Las ideas sufrieron así una serie de cambios que
abrieron el paso a nuevas ideologías, señaladamente el nacionalismo y el
populismo, indispensables para definir el curso de la acción política y
económica necesario para la modernización de los aparatos estatales que
coordinarán los esfuerzos por potenciar el desarrollo económico de los
países latinoamericanos, incorporándolos así a los nuevos patrones de
acumulación estimulados desde los países centrales del sistema-mundo.
No fue sino hasta con el agotamiento del patrón de acumulación fordista
que el espectro ideológico se modificó sustancialmente, colocando a la
democracia liberal en el centro del nuevo modelo político, para
armonizarlo con un nuevo modelo de desarrollo que exigía una menor
regulación estatal de la economía, mayor apertura al mercado mundial y
el rompimiento de los acuerdos corporativos con los actores económicos
como los sindicatos nacionales. El nacionalismo pasó a un segundo
término y surgió un populismo renovado, que servía igual a gobierno de
izquierda como de derecha, así como una postura relativamente radical
para sustituir el viejo discurso de la izquierda socialista: el
progresismo. Todo ello en medio del resurgimiento del liberalismo
clásico del siglo XIX, ahora con el nombre de neoliberalismo. La
articulación del neopopulismo, el progresismo y el neoliberalismo con
los proyectos e intereses de los diferentes actores sociales, políticos y
económicos de los países de América Latina representa sin duda un
fenómeno que ha sido objeto del análisis sociológico para explicar el
surgimiento de nuevas mayorías para formar gobierno pero también para
comprender la representación de intereses y sus relaciones con sus
programas de acción.
Para comprender las causas y las
consecuencias de la conformación de nuevos sujetos políticos en la
región latinoamericana y su relación con nuevos discursos ideológicos
será necesario entonces definir el concepto de ideología, el significado
del populismo, el progresismo y el neoliberalismo a la luz del
fortalecimiento de un nuevo modelo de desarrollo, conocido genéricamente
como modelo neoliberal. Sólo entonces será posible aprehender con más
detalles los conflictos políticos que se desarrollan en la región y los
escenarios que se prefiguran en esta coyuntura en México.
El
concepto, surgido de las cenizas de la revolución francesa, ha adoptado
una gran variedad de significados asociados a conceptos como producción
de significados, vida cotidiana, clase social, falsedad, dominación,
intereses sociales, sentido, discurso, entre los principales
(Eagleton:1997). Se mueve en un rango que va de lo racional a lo
irracional, del engaño a la representación de intereses, del discurso a
la acción. En todo caso, la ideología es un concepto histórico que surge
“con las transformaciones modernizadoras de la Ilustración [que]
tuvieron su correlato en la aparición de un conjunto de ideas políticas
legitimadoras de dichas transformaciones” (Antón, 1998)
Al final
un elemento central del concepto tiene que ver con la idea de
legitimidad y de transformación. Se justifica su uso en medio de la
aparición de una visón de mundo, la modernidad, que coloca en el centro
la naturalización de la idea de cambio como parte integral del
desarrollo de las sociedades humanas. De acuerdo con la escuela del
sistema-mundo, la revolución francesa fue la coyuntura en la cual
aparecen el conservadurismo, el liberalismo y el socialismo que se
distinguen en relación con el ritmo de los cambios: desde la limitación
máxima, pasando por las reformas graduales hasta el cambio inmediato. Su
influencia se extiende a lo largo de dos siglos, hasta la caída del
Muro de Berlín en 1989, después de los cuales pierden gradualmente su
poder legitimador, lo que abre la puerta a transformaciones que para
algunos significó el fin de las ideologías mientras que para otros sólo
fue el inicio de un proceso de resignificación frente a la cancelación
de la modernidad tal como se le concibió desde el siglo de las luces.
(Wallerstein, 2001)
Para efectos de esta exposición, el concepto
denota la construcción de un proyecto, de una ruta de acción para
llegar a un futuro, que no necesariamente pertenece exclusivamente a una
clase social determinada pero que se encuentra determinada por las
condiciones histórico-sociales en la que se desenvuelve. Es por tanto,
al mismo tiempo acción y aspiración, que lejos de ocultar exhibe, en un
contexto contingente, de confrontación permanente de intereses diversos
que prefigura seguramente la aparición de nuevas ideologías, ajenas al
ciclo liberal capitalista iniciado con la revolución francesa.
En este sentido, tanto el progresismo, el populismo y el neoliberalismo
pertenecen al periodo de transición en que vivimos aunque aún deudoras
de una visión de mundo moderno, liberal y capitalista. Surgidas al calor
de la llamada tercera ola democrática (Huntington, 1994) iniciada en
1974 por la Revolución de los Claveles en Portugal y que impactó España y
América Latina (con el fin de las dictaduras franquista y
sudamericanas), los países de Europa del este, después de la caída de
Berlín, y que finalizó con la represión en la plaza de Tiananmen en
China.
