Uruguay
Brecha
Al menos la cuarta
parte de la riqueza en poder de hogares de Uruguay pertenece a 25 mil
personas, el 1 por ciento de la población. De ellas, 2.500 personas de
20 y más años (el 0,1 por ciento) tienen 13,69 por ciento del total, lo
que equivale a por lo menos 12.300 millones de dólares. “Hablar de la
riqueza y de su concentración refiere en verdad a la concentración del
poder”, dice Mauricio de Rosa, autor de esta investigación.
La mitad
de los habitantes de Uruguay no es poseedor de riqueza. Un 40 por ciento
(un millón de personas) tiene el 38 por ciento de la riqueza, y un 9
por ciento tiene el 36 por ciento. El total de la riqueza es estimado en
forma conservadora en 90.000 millones de dólares.
Esta fuerte
concentración de la riqueza es demostrada por la tesis de maestría de
Mauricio de Rosa, presentada la semana pasada en las VIII Jornadas de la
Red sobre Desigualdad y Pobreza de América Latina y el Caribe (Capítulo
de Uruguay) realizado en la Facultad de Economía (Udelar). Su título es
“La distribución de la riqueza en Uruguay. Una aproximación por el
método de capitalización” y constituye una novedad en un tema que el
mundo académico llevaba décadas sin encarar en forma sistemática.
Mejores fuentes de información y mejores métodos de trabajo abrieron
esta puerta para una investigación que insumió casi dos años.
La
tesis fue tutorada por la economista Andrea Vigorito, del equipo del
Instituto de Economía, y forma parte de las líneas de investigación de
éste. El aporte fue definido como el puntapié inicial de un trabajo de
mayor aliento sobre la riqueza y su distribución.
El trabajo
señala que los antecedentes en la materia son escasos, y destaca el de
1987 de Stolovich, Rodríguez y Bértola, en el que se estudian los grupos
de poder económico asociados a la posesión de capital. Ellos
sostuvieron, examinando la situación en 1980, que la fuerza hegemónica
de la economía uruguaya, asociada a lo que denominan “gran capital”, se
encontraba concentrada en algunas decenas de grupos familiares y un
acotado número de unidades productivas privadas. Ellas representaban el
59,1 por ciento del valor agregado industrial, el 40 por ciento del
valor apropiado por el comercio mayorista, el 12,5 por ciento de las
tierras productivas y el 79,1 por ciento del valor de las exportaciones.
En entrevista con Brecha, De Rosa señaló que se sabía sobre la
evolución de la desigualdad de ingresos (en particular de 1986 en
adelante) mas no de la riqueza: “El índice Gini de desigualdad en los
ingresos se mantiene más o menos estable luego de la dictadura y en los
noventa trepa en el período de crecimiento económico, sigue creciendo
cuando la economía se estanca y continúa creciendo cuando la economía
entra en crisis. O sea, crece sistemáticamente hasta bien entrada la
década del 2000. Con el gobierno del FA, a partir de 2005 y hasta 2007,
la distribución de ingresos mantiene la desigualdad que traía, con una
moderada tendencia al alza, hasta que entran en juego una serie de
reformas: fundamentalmente la transformación del régimen de asignaciones
familiares, que actúa sobre la parte baja de la distribución, mientras
el Irpf actúa sobre la alta. Esto sumado a los consejos de salarios y el
incremento del empleo, que elevan fuertemente la masa salarial de los
trabajadores, provoca una brusca caída de la desigualdad, en el entorno
de unos 6 puntos del Gini desde 2008 a 2012 [el año estudiado por su
tesis]. Es una de las caídas más importantes de América Latina, sobre
todo porque ocurre en un período muy corto de tiempo y partiendo de
niveles ya bajos. Recordemos que Uruguay se ha caracterizado por tener
una de las desigualdades de ingresos más bajas del continente. Después
de 2012 este proceso se detiene y queda estable desde entonces”. Pero en
materia de riqueza, la de esta tesis “es la primera foto, es de 2012, y
da cuenta de una desigualdad muy marcada”.
Su trabajo hace una
estimación de la distribución de la riqueza en Uruguay en ese año “por
medio del método de capitalización, con énfasis en la participación de
los fractiles superiores en la riqueza total”. A los efectos, trabaja
sobre tres grandes categorías: las riquezas de tipo empresarial,
financiera e inmobiliaria. El autor propone que el resultado “realice un
aporte al estudio de la distribución de la riqueza en países en
desarrollo, para los que existen muy pocos antecedentes, al tiempo que
contribuya al debate público sobre la distribución de la riqueza y el
ingreso”.
El método de capitalización consiste, según su
definición, “en calcular el stock de riqueza subyacente [en tanto no se
observa] de cada individuo a partir de los ingresos provenientes de ésta
percibidos, empleando para realizar este cálculo un factor de
capitalización para cada categoría de riqueza”. A los efectos, define
riqueza como “el conjunto de activos menos las deudas, incluyendo el
conjunto de bienes inmobiliarios, las propiedades de las empresas y las
colocaciones financieras”.
Un aspecto importante de esta fuerte
concentración de la riqueza es que con el mero transcurrir del tiempo
los ricos serán más ricos. “Si el retorno del capital es mayor que la
tasa de crecimiento de la economía, entonces el capital va a tender a
tener una mayor participación en el producto conforme pasa el tiempo. En
la medida que este capital se encuentra muy concentrado, esta tendencia
empeora a su vez la distribución de la riqueza y por su intermedio la
del ingreso”, dice su tesis.
