Entrevista a Claudio Katz, economista e investigador del CONICET
La Llamarada
“Venezuela define el futuro del ciclo progresista” |
En
tus trabajos sobre Sudamérica hablás de la dualidad que ha
caracterizado la última década. ¿En qué ha consistido esa dualidad?
En
mi opinión el denominado ciclo progresista de la última década en
Sudamérica ha sido un proceso resultante de rebeliones populares
parcialmente exitosas (Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador), que
modificaron las relaciones de fuerza en la región. Permitieron abordar
un escenario económico de valorización de las materias primas e ingresos
de dólares, en forma muy diferente a la predominante en otras etapas.
Durante este lapso, junto al modelo neoliberal existieron esquemas de
política económica neo-desarrollistas y distribucionistas. En el plano
político, junto a gobiernos derechistas hubo gobiernos de
centroizquierda y gobiernos radicales. Fue un período donde la capacidad
de acción del imperialismo quedó seriamente acotada, con retroceso de
la OEA y reconocimiento de Cuba. Al final David le ganó a Goliat y
Estados Unidos tuvo que aceptar esa derrota. Fue, además, una década en
la que no hubo ajustes al estilo Grecia, prácticamente en ningún país de
América Latina. Asimismo, durante esta década se produjeron importantes
victorias democráticas. Es muy ilustrativa la comparación de Sudamérica
con Centroamérica. Contrastando el nivel de agresiones vigente en
México, Honduras, Guatemala con las libertades públicas conquistadas en
Argentina, en Bolivia o en Brasil se percibe la dimensión de este
cambio. Y también apareció con el chavismo el rescate del proyecto
socialista. Por todas estas razones Sudamérica se convirtió en la
referencia para los movimientos sociales de todo el mundo.
En un
trabajo reciente señalé que existe una “dualidad en América Latina”
porque este cambio en el ciclo político y en las relaciones de fuerza
coexistió con una consolidación del patrón de acumulación extractivista,
asentado en la exportación de materias primas básicas y en la inserción
de América Latina como proveedora de productos básicos en la división
internacional del trabajo. Esta situación es natural para un gobierno
neoliberal, forma parte de su estrategia. Pero para gobiernos
progresistas, de centroizquierda, hay una tensión con esa estructura; y
para gobiernos radicales, distribucionistas, hay un conflicto de grandes
proporciones.
Por lo tanto hubo rebeliones exitosas que dieron
lugar a gobiernos distintos, algunos antiliberales, pero se generó una
situación que tarde o temprano debía dirimirse, puesto que no pueden
coexistir con el modelo extractivista y el fortalecimiento de la
configuración económica tradicional dependiente de América Latina. Lo
que empezó a salir a flote en los últimos meses es esa contradicción. Y
por esa razón comenzó la restauración conservadora y el debate en torno
al fin del ciclo progresista. A fin de año tenemos dos hechos
categóricos. Primero el triunfo de Macri que es importante porque es el
primer caso de un retorno derechista a la presidencia. La derecha a
partir de los cacerolazos, construyó poder político, derrotó al
peronismo y formó un gabinete de la “CEOcracia”, para un país gobernado
por “sus propios dueños”, con una gabinete directamente de la clase
capitalista.
El segundo hecho es más parcial pero más
significativo. En Venezuela la derecha no gana el gobierno pero sí el
parlamento, en condiciones de una guerra económica brutal, de terrorismo
mediático, de caos económico generado por los reaccionarios. Y
Venezuela es el símbolo más acabado de los procesos radicales dentro del
ciclo progresista.
¿Cuál es la situación, en este nuevo
escenario continental, de los países que lejos de la dualidad
mantuvieron no sólo la matriz económica sino también las políticas
neoliberales?
Una de las grandes trampas informáticas de todo
este período es el ocultamiento de lo que ocurre en los países
gobernados por el neoliberalismo. Parecería que todo está maravilloso
ahí, y que los únicos problemas de América Latina están en los otros
países. Pero en los hechos hay una distorsión mediática monumental.
