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miércoles, 10 de febrero de 2016

Las disputas por la democracia en América Latina, progresismo, populismo y neoliberalismo, escenarios para el caso mexicano



Los pasados treinta años y las transformaciones que se ha desarrollado en dicho periodo en América Latina comprenden claramente las consecuencias del fin del ciclo dominado por el Estado benefactor en las sociedades de la región. A partir de los años treinta del siglo pasado, las naciones latinoamericanas iniciaron un proceso de modernización que transformó a los viejos estados liberales, obligándolos a incorporar sectores sociales tradicionalmente ajenos a las discusiones políticas para impulsar el desarrollo capitalista sobre las bases de la industrialización y la modernización de la producción de materias primas.
Las ideas sufrieron así una serie de cambios que abrieron el paso a nuevas ideologías, señaladamente el nacionalismo y el populismo, indispensables para definir el curso de la acción política y económica necesario para la modernización de los aparatos estatales que coordinarán los esfuerzos por potenciar el desarrollo económico de los países latinoamericanos, incorporándolos así a los nuevos patrones de acumulación estimulados desde los países centrales del sistema-mundo.
No fue sino hasta con el agotamiento del patrón de acumulación fordista que el espectro ideológico se modificó sustancialmente, colocando a la democracia liberal en el centro del nuevo modelo político, para armonizarlo con un nuevo modelo de desarrollo que exigía una menor regulación estatal de la economía, mayor apertura al mercado mundial y el rompimiento de los acuerdos corporativos con los actores económicos como los sindicatos nacionales. El nacionalismo pasó a un segundo término y surgió un populismo renovado, que servía igual a gobierno de izquierda como de derecha, así como una postura relativamente radical para sustituir el viejo discurso de la izquierda socialista: el progresismo. Todo ello en medio del resurgimiento del liberalismo clásico del siglo XIX, ahora con el nombre de neoliberalismo. La articulación del neopopulismo, el progresismo y el neoliberalismo con los proyectos e intereses de los diferentes actores sociales, políticos y económicos de los países de América Latina representa sin duda un fenómeno que ha sido objeto del análisis sociológico para explicar el surgimiento de nuevas mayorías para formar gobierno pero también para comprender la representación de intereses y sus relaciones con sus programas de acción.
Para comprender las causas y las consecuencias de la conformación de nuevos sujetos políticos en la región latinoamericana y su relación con nuevos discursos ideológicos será necesario entonces definir el concepto de ideología, el significado del populismo, el progresismo y el neoliberalismo a la luz del fortalecimiento de un nuevo modelo de desarrollo, conocido genéricamente como modelo neoliberal. Sólo entonces será posible aprehender con más detalles los conflictos políticos que se desarrollan en la región y los escenarios que se prefiguran en esta coyuntura en México.
El concepto, surgido de las cenizas de la revolución francesa, ha adoptado una gran variedad de significados asociados a conceptos como producción de significados, vida cotidiana, clase social, falsedad, dominación, intereses sociales, sentido, discurso, entre los principales (Eagleton:1997). Se mueve en un rango que va de lo racional a lo irracional, del engaño a la representación de intereses, del discurso a la acción. En todo caso, la ideología es un concepto histórico que surge “con las transformaciones modernizadoras de la Ilustración [que] tuvieron su correlato en la aparición de un conjunto de ideas políticas legitimadoras de dichas transformaciones” (Antón, 1998)
Al final un elemento central del concepto tiene que ver con la idea de legitimidad y de transformación. Se justifica su uso en medio de la aparición de una visón de mundo, la modernidad, que coloca en el centro la naturalización de la idea de cambio como parte integral del desarrollo de las sociedades humanas. De acuerdo con la escuela del sistema-mundo, la revolución francesa fue la coyuntura en la cual aparecen el conservadurismo, el liberalismo y el socialismo que se distinguen en relación con el ritmo de los cambios: desde la limitación máxima, pasando por las reformas graduales hasta el cambio inmediato. Su influencia se extiende a lo largo de dos siglos, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, después de los cuales pierden gradualmente su poder legitimador, lo que abre la puerta a transformaciones que para algunos significó el fin de las ideologías mientras que para otros sólo fue el inicio de un proceso de resignificación frente a la cancelación de la modernidad tal como se le concibió desde el siglo de las luces. (Wallerstein, 2001)
Para efectos de esta exposición, el concepto denota la construcción de un proyecto, de una ruta de acción para llegar a un futuro, que no necesariamente pertenece exclusivamente a una clase social determinada pero que se encuentra determinada por las condiciones histórico-sociales en la que se desenvuelve. Es por tanto, al mismo tiempo acción y aspiración, que lejos de ocultar exhibe, en un contexto contingente, de confrontación permanente de intereses diversos que prefigura seguramente la aparición de nuevas ideologías, ajenas al ciclo liberal capitalista iniciado con la revolución francesa.
