Guillermo Almeyra
Periódico La Jornada
La campaña electoral
por la candidatura a la presidencia de Estados Unidos del senador de
Vermont Bernie Sanders, del Partido Demócrata, está preocupando a la
derecha de ese país y del mundo porque demuestra que una parte
importante de los jóvenes de esa nación están rompiendo con la ideología
dominante y no consideran ya que las ideas socialistas sean aberrantes y
antipatrióticas.
Quienes apoyan a Sanders en cierto modo retoman lo mejor de las
tradiciones del pueblo estadunidense. En efecto, a principios del siglo
XX y sobre la base de una fuerte inmigración de obreros europeos
influidos por el sindicalismo, el anarquismo y el marxismo, se
desarrollaron sindicatos por rama industrial; creció mucho el combativo
movimiento sindical-político de los IWW (llamados popularmente wooblies)
que defendían la independencia del movimiento obrero, la democracia
sindical, la autogestión y la abolición del capitalismo y que tenían
líderes como Bill Haywood, minero, Mother Jones y Eugene Debbs, fogonero.
Éste y Haywood fueron dirigentes del Partido Socialista, además de
aguerridos militantes sindicales y dieron al socialismo una base obrera y
una extensión nacional, condujeron durísimas luchas en las que los
patrones recurrían a ejércitos privados de matones (los detectives
Parkinson) y a una brutal represión policial, así como a provocaciones
sangrientas, pero no podían evitar ser vencidos por la solidaridad de
los trabajadores y de sus familias.
Debbs encabezó una candidatura presidencial socialista obrera que
tuvo un amplio eco, pero la terrible represión patriotera que siguió a
la Revolución Rusa y al fin de la guerra, así como al cese del tipo de
inmigración previa a la guerra mundial redujeron la influencia del
socialismo radical en Estados Unidos. El macartismo fascistizante
consiguió además en los años 50 que el término socialista se
identificase durante la guerra fría con el antipatriotismo y hasta con el espionaje para la Unión Soviética, y llevó a asesinatos
legalescomo el de los esposos Rosenberg.
La desaparición de la Unión Soviética y del mal llamado bloque de
países socialistas, así como el debilitamiento de los partidos
comunistas estalinizados abrieron desde los años 90 el camino, tanto
para la recuperación –incluso en Estados Unidos– de las mejores
tradiciones libertarias de los trabajadores en el pasado, como para el
desarrollo de otras tendencias socialistas, radicales o reformistas, muy
ligadas con un fuerte sustrato democrático local siempre presente en
ese país.
La prolongada crisis, como en los años 30, impulsa hoy hacia una
nueva radicalización a amplios sectores de la juventud, particularmente
entre las mujeres, quienes son muy discriminadas. El apoyo a Bernie
Sanders, permanente adversario de las guerras, las invasiones y los
golpes de Estado organizados por Washington, denunciante constante del
control de la sociedad, la cultura y la información por el gran capital y
de la corrupción del establishment, expresa sólo parcial y
deformadamente esta evolución cultural y política de fondo.
En efecto, toca –por ahora– a la minoría juvenil de un país,
donde los adultos mayores superan a los jóvenes y no abarca ni a una
parte importante de los obreros –que siguen siendo nacionalistas– ni a
las importantes minorías latina y negra. O sea, hasta hoy sólo influye
sobre la parte menos conservadora de una sociedad que es sumamente
inculta –hasta el darwinismo es considerado peligroso– además de
ultrarreligiosa desde sus orígenes, chovinista y violentamente racista
(la segregación oficial de los negros cayó hace 50 años gracias a la
lucha de éstos, pero los asesinatos raciales impunes cometidos por la
policía son cosa de todos los días).
Por otra parte, Sanders lucha por su elección en un partido como el Demócrata que, aunque en su momento apoyó el New Deal de Franklin Delano Roosevelt en la Gran Depresión de los 30, después apoyó todas las aventuras imperialistas y la guerra fría
organizada por los Truman, Johnson, Kennedy, Clinton y Obama. En ese
partido, que apoyan y financian las direcciones sindicales defensoras
del capitalismo y de las grandes empresas estadunidenses situadas en
cualquier parte del mundo y los grupos de presión sionistas, en realidad
incluso un socialista reformista es un peligroso intruso.
De ahí el coraje del senador Sanders y la valentía de su proceso de
autoorganización y autofinanciamiento de sectores juveniles, que podría
conducir a la ruptura de los mismos con la dualidad de partidos que en
el fondo forman el partido único del gran capital imperialista
estadunidense.
La construcción de un tercer partido de masas independiente del
establishment no vendría, pues del lado sindical, como soñaban Debbs,
Haywood, James Cannon y los primeros socialistas obreros, sino desde el
frente de la juventud estudiantil e intelectual que protesta contra el
sistema. Eso le asestaría a éste un duro golpe porque pondría a Estados
Unidos en la hora social mundial, rompiendo la anormal situación del
enfrentamiento político entre dos partidos de los millonarios y
sacudiría la americanización de la política europea, donde la
ultraderecha se enfrenta con la derecha (o el centroderecha) según el
modelo estadunidense. Ya la elección de Barack Obama, un senador negro y
contrario a las guerras de sus adversarios cuando aún no era
presidente, había permitido que asomase tímidamente la tendencia que se
abre paso con Sanders.
Si éste no capitula, antes de que pase mucho tiempo podremos ver desarrollos importantes.
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