Silvia Ribeiro*
Periodico La Jornada
En el contexto de temor
construido por la expansión del virus zika y su supuesta relación con
microcefalia, uno de las propuestas más riesgosas que se promueven es
liberar billones de mosquitos transgénicos. No hay pruebas de que esto
sirva para disminuir las enfermedades –incluso podría aumentar los casos
o hacerlos más graves– e implica liberar al ambiente insectos
transgénicos, con impactos impredecibles en ecosistemas y potencial
mutación de virus y otros mosquitos. El costo de producirlos es alto y
el negocio de quienes promueven los frankenmosquitos es que se
destinen recursos públicos a estas riesgosas tecnologías, drenando
fondos que deberían usarse en enfoques realmente útiles de prevención y
atención colectiva de los diversos factores que influyen en el
desarrollo de las enfermedades.
Existen varias iniciativas para manipular al mosquito Aedes aegypti, el
trasmisor de los virus del dengue, chikungunya y zika, intentando
disminuir las poblaciones de éstos. Todas comparten el enfoque estrecho
de dirigirse solamente a un vector de la enfermedad y por métodos
tecnológicos.
Hay muchas evidencias de que este enfoque aislado en el vector no es
eficaz, porque aun si se logra eliminar una población de mosquitos en un
lugar y por un periodo, pueden volver después de un tiempo –como ha
sucedido en Brasil, ahora epicentro de la supuesta emergencia del zika– o
pueden ser remplazados por otras especies de mosquitos o acelerar
mutaciones en los virus. Además, en regiones donde el dengue es
endémico, la supresión de los mosquitos por un periodo, debilita la
resistencia adquirida por la mayoría de la población, potencialmente
causando que las enfermedades vuelvan con más virulencia o que las
personas se vuelvan más vulnerables a serotipos más agresivos del virus,
como el dengue hemorrágico. Con los mosquitos manipulados todos esos
impactos están presentes y se agregan otros riesgos.
Oxitec, una empresa que ha hecho experimentos con mosquitos
transgénicos supuestamente para controlar el dengue en Islas Caymán,
Malasia, Brasil y Panamá, presenta ahora su tecnología como solución al
zika, sobre todo en Brasil, donde ha encontrado regulaciones laxas de
bioseguridad y subsidios públicos para sus experimentos. Fue fundada por
técnicos de la Universidad de Oxford y ex empleados de Syngenta. En
2015, Oxitec fue comprada por Intrexon, compañía de biología sintética
de Estados Unidos que se dedica, entre otros rubros, a producir animales
transgénicos, como salmón y ganado. Entre los directores de Intrexon,
están hoy Bob Schapiro, antes director global de Monsanto, y Jeffrey B.
Kindler, ex director global de la farmacéutica Pfizer. La historia de
sus directores no implica que esas empresas estén involucradas en
Intrexon/Oxitec, pero sí es significativa en cuanto a los principios que
rigen a la empresa, como la actitud de que las ganancias corporativas
están por encima del interés público, la salud de las personas y los
ecosistemas.
La organización GeneWatch, que ha seguido a Oxitec desde sus
inicios, aporta una serie de datos sobre los resultados reales de sus
experimentos, de los cuales señalo aquí algunos. (http://goo.gl/mTBVUD)
Oxitec usa una técnica para hacer mosquitos transgénicos dependientes
del antibiótico tetraciclina. Crían y separan mosquitos machos de las
hembras, que son las que pican. En teoría, al liberar los mosquitos
transgénicos, éstos se cruzarán con silvestres y producirán crías que no
pueden desarrollarse si no encuentran el antibiótico tetraciclina en el
ambiente. De todos modos, hasta 3 por ciento de las larvas sobrevive
hasta la adultez. Además, cuando Oxitec para alimentar los mosquitos usó
alimento de gato, que contiene pollo de cría industrial donde se
utiliza tetraciclina, la tasa de sobrevivencia aumentó a 18 por ciento.
Brasil, uno de los principales productores mundiales de cría industrial
de animales, es también uno de los mayores usuarios de tetraciclina. La
mayor parte de la que se usa en cría industrial de animales termina en
residuos que van a depósitos de agua y basureros, donde también se cría
el Aedes aegypti.
Adicionalmente, la separación de mosquitos machos y hembras es
rudimentaria y siempre hay un porcentaje de hembras que son liberadas,
admite Oxitec. Todo esto se convierte en problemas importantes, porque
para que los mosquitos transgénicos se reproduzcan, se liberan en
cantidades enormemente mayores a los silvestres. En Islas Caymán, para
combatir una población de 20 mil mosquitos, liberaron 2.8 millones de
mosquitos por semana. Según Oxitec, el experimento fue un éxito, porque
redujo la población de mosquitos en el área experimental en más de 80
por ciento. Sin embargo, mediciones en zonas vecinas mostraron un
aumento de mosquitos silvestres. Se estima que entre los millones de
machos liberados por semana, se liberaron también unas 5 mil hembras
picadoras. Todo esto aumenta el riesgo de picaduras a la población.
En un experimento realizado en 2013, en Jacobina, Bahía, Brasil,
Moscamed, una empresa socia, liberó mosquitos de Oxitec y se adjudicó
una disminución de 81 a 100 por ciento de dengue en dos barrios. Pero en
2014, el municipio de Jacobina tuvo que decretar una emergencia por
aumento de dengue. (ASPTA, http://goo.gl/XPCU6w).
El 16 de febrero, a partir de una denuncia promovida por
organizaciones locales e investigadores, el Ministerio Público de Brasil
comenzó una averiguación sobre la eficacia y aspectos de bioseguridad
de los experimentos de Oxitec en Piracicaba, estado de São Paulo, donde
la empresa ha hecho experimentos desde 2015.
Pese a los riesgos y pésimos resultados, los promotores de los transgénicos quieren aprovechar la
emergenciapara hacer nuevos negocios a costa de la salud de todos. No hay que permitirlo.
*Investigadora del grupo ETC
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