacía
debajo de los 300 dólares la onza troy se ha estabilizado ampliamente
por encima de los 1000. Y así podríamos hacer una lista interminable de
commodities de todo tipo con resultados similares.
Si
estudiamos el tema basándonos en los antecedentes concretos acerca de
la evolución de ambas variables (devaluación e inflación) las
conclusiones son abrumadoras.
Una
deuda de 1000 dólares contraída en dicha moneda en 1969, dejando de
lado los intereses, tendría hoy, obviamente, un valor de 1000 dólares.
Pero
si se hubiera contraído una deuda de 1000 dólares, expresada en pesos
uruguayos de la época, y se los hubiera reajustado por inflación, ésta
equivaldría hoy a tantos pesos como los necesarios para adquirir 12.000
dólares. Dicho de otra forma, entre 1969 y 2014 la inflación marchó
12 veces más rápido que la devaluación. Esto es fácil de comprobar
recurriendo a las planillas correspondientes del ine.
Si
tomamos el cálculo desde el origen de la unidad indexada, comparando
para reducir variaciones bruscas el promedio de dicha unidad del año
2003 con el de los primeros 6 meses de 2014; el resultado no es menos
asombroso: la deuda de 1000 dólares (también excluyendo los intereses)
se ha transformado, al pasarla a pesos uruguayos y reajustarla por
inflación, en una deuda de 2.750 dólares. En este caso se han sumado dos
efectos: la inflación (entre los períodos considerados un factor de
variación de 2,2 enteros) y una revaluación del peso uruguayo en
relación al dólar por un factor de 0,8. [2]
Para
que este trabajo no parezca sesgado en un sentido diremos, también, que
es posible encontrar períodos en que la variación de la inflación es
inferior a la devaluación. Un ejemplo reciente lo vemos al considerar
dos momentos puntuales: marzo de 2013 con junio de 2014. Entre ambas
fechas mientras que el dólar varió su cotización por un factor de 1,19,
la inflación lo hizo por un factor de 1,1. Ambas cifras aproximadas. O
sea, una deuda de 1000 dólares de aquella fecha equivaldría, nominada en
pesos ajustados por inflación a 924 dólares de junio de 2014.
Javier De Haedo nos diría entusiastamente que “el seguro pagó”.
Lamentablemente
la frase implica un grueso error de concepto. En efecto, los seguros
son contratos que se realizan para cubrir la aparición de un fenómeno
posible pero no probable. Su fundamento es que al ocurrir de dicho
fenómeno el asegurado no va a tener recursos para cubrirlo o el mismo va
a poner en riesgo sus finanzas personales o negocio. La diferencia
entre las probabilidades de ocurrencia del fenómeno y la prima que paga
el asegurado representa el margen de ganancia de la compañía
aseguradora.
La
historia demuestra que las devaluaciones bruscas en nuestro país
suceden entre intervalos largos de tiempo. En Uruguay las 3 últimas
ocurrieron, más o menos, cada 10 y 20 años. Y cuando suceden si bien el
tipo de cambio se “adelanta” en relación a la inflación; rápidamente,
ésta se acelera dado el carácter pronunciadamente abierto de nuestra
economía y la relación entre ambas variables vuelve a sus fundamentos:
igual que sucede en su país de origen y en el resto del mundo el dólar
pierde continuamente poder adquisitivo. O sea, contraemos un seguro
carísimo (una deuda que habría crecido 12 veces en dólares entre 1969 y
2014 o 2,76 veces entre 2003 y 2014) para cubrir un riesgo barato, que
se presenta, eventualmente cada 10, 20 o más años, y que después de
aparecer “se cura solo” por el paso del tiempo y la inevitable
equiparación de la inflación con la devaluación.
Podemos
agregar para completar el tratamiento de este asunto que las tasas de
interés a que se emiten los títulos nominados en unidades indexadas (o
pesos a corto plazo) no reflejan significativas diferencias con aquellas
a las que se emiten los nominados en dólares. Una anomalía de mercado
que no sucede, por ejemplo, con los escasos títulos de deuda pública que
emite la tesorería de los EEUU que reajustan por inflación (conocidos
en la jerga como “TRIPS”). Estos sí descuentan la inflación y sus
rendimientos nominales son, en la actualidad, negativos.
El
tema no está sobre el tapete en estos tiempos de campaña electoral. Y
es que hay poderosos sectores económicos que ganan cuando el estado
nacional pierde. En particular el sector financiero integrado a estos
efectos por bancos privados y AFAP's obtienen suculentas ganancias a
través de la tenencia y compra-venta de estos títulos de deuda.
Si
se conocieran con exactitud los orígenes del financiamiento de los
partidos políticos sabríamos las razones de ésta y tantas otras
omisiones en la temática de las campañas electorales.
Notas:
[1]. Ver: a) “PESIFICACIÓN” DE LA DEUDA PÚBLICA
Cuando un Banco Central corrige el rumbo (de cayetano)
b) “PESIFICACIÓN” DE LA DEUDA PÚBLICA
MENTIRA QUE ANTICIPA LA CATÁSTROFE O: QUE NOS LEEN, NOS LEEN. Ambos en www.resonandoenfenix.blogspot. com
[2]. El dólar en 2003 cotizaba encima de los 28 pesos mientras que los primeros
6 meses de 2014 lo hizo a un promedio de 22,70 aproximadamente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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