Por primera vez en un
cuarto de siglo, la representación de Washington ante la Asamblea
General de Naciones Unidas se abstuvo en la votación de condena que
anualmente se lleva a cabo en ese organismo contra el embargo económico
que Estados Unidos impuso a Cuba en 1960, la cual elevó a rango de ley
en 1992 (Cuban Democracy Act) y que amplió a prácticamente todos los
ramos y al resto de los países en 1996 (ley Helms-Burton). El gobierno
estadunidense había votado sistemáticamente en contra de la condena de
la ONU al también conocido como bloqueo comercial, y en ese empeño se
fue quedando solo. En años recientes, Washington únicamente contaba con
el apoyo de Israel; en tanto, la representación cubana concitaba el
respaldo de todos los otros países del mundo.
La insólita decisión de un gobierno de abstenerse en la votación de
una resolución que lo condena y repudia debe verse en el contexto de la
normalización de las relaciones bilaterales, proceso iniciado en 2014
por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro con los auspicios del
papa Francisco. Sin embargo, el restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre ambos países no trajo aparejado el fin del embargo,
debido a que la presidencia estadunidense no cuenta con las mayorías
legislativas necesarias para revocar las leyes que lo sustentan.
En tales circunstancias, el bloqueo económico permanece como un grotesco remanente de la guerra fría,
un medio insostenible en términos morales, políticos y económicos, una
suerte de castigo colectivo para el pueblo cubano, el cual ha debido
afrontar incontables sufrimientos y privaciones por el simple hecho de
conformar una nación soberana que se negó a plegarse a los dictados
estadunidenses. Por añadidura, la prohibición de comerciar con Cuba ha
causado, en más de medio siglo, un daño incalculable a la economía de
ésta y ha afectado a miles de empresas de la superpotencia que no han
podido hacer negocios en el mercado isleño.
Esas razones explican que en las últimas votaciones contra el
embargo en la Asamblea General de la ONU las mociones de condena
correspondientes hayan sido aprobadas por la casi totalidad de la
comunidad internacional y que desde 2008 sólo los representantes de
Israel y Estados Unidos se opongan. En la sesión de ayer, luego de que
la embajadora de Washington, Samantha Power, informó sobre la abstención
de su país –anuncio que provocó nutridos aplausos–, el bloqueo fue
condenado por 191 votos aprobatorios y dos abstenciones: las de Tel Aviv
y Washington.
Tal resultado constituye una presión indudable sobre los integrantes
republicanos del Capitolio, entre quienes operan los menguantes grupo de
interés de la comunidad cubano-estadunidense, para que acepte revocar
las leyes que elevaron el bloqueo al rango de política de Estado. Si se
confirman las previsiones sobre un posible retroceso del Partido
Republicano en las elecciones del mes entrante, habrá una probabilidad
cierta de que en el futuro próximo el embargo sea desechado de una vez
por todas y enviado, para alivio y regocijo de millones de personas en
todo el mundo, al basurero de la historia.
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