Y también “si individuos más ricos
tienen acceso a más y mejor información o tienen mayores posibilidades
de eludir impuestos, entonces los retornos del capital estarían
positivamente correlacionados con el nivel de riqueza. Si esto
efectivamente ocurre, a los individuos más ricos se les estaría
aplicando un factor de capitalización más alto del que les
correspondería, sucediendo lo opuesto para los menos ricos”.
La
clave radica en que “la riqueza es importante más allá de su rol en
tanto proveedora de ingresos”. La riqueza es poder, según sostenía ya
Adam Smith (a quien cita) en el siglo XVIII, apoyándose en Thomas
Hobbes, del siglo XVI.
A continuación, un resumen del diálogo de De Rosa con Brecha:
—La concentración de la riqueza implica poder, dice la tesis. ¿Qué poder?
—El poder económico en primer lugar, en tanto poder sobre los procesos
productivos. Una de las decisiones más importantes de una sociedad es
cómo invertir sus recursos, y el poder sobre los procesos productivos
significa poder incidir en las características de esa inversión. Qué
producir, cómo producir y para quién producir.
—¿Implica influenciar el poder político?
—Implica tener más margen de maniobra individual que el resto de la
población para ensayar actividades económicas como le plazca. Y en
particular implica poder de influencia política. O sea, es una riqueza
para influenciar el proceso productivo y para influenciar las políticas.
—La relación del poder de la riqueza con su capacidad de influir en el proceso político no debe de estar estudiada.
—No en Uruguay y en particular no desde la economía como disciplina,
sobre todo porque los mecanismos son difusos. La forma del poder de
actuar es a través del lobby, por medio del financiamiento de partidos
políticos y otros mecanismos. Quiero establecer con claridad que esto de
la riqueza como poder es parte de la fundamentación del estudio de la
riqueza, pues yo sé que hablar de la riqueza y de la concentración de la
riqueza refiere en verdad a la concentración del poder. Pero yo no
estudio ni los mecanismos mediante los cuales esto opera ni ningún
proceso de esa naturaleza.
—¿Influencia ese poder económico al Estado?
—Y sí. El Estado, que se relaciona dinámicamente con el sector privado y
en particular con las unidades productivas, se está relacionando con un
conjunto acotado de personas, que en el caso del 0,1 por ciento no
supera las 2.500. Es un conjunto muy acotado que tiene una gran
capacidad de coordinación interna, que evidentemente pueden articular
entre ellos y con el Estado. Y pueden coordinar o presionar a la
administración pública, por supuesto.
La riqueza inmobiliaria es
dominante por cuantiosa, el 85 por ciento del total de la riqueza, y es
también la mejor distribuida, y la empresarial y la financiera se
reparten en partes iguales el restante 15 por ciento. Lo interesante es
que para el 99,9 por ciento de la población, si tienen riqueza, es
básicamente inmobiliaria. Es recién en el 0,1 por ciento restante donde
irrumpen violentamente, por altamente concentradas, las riquezas
empresarial y financiera, con la riqueza inmobiliaria bajando en este
último fractil al 35 por ciento. Esta fuerte concentración de las
riquezas empresarial y financiera hacen que, a pesar de representar
relativamente poco de la riqueza total, expliquen más de tres cuartas
partes de la desigualdad observada. Recordemos que las 2.500 personas
que integran el 0,1 por ciento más rico controlan más de la mitad de la
riqueza financiera y casi el 80 por ciento de la empresarial.
—Esto actúa sobre los procesos productivos.
—Sobre todo lo empresarial, porque lo financiero refleja básicamente
depósitos bancarios, por ejemplo, que tienen poca influencia. En cambio,
el empresario define inversión, distribución de utilidades,
contratación de personal, cambios tecnológicos, etcétera.
—Esta concentración es un desafío para un gobierno electo con el
compromiso programático de luchar contra la desigualdad y también para
el resto del sistema político.
—Ciertamente. El desafío es
enorme. Incluso el de bajar la desigualdad en los ingresos es grande. La
historia y la experiencia han demostrado, en Uruguay y en el mundo, que
con políticas públicas se puede bajar la desigualdad. La riqueza es un
poco más… terca, pero igual se puede disminuir. Insisto: de esto se ha
hablado muy poco. Ahora sabemos un poco más, pero todavía nos falta
saber mucho. Estos números dan cuenta de que algo muy grande está
pasando, que la riqueza está realmente muy concentrada y que desde el
punto de vista de las políticas públicas sería interesante atacarlo de
frente.
—¿De frente?
—Esto que aporta el trabajo
es una novedad para el campo político. Y en particular para sus
integrantes que busquen disminuir las desigualdades, pues el problema
tal vez sea más grande del que se suponía.
Ojalá tome nota la
clase política de este tipo de números, que son importantes. Y lo son
para la deliberación pública y para discusión de la ciudadanía; para la
acción política, en el sentido más amplio y lindo del término. Desde la
ciencia lo que podemos hacer, en el mejor de los casos, es aportar
insumos para una discusión que en realidad no es técnica sino política
pues refiere a la ciudadanía y a la forma en que la sociedad decida
encarar este tema. El asunto al final del día es que la riqueza está muy
concentrada, en particular aquellas formas de riqueza más directamente
asociadas con el poder económico y político, y esto genera problemas muy
grandes y es sin duda un desafío para la política pública.
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