Marcos Roitman Rosenmann
Para la derecha española parece no pasar el tiempo. En caso de dudas recurren a los principios que facilitaron el golpe de estado contra el gobierno constitucional de la II República el 18 de julio de 1936. Los argumentos siguen incólumes: "Los comunistas y socialistas queman iglesias, violan mujeres, atentan contra la patria, dividen a los españoles, torturan y asesinan a gente de bien". Sus ejecutores, sin embargo, no son los primigenios de la guerra civil y la tiranía más abyecta conocida en la historia de Europa durante el siglo XX. Los generales golpistas Juan Jagüe, José Enrique Varela, Emilio Mola, Queipo de Llano, Francisco Franco, Agustín Muñoz Grande, José Moscardó, Millán Astray, José Sanjurjo, atesoran los mayores crímenes de lesa humanidad. Impunes y ocultos gracias a la generación de la transición política. Hoy, las soflamas incendiarias están en boca de sus herederos. Les repugna la memoria histórica, no sea que su árbol genealógico este manchado de sangre.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, militante del Partido Popular se despachó a gusto ante la exhumación del dictador del valle de la ignominia. Estas fueron sus palabras: "¿Qué será lo siguiente? ¿La cruz del valle? ¿Todo el valle? ¿Las parroquias del barrio? ¿Arderán como en el 36?" Su vicepresidente, Ignacio Aguado remató sus palabras: "En el año 36 ardieron iglesias, eso es una certeza, una realidad". Anteriormente, el periódico La Razón, dirigido por Francisco Marhuenda, ex diputado del Partido Popular, publicaba una carta dirigida al Papa donde declamaban que la Ley de Memoria Histórica tiene como fin rescribir la historia de España, "convertir a los verdugos en víctimas y las víctimas en verdugos". "Se están profanando templos", "insultado acosado e incluso agredido a sacerdotes", "se prohíbe la religión católica en los colegios y se eliminan los crucifijos". No menos beligerante se mostró el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, para descalificar la Ley de Memoria Histórica y en sintonía con la carta dirigida al Papa, se refirió a las 13 mujeres militantes socialistas fusiladas en juicio sumarísimo concluida la guerra civil, el 5 de agosto de 1939, adjetivándolas de "torturadoras, violadoras y asesinas viles". Pero la verdad es tozuda. Según el propio expediente franquista, la mayoría de ellas eran menores de 21 años y fueron acusadas de un delito de adhesión a la rebelión, por apoyar el gobierno constitucional de la II República. Blanca Brisac Vázquez, una de las 13 rosas, dejó este testimonio a su hijo de 11 años: "Voy a morir con la cabeza alta sólo te pido que quieras a todos y que no guardes rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor Enrique. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí, hijo. Hasta la eternidad".
La mayoría de los crímenes del franquismo se produjeron entre los años 1940 y 1955. Muerto el dictador en 1975, la derecha ganó la batalla ideológica, creando una visión edulcorada del franquismo. Nacidos en sus entrañas, una élite agradecida del régimen le dio fuerza. Vetaron una ley de memoria histórica, ocultaron las fosas comunes, los robos de niños, las torturas, los juicios sumarísimos y los años de plomo cuando se persiguió, encarceló, extraditó y obligó al exilio a cientos de miles de personas. La derecha fascista, monárquica, nacional-católica, falangista y una seudo intelectualidad franquista construyen historias de víctimas y victimarios. Francisco Franco, el caudillo, rescató España del comunismo internacional. Muchos se auparon en las academias de la historia, la lengua, las artes, las ciencias. También sobreviven ex directores generales, gobernadores, ministros o encargados de la prensa del régimen. Torcuato Luca de Tena, Luis María Anson, Juan Luis Cebrián, Matías Prats Cañete. Otros gozaron de puestos en empresas públicas o acumularon grandes fortunas. Todo ello cultivado mediante enlaces matrimoniales con la aristocracia. Banqueros, dueños de grandes empresas inmobiliarias, clubes deportivos, periódicos, diputados, senadores, alcaldes, presidentes autonómicos, jueces, militares, académicos, obispos, miembros del tribunal supremo, consejeros de compañías trasnacionales, etcétera.
Son los herederos que dan origen a una élite entregada al franquismo, aduladores de su régimen. Nombres que en la amnesia colectiva resultan impolutos. Bisnietos, nietos e hijos de quienes urdieron la dictadura hasta la muerte biológica del dictador. Valgan los apellidos Aznar, Gallardón, Rodrigo Rato, Trillo Figueroa, Arias Salgado, Fernández de Miranda, Oriol, Urquijo, March, Aguirre, Fenosa, Matutes, Colón de Carvajal, Martin Villa, Villar Mir, Alcocer, Pío García Escudero, Mayor Oreja, Solchaga, Gil Robles, Gutiérrez Solana, Morenés, Robles Piquer, Calvo Sotelo, Samaranch, Ollero, Adolfo Suárez, Suñer, Fernández Cuesta. (Véase el libro: Los hombres de Franco, de Antonio Padilla Bolívar, editorial Flor del Viento, Barcelona, 2008) Ellos no pueden permitir que una ley de memoria histórica dañe el buen nombre de sus familias, descubra el origen espurio de sus fortunas, sus manos llenas de sangre o el expolio de obras de arte a familias republicanas.
Sus retoños se esmeran por evitar cualquier atisbo de verdad sobre el régimen franquista. La verdad debe ser perseguida y ninguneada. No hay espacio para la justicia reparadora ni menos para una Ley de Memoria Histórica. Hoy hacen lo indecible por desacreditarla. Ellos ganaron la guerra y sus descendientes gobiernan. El tripartito en comunidades y ayuntamientos lo confirma. El mensaje es claro: ¡No jodan con la memoria histórica!
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