Por Luis Manuel Arce Isaac
La
Habana, 24 feb (PL) Los resultados negativos del referendo en Bolivia
para decidir una nueva reelección de Evo Morales a la presidencia del
país, y los electorales en Venezuela y Argentina, marcan un paso atrás
de las fuerzas populares que merece análisis.
Ese retroceso se ha dado en un terreno político plagado de más
trampas que las que el vietcong tendía a marines norteamericanos en
Vietnam. La derecha oligárquica ha logrado después de algunos años de
flaquezas volver a vertebrarse con los centros tradicionales de poder en
el exterior y poner zancadilla a los gobiernos progresistas
latinoamericanos.
Quedan incólumes, pero no exentos de peligros y
muy acosados por sus enemigos, los gobiernos de Ecuador con el
presidente Rafael Correa, y el de Brasil con Dilma Rousseff, este último
dentro de un cerco muy fuerte para impedir una nueva elección de Inacio
Lula da Silva.
Lo que algunos denominan una contraofensiva del
capital para recuperar el terreno perdido desde la revolución
bolivariana, ha permitido el retorno al escenario político de verdaderos
fósiles como Henry Ramos Allup en Venezuela y congéneres de nueva forja
como Mauricio Macri en Argentina.
Ahora en Bolivia renacen los
sempiternos enemigos de los indígenas cocaleros para frenar el
apresurado avance al desarrollo socioeconómico que tan magistralmente ha
estado concretando el gobierno de Morales y cuyas perspectivas
requerían de ese nuevo mandato para consolidar lo hecho hasta ahora.
Bolivia será siempre el ejemplo de pujanza, honestidad y anticorrupción
cuyo resultado concreto fue sacar al país de su miseria secular y
colocarlo en el sendero de un progreso envidiable.
Los teóricos
del neoliberalismo emborronan montañas de cuartillas para dar una
explicación falaz a lo que ha ocurrido en esos tres países y repican
campanas con sus quebradizas teorías del fin de la historia y del ciclo
de los gobiernos progresistas.
Sin embargo nada más alejado de
la realidad que esa afirmación pues si hay una contraofensiva
estratégica de la derecha continental es porque antes hubo fracasos de
tal envergadura que remecieron el sistema neoliberal desde sus raíces
con acontecimientos históricos como la Revolución bolivariana.
El
fracaso neoliberal con la derrota de uno de sus ejes básico como el
Área de Libre Comercio de las América (ALCA), marcó el retroceso de las
políticas de dominación y sometimiento dentro de una geoestrategia que
ambicionaba instaurar a punta de cañones y dinero un mundo unipolar que
llevaría a la humanidad al suicidio.
La derrota del ALCA
demostró que la cartografía imperial desde el Reino Unido, el destino
manifiesto y la doctrina Monroe, hasta el Consenso de Washington, perdía
su lógica reproductora de élites locales y sobrevenían gobiernos
populares que podían terminar en revoluciones sociales dentro de los
propios esquemas de una democracia representativa que hacía aguas por
doquier y podía terminar como el Titanic.
Gobiernos como los de
Venezuela, Ecuador o Bolivia, demostraron que ya no eran posibles ni las
dictaduras militares, ni la intervención directa de los Estados Unidos,
y ni siquiera las engañosas autocracias disfrazadas de un
postmodernismo de hojalata.
En honor a la verdad, si se habla de
retroceso, la marcha atrás histórica es la de ese capitalismo salvaje
denunciado por el papa Juan Pablo II, como lo demuestran la creación de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), el
SELA, Unasur, Petrocaribe y otros mecanismos de integración, sin
presencia estadounidense.
Mientras que los acontecimientos
electorales de Bolivia, Venezuela y Argentina, muy circunstanciales, son
harina de otro costal que deben ser profundamente analizados por los
interesados, al margen de la evidente campaña sucia de la derecha y de
las montañas de dinero para ponerla en práctica.
En ese contexto
de retrocesos y avances del neoliberalismo y su antítesis, los
gobiernos progresistas postneoliberales, se llena de sentido la vieja
discusión de taberna, si el vaso está medio lleno o medio vacío.
ro/lma
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