En el corto tiempo
del siglo XXI, la democracia colombiana ha perdido su contenido esencial
de legitimidad y permanece tomada por un sentido de legalidad, en un
contexto cuya impunidad general supera el 95% y la justicia esta
atrapada por las reglas del poder político y económico y de su sistema
de alianzas. La primera derrota propinada a la legitimidad de la
democracia en este siglo se la produjo la modificación del articulo
constitucional que permitió la reelección del presidente Uribe, quien
durante ocho años dedico sus mejores esfuerzos a consolidar un régimen
basado en la seguridad (sostenida en su correlato de terror y miedo) y
los intentos por crear un estado de opinión y que fue validado
procedimentalmente con herramientas legales e ilegales, que acomodaron a
su favor un debilitado Estado de Derecho, que con relativa facilidad
sucumbió a los embates por el control de las cortes de justicia, las
mayorías del congreso, la conversión del departamento de seguridad (DAS)
en policía política del régimen y de las fuerzas armadas en una
institución educada solo para la guerra.
En suma el Estado
perdió su función legitimadora de la política que hacia adelante solo ha
respondido a la prueba de legalidad. La validez de la política ya no se
detiene en los procesos, ni los métodos, si no en el resultado
matemático, sin contexto, sin causas. A los gobernantes parece
importarles poco o nada la acción política en su contra, los asusta mas
un proceso jurídico cuando lo sienten distante del alcance de sus
tentáculos de clientelismo o corrupción. Los presidentes del congreso,
jueces, gobernantes locales, ministros y otros funcionarios que han ido a
prisión no han sido destituidos de sus partidos, ni abandonado sus
actividades políticas, sencillamente porque a la democracia se le
despojó de su pilar de legitimidad. Transitar por la democracia sin
legitimidad, se convirtió en una practica socialmente aceptada e
incuestionable, que ha sido puesta a prueba en las decisiones del
Congreso, las Cortes, las Universidades y en general Instituciones.
Los resultados del plebiscito en torno a los acuerdos de paz de la
Habana, representan la ultima embestida de alto impacto en la
consecución de resultados democráticos sin legitimidad y en este caso
también con evidentes carencias de legalidad. Eliminar la legitimidad
implica que la democracia esta realmente débil y bajo la amenaza de
quedar convertida de manera irreversible en un cascaron vacío de
principios y expuesta al vaivén de formas de dominación totalitaria, en
las que se gana o pierde obediencia en función del carisma de los
lideres y la aceptación o no de un programa único, fijado por un grupo
de elegidos, que determina los valores a seguir y refuerza sus
actuaciones convocando a su defensa para no perderlos. Ese modo de
acción anuncia que primero se impone la obediencia y luego se fijan las
leyes como en todo oscurantismo.
La campaña del No, dejo en
claro que la legitimidad para ellos no cuenta, haberla eliminado es
parte esencial de su botín para regresar al poder. La campaña a la vez
permitió observar que sus anuncios iban mas allá de la urgencia del
plebiscito y que estaban a prueba tanto una visión del mundo como la
capacidad de representación de sus lideres y su proyecto. La maquinaria
electoral del No, fue resultado de la combinación de estrategias de fe
con estrategias de guerra movidas mediante confusas razones y
sentimientos y direccionada por personalidades destacadas de la vida
política, procedentes de distintos partidos, movimientos y agrupaciones
sociales, políticas y económicas.
Las voces del No, mostraron
suficiencia para alentar la destrucción de la realización de la paz
conquistada, pero además para hacerse al control del poder, lo que se
traduce en un enorme desafío para quienes hacen unidad contra la guerra y
contra la ideología neoliberal, porque con el plebiscito quedó definida
una área política nueva en la disputa por el poder, que supera el marco
tradicional de los partidos, se sale de la disputa entre las elites por
ocupar el centro y se desplaza totalmente hacia la derecha (su
geografía va desde el cero del cuadrante derecho hacia el infinito de la
extrema derecha) con el objeto de atraer y copar partes esenciales de
todos los sectores sociales y económicos. No parece buscar consenso con
un programa de partido a la manera de la política tradicional si no con
una visión del mundo, que se acerca al individuo concreto y se esparce
de manera selectiva en todos los sectores de población. Se conecta por
principios generales y valores cristianos y despliega una inmensa
potencia para incluir cualquier aspecto y dimensión de la vida, grande o
pequeño, en una perfecta combinación de escalas mayores y menores,
angustias y deseos.
