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miércoles, 11 de agosto de 2010

Chávez, Santos y las FARC

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Narciso Isa Conde

Juan Manuel Santos, el hombre que dio la orden para bombardear Ecuador, el carnicero de Sucumbíos, el gran amigo de los militares y los paramilitares, el delfín de la oligarquía colombiano, no puede ser confundido con una posibilidad de cambio en Colombia. Por el contrario, con Santos, el imperialismo refuerza posiciones.

Juan Manuel Santos es la continuidad de Álvaro Uribe, matizada ahora por la hegemonía relativa de su perversa facción oligárquica respecto a la claque narco-para-militar que representa este último.

Santos es la representación de los sectores oligárquicos más inescrupulosos, más corrompidos, más parasitarios del Estado y más articulado al narco-para-militarismo. Extrema derecha tradicional y parte relevante del poder mediático más perverso (Periódico El Tiempo, semanario Llano 7 días, Bocaya 7 días, Tolima 7 días, Diario Hoy, Canal CityTv y además siete portales de Internet)

Uribe es el narco-para-militarismo súper enriquecido, la lumpen-tecnocracia, los cárteles masivamente armados y elevado a nueva "clase política". La nueva derecha endurecida.

Ambas facciones pactaron para llevar a Uribe a la presidencia y para reelegirlo, y ambas mantuvieron el pacto para el relevo de Uribe por Juan Manuel Santos.

Ambas están subordinadas a los halcones de Washington y comprometidas hasta el tuétano con la instalación de la siete bases militares estadounidense, así como con los demás componentes de la creciente intervención militar de EEUU, con el Plan Colombia Iniciativa Andina, con el TLC, con los planes de exportación del para-militarismo a Ecuador y Venezuela, con la conversión de república Dominicana en plaza bajo su influencia, con los planes de agresión contra Venezuela y el programa de conquista militar de la Amazonía.

Obama a su vez ha asumido esa línea de acción con la misma intensidad que Bush.

Cambio de figura y margen para las maniobras El factor poder estadounidense y designios imperialistas es determinante en esa continuidad, la cual no necesariamente es lineal en su intensidad y formas de ejecución. Por momento oscila, serpentea y tiene altibajos, pero sin resignar los planes y propósitos estratégicos señalados.

Santos ha sido uno de los ministros de guerra más funcionales a esa vertiente de la guerra global de EEUU. Fuertes razones de clase, esencia socio-económica, ideología, alianza mafiosa y dependencia medular... determinan esa conducta política; por lo que no hay que asegurar cambios dramáticos y/o significativos en su ejercicio presidencial respecto a la Administración anterior.

Seria fatal hacerse ilusiones frente a ciertas maniobras diversionistas de Santos y ciertas conveniencias en ubicar a Uribe como el único malo de la película.

Esos re-juegos también están pactados y pautados.

Claro, el cambio de figura en la presidencia, siempre crea un margen para los re-juegos y maniobras, para nuevas iniciativas políticas, para renovar emplazamientos y reanimar temas agotados durante la Administración anterior.

Hasta ahí entiendo políticamente oportuno el planteo de dialogar tanto del Presidente Chávez (luego de la ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia), como de las FARC-EP (calificada de intransigente por la obligada confrontación con Uribe), para aprovechar la coyuntura y evitar aislamientos mediáticos.

Cada uno en su escenario le tomó la delantera a Santos. Ambas propuestas -agregadas las presiones de no pocos presidentes del continente- colocaron al nuevo presidente colombiano y a su equipo a la defensiva y lo han forzado a responder en términos más o menos moderados, aparentemente dispuestos a concertar.

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