Entrevista a Guillaume Long, excanciller de Ecuador
Por Pedro Brieger – Director de NODAL
El Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR) denunció que
la Organización de Estados Americanos (OEA) no ha presentado evidencias
de que haya habido fraude en las elecciones de Bolivia a partir de la
investigación de los sucesivos informes de la Misión de Observación
Electoral (MOE) de la OEA y luego la auditoría del propio organismo en
en el país. Un exhaustivo informe final del CEPR sobre la observación
electoral de la OEA en las elecciones presidenciales bolivianas del 20
de octubre se publicará en los próximos días.
Para analizar el informe NODAL entrevistó a Guillaume Long,
investigador del CEPR de Washington DC, un “tanque de pensamiento” con
larga trayectoria en el estudio de políticas económicas y sociales que
incluye a América Latina. Long fue canciller durante el gobierno del
expresidente de Ecuador Rafael Correa (2007-2017), así como ministro de
Cultura y Patrimonio y ministro de Conocimiento y Talento Humano. En
2018 renunció como embajador antes las Naciones Unidas en Ginebra por
sus profundos desacuerdos con el gobierno de Lenin Moreno.
El CEPR, un tanque de pensamiento basado en Washington en el
que usted trabaja, viene insistiendo desde finales de octubre 2019 que
los hallazgos de la Misión de Observación Electoral de la OEA en Bolivia
han sido problemáticos y que la OEA no ha presentado evidencias de
fraude en las elecciones. El CEPR dijo que “la auditoría final de la OEA
no prueba -ni siquiera argumenta de manera convincente- que los
resultados de las elecciones fueron manipulados”. ¿Por qué el CEPR hace
esta denuncia y cuándo empezaron a dudar de la idoneidad de la
observación electoral llevada adelante por la OEA?
Sin duda, el elemento que despertó nuestra sospecha inicial fue el
comunicado de prensa de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la
OEA del 21 de octubre, el día después de la elección. Nos sorprendió el
tono del comunicado: agresivo, sin ningún elemento técnico, pero
llamando a que se respete la voluntad de los electores e insinuando que
había algo fraudulento. El único elemento que comunicó la MOE fue un
supuesto “cambio de tendencia” de los resultados electorales, después de
la interrupción del TREP [conteo preliminar de los votos] con el 84% de
los votos contados. Entonces nos pusimos a estudiar si realmente se
había dado ese “cambio de tendencia”. Pudimos mostrar que no hubo cambio
de tendencia desde el principio, empezando con nuestro comunicado de
prensa del 22 de octubre y que toda la premisa de la OEA sobre la cual
la oposición boliviana y los medios de comunicación basaron su relato de
fraude era básicamente una mentira.
¿Nos puede explicar a qué se refieren cuando dicen que no hubo cambio de tendencia?
Es muy sencillo. Con el 83,85% del conteo preliminar, había 7,9
puntos de ventaja para Evo Morales sobre Carlos Mesa, es decir una
diferencia insuficiente para ganar sin segunda vuelta. Pero ya con el
95% del conteo preliminar, Morales había sobrepasado el umbral de los 10
puntos para ganar en primera vuelta. [NDE: en Bolivia, las elecciones
presidenciales se pueden ganar en primera vuelta si un candidato ha
alcanzado el 50% de los votos, o un 40% con 10 puntos de diferencia con
el siguiente candidato]. La diferencia se explica porque faltaba
contabilizar una gran cantidad de votos en zonas donde ya existían
tendencias de votación muy favorables a Evo Morales. Era obvio que, al
ingresar esos votos, la diferencia entre ambos candidatos se iba a
agrandar.
¿Cree que esto era “obvio”, como dice, que saltaba a la vista de que faltaban los votos de estas áreas por contar?
Sí. Muchas zonas de gran apoyo a Morales y al MAS no habían sido
computadas. Zonas donde Morales ganaba con 30 puntos o más de diferencia
y donde solamente se había contado un pequeño porcentaje de los votos.
Era obvio que al legar al 100%, iba a cambiar el resultado. De hecho, no
es la primera vez que sucede esto en Bolivia. En ocasiones anteriores,
Morales y el MAS obtuvieron un incremento importante de votos en la fase
final del conteo.
¿Cómo por ejemplo en qué elección?
