Voces
El
año pasado una delegación de legisladores y dirigentes sociales
haitianos estuvieron recorriendo Latinoamérica solicitando el retiro de
las tropas invasoras que ocupan su país. En octubre estuvieron en
Uruguay los compañeros Jean Charles Moise, senador de la República de
Haití; Camille Chalmers, Director Ejecutivo de PAPDA (Plataforma
Haitiana por un Desarrollo Alternativo); Antonal Mortime, Secretario
Ejecutivo de POHDH (Plataforma de Organizaciones Haitianas de Derechos
Humanos).
En múltiples ámbitos explicaron el
temprano enfrentamiento de Haití a las potencias coloniales, su
liberación en 1804 y su participación en las luchas de otras regiones
americanas contra el imperio español. Fue el primer país en
independizarse y propiciar una organización internacionalista y de
cambio del modo de producción capitalista imperante.
Esta
osadía le valió la temprana represión de potencias coloniales que
buscaban mantener ese territorio bajo su dominación y evitar la
propagación de su ejemplo al resto de América Latina.
Las
condiciones de vida en ese país eran auspiciosas. Hasta cierto momento
se autoabasteció de la casi totalidad de sus necesidades. Hoy, con la
ocupación militar y la invasión de empresas multinacionales, hasta el
80% del arroz que consumen lo tiene que importar de Estados Unidos, y
han pasado a ser el tercer importador de ese grano en el mundo.
Las tropas invasoras aseguran a multinacionales de Estados Unidos,
Canadá, Francia y otros países colonialistas, la explotación de las
riquezas que quedan en el subsuelo de Haití. La megaminería, la
extracción de bienes comunes y la destrucción del país, social y
materialmente, son apoyadas y sustentadas en la fuerza de los militares
extranjeros que ocupan ese país.
En 2004, cuando se
cumplían 200 años de su independencia de España, se produce la ruptura
institucional con la participación de tropas de Estados Unidos, Canadá
y Francia que expulsan al Presidente Aristide del país. Luego, en
sustitución de aquellos invasores, entraron tropas de ocupación bajo
bandera de Naciones Unidas, compuesta de un extraño contubernio de
ejércitos de países, particularmente latinoamericanos.
En
la nueva forma de imperialismo compartido, en cuanto a la
responsabilidad de reprimir, Uruguay interviene con una importante
cantidad de efectivos y armamento, que es mayor que el de otros países
con más población. Esta participación fue iniciada en el gobierno de
Jorge Batlle y se continúa con los gobiernos del FA a pesar de la
resistencia de organizaciones sociales y políticas. Este abandono de
principios fundamentales para la izquierda hicieron que en el 2005 el
compañero Guillermo Chiflet renunciara a su banca de diputado. Por
similares razones fue obligado a renunciar el diputado Esteban Pérez en
2013. La soledad de los compañeros señala, con contundencia, la
responsabilidad del poder ejecutivo y la complicidad de los
legisladores en esta ocupación militar a las órdenes del imperialismo y
en defensa de sus intereses.
Hoy la situación sigue igual. Haití integra la lista de “estados fallidos” (1) y
por eso se quiere justificar la ocupación con la excusa de ayudar al
pueblo y sustentar una institucionalidad democrática, que, en realidad,
ha sido debilitada: tanto, por Estados Unidos, Canadá y Francia, como
por los países que intervienen en la ocupación.
Las
consecuencias de la presencia de la MINUSTAH (cascos azules de varios
países organizados por Naciones Unidas, bajo la dirección de Brasil)
son desastrosas. Introdujeron el cólera, probadamente por las tropas de
Nepal, que ha matado a más de nueve mil personas y enfermado a más de
setecientos mil, reprimen a la población que quiere expresarse en las
calles, violan a la población indiscriminadamente, como quedó probado
en los juicios que en diversos países se hicieron a los soldados
ocupantes, roban, saquean, matan y la lista puede seguir. Fueron por
seis meses y ya llevan diez años de ocupación y van por más.
