Nicolás Centurión
En Uruguay ya se inició la transición del gobierno de la Coalición
Multicolor (CM) que asumirá el primero de marzo de 2020. Luego de varios
intentos fallidos para festejar su victoria, la Coalición pudo celebrar
en la rambla de Kibon, al este de Montevideo.
El discurso del reciente electo presidente Luis Lacalle Pou merece un
análisis aparte, aunque no develó mucho su plan político, y si lo han
hecho sus asesores y legisladores electos en algunas declaraciones.
Un hecho curioso y que levantó polvareda fue la aparición, en medio
de todas las banderas del Partido Nacional y del resto de los partidos
que integran la coalición, de una bandera del Frente Amplio. Vale decir,
bastante nueva y con los dobleces bastantes marcados, como recién
comprada. Lacalle saludó a esa persona e interrumpió su discurso para
aplaudirlo, mientras los concurrentes siguieron su ejemplo. El portador
de la bandera sostenía un cartel que decía: “Felicitaciones. Si a
ustedes les va bien a mi también.”
La foto del cartel enseguida se viralizó por las redes sociales donde
levantó polémica pero sumó mucha adhesión resaltando su carácter
democrático y de tolerancia. Más allá de lo curioso del hecho y de las
sospechas de que fue algo armado, es interesante analizar el contenido
de esa frase.
¿Qué es gobernar bien? ¿Qué es gobernar mal? ¿Existe un “buengobierno”,
ideal, una meta donde los buenos gobernantes y gestores deben alcanzar?
¿La democracia liberal burguesa sólo tiene dos formas de gobernar, la
buena y la mala? La realidad es más compleja y plantear el debate en
términos de bueno o malo es acotar el debate a niveles mínimos y
llevarlo a un plano moral estéril.
Uno de los mitos de las democracias burguesas liberales de Occidente
es que los gobiernos gobiernan para todos. Es verdad que los gobiernos
son de alcance nacional, y las leyes rigen para todos por igual dentro
de determinado territorio; pero la cuestión reside en el proyecto
político que prioriza determinados sectores de la sociedad sobre otros,
donde las políticas que se ejecuten van a beneficiar a algunos y
perjudicar a otros en sus intereses.
Lo fundamental es pensar de qué lado de la mecha se encuentra uno
-como diría músico, compositor y cantante argentino Indio Solari-, que
es el modo en verso de lo que dijo Carlos Marx en aquel concepto de
clase en sí y clase para sí. Además de dónde se encuentra uno, es que
beneficiaría a su clase. Si fuera todo tan sencillo y lineal, en otro
momento de la historia estaríamos, pero la madeja está más enredada.
Lo primero que habría que plantear es para quién gobierna determinado sector político. No existe un “buengobierno” donde no importa de qué signo político sea y si realiza determinadas acciones, va a hacerlo bien.
Son los proyectos
políticos los que están en pugna: Si se prioriza al sector
financiero-especulador o a los sectores productivos; si se fomenta la
industria nacional o se libera el mercado para las importaciones; si se
prioriza a la clase trabajadora o a los dueños de los medios de
producción al final de todo.
Existe en el imaginario social, siguiendo a Cornelius Castoriadis
(grecofrancés fundador de Socialismo o barbarie), una creencia que la
gestión está separada de la ideología. A su vez el sentido común
dominante (neoliberal) plantea que la ideología enceguece y obstaculiza
una buena gestión.
Lo bueno y lo malo lo define la moral del momento. Los valores están
definidos por este sentido común reinante, aunque obviamente existen
disidencias y modelos contrahegemónicos.
La cuestión se complejiza aún más, ya que la democracia no tiene que
ver solamente con los gobiernos electos, sino con tramas de poder de
grupos concentrados que deciden todos los días por las grandes mayorías
pero que nunca son electos.
La democracia tiene sus límites y una gran trampa retórica que nos
han tendido es democracia versus autoritarismo. Más que plantear qué es
la democracia (y ello merece un libro más que un artículo) es qué
entendemos por autoritarismo. ¿Es solo un grupo de hombres conservadores
que reprimen y tienen un discurso de enemigo interno y a eliminar?
¿Es cuando se suprime el voto y las libertades individuales? ¿Qué
pasa si el derecho al voto sigue permitido pero lo que votamos no
importa? ¿Cómo calificamos cuando organismos internacionales imponen
modificaciones a las Constituciones de determinados países a pesar de
que la ciudadanía no lo haya votado?
¿Cómo calificamos al hecho de que, por ejemplo, se prioriza el pago de la deuda pública o el rescate de los bancos antes que la gente
tenga techo y salud de calidad? ¿Qué sucede cuando el pueblo se
pronuncia en un plebiscito y luego el gobierno recién electo plantea
políticas contrarias al resultado del plebiscito? Son los vicios de la
democracia que lejos está de ser el gobierno del pueblo.
La democracia termina siendo una forma, porque puede tener muchos
contenidos. Democracias que arropan en su seno partidos políticos
fascistas que van en contra de la democracia, pero como se presentan a
elecciones, están permitidos. La forma importa, pero no el contenido. El
mundo no se acaba en la democracia.
Pueden existir gobiernos autoritarios, gobiernos electos
democráticamente, democracias con realeza, democracias colegiadas, pero
el denominador común es el sistema político-económico-cultural que nos
atraviesa a todos.
La democracia se ha reducido al sufragio universal y a la elección de
gobernantes cada determinada cantidad de tiempo para que cada ciudadano
luego se retire a su hogar y espere al próximo acto eleccionario.
Mientras tanto, otros eligen por nosotros o moldean nuestros gustos y
antojos.
En esta economía extractiva digital, día a día engrosamos los
almacenes de datos sobre nuestros gustos, deseos, aspiraciones, afinidad
política, etc. Pasamos a ser de ciudadanos a consumidores y hoy somos
un cúmulo de datapoints, un reservorio de base de datos donde no solo
las grandes empresas comercian con estas, sino que otras las utilizan
para dirigir nuestra pensamiento y elecciones.Véase el ejemplo de
Cambridge Analytica en Estados Unidos, Argentina, entre otros.
Ya lo dice el himno nacional uruguayo: “es el voto que el alma pronuncia”. Pero ¿quién maneja nuestras almas?
* Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la
República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras,
Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública
(RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, estrategia.la)
No hay comentarios:
Publicar un comentario