Basta observar la situación de México, un país que tiene elevadísimos
niveles de criminalidad, destrucción del tejido social y enormes
regiones copadas por el narcotráfico. Basta ver la situación de países
centroamericanos diezmados por la emigración, por el predominio de la
criminalidad y con presidentes como en Guatemala, que han sido
destituidos por el escándalo de corrupción. O tomar el modelo económico
chileno que está atravesando una situación bastante crítica: se ha
reducido significativamente el crecimiento y además aparece la
corrupción en un país que hacía gala de transparencia. El endeudamiento
de las familias, la precarización laboral, la desigualdad, y la
privatización de la educación empiezan a salir a la superficie. Y el
gobierno de Bachelet está paralizado. Esas reformas de la jubilación, de
la educación que pensaba realizar están detenidas.
Mirando el
universo neoliberal vemos también al único caso de default de la deuda
en todo este período que es Puerto Rico. Allí un país que es de hecho
una colonia norteamericana soporta la descapitalización, el saqueo de
los recursos, la desintegración del tejido social, que durante un tiempo
fueron compensados con financiamiento público pero en un momento ese
sostén se acabó e irrumpió el default.
Entonces, en los países
donde no hubo redistribución de la renta de este súperciclo de las
materias primas, la situación social, política y económica es más grave.
Lo que pasa es que nadie habla del tema.
En este nuevo
escenario que se abre ¿en qué posición considerás que quedarán los
países neo-desarrollistas como Argentina y Brasil? ¿La restauración
conservadora en estos países tenderá a reconfigurar los “bloques”,
integrándose al bloque abiertamente neoliberal?
Ahí podemos
ser muy categóricos respecto del balance de lo ocurrido, y muy
cautelosos respecto de lo que se viene. Yo separaría para diferenciar lo
que sabemos, de lo que podemos imaginar. No cabe duda de que en
Argentina y Brasil el cambio en curso es el resultado de un agotamiento
del modelo económico neo-desarrollista. No es la única causa ni estoy
seguro de que uno pueda atribuirle una incidencia mayor a la de otros
factores, pero es el trasfondo del problema.
En los dos países
hubo un intento de utilizar una porción de la renta generada por la
valorización de las materias primas para recomponer la industria e
intentar un modelo basado en el consumo. Pero como estamos bajo el
capitalismo este tipo de procesos tiene límites muy estrechos. Porque lo
que funciona al principio se agota posteriormente, a medida que se
afecta la rentabilidad capitalista. La teoría del derrame al revés no
funciona. Es una ilusión de la heterodoxia keynesiana suponer que con el
simple aumento de la demanda comienza un círculo virtuoso. Ocurre lo
contrario. En un momento estos gobiernos encuentran un límite y empieza
el proceso clásico de fuga de capitales, de presión cambiaria, que es lo
que ha sucedido en los dos casos.
Creo que hay un desgaste
económico pero también hubo un fuerte deterioro político, tanto en
Brasil como en la Argentina. Esa erosión estuvo determinada en ambos
casos por la aparición de un descontento social que ninguno de los
gobiernos quiso canalizar atendiendo las demandas. En ese clima se
asentó el ascenso de Macri y la expansión de la base social de la
derecha brasileña.
Lo que está claro es ese balance, pero no el
devenir posterior. El gran test será el gobierno de Macri. Todavía no
podemos hacer una evaluación. Es un gobierno derechista clásico, con
todas las características reaccionarias de un gobierno derechista. Pero
opera en un marco de gran combatividad. Por eso hay una contradicción
entre lo que quiere hacer y lo que él puede hacer.
Volviendo a
Venezuela, en una charla planteaste una idea que nos parece importante,
señalando la futilidad de aplicar siempre y en todo lugar el cliché de
“lo que no avanza, retrocede”, “lo que no se radicaliza, vuelve atrás”.
Pero pensando esta situación en concreto recordábamos la recomendación
de Fidel a Allende luego del Tancazo “Este es tu Girón”. ¿Qué
perspectivas no abstractas, sino concretas en función de las fuerzas
políticas y sociales, ves en Venezuela de radicalización? ¿Cuáles serían
las medidas a tomar en ese camino?
Esas frases se repiten,
pero muchos que las pronuncian se olvidan de aplicarlas cuando es
necesario implementarlas, especialmente hoy en Venezuela. Allí se define
el ciclo progresista y el futuro. Ha sido el principal proceso y su
desenlace va a determinar el contexto de toda la región.
