Entrevista con la historiadora y politóloga argentina Alexia Massholder
El Cronicón
El reto para
enfrentar las lacras de un sistema criminal como el capitalismo que ha
generado la actual crisis civilizatoria por la que atraviesa la
humanidad pasa por articular en forma efectiva las luchas sociales y
políticas a nivel local, regional y mundial. Y en ese empeño, “el
pensamiento crítico indudablemente jugará un rol central, para la
revisión crítica de nuestra historia de lucha, cuyo único fin no debe
ser ‘condenar’ sino repensar las formas para hacerla más efectiva. Pero
también para la denuncia permanente y la elaboración de propuestas
alternativas de acción, análisis y organización”. La reflexión es de la
historiadora argentina, doctora en Ciencias Sociales y catedrática
universitaria, Alexia Massholder, quien alterna su actividad de
investigación académica con sus labores de activista política.
Massholder
es autora de un muy buen documentado libro titulado “El Partido
Comunista y sus intelectuales. Pensamiento y acción de Héctor P. Agosti”
(Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2014), que constituye un riguroso
análisis del rol jugado por la intelectualidad argentina en la compleja y
conflictiva realidad de la nación gaucha durante el periodo comprendido
entre 1945 y 1965.
La obra se desarrolla teniendo como eje
articulador la figura del dirigente comunista argentino Héctor Pablo
Agosti (1911-1984), su amplia producción bibliográfica y su accionar
político.
“De la mano de Agosti el libro de Massholder se interna
en un amplio laberinto en donde intelectuales, dirección política y
dinámicas burocráticas se entrecruzan en un período crítico de la
historia argentina”, señala el reputado científico social Atilio Boron
en el prólogo de la obra.
Cabe agregar que Agosti fue uno de los
más altos exponentes de la “batalla de ideas” durante el siglo XX,
introductor de Antonio Gramsci en Argentina y en América Latina, sus
reflexiones críticas, audaces y profundas le valieron el reconocimiento
de muchos intelectuales que, como el chileno Volodia Teitelboim, vieron
en él un continuador de las elaboraciones de Aníbal Ponce y Juan Carlos
Mariátegui.
Para auscultar los alcances de este interesante
trabajo bibliográfico que recaba en el papel de la intelectualidad en la
lucha política y que contribuye a aprender de los yerros que
históricamente han frenado procesos emancipatorios como el sectarismo y
el dogmatismo en las conducciones partidarias, dialogamos con su autora.
Alexia
Massholder se desempeña actualmente como docente en la Cátedra
Pensamiento argentino y latinoamericano de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) del
Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Además, es directora
adjunta del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti
(CEFMA).
Cuando no se apunta a transformaciones profundas, no
sólo no se avanza sino que se permite el fortalecimiento de la
democracia burguesa
- Uno de los temas centrales de tu
libro es el rol que juega la cultura y los intelectuales en el devenir
político (en este caso de Argentina, en el periodo que analizas: entre
1945 y 1965). ¿En América Latina la falta de una solidez cultural que
posibilitare identidad propia ha sido talvez uno de los impedimentos
para generar conciencia emancipadora?
- No diría que es un
tema de falta de solidez cultural sino de relaciones de fuerza y de
conciencia de lo profundas que son las contribuciones teóricas y
prácticas desde América Latina. Respecto a esto último pensemos en el
pensamiento geoestratégico, cultural y político de Simón Bolívar, de San
Martín, Simón Rodríguez y José Martí en el siglo XIX. Y en el siglo XX
los de José Ingenieros, Aníbal Ponce, Julio Antonio Mella, José Carlos
Mariátegui, Sergio Bagú, Fidel Castro…, también los exponentes de la
Teología de la Liberación y de la Teoría de la Dependencia. Todos ellos y
tantísimos más han tenido valiosísimos aportes desde lo teórico (tanto
la elaboración como la difusión y la revisión crítica) pero también
desde la acción política transformadora. Muchos ellos, como el propio
Héctor P. Agosti que de alguna forma protagoniza el libro al que
referís, fueron en diversas medidas víctimas del olvido, muchas veces
intencionado, y de la fragmentación política de nuestra región que
durante muchos años impidió la circulación y el conocimiento de estos
aportes propios. Decía, entonces, que no es sólo la falta de conciencia
de lo mucho que tenemos, que en cierta medida comenzó a revertirse, sino
de la correlación de fuerzas políticas que intentó e intenta
sistemáticamente sepultar todo el potencial cultural y emancipador de
América Latina.