La virtud de la propuesta es que se extiende
sobre principios generales orientadores, basados en la defensa de la
vida ligada a un orden natural que pretende ser violentado, lo que sirve
de soporte a un discurso de la seguridad antes que la libertad y de
defensa del orden moral en permanente riesgo de ser atacado por enemigos
difusos. La violencia que se transmite en esta visión del mundo no
opera frontalmente si no por contagio, por reacción en cadena, se
origina un enemigo fantasma y se actúa por polarización, cada uno es
emprendedor de sí mismo para defenderse desde adentro y desde afuera del
sistema. Este fenómeno político, bien puede terminar con el
descoyuntamiento total del Estado Democrático y sobre su debilidad
instaurar lo que podría ser un totalitarismo de ultraderecha en el que
la idea de vida buena, del buen vivir y de convivencia exitosa en paz,
cede a la preocupación por la supervivencia, que será mas sencilla de
llevar con las promesas de futuro que ofrezcan sus lideres, no se
moviliza a la masa por pura agitación, si no que reproduce y acelera lo
ya existente.
En el modo de actuar, en su discurso, en su mismo
silencio se refleja un proyecto en marcha hacia la estructuración de una
tercera republica (la primera se instauró sobre la barbarie desatada
contra los patriotas e intelectuales de la independencia y la segunda
sobre la impunidad de la violencia que originó el frente nacional), en
todo caso sin abandonar el cascaron democrático. Lo ocurrido con el
plebiscito puso al descubierto el proyecto en marcha y los liderazgos de
su dinámica política.
Encabezan los dos últimos expresidentes
que gobernaron durante 12 años al país (Uribe, Pastrana, en el cambio de
siglo), exministros (Martha Lucia Ramírez de Defensa, Jaime Castro de
Gobierno, Holmes Trujillo de educación), el recientemente cesado
Procurador (A. Ordoñez, de la ultraderecha católica de Tradición,
Familia y Propiedad ), Ex vicepresidentes (Francisco Santos vinculado a
la formación del bloque capital del paramilitarismo y Angelino Garzón
con origen en el sindicalismo), Senadores y Representantes (Paloma
Valencia, nieta del presidente que inauguro la política contrainsurgente
y arremetió por primera vez contra las Farc; María Fernanda Cabal,
empresaria del sector ganadero comprometido con el paramilitarismo
esposa de Félix Lafourie defensor de las tierras del despojo; José
Obdulio Gaviria, primo de Pablo Escobar e investigado por vínculos con
el paramilitarismo; Viviane Morales, nombrada en la comisión de notables
del presidente Uribe para la reforma política, defensora de la familia y
los valores cristianos y opositora al reconocimiento de derechos de
diversidad y diferencia, su esposo paso de guerrillero a asesor de las
autodefensas), Periodistas (Herbin Hoyos, representante de un sector de
victimas de la guerrilla, con varios premios internacionales; Claudia
Gurisatti que encabeza la cruzada antichavista); Gobernadores
(Casanare), Generales Retirados, Alcaldes, Funcionarios, Pastores de
Iglesias Cristianas (700 pastores firmaron el pacto cristiano y
representan a mas de 6000 iglesias), representantes de la iglesia
tradicional y medios de comunicación (RCN, Cadena Manantial de Vida,
Misión Carismática).
Estos nombres controversiales, contribuyen a
entender que efectivamente hay un proyecto de poder en marcha, para ser
ejercido libre de cualquier prueba de legitimidad y con mayor énfasis
en ceder el espacio de la política a la administración de necesidades
sociales dejando intacto el marco de relaciones socioeconómicas ya
existentes y sobrevalorando a la sociedad de la opinión (con la aparente
condición de que las opiniones no tienen ideología). El proyecto en
marcha se preocupa por crear la percepción de que la acción política se
origina adentro mismo de cada persona y encuentra un lugar común en la
masa para unirse en comunión como defensores de la tierra (en manos de
sus despojadores), de la familia tradicional forjada con valores
cristianos y, de la seguridad ante el enemigo fantasma. Estos principios
de conjunto definen una visión del mundo sometida y guiada por el
arbitrio de los lideres (el líder) de una comunidad inspirada en
sentimientos subjetivos y dispuesta a constituir un todo llamado partido
y un modo de acción política como relación empresarial de la que se
pueden sacar dividendos particulares, su construcción no esta en
términos de región, si no de nodos de liderazgo (militar, eclesial,
económico, cultural, jóvenes, artístico). A ese proyecto que marca una
ruptura y que supera las márgenes de la política tradicional y se
presenta con una aureola de misterio, bien podría llamarse
Nacional-Uribismo (NU).