Es
evidente que el imperialismo ha concentrado todos sus dardos en
Venezuela. Por eso, Estados Unidos reconoce a Cuba, tiene guiños con
muchos gobiernos, pero no con Venezuela. Allí impone la baja del precio
del petróleo, alimenta las organizaciones paramilitares, financia ONGs
conspirativas, opera en el plano militar. Motoriza formas destituyentes
que viene preparando hace mucho tiempo. Por eso las elecciones se
desenvolvieron en ese contexto de guerra económica y finalmente lograron
que la derecha gane. Por primera vez ganaron la mayoría en el
parlamento y apuntan a convocar al referendo revocatorio.
La
derecha intentará recorrer dos senderos: el camino Capriles y el de
López. López promueve volver a las guarimbas y Capriles propicia el
desgaste de Maduro. Y es muy ilustrativo que Macri primero propuso
agredir con la pantalla de la “cláusula democrática” y después optó por
posponerlo. Macri (a cuya elección vino Corina López), es uno
equilibrista entre los dos. Va a seguir el tono dominante. Por un lado
López y por otro Capriles, puesto que ambos se complementan. Son dos
líneas de lo mismo. Y Macri es uno orquestador internacional de esa
conspiración.
Hay ahora una fuerte presión sobre Maduro para que
acepte una negociación y quede apabullado sin poder hacer nada. Pero
también puede reaccionar y aplicar la frase famosa: proceso que no se
radicaliza, involuciona. Puede lanzar un contragolpe. Se avecina un gran
conflicto porque el parlamento manejado por la derecha va a exigir
atributos que el poder ejecutivo no le va a dar. Entonces el parlamento
va a votar la amnistía para López y el ejecutivo se la va a vetar. El
ejecutivo va a sacar una ley contra el desabastecimiento y el parlamento
no la va a aceptar. O gobierna el ejecutivo o gobierna el parlamento,
una forma de choque de poderes muy típica.
En ese sentido, como
la preparación del revocatorio lleva un año, hay que juntar las firmas,
hay que oficializarlas, hay que llamarlo y ganarlo, eso va a generar un
gran conflicto. Ahí está el dilema. Hay un sector conservador,
socialdemócrata o involucrado en la corrupción dentro del chavismo que
no quiere saber nada con responder a esa disyuntiva con la
radicalización del proceso.
Ese sector impide la reacción contra
la agresión imperial. Es obvio que el imperialismo le hace la guerra
económica a Venezuela, pero el problema es que Maduro no ha logrado
doblegar a estos agresores. El problema es que Venezuela es un país que
sigue recibiendo dólares, a través de PDVSA y esos dólares son
entregados a sectores del funcionariado corrupto, de los capitalistas,
que implementan la bicicleta que arruina a la economía venezolana. Esos
dólares pasan al contrabando, a Colombia, al desabastecimiento, a la
especulación cambiaria y el país vive con colas e irritación general.
Además, Venezuela ya carga con una deuda importante. Ya no tiene los
dólares suficientes para solventar todas las importaciones y al mismo
tiempo pagar la deuda.
En estas condiciones los sectores
socialdemócratas y conservadores del oficialismo se limitan a lamentarse
de “la terrible situación impuesta por el imperialismo”, pero sin
actuar efectivamente para desbaratar esa agresión.
Y esta
conducta tiene consecuencias porque se acentúa la desmoralización. La
derecha ganó no tanto porque se hayan volcado votos del chavismo a la
derecha, sino por la gente que no fue a votar. Ya pasó otras veces. Es
una forma de protesta que encuentra parte de venezolanos. Y mucho más
problemático, más grave, es la actitud de líderes que declaran su adiós
al chavismo o se vuelven a la vida privada. Ya no opinan, o critican al
gobierno en vez de proponer medidas radicales contra la derecha. Lo cual
a su vez está acentuado por la conducta del gobierno al impedir que las
corrientes de izquierda se desarrollen. En vez de fomentarlas, en vez
de facilitar su acción, les acota sus posibilidades. Y mantiene la
estructura verticalista del PSUV.
Entonces, este es el escenario.
Y como dice mucha gente, esta vez es la última oportunidad. Ahora o
nunca. Y esta última oportunidad implica tomar decisiones en dos
terrenos muy nítidos. En el terreno económico: nacionalizar los bancos y
el comercio exterior y a partir de esos dos instrumentos definir otra
forma de utilización de los dólares. Hay muy buenos economistas que hace
diez años que están diciendo esto. Han hecho programas que te explican
hasta el detalle cómo se hace. Por lo tanto no son medidas desconocidas.
