En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país. (Artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948)
Parte
importante de la estrategia de la extrema derecha es destruir el Estado
de Derecho a nivel mundial y en este marco no se escapa nada de lo que
nos interesa a los sectores democráticos, léase la defensa del Planeta
contra el calentamiento global, el multilateralismo, el orden justo del
comercio internacional, el orden económico, menos aún los derechos de
las mujeres ni los derechos humanos, por supuesto. Dentro de todo ello
los derechos de los migrantes y refugiados son el eslabón más débil de
la cadena y deben urgentemente ser pisoteados para satisfacción
electoral del señor Donald Trump.
El acuerdo impuesto a
Guatemala, Honduras y El Salvador, de convertirse en “terceros países de
refugio o países seguros”, sería ridículo, si no fuera trágico y
horroroso. Justamente esos tres países conforman el triángulo norte, el
de mayor índice de violencia, en Centroamérica.
Esto, en
concreto y para fácil entendimiento, quiere decir que antes de llegar a
Estados Unidos las personas que sienten amenazadas sus vidas en sus
países de origen, deben pedir refugio en uno de estos tres países. O
también, que pidiendo refugio a los Estados Unidos desde la frontera
mexicana, pueden ser llevados a uno de esos tres países a esperar la
respuesta. Estados Unidos está negociando con Costa Rica, Panamá e
incluso Colombia. Negociar significa imponer. “Si no aceptas esta
propuesta subo los aranceles a tus productos de tal manera que tu
economía quede reducida a su mínima expresión y te quito los apoyos que
puedas recibir a través de los organismos multilaterales de préstamos.”
Es decir o lo aceptas o lo aceptas. Es el ganar-ganar, que imponen todos
los fundamentalismos.
Para las personas que huyen de la
violencia, este es un golpe mortal, pues sabemos que los actores armados
no estatales, léase maras y el crimen organizado, circulan libremente
por esas fronteras. Es decir que para una mujer salvadoreña que huye
para que la mara no reclute a su hijo o a su hija, buscar “refugio” en
Honduras o Guatemala, será tan riesgoso como quedarse en su propio país.
Es una trasgresión total del derecho de asilo para los centroamericanos
y tal vez pronto para los colombianos, que tienen el número más alto de
desplazados en el mundo y donde la violencia está recrudeciendo
diariamente.
Si tu país es declarado “tercer país seguro”,
entonces tu posibilidad de buscar refugio se reduce exponencialmente.
Cómo vas a pedir refugio si provienes de un “país seguro”, te dirá el
funcionario que se ocupa de recibir tu solicitud. Esta es una forma de
eliminar la institución del asilo o refugio con maquillajes que reducen
la Protección Internacional a una expresión caricaturesca violando la
dignidad y la vida de las personas. Esta acción fortalece a su vez las
puertas de la discrecionalidad para rechazar solicitudes legítimas de
refugio o asilo.
A esto se suma la brutal actuación de la
migración estadounidense de separar a padres e hijos y recluir niños
menores en cárceles esperando que “se resuelva” la situación migratoria
de sus padres o madres o ambos. Según cifras de esos propios servicios
migratorios, 1300 de estos niños y niñas no se sabe dónde se encuentran.
Es decir, este papá o esta mamá no volverán a ver a su hijita o hijito.
Padres, madres, hijos, hijas pagan por el “crimen” de verse obligados a
huir o a migrar para tener una vida un poco mejor, pero de hecho más
segura.
La barbarie llevada a la persecución de los más
débiles, burlándose de ellos, ofreciéndoles refugio en los países de
mayor violencia en Centroamérica, clama una respuesta fuerte de
gobiernos y organizaciones dignas, con capacidad de ser escuchadas.
Sabemos que enfrentan contradicciones fuertes en el tema de donantes,
pero ello no debe, no puede ser el impedimento de levantar la voz en
defensa de los desposeídos.
Es hora que las personas,
juristas y organizaciones ligadas a la Protección Internacional a los
Derechos Humanos, al Derecho Internacional de los Refugiados, al Derecho
Internacional Humanitario, levanten la voz tal como lo acaba de hacer
el Secretario del Consejo Noruego Para Refugiados, Jan Egeland en una
reciente entrevista. La defensa de estos instrumentos universales es la
defensa del Estado de Derecho en nuestros propios países. El Estado
Democrático, laico y de derechos está siendo arrollado desde los
banqueros y propietarios del Mundo. Si no marchamos contra ello, ni
marchamos por nuestros derechos conquistados a lo largo de más de un
siglo, estamos dejando que los tractores del fascismo sean los que aren y
cultiven nuestra tierra y que nuestros hijos y nietos transiten por
esos surcos como esclavos de lo peor de la humanidad.
Ninguna
de estas acciones es aislada. La violencia contra Cuba, Venezuela y
Nicaragua, lo ilegal de las actividades contra sus economías; la
exprofesa “ignorancia” de Bolsonaro, la continua vulgaridad verbal de
Trump; la sumisión del grupo de Lima, el llamado a la aplicación del
TIAR, la brutalidad de las declaraciones guerreristas y el
fortalecimiento del papel de las Fuerzas Armadas en la represión de las
manifestaciones sociales y populares, son una parte integral de la
estrategia global y certera contra nuestros derechos y en defensa de los
privilegios de unos poquísimos en el Planeta.
-Luis Varese trabajó 24 años para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR)
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