Emir Sader
Como los medios dan
gran difusión a las olas de derecha y, especialmente, de extrema
derecha, proyectan una imagen de que el mundo va hacia la derecha. Lo
cual tiene elementos de verdad, pero está lejos de dar cuenta de todas
las tendencias, complejas, del mundo contemporáneo.
El gran viraje a la derecha se ha producido hace algunas décadas, con
el fin del campo socialista y la hegemonía neoliberal en el mundo. La
fuerza de este modelo lo ha hecho cooptar a partidos socialdemócratas
por todo el mundo y fuerzas nacionalistas, como fue el caso en Mexico y
Argentina. La proyección de Estados Unidos como única superpotencia
mundial expresó esos cambios de forma global.
De forma más reciente, otros fenómenos parecen apuntar a un nuevo
ciclo de fortalecimiento de la derecha. La crisis migratoria que llegó a
Europa ha expandido la extrema derecha, llegando hasta Escandinavia,
mientra se consolidaba en Francia y se desarrollaba en Alemania y otros
países. La votacion del Brexit y la candidatura de Donald Trump
en EU, así como el cambio de gobierno en países como Argentina y
Brasil, es tomado como ejemplos de una nova ola derechista en el mundo.
Lo cual no es errado, pero no puede ser tomado como única expresion
de las tendencias actuales, ni tampoco ser agregado a expresiones de
derecha sin más. El fenómeno de Trump no es más importante, en
perspectiva, que el de Sanders, primer candidato con un discurso
anticapitalista que logra un apoyo sorprendente en las primarias
demócratas, movilizando a nuevas generaciones como ningún otro lo había
logrado. Al Brexit se puede contraponer el surgimiento de
Jeremy Corbin, el nuevo líder de izquierda del Partido Laborista inglés.
En la misma crisis europea, han surgido, por primera vez, fuerzas con
capacidad de disputar la hegemonía a los partidos tradicionales, como
Syriza, en Grecia, y Podemos, en España, aun con las dificultades
típicas de la austeridad todavía predominante en el continente.
Aun fenómenos como el Brexit o el apoyo de Trump son
expresiones catalizados por la derecha del descontento de amplios
sectores de la clase obrera de esos países con la globalización, cuya
reacción puede volver a los cauces progresistas. Al igual que la extrema
derecha ha logrado, en varios países europeos, capitalizar el
descontento de sectores populares contra el euro, pero que puede
volverse hacia la izquierda, en caso de que ésta salga de la trampa de
la política de unidad europea, con el eje en la moneda única y la
correspondiente política de austeridad.
Los grandes temas de la derecha están desgastados en la
opinión pública mundial, sea el modelo neoliberal, siempre derrotado en
las elecciones europeas, como la hegemonía global de EU, que ha
diseminado las guerras en el mundo. Los discursos con acogida popular
son los del papa Francisco, Pepe Mujica, Lula, Evo Morales, Trudeau y Sanders, no los de Angela Merkel, el FMI o el Banco Mundial.
En América Latina, donde la derecha ha recuperado capacidad de
iniciativa, ha tumbado gobiernos; en el caso de Brasil lo ha hecho
contra inmensas movilizaciones y ha instalado a un gobierno sin ningún
respaldo popular, mientras el único líder político nacional con
prestigio es Lula.
En los países donde sigue gobernando la derecha hace años, como
México y Perú por ejemplo, no hay gobernante que se mantenga con
prestigio más que uno o dos años al comienzo de su mandato, para después
ver a sus candidatos derrotados en las elecciones siguientes. Mientras
los líderes populares con perdurabilidad en el continente son de
izquierda: Pepe Mujica, Rafael Correa, Evo Morales, Lula o Cristina Kirchner.
Lo que hay es un debilitamiento de las alternativas conservadoras de
la derecha tradicional, así como las representadas por los partidos
socialdemócratas en Europa, o el mismo Partido Demócrata en EU, lo que
hace surgir opciones a la izquierda, pero tambien a la derecha.
En Escandinavia se ha terminado la hegemonía tradicional de la
socialdemocracia, que pierde bases obreras incluso frente a las
emergentes fuerzas de la extrema derecha. En el conjunto de Europa hay
una pelea entre las alternativas de extrema derecha y las de las nuevas
izquierdas, frente al agotamiento de los bipartidismos tradicionales.
En la misma América Latina, la disputa es entre los viejos y
fracasados esquemas neoliberales de la derecha y la capacidad de
renovación y recuperación de fuerza de la nueva izquierda, que
representa a las fuerzas posneoliberales. Nadie pronostica un buen
futuro para los nuevos intentos neoliberales, permitiendo que la
izquierda recupere capacidad de acción, por el enorme respaldo popular
que la lucha contra el neoliberalismo posee.
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