En el caso de las tropas uruguayas el presidente Mújica expresó al
senador haitiano Jean Charles Moise, que vino a reclamar el retiro de
la MINUSTAH que “Si fuera por mí me hubiera ido”. Cómo se explica
entonces que Uruguay continúe participando en la ocupación. ¿Acaso
Mujica no es presidente de todos los uruguayos y, por tanto, el
comandante de las fuerzas armadas? En los hechos parece que eso no es
así y hubiera(n) otro(s) que decide(n).
El 15 de noviembre, luego de una reunión con la Presidenta de Brasil, Mújica reiteró en su audición de M24: "También
intercambiamos con la presidenta nuestra visión de Haití, donde desde
hace años intentamos ayudar a una sociedad que ha pasado por hondas
crisis y un terremoto devastador. Concordamos en que no podíamos
transformarnos en una guardia pretoriana. Si el gobierno no
evolucionaba, si no se lograban salidas institucionales y poner a
funcionar una policía interna de Haití, si en diez años no hemos podido
solventar estas cuestiones evidentemente nos parece que el camino tiene
que ser otro". Y continuó diciendo que Uruguay "sigue
manteniendo su decisión de irse y retirará estos días una parte de sus
fuerzas que no va a reponer, y gradualmente esperamos resolver con
rapidez este asunto".
Sin embargo, a pesar de esas declaraciones del Presidente continua la ominosa participación uruguaya en la ocupación en Haití.
Acaso el gobierno desconoce que se siguen llevando a cabo asesinatos
selectivos de luchadores sociales y opositores como por ejemplo el de
el juez Joseph (2013), o el de Daniel Dorsainvil, prestigioso fundador
de organizaciones de DDHH (POHDH) asesinado junto a su compañera Girldy
Lareche, en pleno día a principios del 2014. Y siguen los
encarcelamientos en Penitenciarías sin juicio ni acusación legal alguna
a líderes comunales como Jean Maltunes Lamy.
O ignora el
gobierno uruguayo que no se han dado los pasos mínimos necesarios para
que haya elecciones democráticas. Tal como lo reconoció Sandra Honoré,
la delegada del secretario general de la Naciones Unidas para las
Minustah, ante el parlamento uruguayo: “El gobierno de Haití, desde
hace ya tres años, no convoca a las elecciones que debió realizar,
según la constitución haitiana y gobierna por decreto”.
Cómo se puede plantear medidas humanitarias como ofrecer refugio a
niños sirios que huyeron de la guerra o recibir a personas secuestradas
y torturadas por el gobierno americano en Guantánamo y, a la vez, ser
parte de un ejército de ocupación, una guardia pretoriana, que
garantiza la seguridad y continuidad de la dictadura cívico militar en
Haití con todos los males que esto conlleva para el pueblo haitiano.
Es evidente que la ocupación político-militar de Haití no es ni puede
ser la vía para generar una estabilidad ni una institucionalidad basada
en los derechos del pueblo haitiano. El Senado de Haití ha pedido dos
veces el retiro de las tropas, encuestas recientes señalan que el 89%
de la población de ese país rechaza la presencia de la MINUSTAH y hay
movilizaciones masivas reclamando la democratización del país. En esta
situación reclamamos al gobierno uruguayo el retiro inmediato de las
tropas y el fin de la ocupación y al Presidente Mújica el cumplimiento
de su promesa de retirarse de Haití si no se daban las condiciones para
que hubiera elecciones democráticas.
Nota
(1) Un Estado fallido se caracteriza por un fracaso social, político, y económico, caracterizándose por tener un gobierno tan débil o ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos, presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación económica (según Fund for Peace).
Antonio Elías y Enrique Oreggioni son miembros de la Red de Economistas de Izquierda de Uruguay.
Publicado en el Semanario “Voces”, Montevideo, el 29 de mayo de 2014.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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