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miércoles, 26 de octubre de 2016

Detrás de la fachada de la normalización


Manuel Yepe 
La directiva presidencial emitida el catorce de octubre por el presidente Barack Obama, a solo 3 meses de concluir su mandato, puede considerarse importante por algunos motivos aunque, desde la óptica del cubano “de a pie”, sobresale el implícito compromiso -que en teoría debía ser asumido por futuras administraciones de Estados Unidos-, de que Washington en lo sucesivo no procurará un cambio de régimen en Cuba. El Presidente Obama presentó la directiva presidencial como un enfoque integral que "abarca a todo el Gobierno en la promoción del compromiso con el pueblo y el Gobierno cubanos, y logra que nuestra apertura a Cuba sea irreversible".
Un alto funcionario de la Casa Blanca dijo a los medios bajo anonimato que la importancia de una directiva presidencial como la recién emitida por Obama es que sustituye a cualquier otra previa sobre Cuba y, en teoría, se constituye en el "manual" de actuación para el actual Gobierno y los que sigan.
En su presentación, el Presidente Obama declaró que pretende promover la transparencia formulando claramente las políticas e intenciones respecto a Cuba de Estados Unidos, lo que per se no tranquiliza a nadie si tal declaración no es precedida o acompañada por cambios sustanciales de esas políticas e intenciones que, dicho sea de paso, son perfectamente conocidas en todo el mundo.
Pero la credibilidad de los proclamados esfuerzos de Obama por relacionarse con el pueblo cubano “de manera honesta” tiene poco crédito a la luz de la parcialidad con que proyecta Washington la participación de los cubanos en la relación bilateral. Estados Unidos pretende estimular a los trabajadores por cuenta propia, a los que considera capitalistas en potencia, relegando el papel y los intereses de las mayorías vinculadas al sector público laboralmente. El sector público es el más preterido en el capitalismo, pero en Cuba, donde se construye un sistema socialista en cuya base no descansa el individualismo sino la colectividad, es determinante. Washington también anunció nuevas medidas que flexibilizan el persistente bloqueo a Cuba, dirigidas a aliviar restricciones al comercio y los viajes, impulsar la investigación médica conjunta y ayudar a mejorar la agricultura y la infraestructura de la Isla. Estas nuevas flexibilizaciones, teóricamente motivadas por la necesidad de evadir la rigidez de un fallido bloqueo que, sin haber logrado su propósito de derrocar al gobierno socialista cubano, se ha revertido contra la política exterior de la superpotencia que se ve sistemáticamente condenada por la comunidad internacional de naciones. Las disposiciones para aliviar el bloqueo se caracterizan por su limitado alcance, al punto que llegan a aparentar en sí mismas actos de ablandamiento con fines de guerra psicológica.
Es singular el hecho, por ejemplo, de que se eliminaran las restricciones especiales para la importación de tabaco y ron por parte de viajeros estadounidenses cuando aún se mantiene la prohibición de viajar a Cuba como turistas a ciudadanos de Estados Unidos y las empresas cubanas productoras de esos bienes no pueden exportar a Estados Unidos su tabaco y su ron.
En un amplio diálogo con cientos de jóvenes en la Universidad de La Habana, Josefina Vidal, Directora General de Estados Unidos en la Cancillería cubana, valoró que -más allá de erigirse en una guía- el documento está elaborado desde la óptica y la visión del gobierno de los EEUU y por tanto no puede despojarse de la visión injerencista que históricamente ha marcado la proyección de los Estados Unidos hacia Cuba. Sin embargo, evaluó como positivo el hecho de que por primera vez, aparezca de manera oficial el reconocimiento a la independencia, la soberanía y la autodeterminación de Cuba, así como la legitimidad del gobierno cubano y de los beneficios que reportaría a ambas naciones y pueblos el logro de una relación de convivencia civilizada dentro de las grandes diferencias que existen.
Dijo que el documento no oculta que el objetivo de la política de EEUU es lograr el avance de sus intereses en Cuba promoviendo cambios en su ordenamiento político, económico y social. A su vez, refleja un interés muy marcado en el desarrollo del sector privado y cuestiona profundamente el sistema político cubano.
Otro elemento que revela el sesgo injerencista de esta política, explicó Vidal Ferreiro, consiste en la expresión clara de que EEUU no tiene la intención de modificar el tratado que dio lugar a la ocupación de territorio cubano por la base naval en Guantánamo y que hay un cambio en la política pero no en el objetivo estratégico. Incluso admite que continuarán recurriendo a los viejos métodos e instrumentos, como los programas subversivos y las transmisiones ilegales de radio y televisión.
Dejó claro que las nuevas medidas adoptadas benefician más a EEUU que a Cuba y a su pueblo, y que dentro de tres meses el presidente Obama se irá, pero el bloqueo se queda.
Octubre 20 de 2016.
Publicado originalmente en el diario POR ESTO! de Mérida, México.

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