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jueves, 27 de octubre de 2016

El papa Francisco acude al rescate de Venezuela

Papa FranciscoSputnik

Por un lado, una profunda crisis política e institucional que enfrenta al poder ejecutivo con el legislativo; por otro, una no menos grave crisis económica y humanitaria por la caída de los precios del petróleo y la escasez de alimentos y medicinas.
El papa Francisco ya hizo mucho en el histórico restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Pero esta vez la tarea es extraordinariamente más compleja y dura, pues los actores son del mismo país y la desconfianza es absoluta. En otras palabras, todo está por hacer. Pero el inicio de un 'diálogo nacional', anunciado en Caracas el pasado 24 de octubre por el representante personal del papa y nuncio apostólico en Buenos Aires, Emil Paul Tscherrig, no gustó demasiado a destacados sectores de las dos partes enfrentadas.
© Sputnik/ Vladimir Sergeev
Del lado oficialista, el diputado y expresidente de la Asamblea Nacional (Parlamento), Diosdado Cabello, rechazó "cualquier intervención internacional en los asuntos internos de Venezuela". Cabello representa al sector más radical del chavismo.
Del lado opositor, el gobernador del estado de Miranda y excandidato presidencial, Henrique Capriles, dijo que se había enterado de la noticia por la televisión. Se mostró indignado y escéptico. El líder opositor aceptó el llamamiento del Sumo Pontífice porque, dijo, se siente moralmente obligado a ello, pero advirtió de que enfrente tienen "al diablo". "Sorprende la buena fe" del enviado del papa Francisco, añadió. Finalmente admitió: "Creemos en el Vaticano y en el papa y estamos seguros de que la Iglesia va a tener una posición firme".
Otro miembro destacado de las fuerzas opositoras, la exdiputada María Corina Machado, calificó de "inconcebible" el diálogo apadrinado por políticos como el exjefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien tildó de ser un colaboracionista de Nicolás Maduro. Capriles tampoco le tiene mucha estima a Zapatero, quien forma parte, junto al dominicano Leonel Fernández y al panameño Martín Torrijos, de la terna de expresidentes que intentan crear en Venezuela un mínimo marco de convivencia democrática que sirva para salir de la crisis económica.
Lo más significativo es que a la reunión con el nuncio vaticano, los representantes del oficialismo y los mediadores hispanoamericanos acudió el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el periodista Jesús 'Chúo' Torrealba, comisionado por la plataforma que reúne a varias organizaciones políticas antichavistas. Torrealba, quien (aparentemente) no tiene aspiraciones presidenciales, pidió "extrema responsabilidad" a sus socios de coalición, un mensaje probablemente destinado al gobernador Capriles.
Del análisis de las declaraciones de Capriles y Machado se desprende pues que la oposición está volviendo a caer en los mismos errores del pasado, equivocaciones que entonces les costaron muy caras. No aprendieron que la unión hace la fuerza. No se les ve ahora muy coordinados y eso les debilita y beneficia a su adversario.
Resulta esencial que sea el Vaticano y no la iglesia local la que intervenga en este contencioso, porque para el Gobierno de Caracas la actitud de la Conferencia Episcopal Venezolana es antichavista y no la aceptaba como interlocutora neutral. Maduro es profundamente cristiano y aplaudió la llegada del cardenal Jorge Mario Bergoglio a Roma como un giro a la izquierda en la posición universal de la Iglesia Católica.
El quid de la cuestión pasa por la convocatoria de un referéndum revocatorio al presidente de la nación. El Ejecutivo no quiere que se celebre antes del 10 de enero porque, por plazos constitucionales (artículo 233), si ganara la oposición, Maduro tendría que abandonar la Jefatura del Estado y habría que llamar a nuevas elecciones presidenciales. Pero si la consulta se organizara en 2017 y triunfaran las tesis de Capriles y compañía, entonces Maduro pasaría el bastón de mando a uno de sus vicepresidentes, quien se mantendría en el cargo hasta el fin del mandato, fijado en 2019.
El diálogo es esencial en democracia. Del consenso nacieron buenos pactos. Pero eso implica hacer concesiones. ¿Está dispuesto el Gobierno a autorizar el revocatorio? El propio Hugo Chávez ya pasó por ese mal trago en 2004 y superó la prueba. ¿Y está dispuesta la oposición a aplazarlo hasta 2017?
Hay que frenar la espiral de ataques y contraataques. Hay que restaurar la confianza perdida, la misión más difícil de resolver después de la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano que suspendió el proceso de recogida de firmas necesario para llevar a cabo el revocatorio, alegando fraudes e irregularidades.
Tampoco ha ayudado en nada a calmar los ánimos el reciente intento de asalto al Parlamento por un grupo de partidarios de Maduro.
La oposición ha respondido de dos formas. En primer lugar, la Asamblea Nacional, de la que tiene el control, busca alternativas legales para echar a Maduro. Por de pronto ya ha iniciado contra él una suerte de juicio político, declarándole responsable de romper el orden constitucional. Sin embargo, el proceso de destitución, que depende de la máxima instancia judicial del país, tiene pocos visos de prosperar. La segunda medida de presión que han tomado las fuerzas opositoras es echarse a la calle, lo que incluye movilizaciones multitudinarias y la huelga general por todo el país. Tampoco excluyen una marcha de protesta hacia el Palacio de Miraflores —sede de la Presidencia—, una idea no exenta de riesgos por los posibles enfrentamientos con los simpatizantes del chavismo.
Nadie en su sano juicio quiere que se repitan los sangrientos sucesos ocurridos en Caracas el 11 de abril de 2002, que desembocaron en el golpe de Estado contra Chávez.
Por eso mismo es fundamental trabajar en mantener la seguridad y el desarrollo pacífico y democrático de las manifestaciones ciudadanas. Cualquier altercado puede desatar un conato de violencia precisamente en un país donde circulan demasiadas armas de fuego ilegales.
Este es el convulso ambiente que se le presenta al Vaticano: un país partido en dos. Su representante tendrá que emplearse a fondo, con mucha discreción y mano izquierda para atravesar un camino lleno de espinas.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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