Si bien es deudor del concepto de progreso, tan caro a
los pensadores iluministas y componente esencial de la visión de mundo
moderna, el progresismo contemporáneo en América Latina podría
identificarse con la ideología social demócrata, resultado de la alianza
entre liberales y socialistas que resultó a la postre el soporte
ideológico del estado benefactor. Vago e impreciso en la medida en que
puede ser útil tanto a la derecha como a la izquierda política, se
utiliza para señalar las actitudes favorables al progreso no sólo en la
esfera de la economía sino de la política y la cultura. Es en este
sentido multidimensional e incluyente de toda actitud o acción dirigida a
desarrollar las diferentes esferas de las sociedades humanas. (Borja,
2012)
Si bien se adscribe a la idea del cambio permanente no
necesariamente asume una ruptura con el pasado ni mucho menos coloca a
la desaparición del capitalismo en su futuro deseado. Alejado del
utopismo, acepta la complejidad de la sociedad como un elemento que
anula cualquier posibilidad de una visión radical y revolucionaria. Y si
bien está en contra de los retrocesos en la vida social resulta una
visión que atrae tanto a sectores de la izquierda política como del
centro e incluso de la derecha laica, de los católicos humanistas y la
democracia cristiana. Un representante destacado en América Latina fue
Luiz Ignacio ‘Lula’ Da Silva y su proyecto gubernamental, encabezado por
el Partido de los Trabalhadores (PT)
Crítico del neoliberalismo
por su vocación pragmática de los derechos humanos, no por ello deja de
poner en el centro de su propuesta al individuo y su desarrollo en el
marco de un estado liberal que promueve la igualdad de oportunidades. El
multiculturalismo y el reconocimiento de la diversidad, el concepto en
realidad procura fortalecer la izquierda moderada a un sistema electoral
encaminado a capturar votos de todo el espectro político, señaladamente
los del centro político. Sin embargo puede coincidir con el
nacionalismo, el ecologismo, el estado benefactor e incluso el
socialismo marxista.
Utilizado tanto en términos peyorativos
para denotar el autoritarismo como legitimadoras de estados nacionales
en construcción (la voluntad popular como eje de las decisiones del
estado), el populismo comprende en términos históricos “opciones de base
agraria o urbana, con una gran capacidad de movilización de sectores
sociales que hasta entonces han permanecido fuera de la escena política
nacional por que han asistido a ella de forma fragmentaria”.
(Antón:1998: p. 168) Surge después de la crisis de los años treinta
particularmente en México, Bolivia y Argentina para promover la
industrialización y la alianza del estado con los sectores emergentes de
la clase obrera, asociada directamente al modelo de sustitución de
importaciones.
Esta ideología, en sus orígenes, se asume como
representante de la totalidad del pueblo por lo que se aleja de la
democracia competitiva y las luchas electorales y partidistas. Desconfía
de los mecanismos parlamentarios, procurando una relación directa entre
el líder carismático y el pueblo, antioligárquico pero no antiburgués,
coloca al estado en el centro del desarrollo económico.
En
nuestros días, el populismo en América Latina ha sido la punta de lanza
de la crítica al neoliberalismo, sobre todo en Venezuela, donde el
liderazgo carismático del desaparecido Hugo Chávez, reconfiguró al
populismo aunque manteniendo rasgos centrales como la organización de
sectores sociales tradicionalmente ajenos a la política (Laclau, 2005)
para sostener un modelo económico que sin abjurar del capitalismo se ha
distinguido por su antiimperialismo aunque aceptando la lucha electoral y
parlamentaria.
La ambigüedad del concepto en la actualidad
radica en su uso tanto por parte de gobiernos de izquierda como de
derecha. Utilizado en Argentina, por ejemplo por Carlos Menen o por los
Kirchner, ha sido muy útil para legitimar tanto al neoliberalismo
estrechamente relacionado con las políticas estadounidenses como a los
nacionalismos opositores en Bolivia o Venezuela. Y si bien mantiene su
desconfianza en la mediación partidista entre el pueblo y el líder, la
incorporación de amplios sectores tradicionalmente marginados de la
política ha proporcionado un impulso formidable a la participación
política democrática en los países mencionados.
El concepto ha
sido confinado muchas veces al ámbito de la economía, reviviendo el
modelo del liberalismo clásico que asignaba al estado las tareas para el
mantenimiento del orden social. El estado policía, ajeno a jugar un
papel relevante en el desarrollo económico demostró sus limitaciones con
la crisis que estalló en 1929 en los EE. UU. Y obligó a los grupos
dominantes a implementar la propuesta keynesiana. Sin embargo, en
nuestros días, si bien permanece fuertemente ligado a la economía, el
neoliberalismo ha extendido su influencia a los más variados espacios de
la vida social y cultural. Colocando a la lógica de mercado en el
centro de la sociedad, como ente regulador, su influencia va más allá de
ser una simple receta de política económica para definir incluso buena
parte de las relaciones sociales.
El valor central del
neoliberalismo es la libertad, por lo que desconfía de la intervención
estatal, no sólo en la economía sino en la educación, la cultura, etc.