Por ejemplo, en el famoso referéndum sobre la reelección presidencial
de enero del 2016, que de hecho fue observado por la OEA. Con el 83,1%
de los votos contados, el Sí a la reelección perdía con 46,2%, cuando
finalmente el Sí acabó perdiendo, pero con el 48,7%; un incremento en la
fase final del conteo aún mayor que en las elecciones presidenciales
del 2019. Esto es un antecedente que la OEA no podía ignorar.
Y, sin embargo, esta denuncia de la MOE de la OEA sobre un
supuesto cambio de tendencia tuvo consecuencias graves para la
democracia boliviana…
Así es. Esa falacia dio cabida a un relato sobre un posible fraude,
lo que conllevó una auditoría de las elecciones por parte de la OEA, lo
que a su vez abrió la puerta para que la OEA concluyera sin presentar
pruebas que hubo una “manipulación intencional” de los resultados
electorales, y que llamara a elecciones con un nuevo Tribunal Supremo
Electoral. Es decir que sin esta denuncia inicial de la MOE es probable
que no hubiese podido prosperar el golpe de Estado que se desencadenó
posteriormente.
El argumento del cambio de tendencia fue lo que abrió la
puerta a la auditoría posterior. ¿Pero no cabe el argumento de que el
pretexto inicial para la auditoría pudo haber sido falaz, pero
finalmente encontraron muchos elementos que pusieron en entredicho la
idoneidad del proceso electoral?
No, no cabe. Vayamos por partes. En primer lugar, creo que no es
menor que la auditoría haya surgido de una mentira. Cuando se miente una
vez, ¿qué garantía se tiene de que el resto del proceso no va a seguir
siendo una mentira?
En esencia, lo que hizo la auditoría de la OEA fue hacer un listado
de la mayor cantidad de irregularidades posibles para vender la idea de
que el resultado electoral había sido alterado. Creo que cabe
preguntarnos si la auditoría de cualquier elección latinoamericana – y
no solo latinoamericana – con este nivel de escrutinio, también hubiera
arrojado irregularidades parecidas. No lo sabremos porque la OEA no
suele llegar a estos niveles normalmente. Por eso, no debemos
menospreciar la importancia de la mentira inicial, porque es la que
permitió abrir una caja de pandora para todo lo posterior.
Más allá de esto, es importante tener claro que hacer un listado de
irregularidades no es demostrar un fraude. Y aquí, lo fundamental que
hay que entender es que la OEA no pudo desarrollar una teoría del
fraude.
¿Qué entiende por “teoría del fraude”?
Una tesis, una explicación de en qué consiste el fraude, de cómo se lo realizó.
¿La OEA no presenta ninguna explicación del fraude?
Lo que hace la OEA es explorar varias posibilidades, pero ninguna de
las pistas que sigue prospera. A ver. Un fraude se puede realizar de
varias maneras. Una posibilidad es intervenir a nivel del cómputo, es
decir, cambiar en el sistema informático los resultados de las actas
físicas. De hecho, la OEA exploró ese camino con su denuncia delfamoso
servidor oculto.
¿La detección de un acceso no autorizado al sistema informático?
Sí. Pero no presentó evidencias de que este servidor haya sido usado
para alterar el resultado de la elección. De hecho, sin justificar su
existencia, puede haber varias razones por las cuales se pudo haber
instalado otro servidor. La auditoría de la OEA debía demostrar que el
servidor había sido utilizado para este propósito.
¿Y no existe forma de verificar si el servidor fue usado para
este fin, si lo que está en el sistema es lo mismo que lo que dicen las
actas físicas?
Claro que se puede. Y creo que era legítimo esperar que una auditoría
de la OEA realice un trabajo así. Lo increíble es que recién nos
enteramos en una nota de pie de la página 84, de su informe de
auditoría, que la OEA realizó una muestra de más de 2800 actas, de las
cuales se analizaron casi 900, para cotejar con el material electoral
original. La nota nos dice que los auditores se trasladaron a cinco
departamentos para realizar ese trabajo y que 230 de esas actas habían
sido quemadas en protestas de la oposición. ¿Pero y el resto de las
actas? ¿Las que fueron analizadas? ¿Fueron iguales al cómputo o no?
Increíblemente el informe de la OEA no nos dice nada de cuál fue el
resultado de este análisis.