Y el otro pilar es político. Para sostener la radicalización se
necesita el poder comunal. Venezuela tiene ya una legislación, una
estructura, leyes votadas, que permiten administrar el país con una
nueva forma de organización comunal; desde abajo para arriba, con
distintas instancias, donde la democracia sea una realidad y donde el
poder popular no se limite a ser un conjunto de instituciones
defensivas. Es una arquitectura decisiva para disputar con el parlamento
de la derecha. Si Maduro y la dirigencia venezolana quieren rescatar el
proceso bolivariano, éste es el momento del poder comunal. Veremos. Yo
lo que creo que las cartas están a la vista y hay que tomar decisiones.
[1]
Se ha tornado habitual que intelectuales e incluso
activistas depositen sus expectativas más en el protagonismo de los
gobiernos que en el protagonismo de las organizaciones populares. ¿Cuál
es la perspectiva que se abre para las luchas sociales? ¿Qué papel
deberían tener en ellas el antiimperialismo y el anticapitalismo?
Yo
creo que es muy importante en toda la discusión de si se termina o no
el ciclo progresista, mirar no sólo a los gobiernos, sino también lo que
pasa por abajo. Hay una tendencia de muchos autores a evaluar un ciclo
en función de quién maneja el poder ejecutivo. Pero ese es sólo un
elemento. El ciclo nació con la rebelión popular y lo que define la
relación de fuerza son las rebeliones populares. En la última década
hubo un proceso novedoso porque a través de una redistribución parcial
de la renta de los commodities muchos gobiernos desenvolvieron
redes de asistencialismo y procesos de consumo que atemperaron las
luchas sociales. Esa es una de las explicaciones de por qué no hemos
tenido rebeliones desde el 2004 en adelante.
Hay un cambio en el
ciclo económico que va replantear la lucha social y en este replanteo se
volverá a discutir el proyecto de la izquierda. Va a depender mucho del
desenlace de Venezuela, que ha sido la referencia política del último
período para la izquierda significativa. De la misma manera que lo
fueron en otros momentos la revolución cubana o el sandinismo. Las
referencias emancipatorias son continentales. Ocurren en un país y se
convierten en el punto de atención de todos los demás.
Pero el
gran problema estratégico radica en que muchos pensadores consideran que
la izquierda debe centrarse en la construcción de un modelo de
capitalismo posliberal. Esta idea obstruye los procesos de
radicalización. Supone que ser de izquierda es ser posliberal, que ser
de izquierda es bregar por un capitalismo organizado, humano,
productivo. Esta idea socava a la izquierda desde hace varios años,
porque ser de izquierda es luchar contra el capitalismo. Me parece que
es el abecé. Ser socialista es bregar por un mundo comunista. En cada
etapa ese horizonte cambia y los parámetros estratégicos se renuevan.
Pero si se altera la identidad de la izquierda el resultado es la
frustración.
La construcción de la izquierda requiere retomar la
idea del último Chávez. Una fuerte apuesta por un proyecto socialista,
que empalme con las tradiciones del marxismo latinoamericano y la
Revolución Cubana. Me parece que esta línea estratégica ha quedado
distorsionada por fuertes ilusiones en la conveniencia de reemplazar
este horizonte por convergencias, por ejemplo, con el Papa Francisco. Se
supone que muerto Chávez, necesitamos otro referente, y se piensa que
ese sustituto puede ser el Papa Francisco. Yo pienso que es un error
estratégico. No creo que la Doctrina Social de la Iglesia sea la guía
que debemos tomar nosotros para nuestra batalla contra el capitalismo.
Porque esa Doctrina fue construida como una ideología contra el
comunismo, no contra el capitalismo. Y el Papa Francisco la recicla con
la intención hoy de reconstruir el peso popular de una iglesia
latinoamericana muy debilitada. Y me parece de una gran ingenuidad
suponer que esa reconstrucción va a favorecer a una izquierda que se
sitúa en las antípodas del proyecto vaticano. Yo creo que debemos
apuntalar nuestros ideales en este momento clave para la historia
latinoamericana.
Nota:
[1] La entrevista fue realizada antes de conocerse la instalación del Parlamento Comunal. Redacción La Llamarada.
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