Al revalorar la esencia del liberalismo clásico, pretende reconfigurar
las relaciones sociales a partir de una sociedad civil fuerte y un
estado de derecho que garantice la aplicación de la ley. Opuesto también
al nacionalismo supone que la ausencia de restricciones al comercio
internacional redundará en favor de las economías nacionales, lo que en
realidad ha favorecido que las corporaciones internacionales ocupen un
lugar cada vez más importante en la definición de las políticas
económica de los países latinoamericanos.
En todo caso, el
neoliberalismo se identifica sobre todo con un modelo de desarrollo
cuyas “… características principales el libre mercado, eliminar el gasto
público por los servicios sociales, desregulación, privatización,
eliminación del concepto de bien público o comunidad” (Vargas:2007). Su
oposición a la idea de lo público y lo común ha generado en América
Latina una enorme resistencia ya que atenta precisamente con formas de
organización social previas a la conquista siendo incluso identificado
con el concepto de acumulación por desposesión (Harvey, 2003).
En
los hechos, el neoliberalismo ha sido utilizado como punta de lanza
para la transformación de los estados nacionales en América Latina con
la finalidad de incrementar la tasa de ganancia, que a partir de los
años setenta comenzó a descender. Su impacto ha sido de tal magnitud que
su uso se ha banalizado, al grado de identificar cualquier problema
como consecuencia de las ideas neoliberales.
Las ideologías
comentadas arriba han permeado en muchos sentidos la discusión política
en nuestro país y si bien el populismo no ha desaparecido completamente,
se la ha utilizado por los neoliberales para desprestigiar cualquier
propuesta que se oponga a éste. Como se mencionó arriba, el populismo ha
sido utilizado tanto por la derecha como por la izquierda, sobre todo
para legitimar sus posturas a partir del origen popular de sus
propuestas y políticas. Menos orientado a la incorporación de sectores
aun marginados de la política, el populismo en México no parece tener la
fuerza ideológica que una vez tuvo y aun la izquierda se cuida de no
utilizarlo directamente por el sentido peyorativo que ha cobrado fuerza a
partir de la aparición del neoliberalismo. Sin embargo no se le puede
descartar de las futuras luchas políticas sobre todo por el enorme
deterioro de las condiciones de vida de millones de personas que viven
en la marginalidad y la pobreza.
En este sentido, son el
neoliberalismo y el progresismo los cuerpos ideológicos que juegan un
papel principal en los conflictos políticos, en los cuales la izquierda
moderada echa mano del progresismo mientras que la derecha acude al
neoliberalismo para definir sus acciones y valores predominantes. Los
escenarios posibles para el futuro próximo de México estarían así
caracterizados por el uso de ambas ideologías toda vez que el
crecimiento de la dependencia económica y política con los EE. UU.
bloquearía la presencia de una ideología que aspirara a la cancelación
del patrón de acumulación vigente. La crisis humanitaria provocada por
el narcotráfico y la corrupción rampante han tenido el efecto de inhibir
la formulación de nuevos proyectos sociales y los que existen sólo han
podido sentar sus reales en el plano local y regionales.
A
contrapelo de las tendencias políticas en algunos países de América
Latina, en México no parece haber condiciones para que un futuro próximo
se rompa el dominio del neoliberalismo o la superación del progresismo
para conformar una nueva confrontación ideológica. El regreso del
populismo apunta más a una solución autoritaria que a una superación del
modelo vigente. Las décadas por venir parecen más bien a la
consolidación del modelo sobre todo porque la discusión ideológica se
sigue moviendo en el plano del modelo liberal.
Las elecciones en
México están así delineadas por el progresismo que identifica a la
corrupción como el principal problema y por el neoliberalismo que
considera que la solución a los conflictos nacionales debe venir de
afuera, ignorando e incluso atacando frontalmente cualquier postura
divergente del fundamentalismo del mercado. Es entre éstos dos cuerpos
ideológicos en donde se establecen las coordenadas de la lucha política
liberal, garantizándole al capital las condiciones necesarias para su
reproducción. Ambas ideologías conforman hoy por hoy el escenario
político electoral en México y sus limitaciones están a la vista. Al
final ambos proyectos llegan al mismo lugar, tarde o temprano. Discutir
si el progresismo es mejor que el neoliberalismo es simplemente pasar
por alto que la lucha por cambiar el sistema vigente está en otra parte:
Abajo y a la izquierda.
Bibliografía
Borja, Rodrigo. (2012) Enciclopedia de la Política. México, FCE.
Harvey, David. (2003) The new imperialism. Oxford University Press.
Huntington, Samuel . (1994) La Tercera ola. La democratización a finales de Siglo XX. Ed. Paidós Ibérica.
Laclau, Ernesto. (2005) La razón populista. Buenos Aires, FCE.
Vargas Hernández, José. (2007) “Liberalismo, neoliberalismo y postneoliberalismo”, enRevista Mad, no. 17, sept. 2007, Universidad de Chile.
Wallerstein, Immanuel. (2001) Después del liberalismo. México. S. XXI.
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