Por Arturo Alejandro Muñoz
La derecha tiene claro qué es lo que desea y qué es lo que
rechaza. La izquierda –cuando se divide (y siempre se divide)- demuestra
de inmediato sus principales carencias: liderazgo y programa único.
Diga usted lo que quiera, lo que se
le ocurra, lo que se le antoje, pero hay un hecho irrefutable, y es el
que señala la profundidad del cuestionamiento público en que se
encuentra la actividad política en Chile.
Lo cierto es que hay una verdadera
majamama de marchas, movimientos, peticiones, demandas, concentraciones y
declaraciones de índoles diversas que demuestran cuán atomizada
políticamente está hoy nuestra sociedad. ¿Sirve ello, por sí mismo,
para provocar los cambios de fondo que esa sociedad parece requerir?
Quizás no, pues no existe una orgánica en la cual puedan insertarse
tales demandas, así como tampoco hay un liderazgo único que las guíe.
Nos encontramos en un momento muy
particular, ya que se está produciendo el fenómeno social que muchos
analistas anticiparon, cual es el despertar de las masas (o al menos de
algunas organizaciones y segmentos); pero, tamaña situación entrega un
diagnóstico que desalienta a pesar de lo esperanzador que pudiese
parecer el despertar señalado. ¿Cómo así? Hay una amplia movilización
popular por causas diversas; desde las estudiantiles a la de los
pensionados, atravesando intereses de trabajadores, pobladores y del
mundo femenino y sus luchas (mismas que deberían ser de toda la
sociedad).
Hoy se movilizaron las mujeres, mañana
lo harán los funcionarios públicos, ayer fueron los trabajadores, antes
fueron los universitarios, anteayer lo hicieron los secundarios y los
pensionados… y así suma y sigue, pero no hay un meollo fundacional que
aglutine en un solo cuerpo todas estas concentraciones. Cada sector
lucha por sus intereses particulares y no por establecer un programa
nacional determinado, lo que resulta miel sobre hojuelas para quienes
tienen en sus manos las riendas del país.
Creo que ningún movimiento masivo
perdura en el tiempo -ni logra objetivos políticos mayores- si no se
sustenta en una base ideológica que cuente con aceptación mayoritaria en
la población. Es por ello que mega empresarios y derechistas se esmeran
en repetir hasta la saciedad que las movilizaciones sociales se están
‘ideologizando’, pues de ese modo creen evitar lo principal: impedir que
realmente se ideologicen, ya que ocurrido ello es un hecho de la causa
que gobierno y sistema neoliberal salvaje se irían por el excusado
rumbo a la alcantarilla política.
La derecha (que lleva gobernando en el
mundo más siglos que la izquierda, y por ello posee mejor ‘background’
en complots, traiciones y chanchullos), tiene muy claro que en la medida
que persista una “no ideologización” de las manifestaciones, le será
en extremo fácil separar y dividir en la masa a los verdes de los rojos y
de los blancos, puesto que la ausencia de conducción central se traduce
como carencia de liderazgo político, y esa ‘no presencia’ es producto
de la carencia de una ideología que represente a las masas, las aglutine
y les abra el camino.
En suma, es mi pensamiento, las
movilizaciones –por muy masivas que sean- sin referente ni sustento
ideológico con aceptación mayoritaria en la población son simples
estallidos ocasionales que alertan a los gobiernos, pero no los
conmueven.
La derecha chilena –aunque muchos la
consideren extemporánea y poco ‘avispada’ – siempre ha sabido sacar
maquila de todas las situaciones en las que se derraman escandaleras
públicas. Cuando ella entra en problemas serios, se divide… pero lo hace
con sapiencia, con un objetivo claro y una programación efectiva. Si la
derecha se separa no significa que se atomice dispuesta a experimentar
el requiescat in pace partidista. Lo hace para repartir sus
huevos en varias canastas y sin renunciar jamás a su objetivo común y
principal, lo cual le permite en el futuro mediato rearmar la unidad
delsector e instalarse con renovados bríos en el escenario político.
Muy por el contrario, la izquierda
–cuando se divide (y siempre se divide)- demuestra de inmediato cuáles
han sido sus carencias principales, ya históricas: programa común y
liderazgo. En el amplio abanico (‘archipiélago’, a estas alturas) de la
izquierda nos topamos con una verdad que no admite discusiones: todos
los izquierdistas están de acuerdo en lo que no desean, pero se atomizan
y se dividen al momento de concordar lo que sí desean. Además, cuesta
muchísimo convertirse en líder de los cuadros izquierdistas, pues en
ellos predominan diversas tendencias que, en algunos casos, llegan a ser
contrapuestas. Es que en la izquierda todos y cada uno de sus
integrantes creen ser dueños de la verdad, del amor del pueblo y del
programa de gobierno que el país requiere He ahí su gran problema, y me
estoy refiriendo específicamente a la izquierda en serio, pues la otra,
la que está en la Nueva Mayoría, con suerte logra tener peso para ser
considerada socialdemócrata reconvertida a la fe capitalista, y titulada
como mayordomo de la derecha dura.
Esta (la derecha) en cambio, tiene claro
qué es lo que desea y qué es lo que rechaza. Entonces, cuando vienen
los ventarrones y las tormentas, no se anda con chicas para desgranar su
propio choclo y formar grupos menores que salen al campo público
criticando ácidamente al tronco madre, a la vez que ofrecen alianzas
temporales con quienes eran, hasta poco tiempo, sus adversarios.
Pasado el temporal, atraídos por el imán
del dinero y las finanzas, esos grupos regresan al seno fundamental,
histórico e inmutable del conservadurismo clásico. Dejan tras de sí una
estela de acuerdos menores, intrascendentes, con los que obnubilaron a
los socialdemócratas inadvertidos, retardando eficazmente todo intento
de reformas de fondo.
El problema, mi amigo, es que la
derecha se conoce muy bien a sí misma y también a la izquierda….
mientras que esta es analfabeta en ambos casos, ya que se niega a
reconocer y asumir sus propias fallas y aún no aprende que la derecha es
inmutable, pues aunque pasen años, décadas y siglos, es y será siempre
la misma… independientemente de los colgajos que de vez en cuando se
desprenden –de forma temporal y programada- de su tronco principal.
Hoy, en medio de la crisis integral que
sacude a la actividad política, y del vendaval electoralista que también
tiene a la derecha criolla con bajos índices de aprobación ciudadana,
los viejos patricios conservadores, y sus ahijados pinochetistas,
entienden que la moda necesaria se llama “republicanismo”… asunto que
detestan, claro está, pero envían al campo político a algunos de sus
escuadrones para marear al electorado, y desde el corazón mismo de la
coalición de las tiendas consideradas ‘progresistas’, ofrecer alianzas
de corto aliento, destinadas a ganar todo el tiempo que el tronco madre
requiere para recomponer sus cuadros, fortalecerse y regresar a la
lucha.
No es democrática, no es republicana… la
Derecha sabe… la Derecha es pilla… la Derecha es PENTA, es Barrick, es
Hidroaysén, es Soquimich, es Fuerte Aguayo… y la Izquierda actual es un
archipiélago de referentes, grupos y partidos sin conducción unitaria ni
programa común. Saque usted sus propias conclusiones.
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