- ¿El déficit evidente en la relación
intelectuales-partidos políticos de izquierda o progresistas en América
Latina, es uno de los factores principales para que el neoliberalismo
haya ganado la batalla cultural e ideológica?
- Muchos de los
intelectuales que mencioné tuvieron pertenencia a partidos políticos,
con las particularidades que eso implica y que intento abordar en el
libro. No sé si se trata de un déficit. Pero es cierto que su
pertenencia a estructuras partidarias fue muchas veces utilizado como
argumento, harto reduccionista por cierto, para desacreditarlos. Como si
ser “pensadores sueltos” implicara siempre una condición superior en
los intelectuales. Es un tema delicado. Y sin dudas, como sugieres, el
neoliberalismo se ha fortalecido con estas disputas propias de la
izquierda, que tanto mal nos hacen por cierto. Las limitaciones del
llamado “progresismo” creo que también han contribuido. En todo caso,
habrá que repensar estas cuestiones porque la batalla sigue y aquí
estamos. Y seguiremos estando.
- Héctor P. Agosti, como bien
lo reseñas en tu trabajo bibliográfico, constituye uno de los más altos
exponentes de la batalla de ideas tanto de Argentina como de
Latinoamérica durante el siglo XX. Proyectando su obra y su accionar
política a nuestros días, ¿qué aportes suyos destacarías que tengan
plena vigencia en el proceso de lucha contra los nuevos totalitarismos o
“globalitarismos”, en palabras del geógrafo brasileño Milton Santos,
que padecemos a causa del criminal modelo político-económico neoliberal?
-
Señalaría tres principalmente. En primer lugar sus reflexiones sobre la
democracia burguesa y sus límites. Creo que en la actualidad, cuando
las democracias no apuntan a las transformaciones profundas,
revolucionarias, no sólo no se avanza sino que permiten el
fortalecimiento de la democracia burguesa, en donde el pueblo (demos) no
cuenta con las garantías necesarias para la participación efectiva que
el término “democracia” supone. En segundo lugar, sus críticas desde el
marxismo a las tradiciones liberales y nacionalistas (en el mal sentido
de la palabra, porque hay uno bueno). Se trata de las dos corrientes que
se han alternado mayormente en los gobiernos de nuestro continente sin
haber podido dar soluciones efectivas y duraderas a nuestros problemas
estructurales. Y en tercer lugar, creo que la introducción de Gramsci y
el puntapié inicial en la difusión de su obra al español ha sido y es
fundamental para pensar los vínculos entre nación, ideología y cultura.
- Es
Agosti el pionero en Latinoamérica de introducir a través de su país,
Argentina, el pensamiento del formidable sardo Antonio Gramsci, quien
entre los innumerables aportes intelectuales que hizo sobresale su
concepción de hegemonía. ¿Consideras que los gobiernos de impugnación
neoliberal que irrumpieron en la última década en Suramérica se quedaron
cortos en generar “hegemonía” en términos gramscianos y por eso el
renacer de una derecha con tintes fascistas como lo observamos en tu
país y en Venezuela?
- Sin dudas. Porque estos gobiernos de
impugnación neoliberal no pasan de intentar dar mejor condición del
explotado, no el fin de la explotación. Y eso no es más que perpetuar el
sistema capitalista, que ya no hace falta ser revolucionario para
impugnar. Miremos sino las declaraciones del Papa… Esos gobiernos
construyeron un polo antagónico del pueblo para enfrentar al
neoliberalismo pero no generaron la herramienta para derrotarlo.
Herramienta que para Gramsci debe conducir los intereses de las clases y
fracciones de clases del nuevo bloque histórico, con una nueva unidad
ética y moral, verdaderamente popular. No debe olvidarse, como hicieron y
hacen muchos “gramscianos”, que Gramsci pensaba esos conceptos
teóricos, como todo marxista, en anclaje con la práctica de la lucha
política. Y como comunista su horizonte era la revolución.
- Volvamos
a tu libro. ¿Qué te motivó a realizar la minuciosa investigación sobre
la relación del Partido Comunista argentino y sus intelectuales durante
el periodo comprendido entre 1945 y 1965? ¿Talvez aportar y difundir las
experiencias militantes que han contribuido a la construcción de
alternativas políticas, y al mismo tiempo, no caer en los mismos
errores?
