Acostumbrados a tirar
la piedra y a esconder la mano, los guatemaltecos somos truchos en el
arte de del tin marín de dos pingüé. Nunca nos hacemos responsables de
nuestros actos ineptos que, en votaciones son el catalizador de nuestras
lecturas de carácter alienante. De nuestra ideología de medias tintas,
de nuestra incapacidad de reacción, de nuestra flojera a la resistencia,
de nuestra indolencia a la tragedia ajena (causada por nuestra
esterilidad colectiva). Que son el reflejo de una mentalidad colonizada,
misógina, patriarcal y egoísta.
En cambio somos la excelencia
para vivir de apariencias, discriminar, para ejercer (hombres y mujeres
por igual) la violencia de género (sutil y despiadada). Somos la guinda
del pastel para todo lo que se trate de meter zancadilla a quien intenta
salir adelante, y somos la perfección para utilizar a los demás como
escaleras, nos encanta pasar encima de los demás para alcanzar nuestros
objetivos mezquinos corroídos por el egocentrismo que nos deshumaniza
más y más.
Somos diestros para las fotos, los contactos, para
la chaqueteadera, para los cumplidos que nos salen de nuestra doble
moral. Eso somos: el núcleo de la doble moral. Y para la consecuencia,
para lo que exige acción a pesar de nosotros mismos somos huevos de
sombra. (Quién es de pueblo entienda).
Guatemala es un país
podrido, un país en decadencia, un país infructuoso. Un país que cada
día se hunde más. Somos nosotros los guatemaltecos los únicos
responsables de esa catástrofe. Podemos decir con nuestras patadas de
ahogados para alcanzar a darnos tres golpes de pecho y evadir
responsabilidad que, la injerencia viene del exterior. Pero nosotros
también somos quienes dejamos que la injerencia que viene de afuera nos
aniquile, cuando damos nuestro voto a una banda delictiva que desde el
gobierno entrega los más preciado de nuestro pueblo. En estos tiempos de
“democracia” no nos están imponiendo gobiernos, somos nosotros los
votantes los que nos ponemos la soga al cuello cuando elegimos a un
truhán y a la dictadura silenciosa que representa.
Todo se liga
y se desliga de un voto continuamente, lo que representa para un país
tan golpeado para Guatemala seguir por el camino de la hegemonía
derechista, por el sendero de la manipulación; estafa, saqueo, opresión,
impunidad, injusticia, aprovechamiento y deslealtad. Un voto es un aval
que permite a un gobierno despojar a su pueblo a carta abierta.
Guatemala infestada de impunidad por donde se le vea, en sus tres
poderes: el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Hablando propiamente de
gobierno y de sus bandas delictivas que se propagan por todos los
sectores. De se espeluznante tráfico de influencias. Culpamos a los
gobernantes, ¿y quiénes eligieron a esos gobernantes? ¿En dónde está
nuestro compromiso para respaldar nuestros actos?
En cuanto a
lo que se desliga del voto está nuestra actitud del día a día y la
responsabilidad de ser personas conscientes y responsables cuando no hay
nadie observándonos. En eso los guatemaltecos quedamos debiendo. Porque
generalmente hacemos las cosas para quedar bien con los demás y en
muchas ocasiones yendo en contra de nuestro propio criterio. Somos tan
bandoleros como las bandas de criminales que desmenuzan el país. Somos
tan culpables como quien viola, como quien embaraza a una niña cuando la
viola, como quien comete feminicidio. Porque lo solapamos con nuestro
silencio y con nuestra actitud apática. Somos tan culpables como quien
golpea a una mujer, porque como toda reacción alcanzamos a afirmar que
seguramente la víctima lo provocó. Somos portadores de la violencia de
género en todos sus niveles, así mismo del clasismo y de la
discriminación. Somos ese virus incurable porque los propagamos a
nuestras anchas.