Es obvio que si hubiesen encontrado diferencias, este dato no estaría en una discreta nota de pie sino que sería la
prueba madre del fraude en el informe. El hecho de que la auditoria de
la OEA sí revisó las actas, pero escondió sus hallazgos, es sumamente
deshonesto y grave. Para mí, solo este hecho amerita una investigación a
fondo.
Habló de varias maneras de realizar un fraude. ¿Cuáles son las otras?
Bueno, otra manera es falsificando las actas en sí, es decir generando actas físicas falsas.
Se refiere a la falsificación de las actas que dan fe de los votos en cada una de las mesas de votación.
Así es. Y la OEA también exploró esta avenida. De nuevo, escogieron
una muestra, en este caso de casi 4700 actas. Había varios criterios
para la selección de actas, pero uno era de que sean actas
“sospechosas”, es decir que favorezcan desproporcionalmente a Morales.
De hecho, esto también es impensable para una auditoria imparcial. Si
haces una auditoría de un proceso electoral no puedes estar buscando
perjudicarle a uno de los candidatos más que al otro. Pero así fue. No
se revisaron actas con una votación inusualmente favorable a Mesa.
La OEA realizó varias revisiones, incluyendo un análisis de
caligrafía de estas 4700 actas, y determinó que, de 226 actas, una misma
persona había llenado dos o más actas, lo que es irregular: cada acta
debe ser llenada por una sola persona. Un medio boliviano llegó incluso a
informar que las 226 actas habían sido llenadas por una misma persona,
lo que es falso y habría sido mucho más grave. En realidad, fueron 85
personas que llenaron 226 actas, es decir, dos o más actas llenadas por
una misma persona, pero en todos los casos en los mismos recintos.
¿Estamos hablando de centros de votación en zonas rurales?
Casi el 80% de estas 226 mesas corresponden a centros de votación muy
pequeños de máximo cuatro mesas, en muchos casos de menos. Estamos
hablando de lugares donde puede haber una persona que ha llenado los
números en el acta de su mesa y en el acta de la mesa de en frente. Es
esto de lo que estamos hablando. Claro que es una irregularidad. ¿Pero
fraude? Esto denota una falta de comprensión hasta antropológica de
ciertas realidades. O simplemente mala fe.
Una falta de comprensión antropológica dice…
Sí. Se me ocurre la imagen de la chica o del chico con la letra
bonita para que llene los números en las dos hojas. De hecho, no es el
único aspecto en que la OEA no tiene lecturas antropológicas finas, o sí
las tiene, las esconde. El voto masivo a favor de Morales en
comunidades indígenas no tiene por qué ser necesariamente sospechoso. Es
desconocer los procesos de toma de decisión colectivos en muchos
lugares de los Andes, donde el voto a menudo se decide en la comunidad.
¿Qué otras irregularidades son señaladas por la auditoría?
Realmente, no hay mucho más. La auditoría hace mucho énfasis en la
presencia de imágenes de actas del conteo preliminar, el famoso TREP, en
los resultados del conteo final, cuando debieran ser procesos
separados. Pero luego, el mismo informe de auditoría nos informa que el
91% de las actas del conteo preliminar que fueron incluidas en los
resultados del cómputo final provienen de centros de votación fuera de
Bolivia, que es lo que estipula la ley. Y en el 9% restante, este uso de
actas del TREP es porque las actas físicas fueron quemadas – además e
irónicamente– porla oposición. Entonces usaron las fotos de las actas
del conteo preliminar. Es decir, una vez más, no hay nada. Puros fuegos
artificiales, ¡pero con qué consecuencias para Bolivia!
* * *
Usted ha sido observador de la OEA, incluso fue jefe de MOE
de la OEA en la propia Bolivia en las elecciones judiciales del 2017.
Por lo tanto, conoce como funcionan estas misiones. ¿Según usted, quién
tomó la decisión de atacar la legitimidad de las elecciones bolivianas a
pesar de la ausencia de evidencias contundentes de que se trate de un
proceso viciado?
Bueno, el CEPR no se ha dedicado a analizar los procesos de toma de
decisión dentro de la OEA, los cuales no son para nada transparentes. En
esencia, hemos analizado la validez de su trabajo técnico. Mi
experiencia personal de las MOEs, tanto como país anfitrión cuando era
canciller y tuvimos elecciones observadas por la OEA en Ecuador, cuánto
como observador, no ha sido mala. Es claro que las MOEs cuentan con
importantes capacidades técnicas. En el caso del Ecuador, creo que el
comportamiento de la MOE en las elecciones presidenciales del 2017 fue
técnico. Fueron elecciones apretadas en las que el candidato
presidencial perdedor quiso apelar a la posibilidad de un fraude, como
suele suceder cuando hay pocos votos de diferencia…
¿Se está refiriendo al candidato Guillermo Lasso y las elecciones que ganó Lenin Moreno en el 2017?
