Por: Norberto Emmerich
Doctor en ciencias politicas y Licenciado en relaciones internacionales
Para: Alternativa Latinoamericana / CFRU 93.3 FM
El domingo 23 de enero de 2011 miles de personas rodearon el palacio del primer ministro interino, Al-Ghannouchi. El palacio del Primer Ministro, situado en la Kasbah, en la parte antigua de la ciudad, convive con el Ministerio de Finanzas, el Ayuntamiento y el Palacio de Justicia. Allí van los manifestantes a exigir la renuncia de Ghannouchi y la de todos los miembros del gabinete que pertenecen al régimen anterior, especialmente los ministros de Defensa, Interior y Relaciones Exteriores.
La semana anterior ya habían renunciado cinco ministros, con lo cual el país está gobernado por un gobierno incompleto.
El contingente crecía constantemente, nutrido de miles de manifestantes que se unían a las manifestaciones en la capital provenientes de las ciudades del interior del país.
La denominada Caravana de la Liberación partió el sábado a la noche de Kasserine y Sidi Bouzid, la tierra natal de Mohamed Bouazizi, en el centro del país.
Todos ellos fueron convocados por la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT). Activistas sociales, estudiantes, campesinos, profesionales sin trabajo, policías y bomberos se unieron a la caravana.
En un intento por volver a la normalidad, el gobierno provisional anunció la reapertura de colegios y universidades para el lunes 24. Por su lado los maestros de todo el país anunciaron el inicio de una huelga por tiempo indeterminado. Entre sus demandas también figura la disolución de la Reagrupación Constitucional Democrática (RCD), el partido del dictador Ben Alí. El sindicato de maestros exigió “la formación de un gobierno provisional que aparte de entre sus miembros a los enemigos de nuestro pueblo”.
El poder ejecutivo no lograr hacerse cargo del gobierno, sus decisiones no son acatadas, su composición es desafiada y su permanencia parece insostenible.
Por su lado la UGTT está impulsando la creación de comités sindicales para elaborar propuestas en materia de reformas políticas, económicas y sociales. También ha pedido la proclamación del 14 de enero como día de fiesta nacional.
Sin embargo también ha hecho un llamamiento a los trabajadores “para oponerse a los intentos de obstaculizar el normal desenvolvimiento de las instituciones y su retorno a la normalidad”, precisamente lo que están haciendo los desempleados y jóvenes tunecinos con sus movilizaciones y su exigencia de renuncia del gobierno interino.
El mismo domingo 23 de enero se anunció la creación del Frente 14 de Enero, una coalición que agrupa a un amplio espectro de fuerzas izquierdistas y nacionalistas hasta ahora divididas: el Partido Comunista, los Patriotas Democráticos, el Partido del Trabajo Patriótico y Democrático, nasseristas, baasistas, trotskistas y otros grupos de inspiración marxista. No se ha incorporado el Congreso de la República, de Moncef Marzouki, que está negociando una alianza con los islamistas del Nahda, el partido del promocionado Rachid Gannouchi, vuelto del exilio y sin fuerza en este proceso revolucionario. La fuerza decisiva sigue siendo la UGTT, que tiene medio millón de afiliados en todo el país. Mientras sus bases son el componente decisivo de la movilización, su dirección ha sido en parte tolerante y en parte cómplice del régimen anterior, y formó parte del primer gabinete de Al-Gannouchi.
El programa del Frente 14 de Enero impulsa el establecimiento de un gobierno provisional del que solo estaría excluida la antigua RCD y la convocatoria de elecciones para asamblea constituyente a fin de redactar una nueva constitución. Ese gobierno se mantendría durante un año. Pero también incluye algunos puntos concernientes a la política social e internacional: “la construcción de una economía nacional al servicio del pueblo que ponga los sectores vitales y estratégicos bajo el control del Estado, con la nacionalización de todas las empresas e instituciones privatizadas y el rechazo de toda naturalización de relaciones con la entidad sionista, así como el apoyo a todos los movimientos de liberación nacional del mundo árabe”.
Ya se han formado las llamadas “comisiones populares” o “consejos de defensa de la revolución” en todo el país. Su misión principal es proteger a los barrios de las milicias del régimen anterior, pero ante los acontecimientos se están encargando de los servicios municipales por la incapacidad de la burocracia gubernamental para poner en funcionamiento el aparato del Estado. Por otro lado también deben solucionar la parálisis empresaria porque muchos gerentes y directivos de empresas estatales y privadas fueron expulsados por los trabajadores.
En cuanto a las milicias benalistas, el peligro proviene de la Guardia Presidencial, un cuerpo muy bien armado y compuesto por una cantidad desconocida de miembros. La dictadura de Ben Alí mantenía prisioneros políticos en cárceles secretas, la UGTT desconoce la cantidad de prisioneros políticos en el país. Casi todos ellos son miembros del Partido Comunista o del partido islamista Nahda, las dos únicas fuerzas realmente opositoras a Ben Alí. Debe remarcarse que el islamismo del Nahda es moderado, aceptando la separación de Iglesia y Estado.
Mientras la policía se ha unido a los manifestantes, el Ejército se mantiene expectante y relativamente independiente, mientras acumula el apoyo de la población, que desconfía de la policía. Rachide Ammar, el héroe militar que se negó a aceptar las órdenes represivas de Ben Alí, dio un discurso en la Kasbah el martes 25 convocando a apoyar al gobierno interino. Las aguas comienzan a separarse, dejando claro que la unidad que implica toda revolución democrática, cede paso a la división que caracteriza a toda revolución socialista.
Los medios de comunicación que festejaron la caída de Ben Alí, ahora difunden imágenes y comentarios de la Avenida Bourguiba, donde los turistas y los intelectuales progresistas festejan la revolución, mientras desconocen y silencian los acontecimientos de la Kasbah, donde miles de manifestantes exigen la caída del gobierno.
Qué piden los tunecinos en sus consignas: democracia. Lo único que todos quieren negarles, Estados Unidos, la Unión Europea, Kadafi, los islamistas, Israel y la RCD
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