Somos tan culpables de que niñas, adolescentes
y mujeres mueran realizándose abortos clandestinos porque con nuestra
inhumanidad nos negamos a legalizar el derecho al aborto. Somos tan
culpables de las “violaciones correctivas” que sufren mujeres
homosexuales, bisexuales y transgénero porque la homofobia nos correo. A
nosotros también nos deberían de enjuiciar por solapadores. Igual de
culpables por los crímenes de odio contra la comunidad LGBT porque somos
cachurecos a morir, fanáticos de dogmas estereotipados e inhumanos,
cuna del patriarcado.
Somos un país que le niega a la infancia y
a las mocedades el derecho a la educación, a la salud, a la recreación.
Vaya pues, a una vida integral. Les arrebatamos las sonrisas y se las
convertimos en lágrimas, en inmensos obstáculos imposibles de vencer, en
traumas emocionales. Somos culpables de sus suicidios, de una vida
adulta rezago de un crecimiento marcado por la exclusión y la
humillación.
En lo más mínimo somos irresponsables. Ahí están
los árboles en cualquier arriate y en cualquier parque que son
utilizados como orinaderos por los hombres. Las calles con toneladas de
basura porque ni siquiera eso podemos hacer, poner la basura en su
lugar. Buenos para regatear a los vendedores de mercado pero ni pío
decimos en los supermercados con los precios de empresarios
oligárquicos. Y eso sí somos la excelencia para meternos en la vida
privada de los demás.
Guatemala no tiene para cuándo salir del
agujero donde la tenemos, primero tendríamos que irnos a vivir a la
quinta… Para que otros ajenos a nosotros realicen la broza, para
deshierbar y abonar, para sembrar la semilla nueva limpia de todo
estereotipo, patriarcado, misoginia, colonización, homofobia,
imbecilidad y doble moral. Para que florezca responsable, consecuente,
leal, digna, con identidad y sobre todo llena de amor.
A
Guatemala quienes la arruinamos somos nosotros los guatemaltecos. Somos
nosotros los que tenemos que cambiar, empezando por nuestra familia,
comunidad y seguir con todo lo que está a nuestro alrededor. Pero qué
va, si apenas salimos a broncearnos unos cuántos sábados de carteles de
colores y panderetas para fingir consecuencia política y humana, y tomar
la foto del recuerdo. Y después retornamos a nuestra apatía perenne
dando nuestro voto a la continuidad del saqueo y de la colonización.
Solo los guatemaltecos tropezamos mil veces con la misma piedra, al
parecer nos encanta rompernos la cara a cada rato.
Que no se
nos olvide que somos responsables de cada muerte violenta, de cada
violación, de cada feminicidio, de cada cría muerta por hambruna, de
cada persona muerta por falta de insumos en los hospitales. Somos
culpables de cada persona analfabeta en el país. Somos responsables de
cada río contaminado, de cada saqueo, de cada injerencia extranjera en
el país. De que cada estudiante universitario al finalizar la educación
superior se convierta en un truhán del saqueo y no es un ser humano
digno de cada palabra y acción.
Los podridos somos nosotros no
Guatemala. Guatemala es poesía, encanto y amor. No nos meremos el país
que tenemos. Guatemala es demasiado hermosa y monumental para un pueblo
tan ruin como el nuestro. ¿Hay algún aliciente de que las cosas cambien?
Bueno, pues seamos parte, no nos quedemos afuera, como típicos mirones
indiferentes.
Aquí a la vuelta de la esquina entra el siguiente
año y este que se va nos deja el sabor amargo de las altas tazas de
feminicidios, muerte de pilotos, limpieza social, saqueos millonarios,
ecocidios, niñas violadas y embarazadas, hambruna y pobreza extrema. Y a
miles de guatemaltecos fuera del país porque se vieron forzados a
emigrar. A ver si el otro año dejamos de ser mediocres y hacemos algo
por comenzar a merecer un país tan majestuoso como Guatemala.
Nota: Y no es echar sal sobre la herida, pero alistémonos porque lo que
se nos viene encima (y ya se está dando) con este nuevo gobierno es
catastrófico. Y demás está decir que este artículo no es generalizado
pero quienes se sientan aludidos y si les queda el guante busquen el
par.
Blog de la autora: Crónicas de una Inquilina
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