Así es. Lasso quiso desvirtuar las elecciones y logró movilizar a una
parte de su electorado en las calles de Quito. Pero la OEA se mantuvo
firme y validó el proceso electoral. Pocos meses después, una MOE de la
OEA fue muy crítica con el referéndum constitucional orquestado por
Lenin Moreno en el 2018. Denunció la ausencia de filtros de
constitucionalidad, el direccionamiento de las preguntas, y básicamente
cómo el gobierno ecuatoriano se había saltado la Corte Constitucional
para reformar la Constitución.
Ahora también es cierto que ha habido ocasiones en que las MOEs de la
OEA no han realizado un buen trabajo; por ejemplo, en la elección
presidencial haitiana de 2011, que es recordada como una página oscura
en la historia de la observación electoral. Y creo que es el destino que
tendrá el caso boliviano, pero pienso que, con mayores consecuencias
sobre la OEA y su legitimidad, dado el desenlace político que tuvo y el
contexto político sudamericano que está más en disputa.
El punto, y esto me parece muy importante, es que las MOEs no pueden
ser serias, rigurosas e imparciales algunas veces, o la mayoría de las
veces, ni siquiera casi siempre. Tienen que ser rigurosas e imparciales
en todo momento, sin excepción alguna. Y lo que ha sucedido con la MOE
en Bolivia es muy preocupante. Esto debió haber generado una grave
crisis de institucionalidad. Deberíamos estar presenciando una
investigación exhaustiva de lo ocurrido, con una revisión de todos los
procesos, pedidos de los Estados miembro para mayor transparencia, etc.
Y, sin embargo, nada de esto está sucediendo.
¿Y los observadores electorales desplegados son, de alguna manera, copartícipes de esta manipulación por parte de la OEA?
No. Es importante entender como funciona una MOE. En la misión en
Bolivia, se desplegaron 92 observadores electorales. La gran mayoría de
estos observadores son contratados por la OEA para la MOE. Suelen venir
del mundo de la política, de la academia o tener competencias técnicas
específicas que necesita la MOE. Estos observadores suelen ser muy
buenos profesionales y realizan un gran trabajo. Cada cual tiene su
función. Algunos tienen que analizar la parte legal, otros el tema
informático, otros están desplegados en territorio para observar lo que
sucede en los lugares de la votación. Cada cual reporta desde su rol,
está atento a los requisitos del jefe de misión, y al finalizar el
proceso manda su informe con todo lo que ha observado. Por supuesto que
todos deben señalar las irregularidades que han detectado. El rol de una
observación electoral es justamente el de recopilar y sintetizar toda
esta información para hacer importantes recomendaciones. En varios
casos, las observaciones electorales han sido muy útiles para que las
autoridades electorales de los países puedan mejorar sus procesos.
Pero también es importante entender que la elaboración de los
informes es un proceso muy centralizado. La gran mayoría de los
observadores no participa de ello. Mandan sus insumos y punto. El
proceso de redacción del informe está, en teoría, en manos del jefe de
misión, pero a menudo son los especialistas del DECO [Departamento para
la Cooperación y Observación Electoral], es decir el personal de planta
de la OEA, el que redacta al menos un primer borrador para consideración
del jefe de misión, quien a su vez es una persona externa a la
organización, invitada para la tarea de liderar el equipo. Dependiendo
de qué tan experimentado o listo sea el jefe o jefa de misión, el
control sobre el informe y qué se incluye o excluye de él, lo tiene
esencialmente el DECO, es decir la OEA. Eso está bien siempre y cuando
no hagan trampas.
¿Cree que hubo injerencia del Secretario General de la OEA en el proceso de observación de las elecciones en Bolivia?
Es posible. Esto es justamente lo que debería determinar una
investigación, una auditoría. Averiguarlo también debería ser el trabajo
del periodismo investigativo. Lastimosamente ha habido poco interés.
