Ari Sitas*
Immanuel Wallerstein
falleció mucho antes de que otro mundo fuera posible. Su esperanza de
que, de alguna manera, a partir de esta crisis final del sistema
capitalista mundial emergiera un nuevo mundo aún está en el aire. Para
quienes trabajamos de cerca con él durante las últimas dos décadas (en
la Asociación Internacional Sociológica con el proyecto El Mundo se
Tambalea), su asesoría hace mucha falta. Fue con y a través de su
rectoría que me vi a la cabeza de un maravilloso equipo de sociólogos
que produjo el libro Gauging and Engaging Deviance 1600-200 ( Midiendo y comprendiendo la Anomalía 1600-2000)
en 2013. Al final, pero no menos importante, quiero citar su apoyo y
contribución en la construcción del Capítulo para Humanidades y Ciencias
Sociales en Sudáfrica, en 2011, del que a su vez surgió el Instituto
Nacional para las Humanidades y las Ciencias Sociales.
Fui muy afortunado al ser electo presidente de la Asociación
Sudafricana de Sociología en 1996, durante el periodo en que Wallerstein
fue titular de la Asociación Nacional de Sociología. Esto me impulsó al
escenario global gracias a su Iniciativa de Regiones. Me permitió
trabajar estrechamente con Teresa Cruz e Silva para reunir a las voces
sudafricanas de la sociología y nos permitió conocer a magníficos
académicos latinoamericanos como Aníbal Quijano y Raquel Sosa Elizaga.
Mi primer paso tentativo en India también fue gracias a él. Nuestro
anfitrión fue nada menos que TK Oommen, quien actualmente está siendo
obligado a enviar su CV a las autoridades fundamentalistas de la
administración Universidad Jawaharlal Nehtru (JNU) para conservar su
estatus de profesor emérito. A la vez, TK Oommen, Hermann Schwengel y yo
fuimos los creadores del tricontinental Programa de Maestría de
Estudios Globales. Se requieren resmas de papel para expresar en su
totalidad mi deuda hacia Wallerstein.
Muchos de nosotros le debemos el privilegio de ser globales y
locales, aunque muchas veces nos perdíamos a medio camino entre ambos
escenarios.
Lo más importante fue su contribución, en su idioma, a los vitales
movimientos antisistema de finales del siglo XX: los movimientos de
liberacón nacional en África y América Latina, sus éxitos y fracasos, y
sus límites y posibilidades. Si bien apreciaba a Frantz Fanon, Amílcar
Cabral, Julius Nyerere y al académico y activista mozambiqueño Aquino de
Braganza, fue más gentil en su crítica de las aspiraciones burguesas
nacionales en el continente africano. Mientras para ellos los fracasos
fueron subjetivos y una cuestión de malas decisiones que llevaron a
pesadillas neocoloniales, para Wallerstein todo esto fue algo objetivo,
un producto de las situaciones sistémicas mundiales que crearon
obstáculos invencibles para toda opción. Llevó esta idea a sus
afirmaciones sobre el partido gobernante en Sudáfrica, el Congreso
Nacional Africano (ANC), a finales de los 90.
Más tarde recibió con los brazos abiertos a variados movimientos que
después se conformaron en el Foro Social Mundial y vio en su diversidad
una fortaleza que no debía abandonarse. Todos ellos representaban la
sustancia de una alternativa en vez de políticas normales que sólo eran
reacciones defensiva al debilitamiento del statu quo. En esto
mantuvo vivo el espíritu de los movimientos históricos mundiales: las
revoluciones de 1848,1968 y 1994, revoluciones que fallaron pero que
cambiaron al mundo.
El año 1994, aunque generoso para Sudáfrica, aún espera el veredicto,
pues el desmantelamiento de la última autocracia racial del mundo llevó
a un serio impasse. Sólo esperamos que Wallerstein tuviera
razón y que la proliferación de racismos y autoritarismos restaurados en
todas partes sean las coces agonizantes de un burro moribundo.
¿Cuál fue la contribución de Wallerstein? Que el sistema capitalista
mundial se fue desarrollando desde las prácticas de Europa de
recolección de recursos y asentamientos, esclavitud y la construcción
del concepto de raza fueron clave para su creación; que la revolución
industrial no fue el producto del
parto de una virgen, sino consecuencia de él; que el sistema fue definido por centros y periferias, que el paradigma de acumulación sin límite tiene altibajos; que la hegemonía europea estableció un mecanismo de relaciones interestatales, que los movimientos trabajadores, sociales y anticolonialistas causaron la animadversión que llevó al cambio, que vivimos una crisis final que no tiene solución alguna bajo el caparazón capitalista, que el eurocentrismo y sus discípulos fueron creados dentro y mediante la hegemonía europea (y las redes de poder coloniales e imperialistas) que ya han superado sus ficciones; que necesitamos abrir las ciencias sociales y ponerlas al servicio de todas las maneras en que los seres humanos están prosperando.
¡Pero el mundo se tambalea! En palabras de Wallerstein: ¿Quién ganará
esta batalla? Nadie puede predecirlo. Será el resultado de infinitas
nanoacciones e infinitos nanoactores en infinitos nanomomentos… Pero
esta incertidumbre es precisamente lo que nos da esperanza. Resulta que
lo que cada uno de nosotros hace en cada momento en cada tema inmediato
importa… Esto es una labor intelectual, una obligación moral y un
esfuerzo político.
El mundo se tambalea. Immanuel Wallerstein, uno de sus grandes
intelectuales públicos, se ha ido, pero no sin antes dejarnos
herramientas para combatir las patadas de ahogado del capitalismo.
*Sociólogo, escritor, dramaturgo y activista cívico sudafricano.
Traducción: Gabriela Fonseca
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