En este sentido, tanto el progresismo, el populismo y el neoliberalismo pertenecen al periodo de transición en que vivimos aunque aún deudoras de una visión de mundo moderno, liberal y capitalista. Surgidas al calor de la llamada tercera ola democrática (Huntington, 1994) iniciada en 1974 por la Revolución de los Claveles en Portugal y que impactó España y América Latina (con el fin de las dictaduras franquista y sudamericanas), los países de Europa del este, después de la caída de Berlín, y que finalizó con la represión en la plaza de Tiananmen en China.
Si bien es deudor del concepto de progreso, tan caro a los pensadores iluministas y componente esencial de la visión de mundo moderna, el progresismo contemporáneo en América Latina podría identificarse con la ideología social demócrata, resultado de la alianza entre liberales y socialistas que resultó a la postre el soporte ideológico del estado benefactor. Vago e impreciso en la medida en que puede ser útil tanto a la derecha como a la izquierda política, se utiliza para señalar las actitudes favorables al progreso no sólo en la esfera de la economía sino de la política y la cultura. Es en este sentido multidimensional e incluyente de toda actitud o acción dirigida a desarrollar las diferentes esferas de las sociedades humanas. (Borja, 2012)
Si bien se adscribe a la idea del cambio permanente no necesariamente asume una ruptura con el pasado ni mucho menos coloca a la desaparición del capitalismo en su futuro deseado. Alejado del utopismo, acepta la complejidad de la sociedad como un elemento que anula cualquier posibilidad de una visión radical y revolucionaria. Y si bien está en contra de los retrocesos en la vida social resulta una visión que atrae tanto a sectores de la izquierda política como del centro e incluso de la derecha laica, de los católicos humanistas y la democracia cristiana. Un representante destacado en América Latina fue Luiz Ignacio ‘Lula’ Da Silva y su proyecto gubernamental, encabezado por el Partido de los Trabalhadores (PT)
Crítico del neoliberalismo por su vocación pragmática de los derechos humanos, no por ello deja de poner en el centro de su propuesta al individuo y su desarrollo en el marco de un estado liberal que promueve la igualdad de oportunidades. El multiculturalismo y el reconocimiento de la diversidad, el concepto en realidad procura fortalecer la izquierda moderada a un sistema electoral encaminado a capturar votos de todo el espectro político, señaladamente los del centro político. Sin embargo puede coincidir con el nacionalismo, el ecologismo, el estado benefactor e incluso el socialismo marxista.
Utilizado tanto en términos peyorativos para denotar el autoritarismo como legitimadoras de estados nacionales en construcción (la voluntad popular como eje de las decisiones del estado), el populismo comprende en términos históricos “opciones de base agraria o urbana, con una gran capacidad de movilización de sectores sociales que hasta entonces han permanecido fuera de la escena política nacional por que han asistido a ella de forma fragmentaria”. (Antón:1998: p. 168) Surge después de la crisis de los años treinta particularmente en México, Bolivia y Argentina para promover la industrialización y la alianza del estado con los sectores emergentes de la clase obrera, asociada directamente al modelo de sustitución de importaciones.
Esta ideología, en sus orígenes, se asume como representante de la totalidad del pueblo por lo que se aleja de la democracia competitiva y las luchas electorales y partidistas. Desconfía de los mecanismos parlamentarios, procurando una relación directa entre el líder carismático y el pueblo, antioligárquico pero no antiburgués, coloca al estado en el centro del desarrollo económico.
En nuestros días, el populismo en América Latina ha sido la punta de lanza de la crítica al neoliberalismo, sobre todo en Venezuela, donde el liderazgo carismático del desaparecido Hugo Chávez, reconfiguró al populismo aunque manteniendo rasgos centrales como la organización de sectores sociales tradicionalmente ajenos a la política (Laclau, 2005) para sostener un modelo económico que sin abjurar del capitalismo se ha distinguido por su antiimperialismo aunque aceptando la lucha electoral y parlamentaria.
La ambigüedad del concepto en la actualidad radica en su uso tanto por parte de gobiernos de izquierda como de derecha. Utilizado en Argentina, por ejemplo por Carlos Menen o por los Kirchner, ha sido muy útil para legitimar tanto al neoliberalismo estrechamente relacionado con las políticas estadounidenses como a los nacionalismos opositores en Bolivia o Venezuela. Y si bien mantiene su desconfianza en la mediación partidista entre el pueblo y el líder, la incorporación de amplios sectores tradicionalmente marginados de la política ha proporcionado un impulso formidable a la participación política democrática en los países mencionados.
El concepto ha sido confinado muchas veces al ámbito de la economía, reviviendo el modelo del liberalismo clásico que asignaba al estado las tareas para el mantenimiento del orden social. El estado policía, ajeno a jugar un papel relevante en el desarrollo económico demostró sus limitaciones con la crisis que estalló en 1929 en los EE. UU. Y obligó a los grupos dominantes a implementar la propuesta keynesiana. Sin embargo, en nuestros días, si bien permanece fuertemente ligado a la economía, el neoliberalismo ha extendido su influencia a los más variados espacios de la vida social y cultural. Colocando a la lógica de mercado en el centro de la sociedad, como ente regulador, su influencia va más allá de ser una simple receta de política económica para definir incluso buena parte de las relaciones sociales.