Ahora es evidente que la hostilidad de Almagro con Morales, el hecho
que no le importó el papel de los militares en la “transición”, ni las
violaciones de los DDHH, todo eso nos lleva a sospechar más. El
resultado final de todo esto es que tiene al menos un voto más para su
candidatura a la reelección en marzo. Y es evidente que los doble
raseros en esto son terribles. Con Honduras, donde hubo un claro fraude,
Almagro no insistió, y aquí donde no lo hay, atacó con todo.
¿Fue un ataque planificado con antelación?
No necesariamente. Sospecho que las cosas fueron surgiendo poco a
poco. Pudieron aprovechar el hecho de que el margen de los 10 puntos fue
apretado – cerca de 40,000 votos por encima del 10% de diferencia para
Morales. Y esto, sumado a la fuerte polarización política en Bolivia,
generó condiciones favorables para un cambio de régimen apoyado además
por los EEUU. Hay que recordar que Almagro fue muy atacado por la
derecha latinoamericana cuando en mayo del 2019 fue a Bolivia y ofreció
una MOE para las elecciones presidenciales. Ahora Almagro está en paz
con una parte de la derecha regional con la que se había distanciado y
ha conseguido el apoyo de la administración Trump, cuando sabemos que en
el Departamento de Estado había mucha resistencia a su reelección.
Pero más allá de Almagro, es probable que varios factores hayan
confluido. Lo de ponerle freno a la reelección presidencial se ha vuelto
un importante leitmotiv para muchos funcionarios en la OEA. Es uno de
los grandes temas sen la organización, y aparentemente de mayor
preocupación que los golpes de Estado que se dan impunemente en nuestra
región.
Se refiere al rechazo que hay en la OEA a la interpretación que dan algunos países de que la reelección es un derecho…
R: Exacto. Esta idea de que el artículo 23 de la Convención Americana
de Derechos Humanos significa que la reelección es un derecho de
participación política.
Y en el caso de Bolivia, esa molestia con lo de la reelección
fue agudizada por la decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional
de permitir la reelección a pesar de los resultados del referéndum de
enero de 2016…
Sin duda. Esto ha generado mucha indignación. Y es probable que,
hasta cierto punto, de forma más o menos subrepticia, esta indignación
haya mermado la imparcialidad de la MOE en las elecciones bolivianas.
Una hostilidad de origen si se quiere. Pero insisto, son sospechas y
especulaciones. Esto se debería probar o descartar con una investigación
a fondo de lo sucedido.
El punto es que cualquiera que sea el sentir sobre el tema de la
reelección en Bolivia, una MOE no puede generar dudas sobre los
resultados electorales sin tener evidencias de que se haya irrespetado
la voluntad popular expresada en las urnas. Una cosa es señalar que hay
malestar por parte de ciertos sectores de la población con lo de la
reelección. (De hecho, la MOE que yo dirigí en Bolivia en el 2017 señaló
claramente que era probable que ese malestar haya tenido un impacto
sobre el alto porcentaje de voto nulo en las elecciones judiciales de
ese año). Otra cosa es generar un relato sobre un fraude sin evidencia
alguna, especialmente cuando este relato se convierte en un factor
determinante en el desencadenamiento de un golpe de Estado.
¿La OEA ha reaccionado ante los informes del CEPR?
Oficialmente, nada. Extraoficialmente: hay mucho nerviosismo. Saben
que técnicamente lo que han hecho no tiene defensa alguna, y que es muy
grave. No contestan preguntas de la prensa. Ni siquiera han contestado
las preguntas que les hicieron llegar formalmente varios congresistas de
los EEUU, un país miembro de la organización. Se han encerrado sobre sí
mismo.
¿No han recurrido a ningún argumento para contrarrestar sus críticas?
Ninguno. Su estrategia ha sido escudarse tras el argumento de que son
la OEA, los únicos detentores del conocimiento, los únicos técnicos. De
hecho, el informe de auditoría final está hecho para ahuyentar y
confundir a cualquier lector y repeler el escrutinio de periodistas.
Adjuntaron centenares de páginas de anexos para dar la impresión de que
existen muchas evidencias, cuando no las hay. Si algo hemos logrado
desde el CEPR en esta ocasión, es demostrar de que es hora de que los
Estados miembro de la OEA, y los medios de comunicación en general,
ejerzan su derecho a pedir que la organización rinda cuentas y
transparente su actuar.
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