Retos de la Movilización social de la paz
Ante esa nueva presencia política, que ha venido madurando a lo largo
de este siglo y que llega para elevar al máximo su placer de someter a
su designio la conducta de los otros, del país entero, y que ha
demostrado tener la astucia y fuerza suficiente en todos los juegos
estratégicos en los que ha participado, tendrá que enfrentarse el país
que quiere la paz con justicia social y democracia real, el país que se
moviliza en torno a dignidad y derechos, el que resiste los embates del
modelo económico de nueva explotación y esclavitud -asociada a la
extracción de riquezas naturales y biodiversidad en general- y el que
teóricamente conformaría el área política que va del centro hacia el
margen izquierdo para hacer el contrapeso.
El reto principal de
la movilización social y política que enfrente la nueva política de
ultraderecha, esta en entender el enigma que se presenta y asumir las
tareas de la unidad con nuevas estrategias, con nuevas instituciones de
poder alternativo, con imaginación y renovados modos de acción,
asumiendo que ya no existirán dos agendas de lucha popular (armada y
desarmada) si no una sola, que no esta construida aun, y que esta
llamada a completarse con las partes históricamente faltantes de genero,
etnia y diversidad y a forjar sus propios valores en igualdad, libertad
y solidaridad, pero a la vez con el encargo urgente de fortalecer la
formación ideológica y política de sus propios sujetos de lucha. El
proyecto de ultraderecha no ha cesado de formar ideológicamente a los
suyos, de enseñar unas maneras de entender, actuar y defender su propia
visión del mundo.
Este país no se enfrenta entonces solo a una
postura espontanea ante la guerra y la paz, que se manifestó en el
plebiscito, si no esencialmente ante una visión del mundo, que hunde sus
bases en el derecho natural, que no reconoce legitimidad ni ética como
valores políticos, ni tampoco reconoce derechos conquistados por los
pueblos, ni acepta opositores políticos, ni cree en las reglas de la
democracia que se forja entre confrontaciones y conflictos. El proyecto
NU crea su propia forma de validez basada en la autoridad de sus lideres
a la manera de antiguas monarquías que manipulan distintos componentes:
íntimos que tocan el cuerpo de cada elector como encarnación natural
llamada a defenderse de anormalidades como: derechos de diversidad
sexual y diferencia, dosis personal, prostitución, adopción, aborto,
unión libre, divorcio, cuotas de poder, indígenas y afro como sujetos
políticos, ambientalistas) ; locales y regionales que llaman a defender
lo existente del enemigo difuso que puede destruirlo (defender en común a
propietarios de la tierra y de otros medios de producción que son
presentados como promotores de trabajo y progreso y bienestar);
nacionales centrados en sumar descontento e inconformidad contra el
gobierno incapaz de dar soluciones a las necesidades mas básicas en un
ámbito de injusticia e inequidad (indignar contra el gobierno, rechazo a
impuestos, a venta de activos y patrimonio) e; internacionales
repitiendo su desprecio por los gobiernos de la América Bolivariana
(Venezuela, Ecuador, Bolivia y cercanos como Nicaragua).
Este
diseño estratégico de poder entreteje el odio con necesidades y deseos
aplazados (de los que el régimen Uribe fue su principal responsable) y
los articula con técnicas del terror y el miedo -ya probadas en la
guerra-, para poner al descubierto la desesperanza, a la que acude como
fuente de salvación en la que cobra sentido el todo vale para alcanzar
la victoria, producto de una mezcla de elementos de medioevo y
modernidad. Hay una combinación de técnicas racionales que incluyen una
idea de justicia entendida como aquella que se ocupa de lo moralmente
correcto cuando se trata de dirimir conflictos sociales y al tiempo
potenciar las habilidades psicológicas, sociales e intelectuales de sus
lideres para seducir a otros, crear un entramado de seducción y rapto y;
del lado de la fe integran técnicas de la comunidad de creyentes,
convocando a sus electores como a hermanos solidariamente unidos a los
demás y vinculados por un sentido de pertenencia a una comunidad que les
ha prometido no abandonarlos ni dejarlos sin futuro.
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