Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
Las marchas opositoras
de los últimos días en Venezuela forman parte de la estrategia golpista
de la contrarrevolución, mantenida con distintos grados de intensidad
desde el primer intento fallido de abril de 2002. En este momento todo
indica que presionada por Estados Unidos, la derecha le ha cargado la
mano y la velocidad a la ruta golpista y sus personeros más connotados
que no lo estaban, se han corrido junto a los de posiciones más extremas
que buscan un baño de sangre pinochetista.
El imperio, después de apoderarse del gobierno en Argentina y Brasil,
parece tener prisa por liquidar el bastión antimperialista y la gran
carga simbólica de la revolución bolivariana.
Lo demuestra la desfachatez con que los cabecillas opsitores se han
desdicho del acuerdo de horas antes con el enviado personal del papa
Francisco, Emil Paul Tscherrig, nuncio apostólico en Argentina, de
iniciar un diálogo con el gobierno. Más grave, por la reunión que el
pontífice sostuviera en el Vaticano con el presidente Nicolás Maduro,
quien ha venido insistiendo en el diálogo político como única salida a
la actual situación en Venezuela. Maduro vio al Papa al regreso de una
gira por Medio Oriente para apuntalar el esfuerzo de los países OPEP y
no OPEP por estabilizar los precios del crudo, cuya caída es la
principal causa de las dificultades económicas de Venezuela, junto a la
guerra de los grandes capitales locales e internacionales.
Parte de la estrategia golpista de la derecha desde que ganó las
elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 ha sido también la
conducta inconstitucional de su mayoritaria bancada en la Asamblea
Nacional (AN). Esta decidió el fin de semana abrir juicio político
contra el presidente Nicolás Maduro. Nuevo atropello a la Constitución
que no le otorga esa facultad a la AN, declarada, además, en desacato
desde el 1º de agosto por el Tribunal Supremo de Justicia, por lo que
todas sus decisiones adolecen de nulidad.
Asistimos a otro intento de insurrección contrarrevolucionaria que en
esta ocasión utiliza como pretexto la posposición por el Consejo
Nacional Electoral de la segunda fase de recolección de firmas para la
eventual activación del referendo revocatorio. Cabe destacar que la
posposición obedece a un sinfín de prácticas fraudulentas en la
recolección de las firmas, como las de miles de fallecidos.
Enloquecida con su primer triunfo electoral, la oposición
llegó a prometer a sus seguidores que saldría de Maduro en tres meses.
Consideraron caminos inconstitucionales: pedir la renuncia del
presidente, una reforma constitucional para acortar su periodo de
mandato, anular la elección debido a su supuesta nacionalidad
colombiana, enjuiciarlo o declararlo incapacitado. Así pasaron cuatro
meses en los que el chavismo no perdió un minuto para montar su
contraofensiva y recuperar la iniciativa. La derecha vino a decidir por
la opción del referendo revocatorio a finales de abril.
Ya era muy tarde para lograr su exigencia de que la consulta se
realizara este año, pues el proceso establecido para activarlo toma más
de 260 días. Así que puso esta carta sobre la mesa a sabiendas de que
únicamente sería viable si se violentaba la legalidad y apostó, como
siempre ha hecho, a exigirlo con el apoyo de Estados Unidos y sus
gobiernos más incondicionales.
La razón es que si el referendo se realizara el año próximo, aun
suponiendo que lograran revocar al presidente Maduro, lo que procedería
constitucionalmente es que la jefatura del Ejecutivo sea asumida por el
vicepresidente, cargo que, por ser designado por el presidente lo
ocuparía un, o una chavista.
En política no se puede ir nunca más allá del punto en que se
encuentra la correlación de fuerzas y aunque la derecha ganó las
elecciones, en parte lo hizo con votos prestados de chavistas o personas
sin militancia, disgustadas sí, pero que no comparten la agenda
golpista y promotora de la intervención extranjera de la
contrarrevolución.
La situación económica en Venezuela tiende a mejorar y la derecha no
ha podido superar al chavismo en la pugna por la calle ni cuenta con las
fuerzas armadas. Estas palabras de la mexicana Alicia Bárcenas,
directora de la CEPAL, dicen mucho: Venezuela “no está en crisis
humanitaria, definitivamente no, hay que tenerlo claro. Hay escasez de
ciertos productos y tensión política, pero Venezuela tiene todavía
muchos elementos para ser un país… económicamente pujante y está
haciendo esfuerzos para diversificar su matriz productiva”.
PD: Ni Estados Unidos votó a favor del bloqueo.
Twitter:@aguerraguerra
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