Ángel Guerra Cabrera
El 14 de octubre la Casa Blanca dio a conocer una Directiva Presidencial de Política
sobre Cuba. Divulgada a la vez que una declaración de Obama, se
pronuncia por consolidar los cambios en la política hacia la isla
ocurridos desde el 17 de diciembre de 2014, cuando los presidentes Raúl
Castro y Barak Obama anunciaron el restablecimiento de relaciones
diplomáticas.
Simultáneamente, la asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice,
pronunció un discurso sobre el tema en el Centro Wilson de Washington,
transmitido en Internet pero irónicamente bloqueado para la blogosfera
cubana, al punto de que provocó un tuit del corresponsal de CNN
en La Habana en que informaba la prohibición de acceso que había
encontrado al tratar de acceder al discurso de Rice.
El hecho es una metáfora de la lentitud, las contradicciones, las
trabas burocráticas y el peso de una cultura política arrogante, típica
del llamado excepcionalismo estadunidense, con que Washington ha teñido
el proceso hacia la mejoría de las relaciones bilaterales.
El mismo 14 se anunciaba el quinto paquete de medidas de Obama hacia
Cuba, que traía poco nuevo aparte de la autorización para realizar
investigaciones médicas conjuntas entre individuos e instituciones de
ambas naciones y para vender productos farmacéuticos cubanos en Estados
Unidos, una vez que cuenten con el permiso de la Administración de
Medicinas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés). La mayoría de las
medidas son más bien dirigidas a ampliar otras ya existentes. En el
balance, benefician más a Estados Unidos que a Cuba.
Aunque el hecho de que el presidente de Estados Unidos emita una
directiva pública de esta naturaleza es por sí mismo otro avance hacia
la normalización de las relaciones, es mejor no hacerse ilusiones. De
entrada, la directiva puede ser derogada o desconocida por quien ocupe
la Casa Blanca el próximo 20 de enero. Pero, suponiendo que se mantenga,
sigue enfatizando en fortalecer y beneficiar a quienes trabajan en el
sector no estatal de la economía; o sea, excluye a tres de cada cuatro
cubanos. Deja fuera el sector estatal, que es el aprobado
democráticamente por el pueblo cubano como el fundamental del modelo
económico y el que posee las palancas decisivas no sólo para el
desarrollo, sino para impulsar servicios tan priorizados como la
educación y la salud.
Por otra parte, aunque el documento reconoce el derecho de
Cuba a la soberanía y la autodeterminación, no puede ocultar su afán
intervencionista y manifiesta expresamente, al igual que las palabras de
Rice, la continuación de programas ilegales y subversivos como las
trasmisiones radiales y televisivas, los programas de
fomento a la democraciay otros dirigidos por la AID como las becas de World Learning, otorgadas recientemente de manera subrepticia y siguiendo el guion de las revoluciones de colores.
Por no mencionar la determinación que manifiesta en preservar la
ilegal e ilegítima base naval de Guantánamo, con el ridículo argumento
de lo necesaria que es para su seguridad nacional. Tampoco se avanzó
esta vez en que Cuba pueda usar el dólar en sus transacciones
internacionales, pues aunque Obama lo prometió durante su visita a la
isla, los bancos y las empresas estadunidenses y extranjeras no sienten
seguridad jurídica para ponerlo en práctica. Continúa para la isla la
obligación de pagar al contado y anticipadamente los alimentos que
compre en Estados Unidos. Se mantienen la mayoría de las restricciones
del bloqueo, que ocasionan pérdidas billonarias a Cuba e impiden hasta
la aplicación de las medidas de Obama.
Pese a la lentitud, las trabas y las frecuentes contradicciones de
este proceso, no debe subestimarse lo logrado en las relaciones
bilaterales en casi dos años: restablecimiento de relaciones y de las
embajadas en las dos capitales, visita de Obama a Cuba, visitas de
secretarios y ministros de ambas partes, creación de una Comision
Permamente que da seguimiento a los temas de la agenda bilateral.
También, adopción de acuerdos sobre protección medioambiental,
santuarios marinos, salud pública e investigación biomédica,
agricultura, lucha contra el narcotráfico, aviación civil, correo postal
e hidrografía.
Pero, como afirma el analista cubano Sergio Alejandro Gómez, el
momento requiere voluntad política para avanzar en los cambios y dejar a
un lado el garrote y la zanahoria.
Twitter:@aguerraguerra
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