El valor central del neoliberalismo es la libertad, por lo que desconfía de la intervención estatal, no sólo en la economía sino en la educación, la cultura, etc. Al revalorar la esencia del liberalismo clásico, pretende reconfigurar las relaciones sociales a partir de una sociedad civil fuerte y un estado de derecho que garantice la aplicación de la ley. Opuesto también al nacionalismo supone que la ausencia de restricciones al comercio internacional redundará en favor de las economías nacionales, lo que en realidad ha favorecido que las corporaciones internacionales ocupen un lugar cada vez más importante en la definición de las políticas económica de los países latinoamericanos.
En todo caso, el neoliberalismo se identifica sobre todo con un modelo de desarrollo cuyas “… características principales el libre mercado, eliminar el gasto público por los servicios sociales, desregulación, privatización, eliminación del concepto de bien público o comunidad” (Vargas:2007). Su oposición a la idea de lo público y lo común ha generado en América Latina una enorme resistencia ya que atenta precisamente con formas de organización social previas a la conquista siendo incluso identificado con el concepto de acumulación por desposesión (Harvey, 2003).
En los hechos, el neoliberalismo ha sido utilizado como punta de lanza para la transformación de los estados nacionales en América Latina con la finalidad de incrementar la tasa de ganancia, que a partir de los años setenta comenzó a descender. Su impacto ha sido de tal magnitud que su uso se ha banalizado, al grado de identificar cualquier problema como consecuencia de las ideas neoliberales.
Las ideologías comentadas arriba han permeado en muchos sentidos la discusión política en nuestro país y si bien el populismo no ha desaparecido completamente, se la ha utilizado por los neoliberales para desprestigiar cualquier propuesta que se oponga a éste. Como se mencionó arriba, el populismo ha sido utilizado tanto por la derecha como por la izquierda, sobre todo para legitimar sus posturas a partir del origen popular de sus propuestas y políticas. Menos orientado a la incorporación de sectores aun marginados de la política, el populismo en México no parece tener la fuerza ideológica que una vez tuvo y aun la izquierda se cuida de no utilizarlo directamente por el sentido peyorativo que ha cobrado fuerza a partir de la aparición del neoliberalismo. Sin embargo no se le puede descartar de las futuras luchas políticas sobre todo por el enorme deterioro de las condiciones de vida de millones de personas que viven en la marginalidad y la pobreza.
En este sentido, son el neoliberalismo y el progresismo los cuerpos ideológicos que juegan un papel principal en los conflictos políticos, en los cuales la izquierda moderada echa mano del progresismo mientras que la derecha acude al neoliberalismo para definir sus acciones y valores predominantes. Los escenarios posibles para el futuro próximo de México estarían así caracterizados por el uso de ambas ideologías toda vez que el crecimiento de la dependencia económica y política con los EE. UU. bloquearía la presencia de una ideología que aspirara a la cancelación del patrón de acumulación vigente. La crisis humanitaria provocada por el narcotráfico y la corrupción rampante han tenido el efecto de inhibir la formulación de nuevos proyectos sociales y los que existen sólo han podido sentar sus reales en el plano local y regionales.
A contrapelo de las tendencias políticas en algunos países de América Latina, en México no parece haber condiciones para que un futuro próximo se rompa el dominio del neoliberalismo o la superación del progresismo para conformar una nueva confrontación ideológica. El regreso del populismo apunta más a una solución autoritaria que a una superación del modelo vigente. Las décadas por venir parecen más bien a la consolidación del modelo sobre todo porque la discusión ideológica se sigue moviendo en el plano del modelo liberal.
Las elecciones en México están así delineadas por el progresismo que identifica a la corrupción como el principal problema y por el neoliberalismo que considera que la solución a los conflictos nacionales debe venir de afuera, ignorando e incluso atacando frontalmente cualquier postura divergente del fundamentalismo del mercado. Es entre éstos dos cuerpos ideológicos en donde se establecen las coordenadas de la lucha política liberal, garantizándole al capital las condiciones necesarias para su reproducción. Ambas ideologías conforman hoy por hoy el escenario político electoral en México y sus limitaciones están a la vista. Al final ambos proyectos llegan al mismo lugar, tarde o temprano. Discutir si el progresismo es mejor que el neoliberalismo es simplemente pasar por alto que la lucha por cambiar el sistema vigente está en otra parte: Abajo y a la izquierda.

Bibliografía
Borja, Rodrigo. (2012) Enciclopedia de la Política. México, FCE.
Harvey, David. (2003) The new imperialism. Oxford University Press.
Huntington, Samuel . (1994) La Tercera ola. La democratización a finales de Siglo XX. Ed. Paidós Ibérica.
Laclau, Ernesto. (2005) La razón populista. Buenos Aires, FCE.
Vargas Hernández, José. (2007) “Liberalismo, neoliberalismo y postneoliberalismo”, enRevista Mad, no. 17, sept. 2007, Universidad de Chile.
Wallerstein, Immanuel. (2001) Después del liberalismo. México. S. XXI.

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