Después del fallo
de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), lo único razonable es que
Chile y Bolivia inicien el diálogo amistoso que el mundo les está
pidiendo. No basta con las comisiones que tratan problemas fronterizos,
comerciales, migratorios, etc. El episodio de La Haya debe impulsar las
relaciones chileno-bolivianas al más alto nivel. Ha llegado el tiempo de
reanudar relaciones diplomáticas a nivel de embajadas para facilitar el
diálogo. Y -¿por qué no?- de programar visitas presidenciales que
subrayen la nueva etapa que comenzarán a vivir las relaciones de países
hermanos.
Hubo tiempos mejores en las relaciones
chileno-bolivianas, como las de los años 50 por ejemplo, cuando el
canciller Horacio Walker, padre de la Democracia Cristiana, planteó la
idea de un corredor boliviano al Oceáno Pacífico.
En abril de
1952 estalló una revolución nacionalista en Bolivia que tuvo importante
influencia política en Chile. Los trabajadores bolivianos, en particular
los mineros, junto con fuerzas policiales, se rebelaron contra el
gobierno de la “rosca” oligárquica de Patiño, Hochschild y Aramayo, amos
de la minería. Fueron días de enfrentamientos que se vieron coronados
por la victoria popular al costo de centenares de vidas. La gesta
popular boliviana permitió la nacionalización de la minería, la reforma
agraria, el voto universal y la disolución y reforma del ejército (lo
cual sólo sería en apariencias). Fue la primera insurrección de
trabajadores en América Latina. Pero todavía faltaban siete años para la
primera revolución socialista en una isla caribeña, Cuba.
Los
años 50 eran de tendencias nacionalistas en Suramérica. Sin embargo
estos movimientos políticos y sociales pronto mostrarían sus
limitaciones. La revolución boliviana rápidamente se degradó bajo los
gobiernos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). En 1964 el
ejército le dio el golpe de gracias. Los años 50, sin embargo, fueron la
época del peronismo en Argentina y de una pálida réplica en Chile: el
ibañismo. Con sus luces y sombras los procesos de Bolivia, Argentina y
Chile se inter influenciaban y tenían en común el barniz del
nacionalismo.
La revolución del MNR en Bolivia encontró eco
solidario en Chile. El Partido Socialista Popular (Raúl Ampuero,
Clodomiro Almeyda), el Partido Agrario Laborista y el Partido Femenino
(María de la Cruz) apoyaron ese proceso. En 1952 esos partidos
levantaron la candidatura presidencial del ex dictador Carlos Ibáñez. La
votación femenina volcó una impresionante mayoría en favor del viejo
general que levantaba una escoba para barrer la corrupción de los
gobiernos del Partido Radical. El presidente argentino, general Juan
Domingo Perón, visitó Chile y Bolivia. Fue orador en grandes asambleas
populares en ambos países.
En agosto de 1955 el presidente
chileno Carlos Ibáñez del Campo, hizo una visita de estado a Bolivia. El
embajador de Chile en La Paz, Alejandro Hales (que fue ministro de
Ibáñez, Frei Montalva y Aylwin), había preparado las condiciones para un
positivo diálogo con el presidente Víctor Paz Estenssoro en el que se
abordó la mediterraneidad de Bolivia.
En los años 70 el
gobierno del presidente Salvador Allende efectuó intentos por normalizar
las relaciones. Sus propósitos encontraron oídos receptivos en el breve
gobierno popular del general Juan José Torres (asesinado en Argentina
en 1976). Pero luego se estrellaron con la cerrada negativa de la
dictadura del coronel Hugo Banzer, prohijada por EE.UU.
Las
relaciones diplomáticas, interrumpidas por Bolivia en 1962, las reanudó
en 1975 -hasta 1978- el “abrazo de Charaña” de los dictadores Pinochet y
Banzer. Nuevamente Chile ofreció a Bolivia una salida al mar,
iniciativa que frustró Perú. El 2004 el presidente Ricardo Lagos ofreció
a Bolivia “relaciones aquí y ahora” (Monterrey, México). El 2006 el
presidente Lagos asistió a la toma del poder del presidente Evo Morales,
el primer presidente indígena de América Latina. A su vez el mandatario
boliviano asistió a la investidura presidencial de Michelle Bachelet y
de Sebastián Piñera (2010). Con este último no solo dialogó: también
jugó fútbol.
Lo que queremos significar con este recuento
parcial de hechos positivos en las relaciones chileno-bolivianas, es que
después del fallo de la CIJ la actitud honorable y digna de ambos
gobiernos es sentarse a dialogar. Somos hermanos y estamos destinados a
hacer historia juntos. La guerra fratricida de 1879, impulsada por
intereses oligárquicos en ambos países y por los imperios británico y
norteamericano, tuvo consecuencias territoriales irreversibles por de
pronto. El botín de guerra solo será superado en tiempos de unidad e
integración latinoamericana que borrarán fronteras y chovinismos. Sin
embargo una salida soberana al mar para Bolivia no es imposible hoy
mediante una negociación amistosa y desprejuiciada, con la mirada puesta
en el futuro, tal como propusieron anteriores gobiernos chilenos.
La política de “ni un centímetro cuadrado” de costa para Bolivia, es
irracional y va contra la lógica de la historia y de la justicia. Es
vergonzoso que esa postura arrogante y chovinista, ni siquiera
compartida por gobiernos reaccionarios como fueron los de González
Videla y Pinochet, sea respaldada por la mayoría de los sectores
políticos representados hoy en el Parlamento. Es otro reflejo del
profundo retroceso que sufrió la evolución democrática de nuestro país a
partir de 1973. Un fenómeno que ha corroído los principios doctrinarios
de partidos que se dicen de centro y de izquierda.
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