Por Alfredo G. Pierrat
Managua, 4 abr (PL) A siete meses de las elecciones generales del 6 de noviembre próximo, la campaña política de los aspirantes a gobernar Nicaragua durante el quinquenio venidero pasó este fin de semana a las calles, probablemente de manera definitiva.
"Desde el punto de vista político, en las calles se empieza a perder o ganar el poder", opinó el pasado viernes William Grigsby, periodista y director de la emisora radial capitalina La Primerísima, en un comentario previo a las dos marchas efectuadas al día siguiente en Managua.
Una de esas marchas, denominada Caminata y Festival Amor, Paz y Vida, fue convocada por la Juventud Sandinista "19 de Julio" y apoyada por varias centrales sindicales, así como la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES) y organizaciones culturales y ambientalistas, entre otras.
Más de 100 mil nicaragüenses, procedentes de los distritos de la capital y de otros departamentos del país desfilaron el sábado desde tempranas horas de la mañana y se congregaron después en la Plaza de las Victorias, en pleno centro de esta urbe, en respaldo a la reelección del presidente Daniel Ortega en los comicios de noviembre.
A lo largo de todo el desfile y durante la concentración en la Plaza, los manifestantes, en su mayoría jóvenes, ondearon banderas blancas, de Nicaragua y del Freente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), así como carteles y afiches alusivos a la paz y en respaldo al proceso político iniciado aqui en enero de 2007.
"La juventud exige paz y porvenir", decían algunas de las miles de pancartas enarboladas dentro del mar de pueblo en que se convirtió una amplia zona de esta capital durante toda la mañana y parte de la tarde de ese día.
La Caminata y Festival Amor, Paz y Vida demostró, en primer lugar, la enorme capacidad de convocatoria del FSLN y el mayoritario respaldo popular con que cuenta esa organización y su indiscutible líder, Daniel Ortega.
Para ese mismo día, un puñado de organizaciones y movimientos de la llamada sociedad civil, algunas de ellas financiadas desde Estados Unidos y Europa, convocaron otra marcha, con propósitos totalmente opuestos.
El objetivo declarado fue desfilar desde la Plaza de las Victorias hasta la sede del Consejo Supremo Electoral (CSE), para protestar allí contra la candidatura de Ortega para los comicios, que califican de ilegal e ilegítima, entre otros epítetos parecidos.
De haberse accedido a tal pretensión, hubiera sido prácticamente imposible evitar un choque de resultados imprevisibles entre los manifestantes de los dos bandos, por lo que la Policía Nacional, cumpliendo con su rsponsabilidad de garantizar el orden y evitar hechos de violencia, les asignó un recorrido alternativo.
La marcha de la sociedad civil, que logró reunir a unos 200 partidarios antisandinistas, rechazó la propuesta e insistió en dirigirse a la Plaza de las Victorias, en momentos en que varios miles de jóvenes de la caminata sandinista ya se encontraban allí.
Sin embargo, fueron detenidos por un cordón policial, lo que degeneró en un grave choque protagonizado por un grupo reducido de manifestantes, quienes con extrema violencia atacaron a los policías, con un saldo de 18 integrantes de esa institución hospitalizados por heridas diversas, de ellos 13 mujeres.
En otro país esto hubiera sido un baño de sangre, dijo la jefa de la Policía, Primera Comisionada Aminta Granera, y subrayó que sus subordinados no usaron armas de fuego, ni usaron balas de goma ni gases lacrimógenos y no golpearon a nadie, pero cumplieron con su responsabilidad de garantizar la seguridad de todos los nicaragüenses.
Casi todas las organizaciones y movimientos que convocaron esa marcha respaldan a la alianza opositora encabezada por una fracción del Partido Liberal Independiente (PLI) y contaron con la presencia física de los integrantes de la fórmula presidencial de esa formación política, Fabio Gadea y Edmundo Jarquín.
También estuvieron el banquero y fracasado aspirante presidencial Eduardo Montealegre, a quien muchos consideran el verdadero poder detras del trono en la alianza PLI.
Otros que también respondieron al llamado de la sociedad civil fueron el candidato a presidente por la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), Enrique Quiñones, y su jefe de campaña, Álvaro Somoza Urcuyo, hijo de Luis Somoza Debayle y nieto de Anastasio Somoza García, el iniciador de la dinastía que oprimió Nicaragua de 1937 a 1979.
Los partidos Liberal Constitucionalista (PLC) y Conservador (PC) rehusaron por su parte participar en esa marcha y sobre ella, uno de los principales líderes liberales, el diputado Wilfredo Navarro, dijo que muchos de los integrantes de las organizaciones convocantes, "no son más que un grupito de políticos fracasados y gente sin liderazgo".
Según Navarro, los grupos de la llamada sociedad civil que organizaron la marcha opositora, lo hicieron para "justificar la plata que les dan los gringos o que les dan otros gobiernos para promover actuaciones políticas sin ser partidos políticos".
En las calles, las diferencias entre las dos marchas fueron más que obvias. Mientras en una participaron decenas de miles de jovenes, estudiantes, trabajadores y amas de casa que desfilaron en ambiente de fiesta, la otra apenas pudo reunir a un puñado de partidarios que sólo fueron noticia por sus actos de violencia.
Son los dos símbolos de los modelos de sociedad que están en pugna en Nicaragua, "uno que está naciendo, que su base es la relación de respeto y la solidaridad entre los seres humanos y otro que está muriendo, pero que quiere mantener las relaciones de explotación y de miseria en el país", había señalado William Grigsby.
"Ellos quieren adueñarse de las calles para arrebatarle el poder a la gente, y la gente no se va a dejar arrebatar el poder", sentenció el director de La Primerísima.
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