- Las motivaciones creo que fueron ampliándose en el
transcurso de la investigación. Inicialmente, la ausencia total del
estudio del comunismo en la Argentina en la carrera de Historia de la
Universidad de Buenos Aires me llamaba mucho la atención. No viniendo de
familia comunista, tenía la “idea” de que, por lo menos en el plano
cultural, los comunistas habían hecho muchísimos aportes. Con el
desarrollo de la investigación, en donde mis directores Atilio Boron y
Fernando Lizárraga tuvieron mucho que ver, fui tomando conciencia de las
implicancias políticas de esa ausencia. Hoy estoy convencida de la
intencionalidad política de esas ausencias y creo que debe ser un deber
militante reponer todos esos “vacíos”, para revertir los efectos de lo
que comentábamos en la primera pregunta.
- En el contexto de
tu investigación se destaca el aporte de Héctor Agosti al ámbito de la
estética a través de su libro en Defensa del realismo. ¿Qué elementos
sustanciales destacas de este importante trabajo suyo?
- Creo
que tiene grandes implicancias historiográficas y por supuesto
estéticas. EL arte y la revolución siempre han tenido una relación tan
compleja como inevitable. No hace falta enumerar la cantidad de poetas,
escritores, cantantes, artistas plásticos, escultores y actores que han
militado en las filas de la revolución, y es impensable que su arte
hubiera sido lo que fue sin esa filiación. En el plano historiográfico
creo que, en el caso particular de Agosti que reconstruyo en el libro,
permite matizar la idea del seguidismo soviético a ultranza en todos los
planos, como sostienen algunos, y la diversidad de debates existentes
dentro del movimiento comunista internacional. En el plano estético creo
además que la reflexión de Agosti permite pensar las condiciones de la
creación revolucionaria en el contexto del capitalismo. He conversado
con el maestro y dramaturgo Raúl Serrano sobre estos temas, y me enseñó
mucho de las implicancias también filosóficas que tiene en la relación
sujeto – objeto, pero no es esto último algo en lo que pueda
pronunciarme por mis limitadas aproximaciones al tema.
- Retomando
a Gramsci, tú afirmas que sus reflexiones las hizo a partir de “su
práctica política concreta con el explícito objetivo de actuar por el
triunfo de la revolución socialista”. Para lograr un proceso
revolucionario y emancipatorio, ¿por qué el marxismo como metodología de
comprensión y análisis de la realidad puede contribuir no solo a este
propósito sino a crear alternativas que lo hagan posible?
-
Porque no se trata justamente de una metodología pensada para el mero
análisis sino para la transformación. El marxismo va a fondo, a las
verdaderas causas de los fenómenos. Y por eso el enemigo también estudia
tanto marxismo…, aunque con fines opuestos. Y porque el marxismo, como
práctica, pone además mucho énfasis en el tema de la organización
(citemos solo a Gramsci y a Lenin como ejemplos más evidentes y
conocidos). Un análisis certero sin una organización política fuerte y
sólida tendrá resultados escasos en la modificación de la correlación de
fuerza. Los innumerables frentes de batalla que nos abre, por ejemplo,
el gobierno recientemente electo en Argentina, nos va a poner a prueba.
No podemos dispersar la fuerza y salir como locos de acá para allá por
cada injusticia o atropello que debamos enfrentar. Debemos organizarnos
de manera más inteligente para que nuestros golpes sean más efectivos.
La impotencia y la indignación nos dan ganas de salir a comernos el
mundo. Pero a veces debemos frenar y pensar, como hace el enemigo, para
que nuestra acción tenga efecto. Pensamiento y acción.
- Si
bien es cierto que el capitalismo no se va a caer solo, sino que es
necesario empujarlo, ¿qué hará falta para que ello suceda y la humanidad
pueda superar la crisis civilizatoria que enfrenta por culpa de este
criminal sistema? ¿Cuál debe ser el rol que en este propósito urgente
debe jugar el pensamiento crítico para ganar la batalla de ideas?
-
Algo podríamos repetir de las respuestas anteriores. Tenemos la
metodología, el pensamiento crítico. Tenemos una gran experiencia
histórica. Debemos utilizar todas las evidencias de la decadencia y el
sinsentido del capitalismo, crear conciencia sobre esto, y sobre la
posibilidad efectiva de algo diferente. Tenemos evidencia histórica y
actual para hacerlo. Y sobre todo articular mejor nuestra lucha, a nivel
local, regional, mundial. El pensamiento crítico indudablemente jugará
un rol central, para la revisión crítica de nuestra historia de lucha,
cuyo único fin no debe ser “condenar” sino repensar las formas para
hacerla más efectiva. Pero también para la denuncia permanente y la
elaboración de propuestas alternativas de acción, análisis y
organización. Con autocrítica pero con confianza en nuestra fuerza,
estoy segura que lo vamos a lograr.
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